Partida Rol por web

Estás en lo más alto de una de las torres que flanquean la Puerta Sur de Miria. Hace un calor abrasador, el aire te quema cada vez que lo inhalas, tienes la ropa sudada, en parte por el calor y en parte por la tensión. Frente a ti el vasto desierto, y dos ejércitos dispuestos a destruirte, a destruir la ciudad. Sabes que si entran descubrirán tu secreto, lo que ocultas en los sótanos de las dársenas. Sabes que sería tu fin en la Orden, y tu fin en este mundo, el Gran Maestro te destruiría. Miras hacia la otra torre y ves a Amel, organizando a unos hombres, hace tiempo que piensas que sospecha algo. En ese instante se vuelve y te mira fijamente, desenfunda su revólver y lo levanta hacia ti. No consigues reaccionar, te quedas inmóvil, mirándole. Ahora lo entiendes, lo sabe. Él lo sabe. Oyes un disparo, sabes que es su arma, y sabes que es tu fin.

Respiras fuertemente, con ansiedad, estás sudando, tumbada. Abres los ojos y miras a tu alrededor, es tu habitación, es tu cama. Sólo era un sueño. Recuerdas que hoy es el día. Hoy es el día en que te convertirás en Líder de Miria. Te sientas a un borde de la cama y piensas en cómo esas pesadillas te devuelven una y otra vez a la Guerra del Fuego, en cómo el cerebro puede inventarse esas imágenes... afortunadamente eso no ocurrió. Aunque todavía te queda la sospecha de que Amel supiese algo acerca del Proyecto X, acerca de tu pertenencia a la Orden Alquia.

Frente a ti tienes una ventana, tamizada por una persiana que filtra la intensa luz del ardiente sol. Al otro lado Miria, la poderosa urbe que hoy se postrará a tus pies, y junto a ella todo el Desierto. Oyes el bullicio al otro lado, el murmullo del Mercado. Tu habitación no es muy grande, es un apartamento con algunos lujos, como agua corriente limpia y una pequeña cocina. Está en el ala del Consejo del Palacio de Miria. Vaya nombre tan rimbombante para cuatro chapas medio bien remachadas. - piensas. Poco importa, pues esta noche dormirás en tu nueva habitación, la habitación del Líder, pocas puertas más a la derecha, pero en lo más alto de la escala de poder.

Apoyas tus manos sobre tus rodillas, miras al frente, y coges aire.

De un tirón abro por completo las cortinas de mi habitación y contemplo la destartalada ciudad llena de polvo y arena, rodeada de las enormes murallas de metales reciclados y tierra cruda, y el infinito desierto más allá. Cuando me mude a mis nuevas habitaciones, tendré vistas al mar. Mañana. La espera ha sido larga, los sacrificios y los quebraderos de cabeza muy numerosos, y tras deshacerme del anterior patan ya no m queda más paciencia y llevo unos días alterada e impaciente, aunque todo lo oculto con mi gesto férreo de superioridad y determinación. Una de las cosas que más me apetecen de mi nuevo puesto y mi mudanza es el baño de agua caliente ceremonial. Uno de los mayores lujos de este mundo, la última vez que me di un baño caliente perfumado de agua dulce fue en mi boda... hace ya demasiados años. Me visto rápidamente, compruebo como siempre los cargadores de las automáticas que llevo escondidas, y me relajo tomándome un café bastante decente que resultó ser la mercancía más cara de la última visita de la Nebu. Gracias a mi poder no tengo que privarme de casi nada. Sonrío triunfal al oler el café, mirando por la ventana y despidiéndome de esta etapa para mover por fin los hilos de Miria pudiendo pavonearme delante de los asquerosos gusanos del Consejo. Intentarán matarme, lo sé, y voy a disfrutar como una loca viéndolos fracasar y destruyendo sus carreras. Darwin me mira curioso, tumbado en su manta junto a mi cama. Mi leal pastor alemán, la única criatura que me produce ternura y con la que comparto un amor incondicional. Adoptado con mi difunto marido, Darwin es un pilar esencial en mi vida e inseparable vaya donde vaya. Entrando en mi despacho, me satisface ver que Khan ya me está esperando para la reunión diaria de primera hora. Hoy voy a tener un día ajetreado en Palacio, y además por la noche tenemos consejo en Cripta Alquia. Sentada mientras acaricio la cabeza de Darwin, repaso con Khan los planes de hoy.

Además de mi toma de posesión, esta semana tiene lugar otro acontecimiento importante: llega la Nebu. Esto significa muchas cosas, demasiadas como para ser capaz de visualizar todos los hilos de mis planes sin cerrar los ojos. Y aunque intento centrarme ahora en la logística de la modesta red de espionaje que Khan me ha montado en la nave, no puedo evitar sentir un nudo en el estomago al pensar que solo quedan unos días para volver a ver a la comandante Ubali. La reunión con Khan llega a su fin. La operación sobre la Nebu está perfectamente preparada. Hasta la revisión de la tarde, Karyn - dice Khan, saliendo de mi despacho con gesto serio. Es un general eficiente y de confianza, de anchísimas espaldas y mirada fiera. Su lealtad será muy valiosa en mi nueva etapa. Tras cancelar mi reunión con el consejo, me dirijo andando al garaje. Más vale que se vayan acostumbrando rápido a su nueva situación. Supongo que ya se imaginaran que mientras yo dirija Miria, esa panda de sanguijuelas no va a tener ningún poder de decisión, y de hecho en unos meses disolveré el consejo. Al llegar a mi destino, me pongo el casco, ayudo a Darwin a subir detrás y arranco mi Harley. Callejeando a velocidad desorbitada, esquivo a los haraposos y sus tenderetes y llego rápidamente a las dársenas. La moto de mi protector me ha seguido todo este tiempo sin molestarme, como una sombra. Sé que está siempre ahí, jamás hablamos ni nos miramos, pero esta entrenado para dar su vida para protegerme si hace falta. Khan ha demostrado ya varias veces ser el mejor proveedor de protección de Miria, y me he asegurado de que disfruto de sus servicios de manera exclusiva tras mejorar considerablemente a sus hombres en mis laboratorios. Al llegar a los sótanos, atravieso todos los puestos de seguridad y me dirijo a mi despacho. Paso siempre parte del día aquí, llevando a cabo mi verdadera labor.

- Buenos días mi señora. - Digo al verte entrar, en el tono neutro que me caracteriza. Estoy sentado en una silla junto a la mesa de tu despacho. Llevo mi uniforme de ninja negro, que sólo deja entrever mis ojos y el final de los dedos de mis manos. A la espalda llevo a mi inseparable y reluciente katana, mi arma favorita.

Obediente, me siento a tu lado y me relajo cuando me acaricias. No pierdo de vista a Khal.

- ¿Cómo van los preparativos para la llegada de la Nebu? ¿Sabemos ya cuándo tienen planeado atracar? - me siento en mi escritorio, acariciando a Darwin - Necesito que me traigas mañana un informe del topo en la nave.

- Según lo planeado deben llegar en once días. No han contactado con nosotros desde que zarparon, mi señora. No hay novedades del topo. -Te miro fijamente, temiendo una reacción violenta por tu parte al no poder disponer del informe que deseas. Te miro a los ojos, pero no de modo desafiante, presto atención a la mano con la que acaricias a Darwin.- Por otro lado, le recuerdo que a las doce es la ceremonia y aún no tiene terminado su discurso. Todos los pueblos de Miria están espectantes. La fiesta del Mercado está a punto, y tenemos a ninjas posicionados en todos los lugares por los que se moverá.

- En cuanto atraquen quiero entrevistar personalmente a ese topo - respondo, manteniendo la calma. -Con respecto al diplomático  Madun Ladun... Uno de tus ninjas va a acompañarle en secreto a Azur. Necesito que te asegures de que no corre peligro, ni él ni la negociación. No quiero que ninguno de la caravana piense en volver por aquí si no es con mis 10.000 m3 de agua, ¿entendido?

Cambio de postura en el asiento, mirando a Khal fijamente.

- Tengo una reunión con Gaius Baltar en media hora, tienes hast las 12 para confirmar las posiciones de tus hombres y mandarme un mensaje afirmativo antes de salir a dar mi discurso. Ya sabes todo lo que está en juego hoy, Khal. Confio en ti y en tus hombres.

Me levanto con elegancia, Darwin se levanta, y miro a Khal esperando a que se marche.

Asiento cuando expresáis vuestro deseo de entrevistaros con el topo, y cuando me ordenáis que envíe a uno de mis ninjas con el diplomático a Azur. Comprendo perfectamente vuestras intenciones:

- Enviaré a Sayuru, es la más escurridiza de los Hirosaki, y cuidará bien del diplomático y de vuestros intereses.

Hago una pausa,

- Ya está confirmado, mi señora. Estamos preparados.

Acto seguido, me levanto, hago un saludo, y salgo de la habitación.

Satisfecha con Khal - o mejor dicho, con mi dominio sobre él-, miro con orgullo la puerta cerrada por la que acaba de salir. Me siento, mirando a Darwin, y me permito darle un beso furtivo en la frente. 

En unos minutos tendré la reunión con Gaius, y tenemos que tocar muchos temas acuciantes. Preparándome para salir a verle, cojo de un cajón de mi escritorio una carpeta gastada con documentos, y salgo de mi despacho con Darwin. 
"Ahora que dirijo este sitio, no pueden prohibirte la entrada en ninguna estancia", pienso mirándole. Él parece leerme el pensamiento y apoya su frente sobre mi muslo.

Salgo con paso resuelto por el pasillo, con Darwin invariablemente a mi izquierda como buen perro adiestrado. De camino a la sala juntas de la Academia me cruzo con personal de seguridad, que no mueven un músculo en mi presencia. Al llegar a mi destino, el guarda de la puerta me abre la puerta, y sin si quiera mirarle, entro y me siento presidiendo la gigantesca mesa ovalada de la dirección de la Academia. Abro mi carpeta de documentos, y leo algunos por encima gracias a la luz que entra por los enormes ventanales mientras hago tiempo hasta recibir a Gaius. Repasando mentalmente los asuntos tan importantes que tenemos que tratar, me tranquiliza saber que tengo a alguien como Baltar en quien delegar.

Espero que no se retrase.