Por supuesto que el mundo se acaba. Sucede rápidamente, más rápido de lo que nadie podría predecir. La Plaga Roja azota a un mundo que ya está al borde del colapso. El cambio climático extremo, la crisis económica mundial, los crecientes conflictos entre las antiguas y las nuevas superpotencias. Cuando la pandemia llega, la última y delicada capa de la estabilidad se desgarra. Millones de personas mueren el primer año. El pánico absoluto impera, la solidaridad entre naciones no existe. Las guerras estallan una tras otra y menguan los recursos mundiales. Por primera vez desde 1945 se utilizan armas nucleares en un conflicto armado. Las nubes de hongo se alzan de este a oeste.
La gente intenta salvarse a sí misma. Los ricos y poderosos empiezan proyectos monumentales para huir de la superficie de la agonizante Tierra: adentrándose a gran profundidad bajo el suelo, hasta el límite de los océanos, en la fría profundidad del espacio. Las plazas de estos botes salvavidas definitivos para el ser humano son desesperadamente pocas. Para la mayoría de los habitantes del mundo no hay salida.
Cuando todo ha acabado, la Tierra permanece. La naturaleza invade las ciudades en ruinas. El viento barre las calles vacías convertidas en cementerios. El tiempo roe las ventanas de los rascacielos, que caen al suelo en una lenta lluvia de cristal. Pese a todo, aún hay vida. Las astillas de la humanidad sobreviven al apocalipsis. En el Arca, un pequeño asentamiento en el límite de una ciudad muerta, las Personas viven. Sois engendros de la humanidad, pero no lo bastante humanos. Sois imágenes retorcidas del tren de la bruja, bichos raros mutados. Vuestros cuerpos y mentes tienen poderes increíbles, pero sois inestables. Frágiles. Ninguna de las Personas tiene más de treinta años. Excepto el Anciano, vuestro líder, pero él no es como vosotros. Es uno de los Antiguos. Durante décadas os ha advertido: manteneos alerta, no abandonéis el Arca. Quedaos aquí o la Descomposición os cogerá. O algo mucho peor. Hasta ahora habéis obedecido estas órdenes. Habéis vivido de raciones de la Edad Antigua, habéis ahuyentado a todos los extraños que se han acercado al Arca. Pocos se atreven a adentrarse en la Zona, lo que el Anciano llama el «mundo exterior».
Pero los días seguros se han acabado. La comida está empezando a escasear y la lucha por lo que queda se está volviendo violenta. Estáis hambrientos. Se están formando facciones, con jefes en lo alto y esclavos abajo del todo. En el medio se encuentran los técnicos, que intentan sacar beneficio de cualquiera y de todos. Y el Anciano ya no puede mantenerse en pie por sí mismo. Dicen que ni siquiera puede mear sin ayuda. Ahora estáis solos. Es hora de aventurarse a salir, de explorar la Zona, de buscar artefactos y conocimiento. Construir, cultivar la tierra, buscar a otros, crear una nueva civilización sobre las ruinas de la antigua. Buscar vuestros orígenes. Las Personas no tienen hijos; si no hacéis nada, pereceréis.
Quizás un día encontraréis el Edén de las leyendas, un lugar donde los Antiguos pudieron refugiarse del infierno en el que se adentraban. Ahí es donde esperan la verdad y la salvación, según dicen las historias. Quizás todo eso son cuentos de hadas. No importa.
No tenéis elección. Este es el principio.
Fuera hay una jungla. Las fotos antiguas muestran cómo era antes, pero ya no es así. Ahora está llena de matorrales y de niebla…, la niebla que se cuela por todas partes, penetrante, a la deriva. Los pocos de nosotros que hemos estado ahí fuera sí sabemos cómo es. Las carreteras llenas de máquinas hechas añicos, las pilas de escombros que se balancean como pendiendo de un hilo. Un suspiro y caerán como el resto. Luego están los sitios del centro de la ciudad, gigantes, con enormes bloques y columnas de piedra. No queda mucho en ellos, pero a veces hay lugares secretos. En el este podemos ver los altísimos bloques, la luz que solía bañarlos reflejada en los cristales. Ahora, entre esas torres ruinosas, hay una niebla oscura como el río, y se escuchan extraños gritos como nunca antes. Hay un gran pantano alrededor y grandes cosechas dentro, si puedes saltar entre los restos de los edificios para llegar allí y sobrevivir para contarlo.
Hacia el oeste hay calles en las que algo barrió para atrás todo, escombros y máquinas. Como si pretendieran arreglar las calles pero no fueran a ninguna parte. Quizás se perdieron en la niebla, como la gente. En el Lago de la Serpiente hay un gran lugar que parece que se utilizaba para luchar, con el tejado todo caído y solo bancos podridos alrededor de un estanque. Dicen que el agua es roja como la sangre y que hay espadas y cosas así en el fondo.
Al norte hay un palacio en una colina, una gran torre, dicen, y una amplia casa de cristal llena de luz. No puedes creer todo lo que escuchas, pero aparentemente en la torre vive una princesa llamada Alexandra. Siempre he soñado que un día la conocía. Algunas veces, por la noche hay un brillo en esa dirección, así que quizás lo haga. En el sur está el gran ojo, una cosa enorme y escalofriante. A veces hay un brillo en el medio que hace que parezca un ojo. La gente dice que solo es la puesta de sol brillando a través de él, pero no sé… De vez en cuando toda la cosa chirría, como cables estirándose o algo grande asentándose. ¡Como si respirara!
Aunque no muchos de nosotros hemos estado en el sur. Solo hay un par de caminos que cruzan el río y, en serio, ¡no quieres entrar en ese oscuro caos! Desde que el resto de puentes colapsaron, tienes el de Westminster, pero hacia la mitad solo hay un arco de escombros derruido. Es suficiente como para ir en fila de a uno, pero puedes sentir cómo se tambalea. No creo que el año que viene siga ahí.
Si sigues el río hacia el este, antes de que sea demasiado difícil ver en la niebla, hay un gran castillo y un puente con dos torres. Algún que otro cuervo todavía grazna en lo alto del castillo, lo que aparentemente indica que seguimos a salvo, aunque no sé qué tiene que ver un estúpido pájaro con nada. El castillo es como sacado de un cuento de hadas: está rodeado por agua y no hay forma de cruzar a menos que quieras arriesgarte con el río. Como he dicho, ¡no te caigas! La única forma de cruzar hacia el sur por aquí es por el puente con las dos torres. Tienes que subirte a una de las torres y avanzar por el adarve, porque el propio puente está hecho pedazos. Está muy oscuro ahí arriba, nunca sabes lo que te espera.
Todavía puedo ver el viejo Ben, inclinado de mala manera casi como si se fuera a caer. Tiene mal aspecto, pero sigue ahí todas las mañanas, diciendo aún que son las seis en punto. Algunas veces juro que escucho algo en lo alto, como una campana sorda. Aunque es imposible, ¿no?
Ten cuidado alrededor de la Plaza (la mayoría de las carreteras están bloqueadas con escombros, así que en cualquier caso tendrás suerte de llegar tan lejos), la estatua que estaba en lo alto de la gran columna está destrozada en el suelo. Ahora en lo alto hay otra cosa, pero la niebla es tan densa ahí que no puedes verla. No tengo ni idea de si quiero averiguarlo, simplemente me sorprende que siga en pie.
Otra cosa sobre el río: el viejo barco, con grandes cañones. Está medio hundido, pero a veces hay luces en lo alto. Algunas personas han ido hacia el puente de Westminster para verlo de cerca, pero nunca han vuelto.
Por último, ten cuidado con los túneles, están prácticamente inundados. Lo único que hay ahí abajo son un montón de cosas malas. Dicen que hay muchos caminos para moverse por debajo de la ciudad rápidamente, a la gente se le ocurre todo tipo de lugares guais, pero los que suelen decir esas cosas no son los que han estado allí, así que simplemente ten cuidado, ¿ok?
Conversación de la merodeadora Kara con el Cronista Olivan tras las primeras expediciones fuera del Arca.
Algunos merodeadores han hecho anotaciones en este viejo mapa del Anciano. Muchas se basan en rumores y conjeturas, por lo que pueden ser falsas.