Bueno, solo he perdido 1 maravedí, algo es algo.
Aleixo prefirió permanecer callado. El Caballero seguía atribuyendo la muerte de Ernesto a Don Carlos... su vejez le hacía estar más sensible y blando. De otro modo jamás un hidalgo, un guerrero, habría sucumbido a los ruegos de una muchacha enferma de un amor imposible. Y aunque sentía verdadera piedad por el viejo guerrero no tenía humor para alabarlo con glosas que no hacían honor a la realidad y que, además, sólo debían tener lugar en caso de fallecimiento del susodicho.
Igualmente era paradójico... alguien que había acabado con tantas vidas a espada y acero que acabase muriendo de un mal dolor. Esto es lo que les espera a aquellos que traen la muerte con una falsa idea de honor y valentía.
El cuerpo de Don Carlos se meneaba por el traqueteo del viaje, el caballo tenía un paso firme y no demasiado brusco pero las fuerzas habían abandonado por completo al hidalgo. Afortunadamente el sistema de cinchas que habían creado Aleixo y Samuel seguía funcionando y, aunque el viaje era molesto y pesaroso, al menos la posibilidad de una mala caída estaba superada. Por fin el santiaguista habló ante el comentario de Roderigo:
- No pienso pisar la casa de un sarraceno sin abrirlo en canal. Si alguien quiere adelantarse le cederé el caballo para que acompañe a Don Carlos. Si he de ser yo, buscaré un doctor cristiano en Burgos. Seguro que los hay... y no habrá que recurrir a la superchería bereber.
A mi tampoco me hace gracia alguna-dijo airado- pero Don Carlos ha luchado como vos contra los infieles y me da lo mismo si es un infiel el que lo pone de nuevo en pie. Este hombre, aunque haya tomado decisiones erroneas, es un buen Cristiano y merece cumplir su deseo de visitar la tumba del santo antes de reunirse con Dios-trató de explicar- y ten por seguro que si yo entro en casa de moro es por vigilar que no hace ninguna maldad ni magia alguna. Quedaos fuera de la casa si os place, pues no tenéis que entrar si no queréis. A mi también me gustaría que un médico cristiano lo atendiera pero en el estado en que se encuentra temo que no le quede ese tiempo-y con esto dio por zanjada la discusión, pues en verdad no había tiempo y discutir no serviría para nada, excepto para mal del hidalgo.
Como si del mismísimo Jesucristo fueran las últimas palabras, la cuestión quedó zanjada y el grupo continúo su camino con los caballos al trote y los que iban a pie( que eran la mayoría) corriendo.
No tardaron ni medio día en divisar a lo lejor Burgos, capital del reino de Castilla en guerra contra Aragón en aquél momento.
Siguiente escena.