La tensión se podía mascar en el ambiente, algo le decía que estaban cerca de salir del túnel, tan solo esperaba que no fuera con los pies por delante. El elfo afiló sus ojos y trató de ver más allá de donde los humanos no ven, incluso más lejos de lo que los enanos podía hacerlo en el interior de aquella cueva.
Si había alguien más adelante lo vería... o eso esperaba. Sus lentillas de visión térmica no siempre habían funcionado como él quería...
- ¿Es allí donde espera la paladina? - Dijo el elfo preguntando a German. - En mi tierra soy hijo de un gran noble y me gustaría que fuerais recompensados como os lo merecéis por la ayuda prestada. Seguro que Skaria conoce a mi padre, Elfarion Norildem -
Motivo: Amo a ve que vemo
Tirada: 2d20
Dificultad: 11+
Resultado: 16(+2)=18, 15(+2)=17 (Suma: 35)
Exitos: 2
German se volvió sorprendido hacia el elfo.
- ¿La paladina? ¡La salida de la ciudad! La paladina, con suerte, debería llegar antes del mediodía. Desde donde saldremos podremos ver todo el horizonte, está en un risco de la montaña. También podremos estudiar la situación de la ciudad para aconsejar a Skaria. Seguro que agradecerá que alguien con cabeza se haya preocupado de salir a advertirle de lo que se le viene encima.
El tipo parecía bastante convencido de su plan, tanto que ni siquiera respondió a las ofertas de recomenpensas por parte de Langorin. Por su parte Maurice se movió bastante más agilmente de lo que probablemente pretendía para ascender por la rampa tras sus compañeros.
- Claro... ¡vámonos cuanto antes! Tienes razón cariño,- le dijo a Elbarïa escalando rápidamente en su grado de confianza - que los hombres rata podrían regresar con refuerzos para impedir nuestra misión.
Repentinamente, ante la idea de salir con vida de la ciudad y encontrarse con un ejército que pudiera preguntarse que hacían huyendo de la batalla, la misión de advertencia se había convertido en una cuestión muy sólida. Los guardias parecían haberla interiorizado perfectamente.
Langorin, desde atrás, oteaba el túnel y al igual que Orbudor sentía una corriente de aire que venía desde lo alto. Estaba claro que desde allí se accedía al exterior. No sucedía lo mismo con los otros dos túneles, que parecían continuar su periplo bajo tierra.
—Algo no me gusta de todo esto —farfulló el enano mientras se dirigía a la escalera. Pero parecía que aquello era la salida. No quedaba otra…
Garnet, sin ser visto ni oído subió por el túnel con las armas a punto.
Pues un cobarde ladrón sube, los valerosos guerreros que hagan lo que quieran XDDD
Lo que podría haber sido una épica historia acerca de los héroes que salvaron Cauceseco y que probablemente murieron en pos de salvar la ciudad y a todas las almas que todavía quedaban allí, había tornado en el cuento acerca de como sobrevivimos a la masacre de Cauceseco. Sin duda prefería que mis nietos escucharan la segunda historia, eso si... creo que omitiría información acerca de la posibilidad de salvarlo... Si, no hay duda.
Con ese pensamiento en mente, Langorin siguió a sus compañeros, con la esperanza de que allí donde fuéramos. El ascenso pronunciado reforzaba lo que German había dicho acerca del risco de la montaña; aunque lo que ahora le preocupaba era que la paladina los pillará escapando de su servicio. Sin duda serían severamente castigados.
- Creo que si no queréis que la paladina os castigue por dejar vuestros puestos y vuestro servicio deberíais deshaceros de todo el tesoro que habéis amasado antes de salir. Es un poco sospechoso ¿sabéis? -
Langorin decidió quedarse el último, y antes de asomar el pescuezo al exterior poner la oreja para comprobar que ocurría al salir. ¿Lobos?¿Ogros?¿Arañas?... lo que le preocupaba era que los pillaran los hombres de Skaria, o peor, ella misma. Se quedaría oculto en el túnel antes de salir hasta estar seguro de que no habría problemas...
Motivo: Yo por si acaso me escondo xD
Tirada: 1d20
Dificultad: 11+
Resultado: 14 (Exito)
Siguieron a los guardias a través de la rampa, que durante un buen rato mantuvo su ritmo ascendente hasta llegar a una pared de roca sólida en el medio de la cual había un agujero con la forma de una cerradura. Allí German introdujo nuevamente la llave y al girarla toda esa sección giró sobre si misma para mostrar una caverna, esta vez de aspecto natural. La comitiva abandonó los túneles para salir de aquel recoveco natural que, tal como los guardias habían augurado, desembocaba en lo más alto de una de las montañas que rodeaban a Cauceseco.
Desde aquella altura imponente los héroes contemplaron un desolador amanecer.
La ciudad, a sus pies, ardía por diversos puntos. Se veían escaramuzas todavía activas en algunos puntos pero quedaba patente la superioridad de las fuerzas oscuras que, como una plaga de termitas gigante, atravesaba la Puerta Sur, abierta ahora de par en par. El cielo era ahora propiedad de las gárgolas y no se veía ni un sólo hipogrifo de los defensores. La torre de Farfarius ardía como el resto de la ciudadela y la poderosa luz mágica que una vez inundara todo el lugar chisporroteaba debilmente hasta consumirse. Un ejército dotado con armas de asedio lanzaba enormes piedras que a cada golpe hacían tambalear toda la estructura.
Hacia el sur se vislumbraba, hasta donde ocupaba la vista, el avance de ejércitos de criaturas malignas. Los campamentos se dispersaban por las Malas Tierras representando el avance imparable de una marea maligna que durante años había esperado un momento como aquel.
¿Y al norte? En la Cañada de los Silbidos, a una hora a caballo desde la ciudad, se veían humaredas y restos de otra batalla perdida. Sin la poderosa magia de Cauceseco resultaba imposible que aquella unidad de refuerzo pudiera contener el vómito de monstruos de las Malas Tierras, pero además al parecer habían sido emboscados y masacrados como el resto de las fuerzas de los Pueblos Libres.
Los aventureros se dieron cuenta de que los guardias palidecían ante aquella visión. Uno de ellos, el Guardia 1, fue incapaz incluso de reprimir una lágrima que se deslizó sobre su sucio rostro. German, con voz temblorosa, reafirmó lo que todos estaban pensando:
- Las fuerzas del mal son incontenibles. Se aproxima una época oscura para los Reinos Libres... Si masacran a todos nadie podrá alertar del peligro hasta que sea demasiado tarde.
Langorin observó como el mal que asolaba Cauceseco estaba muy por encima de sus posibilidades. Una voz en su cabeza le decía que quizá si hubieran intentado salvar a Farfarius, solo quizá hubieran logrado salvar la ciudad... o al menos conseguir algo para poder salvarla más adelante, una espada mágica, un poderoso artefacto, la llave a un portal lleno de héroes y Dioses. Puede que incluso el propio Farfarius los hubiera sacado de ahí de alguna forma mágica.
Alejó aquella voz de su cabeza, lo que sus ojos veían eran que habían sobrevivido, y no había otra posibilidad. Sin mirar a German, pero habiendo escuchado sus palabras contesto.
- Ahora solo hace falta que alguien avise... me pregunto donde podremos encontrar a un valiente grupo capaz de ello -
Guardó su arco y sus flechas, habían logrado sobrevivir un día más, y viendo el espectáculo bajo ellos no era poca cosa.
- Avisaré a los elfos de Bosque Pétreo... si queremos derrotar al mal, los pueblos libres han de unirse bajo una misma bandera... Convenceré a mi padre de que esta batalla hemos de librarla junto a los enanos y a los hombres y junto a todas las razas que quieran tener un futuro. -
Dio media vuelta dando la espalda a Cauceseco.
- Espero volveros a ver -
Sin más se alejó del grupo, rumbo a su hogar...
Garnet, oculto junto a las rocas, miró hacia el lugar de la emboscada con un nudo en la garganta. -¿He dicho ya que aquí alguien nos ha traicionado? Porque alguien nos ha traicionado... Bueno, no sé vosotros pero yo creo que deberíamos ir hacia el norte lo más rápido posible.- Se giró a Cauceseco -A no ser que alguien quiera volver hacia allí, claro. En cuyo caso mucha suerte y ya me contará su aventura.- Se volvió a girar hacia el norte. -Yo creo que llegando al río estaremos salvados por ahora. Eso qué son ¿tres? ¿Cuatro días?
El elfo dijo algo y se alejó. Por un lado estuvo tentado de decirle que por separado no durarían ni un día, por otro era un elfo demasiado ruidoso y que acostumbraba a ir por el centro de la calle... Así que le saludó con la mano.
Lo que más le fastidiaba de todo era que no se había ligado a la elfa oscura aquella. Bueno, no. En realidad lo que más le fastidiaba era que aquellos cuatro patanes iban cargados de oro y objetos mágicos y él se llevaba unas míseras monedas y dos puñados de algo sin identificar que había sacado de los sacos. ¡Vaya birria de botín! ¿Y quién sería el traidor?
Mientras meditaba en todo eso miró hacia el cielo. ¿Y los dioses qué opinarían de todo esto?
Botando te la dejo para una escena de los dioses XDDDD
— Elfos... —masculló el enano—. Les encanta ser los protagonistas. Pues ya puede tener cuidado. Que los bosques son peligrosos para todos, incluso para los que viven allí.
Dicho esto, contempló el desolador paisaje. Desalodor para todos... Menos para los oportunistas. Porque cuando la batalle pasase, habría mucho que hacer. Pero cosas bien hechas. Y eso era lo que más le gustaba a los enanos. Las cosas bien hechas.
—Muy bien, ¿al norte pues? Eso es tierra de bárbaros. Dudo mucho que encontremos algún trabajo allí. Pero si insistís, iremos hacia allí. Puede que encontremos algunos salones enanos donde refugiarnos y reponer fuerzas...
Y tras sus últimas palabras, Orbudor contempló el horizonte. Dudaba que los humanos pudiesen resistir las inclemencias del norte. Pero al menos estaría acompañado hasta poder encontrar a sus congéneres.
- Te equivocas, soy “Elbarïa”. “Cariño” es mi prima segunda por parte de madre, aunque nos criamos juntas y la gente solía confundirnos no somos la misma persona, por suerte dejaron de hacerlo cuando le salió bigote.- Sonrió rescatando de sus recuerdos sus anécdotas de infancia, rememorando con ternura aquella época tan feliz que ahora parecía lejana.
Al subir se fijó en la desoladora escena, sintiendo cómo el corazón se encogía con fuertes punzadas de culpa. Mirara por donde mirada había caos, destrucción y cientos de enemigos que parecían no terminar nunca, sabiendo que una de las defensas, las que le habían encargado custodiar, cayó por su falta de experiencia. Bajó la vista a sus pies intentando saber qué hubiera pasado si, en ese momento, su decisión fuera la de quedarse. Había una pequeña posibilidad de salvarlo, ¿no?
- No pudimos hacer nada.- Hablaba en voz baja, notándose un hilo de tristeza que tardaría en olvidar.- Lo siento.- Pidió perdón a todos los que habían fallado y muerto en la batalla y a sí misma, por no haber estado más preparada para luchar. Suspiró mientras veía a sus compañeros, colocando una mano en el hombro de Guardia 1 al ver cómo lloraba.- Todavía no está todo perdido, no decaigamos ahora. Queda mucho por delante.
Estaba decidida a enmendar su error, recuperar lo que les habían arrebatado de sus manos o morir en el intento. No iba a huir más.- Avisaré al Círculo de Magos, seguro que nos prestarán su ayuda para combatir la próxima batalla.
EPÍLOGO
Dicen que cuando los dioses cierran una puerta otra se abre. Lo malo es que el dicho no aclara que dioses pueden implicarse. En este caso la risita siniestra de Zwagonard se deslizaba entre las sombras como la sangre por una herida abierta.
- Destino aciago, destino aciago...- rumiaba señalando aquella superficie sobre la cual se veía el movimiento de tropas y muerte - Y lo peor siempre está por venir verdad. ¡Claro que sí!
Levantó una de sus seis manos y la zarpa en la que finalizaba trazó un símbolo en el aire. De pronto la tierra tembló.
- Ah, ah, ah... llevaos mi regalo queridos.
A su espalda Asindara murmuró:
- ¿Has... has usado parte de tu esencia...?
- Ese mundo será mío.- dijo Zwagonard saliendo un momento de entre las sombras.
Era una figura grotesca, una suerte de enorme ogro con una cabeza demoníaca. En su rostros había ocho ojos rojos brillantes y dos bocas repletas de dientes babeantes. Una lengua bífida recorría la inferior de forma continua. Sus seis brazos recordaban a un insecto o quizás a algún tipo de muerto viviente. La visión era suficiente para hacer que la propia diosa de la Magia retrocediese un paso. Por suerte para ella la deidad del Mal regresó a las sombras:
- Cada uno que caiga muerto y no sea purificado se levantará tres noches después para servir a la oscuridad. ¿Recuerdas que es un mundo sin dioses? Ahora aprenderán... Los míos aprenderán a venerarme.
El dios de los aventureros contempló la faz de aquel mundo condenado.
- Siempre habrá héroes y esperanza.- dijo con firmeza.
- ¿Héroes cobardes? - se carcajeó la sombra en la oscuridad.
- Los héroes a veces deben retroceder para reagruparse.- contestó Random sin rendirse a las pullas de su ancestral enemigo - Puedes sembrar la oscuridad por doquier pero sin la esperanza ¿qué te quedaría? Un mundo vacío.
- Oh, sí, sí... claro... ¿Cuánto quieres apostar? ¿Acaso no eras un dios del azar antiguamente? Tus héroes contra mi oscuridad.
- A mí me parece que será un pacto emocionante.- tronó la voz de Haron, dios de la Guerra, que regresaba de la Fuente Sagrada con su jarra llena de cerveza - ¡Gane quien gane habrá gloriosas batallas! ¡Ya las hay! ¡Mirad que belleza de fuegos, que dicha en la sangre derramada por el enfrentamiento!
- ¿Acaso os habéis vuelto locos todos? - Asindara interrumpió las bravuconadas de los otros dioses - Dejad de momento que ese mundo se las apañe como pueda. Tenemos problemas mucho más importantes en Zork. ¿O es que os habéis olvidado de nuestros enemigos?
- Ssssssh...- susurró Zwagonard - Tú lo que tienes es envidia porque pronto me veré fortalecido gracias a esta realidad.- dijo señalando con una de sus garras aquel campo de batalla.
- Si los otros logran su cometido tus nuevos adoradores se quedarán sin dios al que venerar. ¿O acaso olvidas lo que pasó la última vez? Si logran dominar Zork luego irán a por los demás Planos de existencia. Dejad de momento que ese mundo libre sus propias batallas. Disfruta de lo que pueda darte Zwagonard, pero no olvides que nuestra principal preocupación está en otro plano de existencia...
Todos se giraron hacia otra de las mesas donde un Plano se mostraba en su esplendor total. En ese momento amanecía y el mundo, en general, estaba tranquilo. Pequeñas guerras, escaramuzas menores, pero nada comparado con el que dejaban ahora a su suerte. Y sin embargo el destino de todos los Planos se veía amenazado desde aquel lugar.
Zork.
Al final todo giraba alrededor de Zork.