Partida Rol por web

Roderigo, sin salir de su enfado, pero con las orejas gachas tras la reprimenda se quedó callado. Se sorprendió cuando lo mencionó como "un sirviente de Don Antón", pero mejor que lo considerara así.

Para intentar destensar el ambiente y evadirse de su tan mala posición, decidió contar algo que había aprendido de pequeñito:

-Se que no viene al caso, pero ahora que me fijo, ¿sabéis lo que significa el nombre de esta posada?. Resulta que es el nombre que tienen los hijos de una mujer humana y un Agote...

De repente un escalofrío, sin saber el por que, recorre la espalda de Roderigo, dejando la frase sin terminar. De repente, aquella posada ya no le gustaba tanto.

- Sí Vizconde deberíamos partir cuanto antes a Irache- haciendo memoria -el camino es tranquilo y no deberíamos tener problema hasta... el Río Salado. El cual habrá que cruzar por el puente y de allí bordearemos Estella hasta llegar al Monasterio. - se encoge de hombros -es un camino como otro cualquiera.

Esta bien, pues aprestaos bien y en marcha. Señorita, espero que no le importe que la escoltemos hasta el monasterio-dijo al levantarse tratando de ser cortés pues realmente no la estaban dando ninguna opción.

Me sorprendieron las palabras de Roderigo, ni por asomo lo tenía yo por un hombre supersticioso. Aquello no eran más que cuentos de viejas y leyendas estúpidas.

- Bah! eso no son más que chascarrillos - le dije a Roderigo - como si esos Agotes de los que hablas existieran en realidad... me sorprende que creas en esas cosas, las leyendas no son más que eso, sólo sirven para asustar a los niños y a los palurdos.

-¡Si es que lo sabía, lo sabía! -Se dijo Ernesto a si mismo-. Esto cada vez es mejor, ahora resulta que no significa solo perro, si no también una criatura diabólica, esto cada vez se pone mejor...

Antón poco sabía de leyendas populares, pues se había criado en un monasterio. Las únicas leyendas que reconocía eran las que tenían que ver con Santos y vírgenes, así que no hizo ningún comentario al respecto. No le preocupaba ni mucho menos el nombre de aquella taberna y menos aún cuando se marchaban de ahí.

Dejando el herido y el muerto en manos de Gorka y Ostatxu - que dicho sea de paso no hacen ascos a las monedas por mucho incordio que sea llamar al sepulturero y al cirujano- el grupo parte junto a Ana y al caballero santiaguista rumbo al monasterio de Irache sin tiempo que perder, puesto que nadie se fia de que el padre de la moza haya enviado más hombres tras ellos o incluso el Barón en persona con su guardia armada.