Partida Rol por web

Los últimos rayos del día caían, dejando lugar a una noche que se anunciaba bastante cálida. Al igual que los haces lumínicos, los últimos pacientes externos del Hospital San Jorge dejaban el recinto. Una señora salía llorando a más no poder. Al parecer la sirena de la última ambulancia había traído a algún conocido suyo que no había sobrevivido. Por lo que susurraba un hombre a su mujer, era una chica jóven que se había suicidado con pastillas y alcohol.

El estacionamiento y el hall de entrada se vaciaban de a poco. Solo quedaban dentro del lugar el personal, las personas interadas y claro, los eternos habitantes del pabellón psiquiátrico. Aquel pabellón que por más que se intentara, no dejaba nunca de ser un lugar lúgubre durante las nochse. Pero aquella noche fue especialmente dolorosa.

En un consultorio del segundo piso, un charco escarlata empapaba las ropas de uno de los médicos, que yacía en el piso. El frío metal de un cuchillo había abierto efectivamente su garganta de par en par. El ejecutor, un interno escapado por el repentino corte de luz del lugar, lo miraba desde arriba. Esbozó una leve sonrisa y salió de la habitación. Tan solo eso, una leve sonrisa había producido el arrebato de su vida, pensó Miguel.

El contacto del filo con el cuello causó que se le pusiera la piel de gallina. Al presionarlo y deslizarlo, el recorrido abrió la piel, corto las carótidas, y la traquea. Miguel cayó de rodillas apretándose. ¿Sentía dolor acaso? Tal vez, pero no tenía tiempo de pensar en ello. Imágenes de su esposa y su futuro hijo bombardearon su cabeza. ¿Que sería de ellos sin él?

¿Cuanto tiempo?... ¿Cuanto tiempo le quedaba de vida? Recordó que en algún lugar había leído que al corazón le lleva de cinco a diez minutos bombear los 4 a 6 litros de sangre que tiene un adulto. ¿Cuantos minutos habían pasado ya? El sueño... el sueño lo comenzó a invadir. Hipoxia... pensó, falta de oxígeno en el cerebro...

De repente la puerta se abrió burscamente. Un policía entró, armado. Dos médicos entraron con él. Miguel recordaba haberlos visto en emergencias. Pero el sueño le hizo cerrar los ojos nuevamente. El frío lo invadía. Parecía haberse desplazado al polo.

Está entrando en shock hipovolémico...

Eso fué lo ultimo que escuchó. La voz del paramédico claramente revelaba que no había nada mas por hacer. Quedarían unos pocos segundos, tal vez un minuto. No más... Y lo unico que podía hacer era preguntarse: ¿porque la sangre tiene ese gusto metálico?

Oxido ferroso recordó. Ese fué su último pensamiento, luego el negro total. Nada de luces, nada de ángeles, ni de todas esas cosas que uno cree que ocurren cuando mueres. Oxido ferroso...

Los músculos de Miguel se tensionaron de repente. Sintió un enorme dolor en el pecho. Se sintió ahogado. No podía respirar, tenía líquido invadiendo su garganta. Se convulsionó por unos segundos, hasta que de repente no sintió más nada de dolor. Solo unas ganas enormes de vomitar.

Oyó una voz que le susurraba algo desde atrás. Abrió los ojos, y al incorcoporarse bruscamente vomitó. Un gusto metálico le invadía la garganta. Al mirar, vió que había vomitado sangre, pero extrañamente no le soprendió. La persona que le hablaba estaba sentada detras de él, en un gran sillón.

Cuando logró enfocar su mente miró a su alrededor. El lugar era extraño. Parecía ser una oficina llena de libros, o más bien un consultorio. Pero bastante antiguo. Al igual que su interlocutor, que le ofrecía un pañuelo sin mostrar preocupación.

Era un hombre de unos 50 años. Un tanto pelado en la parte frontal de su cabeza, con una espesa barba. Su ropa, sumada a un reloj de bolsillo, los colores de la habitación, el mobiliario, denotaban algo anacrónico.

- ¿No cree usted que es así...? Su mirada se mostraba un tanto curiosa. Esperando una respuesta a alguna pregunta que al parecer ya le había hecho.

- Oh... sangre... tome usted. Le acercó un pañuelo blanco que sacó del bolsillo.

Una experiencia extraña, la muerte o por lo menos en mi caso no fue nada agradable, llena de sensaciones dolorosas que se mezclaban con mis pensamientos, una vez escuche a mi padre decir que cuando uno estaba cerca de la muerte no pensaba en nada mas que algo estúpido y sin sentido pero así trabajaba la mente humana.
Luego de tener esas sensaciones desagradables volví a un estado de conciencia cuando pensaba que ya era mi fin, algo extraño que tenia que analizar para comprender pero no era el momento porque sentía sangre en mi boca y esta caía al suelo por consecuencia del vomito.
Una voz se hiso notar en el lugar y voltee para mirar haciendo un paneo del lugar donde me encontraba, esta no parecía mi oficina y de seguro que no lo es pero reconocí la figura sentada en ese lugar, como no podía darme cuenta de quien era ese hombre, de tal legendaria fama, me he desvelado noches estudiando sus textos y aprendiendo sus tecnicas.

-Freud...-

Se me escapo su apellido de mi boca ante tal asombro pero yo sabia que el estaba muerto, ¿Que clase de sueño extraño he tenido esta vez?... Un momento, los pensamientos de hace un rato y el sentir el cuchillo en mi garganta fueron tan reales. Tome el pañuelo que Freud me ofrecía y me limpie los labios que de seguro debía tenerlos enrojecidos como una prostituta que regala besos en los calles.

-Gracias... ¿En que clase de sueño extraño me ha metido mi subconsciente extraño Dr. Freud?-

Le pregunte como si esperase que la respuesta saliese de el.

El doctor arqueó un ceja, desconcertado.

- Que manera de cambiar de tema... Me estaba contando ese extraño sueño que tuvo de un mono comiendo una muy diminuta banana. Yo le preguntaba si no consideraba aquello como una analogía de su pequeño miembro...

Parecía molesto por la interrupción del relato. Dió una larga pitada a su habano y pareció recordar lo que Miguel acababa de decirle.

- Que es eso que dijiste de... subconciente, o algo así?

No me extrañaría que mi subconsciente interpretara de manera tan vivas al mismiso doctor, después de todo parte de mi conocimiento es gracias a el y su trabajo hacia la sociedad, ademas su fumar le daba esa característica particular que me hacia sonreír como un niño cuando veía una obra de teatro con títeres.

-No lo creo doctor, conozco mi anatomía y mi miembro se encuentra en buenas dimensiones, aunque gracias por la sugerencia...-

Por un momento un sentimiento recorrió mi ser y la preocupación de la escena en el hospital volvió a mi memoria como un relampago, eso me tenia preocupado porque no era un sueño para mi lo que habia vivido. Ademas si fuera un sueño lo estaria teniendo ahora pues Freud en realidad esta muerto.

-Disculpe Doctor que divague en otros temas pero ¿Estoy soñando? Porque sin ofender pero usted en mi realidad esta muerto...-

No queria ofender al gran doctor pero tenia que tratar de encontrar una respuesta a todo esto.

Sidmun palideció de repente. Comenzó a pestañear con gran velocidad. Su cara se torno en una muesca de terror.

- ¿Muerto? ¿Muerto... yo?... ¿Cómo? ¿Como es eso posible? ¿Acaso me está embromando?

Se comenzó a tocar todo el cuerpo buscando algún hueso roto, o vaya a saberse que.

- No, claramente no estoy muerto! Pero si no estoy muerto... quiere decir... que usted... usted va a... ASESINO!!! Ayuda, ayuda, me quieren matar!!!

El profesor se subió súbitametne al sillón en el que estaba y comenzo a gritar desesperado. Tomó el cenicero y apuntó a Miguel con el habano para defenderse.

- Seguro... seguro que lo manda aquel traidor. Dígale a Jung que nunca cambiaré mi forma de pensar. El siempre... será un discipulo, no más. Yo le enseñé todo, TODO!!! Ayuda!!!

Eso si era raro y no llegaba a comprender ya que si este era un sueño mi subconsciente sabia que Freud estaba muerto en la realidad asi que... primero trataría de calmar al viejo doctor que parece estar igual de desorientado que yo.

-Yo no vengo a matar a nadie Doc y ademas Carl Gustav Jung también esta muerto, deje de hablar incoherencias mi buen Freud-

Lo decía en un tono decepcionado por el comportamiento gracioso y errático del doctor, la verdad que no trataba de asesinarlo y mucho menos de asustarlo. Me tome el menton y con el dedo indice me frote por encima del mismo.

-Doctor... Yo morí hace unos minutos o eso es lo que creo, estoy buscando saber si estoy soñando o realmente estoy muerto.-

La sensaciones que habia tenido con anterioridad eran tan reales, la experiencia de morir no creia que pudiese ser simulada tan igual por culpa de otros sentidos tendria que haber una explicacion.

Sidmun quedó mudo, paralizado. Poco a poco fue bajando del sillón, y sentándose en él. Clavó la mirada unos intantes en la nada, y luego comenzó a llorar.

- ¿Muerto Jung? No puede ser posible... No... Yo, en realidad... nunca le pude decir que... que lo admiraba... Temía que me sacase mi lugar y... ¿Pero entonces... estamos todos muertos? ¿Como puede ser posible?

De repente la configuración de la habitación comenzó a cambiar. La sensación de un enorme terremoto surgió, y las paredes comenzaron a achicarse como si los fueran a aplastar. Nuevamente la cara del doctor se tornó en terror y corrió a refugiarse bajo su escritorio.

- Es Él! No puede ser otra cosa. Es Él, viene por ti! Que has hecho???!!!

Comenzaba a creer que lo que decía tenia repercucion en el ambiente pero eso me dejaba mas alejado de la teoría de que esto era un sueño pues mi conciencia ya tenia datos de que lo que estaba viendo era falso pero al introducir nueva información esta "realidad" cambiaba, esto es muy extraño.
La habitación comenzaba tener cambios que me asustaron, no sabia que hacer y vi como el doctor se escondia debajo de su escritorio mientras se refería a alguien.

-¿Quien viene?...-

No pude elaborar mejor mi pregunta y me sentia presionado por los sucesos en el ambiente, mi reaccion era saber que es lo que pasaba y no podia entenderlo asi que estaba nervioso ante esta situacion extraña.

- Él... ahora lo conoceras! Ten cuidado con lo que dices, con lo piensas. No hagas que nos mate!!!

El doctor vió su abano, lo agarró, fumó unas pitadas apuradas y luego se lo tragó. Agachó la cabeza para cubrirse.

- Ten cuidado, ten cuidado!!!

Las paredes se cerraban rápidamente, no había nada que hacer. Pronto el escritorio y la biblioteca fueron triturados. Miguel se vió atrapado, sin salida. Su caja toráxica sintió la fuerte presión del concreto. El dolor fue casi insoportable. Miguel sintió cómo se fracturaban sus huesos, como explotaban sus venas. Gritos de desesperación, jadeos, hasta que todo se volvió negro...

Miguel despertó en una habitación extraña. Poco a poco se pudo incorporar y escuchó un chistido. Venía de adentro del ropero que había a su izquierda. Al principio no sabía que era, pero pronto apenas se asomó la cabeza del profesor, con un sombrero playero y lentes de sol.

- Psshh... pshhh, despierta!!! ¿Has hablado con él? ¿Qué... qué te dijo?

Que mal momento, la verdad que ese tipo era algo raro y no se podía tratar con el pero por suerte desperté en otro lugar y por lo menos había una cara conocida que me alegraba no tener que estar en ese maldito club con el otro tipo.
Hice una leve sonrisa mientras me agarraba la cabeza.

-Nada importante mi buen doctor, solo demostró su superioridad sobre mi... Esto es tan extraño doctor, no entiendo lo que esta sucediendo. Desearía saberlo.-

- Oh, todos desearíamos saber lo que nos está sucediendo... pero... uff. Preparate para el chapuzón. Supongo que nos veremos pronto.

El buen Sigmund sacó un gorro de nadador del bolsillo y se tapó las fosas nazales con sus dedos.

De repente Miguel sintió que algo lo golpeaba con todas sus fuerzas. Una ola gigantezca cayó sobre él, dejándolo inconsciente...

Tampoco el doctor tenia respuesta para el estado en el que estaba cursando mi mente o lo que carajo me hubiese pasado, mire su rara reaccion y abri los ojos de par en par, aunque pareciese extraño ya me estaba acostumbrando y podia predecir algunas cosas.
Me levante rapido del suelo.

por favor Doc, dime que no volvere a cambiar de dimension, me desagrada mucho al sensacion del cambio.

Le digo mientras parece que me estuviera atajando contra algo que pronto me golpearia.