Partida Rol por web

La electricidad se olía en el aire, pese a que los relámpagos habían cesado. La señora Pritchett abrazaba una figura infantil, que se mantenía erguida y desnuda en el patio delantero de la finca. El señor Pritchett salió a comprobar que realmente era su hijo quien estaba delante de ellos y para cuando salieron los agentes fue cuando se fijaron en la placa sobre la que se mantenía de pie.

Entre la tierra y la paja, asomaba una placa metálica grabada. Algo que ninguno había visto antes y que sin duda era cuanto menos extraño. Los padres de la criatura no parecían dar importancia a aquella cosa. La señora Pritchett estaba ocupada abrazando a su hijo con fuerza para llevarlo al interior de la casa.

Ahí estaba, el niño.

Nix debería alegrarse porque entonces no había secuestro ni nada y podría volver a Nueva York a disfrutar de la vida normal de frapuccinos, secuestros de bancos, clubes, asesinatos sin resolver, partidos de los Nicks, terroristas y una chica nueva cada quincena. Tan solo tendría que mandar a los abogados del FBI a hundir a esa familia por denuncia falsa, por hacerle perder el tiempo y por gastar recursos federales.

Pero no, no tenía en la cabeza salir pitando de aquel pozo de mierda. Era lo último en lo que estaba pensando.

Estaba tan confundido y tenía tan mecanizados los protocolos que solo podía dejar que su memoria muscular actuara sola: salió arma en mano, tenso y dando pasos cortos rápidos. Miró a todas partes para cerciorarse de que no hubiera peligro. Ordenó a la mujer entrar con el niño y se mantuvo tenso, cubriendo su retirada. Y ahí estaba, la chapa aquella en el suelo.

No sabía si era casualidad que el niño hubiera aparecido ahí de pie. Quizá no era más que un adorno estúpido, sin más. Nix no recordaba haberlo visto al llegar ni al inspeccionar el patio.

En otras circunstancias se habría olvidado de eso por completo. Decoración del paisaje, sin más. Pero aquel día habían pasado cosas demasiado raras como para no fijarse en la placa. Se agachó de cuclillas, miro alrededor atento a cualquier movimiento sospechoso y, finalmente, la observó.

—Pritchett, qué es esto.

La reacción de la señora Pritchett me pilla totalmente ensimismada, volviendo en mi cuando la veo salir al exterior. 

- ¡No! ¡Señora Pritchett! - alcanzo a decir a voces, para después irle rápidamente a la zaga, esperando encontrarme cualquier cosa porque claramente aquello era cuanto menos suicida. 

Lo que acabamos encontrando es una opción jamás barajada en mi cabeza. La imagen de la mujer abrazada al niño me deja parada y no soy consciente de la pieza metálica hasta instantes después. La miro con extrañeza, estudiándola mejor cuando la señora Pritchett carga con el niño al interior de la casa.

- ¿Y que coño está pasando? ¿de donde ha saldo el niño? - añado a la pregunta de Nix. Aquello era espeluznante. 

La placa no estaba cuando llegasteis, o no era visible. Ahora algo de electricidad la rodea, como si algunos relámpagos hubieran caído justo en ese punto. La señora Pritchett arrastra su hijo hacia el interior de la casa. La mujer besa y abraza a su hijo, el cual parece algo confuso.

-Mi pequeño, mi pequeño...- dice sentida, estrujándolo entre sus brazos.

Una vez dentro, todos resguardados de nuevo el señor Pritchett os mira atónito por vuestras preguntas, sin saber qué contestar. Como si él fuera a tener todas las respuestas de aquellos acontecimientos seguramente tan extraños para él como para ti.

-La placa...- musita a las palabras de Trevor. -Mi bisabuelo la encontró cuando compró la tierra... Pensó que era una señal de Dios para que siguiera cultivando estas tierras, aunque todos en el pueblo se reían de él porque no son cultivos fértiles. 

Va a las escaleras y os muestra una foto colgada, en blanco y negro y bastante antigua.

-Solo es un pedazo de metal grabado...

Lo último que quería Nix era acabar como el tipo de Expediente X. Lo de ser el último mono en un despacho lleno de mierda en el sótano de la central lo llevaba mal. No estaba hecho para casos paranormales que eran la mofa del cuerpo y show para la prensa.

Se cagó en el destino que le hizo tener que encargarse del caso Pritchett.

Y, ey, que todo tenía una explicación. Al final resultaría que el niño estaba escondido en el establo o algo así y todo era un juego. Solía ocurrir con muchas desapariciones.

El padre se acercó con una foto vieja. Pero bien, lo primero es lo primero. Dentro de la casa, y ya con el arma enfundada, se acercó al chico agachándose intentando parecer poco amenazador. Al fin y al cabo, era un extraño armado.

—Ey, chaval, hola. ¿Cómo estás? ¿Te encuentras bien?

Intentó ver si estaba herido, golpeado, confuso.

—Me llamo Nix. Soy de la poli. Soy de los buenos. ¿Ok? Hemos venido a ayudar a tus padres que estaban preocupados por ti, ¿sabes? ¿Dónde estabas?

Ya dentro de la casa de nuevo, no alcanzo a entender la tranquila de de pronto adoptan todos de nuevo. La aparición del niño era todo menos normal. No era nada normal aquí. Además, pensaba que el niño era mas... pequeño y ahora tenia apariencia de semiadolescente.*

Miro todo un poco confusa. La cosa de abajo, de pronto Pritchett diciendo que era uno de ellos, un chaval que aparece de la nada en mitad de la tormenta, los rayos, la placa.

- Tenemos que irnos. Cagando leches de aquí, como sea. A comisaría - digo entre la confusión. Sea como fuera, debía haber alguna manera. Luego miro al niño a ver que contesta a Nix.

Los rasgos del niño parecen estar en alguna forma mal. Es como si su cabeza no tuviera las proporciones adecuadas y sin embargo las tenía. Fijándose detenidamente no había nada raro en ese niño y sin embargo sus rasgos delataban que sus ojos eran demasiado grandes, demasiado altos en la posición de la cara y la boca pequeña, como una línea dibujada con desgana por un niño que ha olvidado que faltaba ahí un rasgo.

No parece tener ninguna herida o contusión sobre su cuerpo, el cual podéis ver que ahora está demasiado delgado. Sus extremidades parecen alargadas, como si pertenecieran a un dibujo animado.

-Estoy bien- sonríe el chico levemente, mientras se deja abrazar por su madre.

Lejos de marcharse, la tormenta eléctrica parece volver, con más violencia. Fuera se oye el chisporroteo de un poste del cableado eléctrico que ha sido alcanzado por un rayo. La luz que hubiera en el interior de la casa desaparece, dejándoos a oscuras y con la sola iluminación de los relámpagos cuando caen al suelo. Como si el salón se tratara de una discoteca donde solo se reflejan las luces estraboscópicas.

La señora Pritchett abraza con fuerza a su hijo y el señor Pritchett, lejos de saber qué hacer ante tal situación os tiende las manos.

-Soltadme las malditas esposas.

La visión de aquel niño comenzaba a ser hasta desagradable. Había algo enrarecido en su aspecto, aunque en un primer vistazo pueda pasar desapercibido. 

- Señora Pritchett, ¿está segura de que es su hijo? - pregunto bastante confusa, pensando por momento que quizá el chico era así y ya, escuálido. Mira las chicas y chicos con anorexia. Había personas así... 

El apagón me toma de sorpresa y tiro de mi móvil, si funciona, para usarlo de linterna. El impulso es salir de allí como sea, pero la tormenta arrecia y nos atrapaba allí.

- ¡Joder! ¿Que coño hacemos ahora ¿Tiene un generador de luz de gasolina? - pregunto al señor Pritchett, sin soltarle las esposas.

El niño era feo. En fin, podía ser feo natural o cosas de endogamia de pueblo. En cualquier caso, darse cuenta de eso a Nix le duró una milésima de segundo. De feos está el mundo lleno, para desgracia de ellos. No era un problema que afectara a Nix.

—No llevas esposas. Espabila y atiende a tu hijo.

...retrasado... Esa familia estaba claramente desequilibrada en varios niveles. Que el niño fuera feo era solo un síntoma más.

Lo que importaba era salir de aquella granja de... ¿podía decirlo por fin? DE LOS COJONES. A menos que la investigación de cierre de caso sacara algunas pistas más, aquello acabaría con una falso secuestro, una demanda, uno de los padres o los dos enchironados por falsedad y crueldad animal y Nix perdiendo 15 días en papeleos estúpidos.

Para irse de allí habría que esperar a que acabara la puñetera tormenta o arriesgarse con el coche. La integridad de la familia dentro de la casa ya no era asunto suyo, a menos que los detuviera a todos y se los llevaran a la comisaría para acabar de iluminar todo el embrollo.

De una manera o de otra, hoy o mañana, acabarían en la comisaría.

En cualquier caso, la violencia de los rayos desaconsejaba tirarse a la carretera.

La detective Perkins tenía razón. Ya que iban a quedarse allí un buen rato, tendrían que buscar luz. Y a ser posible café. De lo segundo ya no estaba seguro. Pero de lo primero... raro sería que una granja no tuviera un generador y combustible.

Encendió su linterna.

—Parece que va para largo. Pritchett, ¿enciendes el generador, aprovechando que no llevas esposas ahora?

Ambos habíais visto un generador en el sótano, que mantenía la jaula del ser electrificada para que no se le ocurriera salir. El niño desde luego tenía un aura extraña, que aunque está siendo abrazado por su madre, se veía que su mente está en otra parte. Era como si la señora Pritchett estuviera abrazando un muñeco de tamaño niño, sin vida y sin correspondencia de ningún tipo por su parte.

La tormenta fuera parece arreciar y, como solución temporal, el señor Pritchett coge una linterna de aceite que parece tener por el salón y la enciende rápido con ayuda de un zippo.

-No podemos desconectar el generador...- dice él, mirando en dirección a la cocina, donde se encontraba la puerta que daba al sótano.

El niño os mira, entre intrigado y preguntándose qué parte tenéis en aquella historia. Sois de los buenos, sois la policía, venís a salvarle. Abre la boca para responder a una pregunta no formulada en esta ocasión, pero la cierra de inmediato. Su cabeza se inclina ligeramente hacia arriba y su rostro mira hacia el techo, al tiempo que esboza una pequeña sonrisa.

-Ya están aquí...- anuncia y la puerta de la casa se abre de un golpe con violencia, entrando por ella una criatura salida de una pesadilla.

Aquella cosa grita, tan fuerte que tenéis que cubriros los oídos. El grito es el mismo que habíais oído ya antes a la cosa del sótano. Y ahora que os fijabais... Lo que teníais delante era como la cosa del sótano, sin marchitar.

Apenas hay mucho tiempo para reaccionar. Los minutos transcurren de forma acelerada y las palabras del niño me enervan. No puedo dejar de mirarle, un poco hipnotizada por su extrañeza. Tan solo desvió la mirada ante el sonido abrupto de la puerta la aparición de aquella cosa, cuyo grito me ensordece y me obliga a taparme los oídos con las manos, con afán de protegerlos.

Si bien, cuando soy capaz de ello, echo mano al arma y disparo a la cosa. Supervivencia activa. El cerebro funcionaba así.

Memoria muscular. Nix no se lo pensó ni dejó que las preguntas y la razón se interpusieran. Nada de ¿un imbécil disfrazado? ¿Un mono albino mutante? No. Ni siquiera esperó a un conato de agresión directa, que era, en esencia, lo que mandaba el protocolo.

Joder, estamos en USA. Si un agente especial del FBI no puede confiar en su instinto y meterle cuatro tiros a una amenaza procedente de alguien con color de piel inusual con la garantía de contar con la defensa del Cuerpo y la Administración, ¿qué quedaba? ¿Irse con los comunistas?

Lo de disparar a gente de otro color siempre le había provocado cierta disonancia cognitiva a Nix. Pero en ese momento, ninguna.

El cuerpo reaccionó a la vez que el de Perkins, que parecía estar pensando en lo mismo.

Pistola en mano, linterna de apoyo lumínico.

Apuntó en una milésima.

Clic.

¡Bam! ¡Bam! ¡Bam!

La cosa recibe varios balazos, provenientes de Perkins y de Renigald. Durante unos segundos las balas impactan en su cuerpo y la inercia hace que se mueva como un muñeco de trapo siendo vapuleado. La criatura chilla, hasta que cae al suelo como un fardo y dejar de hacer ruido.

Pero la luz mortecina que entra por la puerta sigue ahí, así como la tormenta fuera. El niño sale corriendo hacia fuera, escapando de los brazos de su madre, que trata de seguirlo. El señor Pritchet grita y asoma al exterior, pero una fuerza invisible le empuja con fuerza hacia la pared más cercana, cayendo después contra el suelo inconsciente.

Os acercáis a seguir a la madre y el hijo, para ver si una de esas cosas los cogieron. Fuera comprobáis que aquella luz mortecina, así como la tormenta, están causadas por un objeto volador no identificado. Un objeto que solo vislumbráis al estar rodeado de nubes y al arremolinarse los relámpagos a su alrededor.

En uno de los haces de luces que bajan, podéis ver un pequeño cuerpo flotar hacia arriba. Es el niño, mientras su madre se queda en tierra gritando desesperada.