-En esta noche de 5 de abril de 1444, declaro anatema a Giovanni y sus compañeros de conspiración. Nunca más recibirán socorro de otros chiquillos de Caín. ¡Serán perseguidos hasta el fin del mundo, y allí donde sean encontrados s eles quemará por su sacrilegio! Y vosotros seréis nuestros perros. Perseguiréis a vuestros padres, destruyendo a quienes ilícitamente os dieron la no vida. Y si no lo hacéis, os uniréis a vuestros progenitores en el anatema. ¡y ni dios ni demonio de la Estirpe o el ganado os salvará de mi cólera!
Dicho esto, el vampiro y sus compañeros salieron de la estancia. La vieja se quedó a solas con Leonore y Damian y sonrió.
-Espero que justifiquéis mi fe en vosotros. Volved y contadme vuestros esfuerzos.
Después de que la anciana se fuera, Rodrigo entró en la sala de torturas junto a dos criados. Su olor era embriagador, y las bestias que se ocultaban dentro de ellos rugieron hambrientas. El criado les quitó las cadenas y habló con voz suave:
-Bien hecho, muchachos. Temí por vuestras vidas al dejaros anoche en la celda, pero lo peor ya ha pasado. Ahora vamos a asearos un poco.
Los dos estáis en Herido, con un -5 a toda acción, y sólo contáis con 1 punto de sangre en vuestra reserva. Estáis extremadamente débiles.
Entre Rodrigo y los dos criados los llevaron a otra sala donde había una mesa de madera y dos sillas. Sobre la mesa se encontraban dos vasijas de barro de gran tamaño. No les fue necesario mirar para saber lo que contenían: sangre. Lo olían, lo sentían. De haber tenido más fuerzas se habría abalanzado sobre ellas y habrían bebido hasta quedar ahítos, pero ahora debían ir con cuidado. Leonore pudo asir la vasija por sí misma; Damian necesitó ayuda. Hundieron los labios en el borde de cerámica y dejaron que el líquido fluyera hacia sus gargantas. Incluso después de haber sido horriblemente torturados alcanzaron a sentir placer mientras se alimentaban. Una parte irracional en sus cerebros prefería tomarlo del cuello de alguno de los criados, pero no tenían fuerzas para ello.
Tan pronto entraba la quemaban. No sabían cómo, pero la notaban desaparecer de su estómago y extenderse por su cuerpo. Así, Damien notó que le crecían los huesos de las manos hasta formar falanges nuevas (o viejas, ya que eran las mismas que se habían ido) y con un poco de ayuda, recolocándose el hombro, pudo regenerar por entero sus articulaciones. El cosquilleo que sintió Leonore se multiplicó mientras su piel volvía a extenderse sobre su brazo. Sin una cicatriz, pronto volvió a estar como antes. Al menos por fuera.
Los criados salieron y volvieron con varios cubos de agua caliente y paños. Ayudaron a Damian y a Leonore a lavarse la sangre reseca de sus cuerpos. Luego, Rodrigo les tendió ropa. Para Leonore tenía un traje de factura más humilde que el que había quedado hecho unos zorros después de todo lo ocurrido. A Damian le ofreció uno de mercader y la posibilidad de ponerse su armadura una vez la limpiasen y abrillantasen.
Habéis curado todo el daño. Tirad 1d10 y esa es la reserva de sangre que añadís a ese punto de antes. Vuestro límite es 20. Con menos de 10 os sentís muy hambrientos, pero lo máximo que podréis alcanzar es 11 (no hay tantos litros en la vasija).
-¡No! -gritó Rodrigo abalanzándose sobre el vampiro. Le sujetó las muñecas y tiró de él. Era sorprendentemente fuerte, de modo que pudo mantenerlo a raya. El criado soltó un grito asustado. Damian había logrado morderlo y de su cuello brotaba sangre. Había bebido un poco, pero no demasiado.
Rodrigo miró a Damian con miedo, pero resuelto. Le señaló con el dedo.
-¡Si atacáis a la propiedad de mi señor, os matarán! Nada de lo que he hecho para salvaros servirá. Habéis bebido todo lo que había en las vasijas. Tendréis que aguantar hasta mañana...
Frunciendo el ceño al ver la herida, chascó la lengua y dijo:
-No sabéis nada sobre la no vida. Pero una de las cosas más importantes es no dejar rastros.
El criado gritaba con miedo, pero Rodrigo le susurró algo al oído y se calló.
-Ven, soldado. Prométeme que no beberás más que lo suficiente. Tienes que aprender a cerrar las heridas con la lengua. Puedes tomar un poco más, ¡pero sólo un poco! Los criados son de mi señor Hardestadt y sólo él bebe de ellos. No dirá nada por esta vez, pero comprende que vuestras vidas penden de un hilo...
Motivo: fuerza+pelea+1 fdv
Dificultad: 6
Tirada (6 dados, se repiten 10s): 3, 5, 3, 1, 3, 3
Éxitos: 0, Fracaso
Vaya mierda de tirada, menos mal que tiene Potencia y ha gastado FdV xD
Damian, consigues otro punto de sangre.
-Es fundamental que aprendáis a moveros en la noche. Por favor, sentaos -pidió Rodrigo, sentándose a su vez-. A partir de este día ya no seréis humanos nunca más. Os han transformado en vampiros. Tendréis que caminar bajo la luna, ya que el sol os hará mucho daño. Evitad el fuego. El ajo y los olores fuertes no os harán nada, pero en cuanto a las cruces y el agua bendita... sed precavidos. Las estacas de madera en el corazón os paralizarán. He visto y llevado a cabo ejecuciones mediante el método de estacar a alguien y sacarlo al tejado al amanecer... Tened cuidado con ello. Es lo único que puede acabar con vosotros, ya habéis visto que pueden haceros cosas que a un humano corriente lo mataría sin dudar.
Vuestro poder procede de la sangre. Cuanto más bebáis más poderosos seréis. Podéis sanar rápidamente y haceros más fuertes. He visto a vampiros realizar proezas que son difíciles de creer...
Rodrigo les contó lo que sabía acerca de los vampiros, que no era poco. Les habló de los peligros del campo, los lupinos. El poder de la inquisición. El poder de la sangre. Cómo convertir a un hombre en esclavo dándole a beber tres noches de la sangre. La creación de ghouls, los sirvientes de los vampiros. El uso de alguno de los poderes posibles. Y del papel de sus amos, los Fundadores, y aquello que intentaban crear: un grupo de vampiros unidos bajo las Tradiciones de Caín, el secreto de su existencia y la disciplina.
Después de aquello, el criado manifestó estar cansado. El amanecer se acercaba.
-Os llevaré a vuestros dormitorios. Deberíais dormir. Esta vez estaréis más cómodos.
Rodrigo los condujo por unas escaleras hasta una habitación sin ventanas en lo profundo del castillo. Había dos jergones de paja que parecían mucho más confortables que el lecho mugriento donde habían dormido el día anterior. Había también mantas para que se tapasen, pero no parecían sentir demasiado el frío. Frente a su puerta había dos guardianes pertrechados con armas y armaduras. No dejaban de ser prisioneros, pese a que ahora durmieran en una habitación y no en una celda.
Tras aquello, Rodrigo los dejó a solas.