Partida Rol por web

La noche transcurrió serenamente, las horas fueron plácidas y se perdieron en vaporosos sueños. A la mañana siguiente las dos parejas pudieron recoger sus enseres y entre sonrisas tomaron el camino de nuevo, ascendiendo por la pendiente hasta alcanzar la ciudad sobre el lago.

Habían caballeros protegiendo una muralla blanca, a los lados de una gran puerta que semejaba segura pero permanecía abierta de una manera hospitalaria. Pudieron pasarla tan sólo saludando a los hombres de sólidas armaduras. Así alcanzaron el interior donde les aguardaba una damisela vestida del mismo color que las paredes, acompañada por otras dos. La primera era un poco mayor en edad y transmitía dulzura.

- Buenos días, peregrinos, mi nombre es Laria, bienvenidos al templo del lago.

Ella ladeó su cuerpo, al final de una larga calle se podía ver aquél templo, asomado hacia el agua.

- Espero que hayan tenido buen viaje.

Paseó la mirada por los cuatro, tomándose su tiempo.

- Para completar el viaje habrá que bajar de nuevo hasta las aguas. Hay unas escaleras al otro lado por las que podremos descender.

Cuando el amanecer saludó al nuevo día abrí los ojos a los tímidos rayos de sol que asomaban por la ventana. Había dormido plácidamente entre los brazos de mi amado, sintiéndome segura bajo su protección y levantándome completamente descansada por primera vez en mucho tiempo. Siendo la primera en despertarse, permanecí unos minutos contemplándolo dormir hasta que abrió los ojos y le di los buenos días con un dulce beso. 

Con fuerzas renovadas, retomamos nuestro camino hasta la ciudad del lago. Tras las blancas murallas se adivinaba una bella ciudad que pudimos descubrir nada más pasar las puertas. La hospitalidad del lugar hinchaba mi corazón y alegraba un día que ya había comenzaba de muy buenas mañanas.

- Os damos las gracias por tan amable bienvenida, mi señora - hice una elegante reverencia demostrando mis respetos a la damisela. Me había vestido con un fino vestido de seda azul celeste, que había guardado durante todo el camino especialmente para aquel día - el viaje ha sido difícil no exento de peligros y penurias. Nos alegramos de haber llegado por fin. 

Al contarnos lo que debíamos hacer en la última parte del viaje, tomé de la mano a Dante. Temblaba de emoción y nerviosismo, había esperado tanto tiempo por esto que apenas podía parar el acelerado latir de mi corazón.

- Estamos listos, mi señora, muy listos.

La noche había sido mágica, poder dormir sin tener un ojo pendiente y junto al calor de una manta y su amada. Parecía como si su suerte hubiera cambiado como el haber encontrado de nuevo la civilización les hubiera devuelto de nuevo al camino correcto.

La mañana siguiente se despertó luminoso, Dante despertó con el beso de su amada al cual respondió con pasión. No había sido un sueño y eso parecía reconfortar al guerrero.

Sin tardar demasiado se volvieron a poner en camino, deseosos de acabar con aquella peregrinación que tan oscura se había vuelto.

Gracias por su hospitalidad dijo Dante a la mujer que les enseñaba las escaleras de acceso al camino.

La mujer notó una inquietud en la mirada de la joven lo que hizo que mantuviera un segundo sus ojos en ella. No siendo capaz de determinar nada con tan poca información trazó una simple sonrisa haciendo un gesto para que la pudieran seguir.

- Vamos escaleras abajo, hasta el nacimiento del lago en la parte inferior de la montaña. Un lugar sagrado.

Sin perder la sonrisa fue descendiendo escalones, acompañada por otras dos mujeres jóvenes, portadoras de sendas antorchas para ayudar en la iluminación. Unos minutos después la luz volvía, atravesando la entrada a la gruta mostrando tan sólo piedra, agua y musgo. Había una neblina y algunos peces moviéndose de un lado a otro.

- Aquí nace el lago sagrado. Las escaleras han terminado, es necesario que salvéis los últimos escollos, caminando entre las rocas y entonces tan sólo tocad el agua y haced alguna oración con la que os sintáis cómodos, lo ideal es que tenga relación con el amor o el futuro matrimonio.

Explicó a la pareja. El ritual parecía sencillo, tan sólo era necesario sortear algunas piedras, parte de ellas estaban separadas medio metro o incluso un metro, resultando mínimamente peligroso. Pero las sacerdotisas ya tan sólo se dedicaron a observar.

Respiré hondo y asentí. Estaba preparada, nerviosa pero increíblemente preparada. Llevaba preparándome para este momento desde que había conocido a Dante y ahora era el momento.

Las seguimos escaleras abajo con gran júbilo. Nuestras acompañantes parecían disfrutar con su cometido y no era para menos. Ayudaban a jóvenes enamorados a fortalecer su vínculo. Iluminados sólo por las antorchas, bajamos hacia el interior de la cueva hasta que la luz volvió en forma de cascada luminosa cayendo desde el techo de una gruta e iluminando un lago subterráneo. La neblina que la cubría le conferían un aire misterioso.

- Sé muy bien lo que quiero decir - con una sonrisa confiada, apreté más fuerte la mano de Dante. Con un suave tirón, le invité a que me siguiera entre las rocas.

Allí estaban después de todo, de todos los infortunios y problemas que habían pasado. Aquel era el lugar donde bendecir su unión, una tradición sagrada que al fin estaban a su alcance.

Dante dio las gracias a la mujer mientras seguía a la sonriente Katarin, parecía totalmente renovada sin atisbo de la tristeza de las últimas semanas. ¿Que más podía pedir? el caballero siguió a su amada cuando esta comenzó el descenso, le seguía de cerca tendiéndole la mano en los sitios más escarpados para que pudiera sujetarse mientras descendía hasta el agua.

El lugar parecía mágico lleno de una pureza como no había visto antes, podía respirarse la paz y serenidad del lugar.

Habían llegado sin problemas a través de las rocas hasta el mismo borde. Las damas que quedaron atrás parecían satisfechas con los primeros gestos que habían visto en ellos. Sin saberlo, las tres mujeres evaluaban los pequeños detalles que sus actitudes mostraban.

El agua ahora lamía la planta del calzado de Katarin y las botas de Dante. No podían notar la temperatura de aquél líquido, hasta que pudieron tocarlo.

"Tocad el agua y haced alguna oración con la que os sintáis cómodos"

Fueron las palabras de la sacerdotisa. Ella entrecerró un poco los ojos. No entraba la luz directa del día allí abajo, pero igualmente era un lugar bendito. Tampoco llegaba la luz al regazo de una mujer pero en él podía crecer nueva vida.

- Adelante, os queda ya muy poco para completar el viaje.

Sonrió gratamente. Su voz sonaba confiada, sabedora de los secretos de aquél paraje. No eran los primeros viajeros que llegaron hasta allí, pues la tradición de aquella peregrinación sagrada pervivía ya por siglos. Ella abrió las manos y las apartó un poco, como indicando que les ofrecía a ellos ese tiempo. Ciertamente, parecía que allí abajo las palabras sonaban de un modo distinto. El eco les daba un aire de atemporalidad, o quizás de eternidad. Una sensación impresa en misticismo les estremeció durante un segundo antes de poder proseguir.

Me estaba dejando llevar completamente por el ambiente místico del lugar. Llena de una calma y de una serenidad que tan sólo un lugar como aquel podía conferir, me situé al borde de la piedra, con las aguas del lago acariciando mis pies. Tomé las manos de de mi prometido y las miré un segundo antes de alzar la mirada hacia la suya.

- Mi querido Dante - mi voz era suave y tierna, impregnada de un amor incondicional - desde que nuestros caminos se cruzaron en aquel baile y atrapaste mi corazón, nunca he anhelado nada tanto como estar estar aquí contigo, tomados de la mano uniendo nuestras vidas para siempre. Toda palabra se siente insuficiente para podre describir el inmenso amor que te profeso, la vida no será lo suficientemente larga para poder pasarla contigo, ninguna prueba será lo suficientemente difícil para que no pueda superarla por ti. Prometo permanecer junto a ti hasta la eternidad y más aún si los hados nos lo permiten, nunca dejaré que nadie te aleje de mi, ningún vampiro, fantasma o humano será lo suficientemente fuerte para poder para separarnos. Seré una esposa fiel y amorosa, y siempre tendrás en mi a una compañera tierna y comprensiva en la que puedas apoyarte en tus momentos de flaqueza. Que nuestro amor mutuo sea la prueba de nuestra unión.

Los ojos de Dante permanecian fijos en los de Katarin como si hubiera una conexión entre ellos que nada pudiera romper.

Aquel baile tan solo puso la semilla de nuestro amor, un amor que se ha hecho camino dentro de lo más profundo de nuestros corazones. No se lo hemos puesto fácil, muchos han intentado marchitar la semilla que iba creciendo en nuestro interior, pareciendo que el propio destino quería ahogar su crecimiento... pero todo eso solo ha hecho a esa pequeña semilla más y más fuerte, alimentada por nuestra pasión, por nuestra complicidad, por el respeto y por unos sentimientos que han sido el abono de una raiz que ahora invade todo mi cuerpo.

Ya no imagino la vida sin ti, ni quiero hacerlo. Mi alma se ha completado al conocerte y seguirá unida a la tuya mucho más allá de la propia muerte... Te quiero.

Las tres mujeres que aguardaban a pocos metros y sobre todo la sacerdotisa, mostraron su satisfacción ante las acciones de los dos jóvenes. Las palabras iban cargadas de emoción, de la más positiva de todas ellas. Al instante constataron que había sinceridad en ellas.

- Todo está bien. Habéis cumplido con creces el propósito de este viaje. Hemos escuchado vuestras declaraciones amorosas y así lo ha hecho también nuestra diosa.

Una de las jóvenes, la de su derecha, mostró ahora una pequeña copa de oro, que había mantenido entre sus ropajes a la espera de si la pareja sería digna de verla. La entregó a la sacerdotisa, quien asintió conforme.

La mujer entonces siguió vuestros pasos, bajando con agilidad pues conocía a la perfección cada una de esas piedras. Sus pies sabían dónde posarse. El bajo de la túnica terminó por humedecerse cuando la sacerdotisa llegó a vuestro lado.

- Enhorabuena, enamorados. Tenéis la bendición de la dama del lago. Ahora os daré un sorbo de este agua divina. Ella se asegurará de que no falte dicha en vuestras vidas.

Entonces se agachó para recoger una muestra de líquido y sujetándola por la base de la copa os permitió beber de ella. Era un agua fresca que hacía sentir el cuerpo limpio, apartando cualquier rastro de cansancio.

- Podemos volver ya. Habéis cumplido con la peregrinación. Enhorabuena.

Mostró una sonrisa radiante, convencida de que su diosa les bendeciría.

Dante sintió volver a nacer cuando aquel agua recorrió su cuerpo, todo cansancio o sensación de debilidad desapareció al instante pero sin duda su mayor felicidad fue al sentir que su amor había sido bendecido.

El caballero sintió que todo había merecido la pena, que pasaría cada tramo de aquel viaje una y otra vez si fuera necesario, sentía en cierta manera que su vida, que su propósito había sido cumplido y no deseaba nada más que estar al lado de aquella mujer.

Dos almas bajaron a este lago y una sola sube

Susurro al oido de Katarin para después cogerla suavemente de la mano y comenzar el ascenso.

Al escuchar las palabras de la mujer contuve mi euforia y mantuve la compostura, mas un alegre brillo iluminó mis ojos. Paciente, esperé a que la sacerdotisa se acercara a nosotros y nos entregara la copa con el agua del lago. Dejé que Dante bebiera primero y después di un sorbo del refrescante agua.

Me sentí como si revivida, como si mi cuerpo y alma se hubieran unido al de Dante de forma mística. Mi cuerpo se purificó, dejando sólo mi amor por mi amado y la esperanza de una larga vida a su lado. El duro viaje por fin había dado sus frutos y nuestra unión había sido bendecida por la diosa. Para mi no había mayor alegría que esa.

- Y como una sola alma, compartiremos el resto de nuestra nuestra vida juntos - respondí a las palabras de Dante igualmente en un susurro.

Ascendimos por las escaleras, tomados de la mano y seguros de que todo lo que nos deparaba la vida de ahí en adelante sólo serían dichas.

La mujer estaba satisfecha, los jóvenes se profesaban un claro amor y lo notaba no sólo en las palabras sino en todas las demás expresiones que las complementaban. Tantos años asistiendo a jóvenes prometidos le permitía saber la sinceridad con la que se daban esos votos libremente ofrecidos. Ella abrió los brazos, mostrando su regocijo. 

- La peregrinación ha demostrado que podéis seguir el camino de la vida juntos y esa es una gran dicha para nosotras. Nuestra diosa está feliz, sabiendo que tenéis un buen futuro juntos.

Miró a las otras mujeres que la acompañaban, quienes estaban de acuerdo con ello. Todas reconocían que estaban ante las puertas de un amor puro.

- Volvamos arriba. Ahora tendréis un día para descansar, tras él podréis regresar a vuestros hogares para preparar la boda.

Explicó el que iba a ser el próximo paso. Pronto unirían sus corazones formalmente ante los dioses de Bretonnia.

- Daremos la mejor de las noticias a vuestros padres, la bendición de la dama del lago. Os deseamos mucha felicidad en vuestras vidas.

Aquellas palabras venían a decir que ya su parte había terminado. Las sacerdotisas daban buena fé de los logros conseguidos en tan complicado viaje. El ritual y la cercanía entre ellos les había hecho olvidar muchas de las penurias, quizás más adelante pusieran al corriente a Ingrid. Las mujeres dieron la vuelta y se prepararon para ascender.