Levanté una ceja, el hecho de que Louanne fuera la tutora de Elona no ayudaba mucho, no al menos para mi. Aquella muchacha había demostrado tener poco carácter, poco autocontrol y, sobre todo, poca responsabilidad. En silencio, esperé la decisión final.
Tras escuchar a todos, y en especial a la sacerdotisa, tomé la palabra un momento.
- Entonces, ¿lo que tenemos que hacer es retomar nuestro camino y llegar hasta el templo para contar todo lo que ha pasado? Hay muchas cosas que resultan confusas en todo lo que está ocurriendo, la vampiresa y su historia, el relato del anciano y todo lo que rodea a Foix. Algo claramente no anda bien en ese lugar.
Elevé una plegaria a mi dios para que me diera fuerza y me mostrara la luz, pues en aquel momento de lo que me estaban dando muchísimas ganas era de meterle una bota por el culo al caballero de una patada y que tuviera que acordarse de mí una semana cada vez que se fuera a sentar o a montar a caballo.
- Desde luego le dan una espada y un cargo a cualquiera.
Por suerte la cosa no fue a más, porque tuve que orar con más convicción cuando vi que miraba mal a mi prometido.
- En vez de robarme al caballo ya me podían haber robado al caballero este de las narices... Así, sin querer podían haber hecho algo útil.
Por suerte, la sacerdotisa intentó cambiar el tema de conversación, aunque sus palabras me hicieron sentirme un poco ofendida. Sobretodo, porque yo también era clérigo y hasta el día de hoy, nadie me había acusado nunca de mentir, tampoco creía que nadie fuera a empezar a hacerlo, pero según lo había soltado...
- En fin... - Era mejor tener la fiesta en paz. Los designios de los dioses siempre eran complicados para la mente de los mortales, pero conmigo en aquel viaje se estaban cebando ya.
Respiré hondo intentando sacar lo mejor de mí, porque al final me ponía a pegar a alguien, me ponía a gritar o acaba llorando por no poder hacer ninguna de las dos cosas anteriores.
- Será mejor que nos pongamos en marcha.
Por supuesto, si teníamos la más mínima discrepancia, lo lógico y natural era que nos golpeáramos hasta que uno se rindiera o muriera. Así nos iba como civilización.
—Malvado anciano, al que nadie hacía caso hasta que vos os pusisteis frenético.
Por fin la sacerdotisa vino y comentó lo que todos estábamos deseando. Aunque yo estaba seguro que la tal Louanne hacía lo que el anciano decía. Y uno destinatario de las pociones era el caballero.
Y el problema es que lo que decía explicaba muchas cosas. Sobre todo si Uthar y Louanne estaban compinchados.
—Las damas tienen razón. Pongámonos en camino y que Andyctor se ocupe de los ancianos. Estoy seguro que lo hará lo mejor posible.
Eso sí, estaba seguro que nos encontraríamos con la tal Louanne. Tarde o temprano.
La mujer al escuchar los interrogantes de Katarin la observó y finalmente asintió con un leve cabeceo.
- Hay más templos, yo sólo os indico uno de los más poderosos que encontraréis y justo al final del camino. En verdad, encontrar caballeros ávidos de enfrentarse a los vampiros no es difícil. Lo que sucede es que los clérigos están mejor preparados, sin querer ofender a los guerreros presentes. Los fieles de Arturo y los de la Dama del Lago estarán ansiosos por intervenir. Sinceramente, esa vampiresa ha debido de venir presa de la desesperación, no le veo otra explicación a su interés por entrar en territorio enemigo después de que hubiéramos acabado con su señor.
Miró después un poco apenada.
- En cuanto a Luanne no es tan poderosa como una no-muerta y por tanto la podríamos enfrentar, pero eso es muy posible que nos ponga en contra a los barones. Entonces hay que plantear otra estrategia.
Desvió la mirada hacia Rodoryan el cual se mantenía al margen y no miraba en vuestra dirección. Tampoco lo hacía el anciano, que estaba recogiendo sus escuetas pertenencias e inmediatamente se puso en marcha alejándose de vosotros. La sacerdotisa lo observó con tristeza.
- Pensemos algo y luego lo comentamos.
Dijo acompañando los susurros con una mirada de resignación. Miró después a Andyctor, el cual había escuchado a Tad y Elisabeth, por lo que decidió acercarse hasta el anciano que se quedaba con vosotros.
- Le ayudaré a cabalgar. Pero estén atentas sus mercedes porque tendremos que hacer descansos continuados.
Eso implicaba avanzar a menor velocidad de la esperada.
A mí me parecía que ya estábamos mareando la perdiz demasiado. ¿No habíamos quedado en que buscaríamos a unos clérigos para que se encargaran de la vampira? Entonces, ¿por qué seguía esta mujer dándole vueltas al asunto? Eso sí, ya que parecía ser tan conocida como para que la hicieran caso según había dicho, bien podía ser ella la que avisara a los clérigos para que se encargaran del problema y no mandarnos a nosotros como si fuéramos sus lacayos ¿no?
- A parte de prepotente, cómoda.
Luego empezó a hablar de la Luanne, pero vamos, para mí que aquello también tendrían que solucionarlo ellos, que para eso eran la gente poderosa de aquellas tierras ¿no? Encima no querían que nos paráramos nosotros que no éramos de allí ¿no?
- Bueno, supongo que un caballero y una sacerdotisa como tú, no tendrán problemas para ambas cosas. A fin de cuentas, una de ellas es tan sólo dar un aviso.
Me volví hacia mis compañeros esperando que ellos fueran de mi misma opinión.
- Deberíamos seguir nuestro camino antes de que vengan a decirnos también a nosotros que a alguien se le ha roto la pata del buey y quiere que le aremos las tierras.
Elisabeth lanzó una puñalada de profundidad a la sacerdotisa, después de que ella contara y contara sin parar las ventajas de los clérigos. A veces la boca perdía a mi prometida por más que no dijera otra cosa que verdades.
Pero es que ya lo de enfrentarnos a Louanne... —Aunque las palabras de mi prometida Elisabeth son algo directas, es cierto que eso de "enfrentarnos a Louanne" es algo que no nos afecta. A pesar de que Rodoryan la haya defendido tan mal, no tenemos prueba alguna de su maldad. "Envenenar los corazones de los hombres" no es un delito, salvo que se nos diga que corazón envenenó y qué ocurrió por eso.
Asenti a las palabras de Andyctor.
—Sí, vayamos despacio que el anciano no puede ir muy rápido. No queremos que le de un ataque.
En todo el viaje no habíamos encontrado sino rumores y acusaciones. A ver si dejábamos esta maldita región atrás.
La mujer instintivamente se cruzó de brazos, contrariada por la actitud de Elisabeth. No acudía ninguna expresión violenta a su rostro pero no se encontraba a gusto.
- Entiendo que no quieran inmiscuirse más en los asuntos de las gentes de Foix. Yo ya los conozco y no me importa hacerme cargo, pero les pido que den noticia de lo que ha ocurrido. Cuando lleguen al templo, han de pedir una expedición para capturar a la vampiresa de la que me han hablado. No es ese el único asunto que les atañe. Han de expresar esa obsesión de Lady Nolwenn con el dramaturgo, Uthard.
Tras decir esto desvió la mirada hacia el bardo, Tad.
- No les pido que le acusen de nada, pero quizá haya que realizar algún tipo de investigación, sobre la existencia o no de pactos con los condes vampiro. No creo que les vayan a hacer tal encargo a ustedes, porque no es su tarea. Pero pienso que es nuestra obligación. Es decir, que, no podemos arriesgarnos a que tal sospecha quede en el olvido.
La mujer señaló entonces el anillo que portaba con el símbolo de la benigna diosa del agua y la vida.
- De veras les deseo que tengan buen viaje y que la peregrinación siga sin incidentes. Tan sólo me queda preguntarles si quieren portar mi anillo para que en el templo sean conscientes de que sus palabras son corroboradas por una sacerdotisa al servicio de la Dama del Lago.
Miró entonces a los cuatro miembros del grupo esperando sus respuestas. En efecto la mujer trataba de instaros a seguir aquellas instrucciones que ella parecía considerar que eran importantes.
Miré a Tad como si no supiera de qué estaba hablando, hasta que al ver la reacción de la sacerdotisa me di cuenta de que lo que pensaba que sólo se me había pasado por la cabeza lo había dicho en alto.
- Mierda. Cada vez soy más bocazas... - Pensé un poco arrepentida, pero vamos, es que tampoco es que nos lo estuvieran poniendo demasiado fácil ¿eh?
No dije nada más y simplemente escuché lo que aquella mujer tenía que decir, que ya empezaba a darme igual. Mi orgullo como clérigo se había quedado por los suelos, después de su insistencia de entregar su jodido anillo de marras, pero no iba a ser yo la que lo cogiera. Una cosa es que mi religión me impidiera hacer mal a esa mujer y otra muy distinta era que tuviera que caerme simpática.
Por lo demás, como ya tenía a Tad que era más diplomático de lo que seguramente podría ser yo en aquel momento, me crucé de brazos y me limité a esperar.
- Ni que dar el aviso por lo de los vampiros a los clérigos superiores hubiera sido idea de ella. A mí ya se me había ocurrido antes de enterarme incluso de que se habían llevado a mi precioso caballo.
Dante fue el primero en montar en su caballo ya con sus cosas preparadas mientras la discusión daba sus últimos pasos, espero al desenlace final ajeno al cruce de reproches que tampoco le importaba en aquel momento. No se sentía con ánimo de juzgar a los demás cuando el mismo había cometido grandes errores...
Cuando todo hubo acabado sonrió a Katarin invitandola a subir a su montura ya que había dispuesto sus cosas por ella mientras los ánimos parecían calmarse.
De nuevo iniciaban el camino no sin antes despedirse de la cleriga que les ofreció su anillo. el cual Dante acabo por aceptar.
Si no nos escuchan quizá consigamos una copa de vino... buen viaje.
Permanecí en silencio mientras hablaban, por mucho que quisiera solucionar los problemas de Foix, estaban fuera de mi alcance y nuestra intervención tan sólo empeoraría las cosas, especialmente con Elona al cargo del lugar. Sin embargo, lo de dar noticia en un templo parecía algo a nuestra alcance y sencillo de llevar a cabo.
- Este anillo debe ser importante para vos, milady. No os preocupéis - dije negando cortésmente a su ofrecimiento - nuestra palabra creo que será suficiente para convencerlos, después de todo somos nobles de buena reputación no habría razón para no creernos.
Mi propio orgullo guiaba mis palabras, pues portar aquel anillo significaba que éramos mensajeros de la sacerdotisa, algo que que devaluaba nuestra participación en todo aquel asunto. Después de todo lo que habíamos pasado, quería que me creyeran por mis palabras, no porque una sacerdotisa de alto rango nos lo hubiera dicho.
Sin embargo, Dante aceptó el anillo y no hubo más discusión. Con un suspiro, me acerqué a su corcel y le dediqué una sonrisa antes de tomar su mano para montarme con él.
La sacerdotisa Ysyvira entendió que no había que causar más discordia. Ella misma había visto lo que ocurría con su "compañero", con los ancianos, con los vampiros. Se la veía que sospechaba de todo lo que estaba pasando. Mucho.
De todas maneras no se daba cuenta de que con sus palabras podía ofender o molestar a mi prometida.
—Haremos todo eso, pero no nos hace falta el anillo, sacerdotisa Ysivyra. Mi prometida Elisabeth Woodgate también es sacerdotisa y puede dar testimonio de lo ocurrido, corroborando y todo eso. Además de que tiene las palabras y las firmas del resto de nosotros. Su testimonio de todas formas, sería de oídas, ya que no ha visto nada de lo que le contamos.
Menuda tontería lo del anillo. ¿Y sí te hemos rajado y quitado? Mucho mejor sería una carta o algo así.
—Le agradecemos el esfuerzo que ha realizado. Y sí, pensábamos ocuparnos de dar aviso de lo ocurrido y lo que nos contó con ese tal Uthard, por si acaso. La vampiresa parecía obsesionada. Y aunque su palabra no es válida, es buena idea que sea investigado.
Pero entonces Dante aceptó el anillo. En fin... de todas formas agradezco a la sacerdotisa tratar de hacer algo por lo que está ocurriendo, y el ser tan comedida.
Si no nos escuchan quizá consigamos una copa de vino... buen viaje.
Tad abrió mucho los ojos. —¡EJEM! Si no nos escuchan, aún así dejaremos el anillo en el templo. Como es nuestro deber. —Lo último que quería era enfadarse con la iglesia, que mientras condenaba los vicios morales, se tomaba mucho peor el robo de sus posesiones.
- nuestra palabra creo que será suficiente para convencerlos, después de todo somos nobles de buena reputación no habría razón para no creernos.
Yo entonces mejor me quedo fuera...
La mujer estaba atenta a las reacciones que vuestros rostros mostraban y ninguno de ellos parecía satisfecho con su propuesta. Había visto que insistir en el anillo había desembocado en algunas emociones negativas. Sin embargo, ella sonrió tratando de ser cordial.
- Gracias por aceptar el anillo. No es necesario que se presenten como mis enviados, tan sólo pretendía que pudieran demostrar que se encontraron conmigo. En todo caso, caballero, no lo vendan de no ser el anillo necesario sino que habrían de dejarlo en el templo como indica Sir Tad, pues ya lo recogeré yo cuando me sea posible.
Se dirigía al joven Dante el cual había tenido una extraña idea. Ysyvyra hizo una pausa antes de continuar.
- Sigan adelante entonces y suerte con su viaje. Que la Dama del Lago les guíe a su camino sin más contratiempos.
Ya parecía todo resuelto así que en poco tiempo recogísteis vuestras cosas y os decidísteis por continuar el camino.