La mansión es una bella muestra del estilo Tudor, sobrio para la época pero extremadamente recargado para ser útil hoy en día. Te resulta extraño, ya que no sabías que ese estilo hubiese emigrado a América, y mucho menos a Portland. Se encuentra en una pequeña colina de ayuda a provocar esa sensación de grandeza. La parcela que ocupa es inmensa, de casi un kilómetro cuadrado. Se encuentra rodeada de una elaborada verja de metal con medallones coronando cada vara.
Tira percepción+alerta
Percepción: 2 / Alerta: 3
Mientras andas te fijas en que en la verja de entrada hay situado en la punta medallones con un tosco número grabado en ellos. Parece ser que van pares por un lado e impares por el otro, convergiendo ambos encima de la puerta de entrada en el número 666.
Marc observó por unos momentos el medallón de la entrada, mientras una desdeñosa sonrisa comenzaba a dibujarse en su rostro. Luego, indicó con un gesto a Mabel para que lo siguiera hasta la puerta de ingreso.
- No podía esperar menos de un maldito loco…
Desde la entrada principal, al Sur de la propiedad, hasta la puerta de la casa, hay unos quinientos metros, y cada veinticinco hay una estatua mitológica trabajada en alabastro. Representan al Olimpo en su totalidad: Diana, Eros, Júpiter, todas totalmente armadas y con fieros rostros que presagian muerte. Sus ojos son oscuros, y casi se podría decir que irradian odio y maldad.
Marc avanzó con paso lento por el sendero, tomándose el tiempo suficiente para admirar cada una de las estatuas. No solo evaluó su belleza, sino también cualquier detalle que pudiera indicarle su procedencia. No era precisamente un experto en arte, pero tal vez pudiera sacar algunas conclusiones sobre el dueño de todo esto. Llevaba a Mabel del brazo, sin dejar que se alejara demasiado. También trató de darse una idea de la disposición del lugar. Si había otras construcciones, y demás. Cuando alcanzaron la puerta de entrada, sencillamente llamó a ella con cortesía.
Algo extraño hay en las estatuas. Sus ojos son oscuros, pintados con algo que parece ser...sangre. Parecen ser de muy buena calidad, pero la pátina de suciedad impide cualquier apreciación de ello.
Desde lejos ves una fuente con una estatua encima, pero para llegar a ella necesitas salirte del camino.
-Marc, ¿eso es sangre?¿Qué clase de loco vive aquí?¿Y para qué hemos venido?
La voz trasluce inquietud por lo extraño del sitio y de las circunstancias.
Marc estaba a punto de alejarse en dirección a la fuente, presa de una extraña fascinación, pero las palabras de Mabel lo devolvieron a la realidad. Le recordaron donde estaba, y que diablos hacía allí. No era una visita de cortesía, ni una excursión turística. No estaba aquí para apreciar el arte. Estaba aquí porque su Sire había desaparecido y porque en Marsella sus días estaban contados. Aparentemente, el demente que vivía en esta propiedad podía ayudarlo en ambas cuestiones. Aunque tal vez “ayudar” no fuera la palabra adecuada.
Recobró su compostura, ignorando la fuente del jardín. Quién podía saber la clase de cosas que andarían rondando por allí. Era mejor mantenerse en el camino.
Respondió a su compañera, aunque dirigía sus palabras más para si mismo. Casi como si fueran pensamientos que escapaban por su boca.
- Negocios, Mabel. Venimos por negocios. A la casa de un loco…
Apenas golpeas en ella, la puerta se abre sin ruido. Detrás de ella puedes vislumbrar un vestíbulo y un pasillo justo enfrente. Todo tiene la tenue iluminación de las velas, ya que la estancia entera está rodeada de candelabros. Tu bestia se rebulle ligeramente, poco cómoda en presencia de tanto fuego. Al fondo, una figura oscura se entrevee.
-Pasa, pasa. En breve todo estará preparado. Tendrás un refrigerio antes de empezar. Pasa al salón, recto al fondo.
La voz es suave, y poco a poco se desvanece hasta ser un susurro. Junto con la zvoz se difumina y desvanece la silueta también. De pronto te vuelves a encontrar solo con Mabel.
Marc no alcanzó siquiera a iniciar un esbozo de respuesta, cuando la figura ya se había disuelto en las sombras. Odiaba este tipo de situaciones, donde debía seguir el juego a los demás. Ya había pasado por momentos similares, y nunca terminaba de acostumbrarse. Pero por ahora no tenía más opciones. No si quería enterarse de que iba todo esto. Tanteó su costado, y al sentir el frío y contundente bulto que formaba su arma, se sintió algo más tranquilo. Aunque solo un poco.
Avanzó por el pasillo, estrechando a Mabel junto a él y observando las habitaciones tanto como las sombras se lo permitían. Intentaba que su rostro no reflejara sus cavilaciones, pero tratándose de un demente, tal vez importara poco.
La habitación a la que pasas es enorme. Es el sueño d e cualquier Ventrue venido a menos, ya que en ella caben perfectamente quince o veinte personas sentadas alrededor de la mesa y muchas más de pie. Si el resto de la casa es igual, ese Lunático está muy pero que muy forrado.
La mesa es de madera oscura, casi negra, tallada hasta el detalle con hojas de acanto y calaveras. Sus numerosas patas acaban en garras esqueléticas. Las cortinas son pesadas y negras, sacadas de una película de terror. En las apredes hay alacenas donde puedes ver lujosas vajillas y cristalerias deignas d eun rey. Sin embargo, el aspecto general es macabro.
Para contribuir aun más a ese aspecto, encima de la mesa hay siete copas y varias jarras de cristal que contienen un líquido rojo con el inconfundible olor a vitae. No sabes de donde diablos lo ha extraido, pero huele que despierte el apetito. Tu bestia ronronea, incitándote a alimentarte, si no de esa sangre, al menos de Mabel.
- Mabel, hazme un favor. Actúa como si no me conocieras. Parece que nuestro anfitrión espera varios invitados. Apuesto a que ninguno sabrá nada de los otros, y podemos aprovecharnos de ello. Hazte pasar por un huésped más, al menos de momento ¿quieres? Siéntete libre de moverte como te parezca, incluso puedes probar el contenido de esas copas. A menos que me equivoque demasiado, todo aquel que ingrese por esa puerta estará tan desorientado como nosotros. Puede que sean receptivos a tus encantos.
Luego de su charla, Marc se dedicó a indagar las extrañas colecciones que abarrotaban la estancia. No tocó las copas que había sobre la mesa.
Perdona por hacerte esperar. Es que tus compañeros no avanzan. Espero que en breve se pueda.
No hay problema, yo estoy de examenes asi que me viene barbaro.
Por cierto, ¿crees que hice todo muy rapido? Tal vez debi investigar un poco mas. En fin...