Sylveon negó con la cabeza ante las palabras de Brandon. No, no hay más digimons como vosotros, o personas como decís. Dijo mientras trataba de aprender su vocabulario. Se supone que vosotros sois los elegidos, porque solo hay unos pocos digimons que pueden cambiar con tanta rapidez de forma. Vosotros estais ligados a vuestro compañero digimon, y solo cuando le transmitais la energía suficiente podrán cambiar de forma o digievolucionar. Luego volverán a su estado natural.
El resto de digimons necesitamos crecer y entrenarnos durante mucho tiempo para poder cambiar de forma. Vuestros compañeros lo pueden hacer en pocos minutos.
Mientras tanto Fenekin y Trapinch cavaron un hoyo suficientemente grande para que el digimon imán pudiera dejar el agua, aunque lo cierto es que si la dejaba allí la absorbería la tierra demasiado rápido. Pero en el fondo ya no tenían por qué preocuparse de ello, Totodile era capaz de crear agua para todos y en cualquier momento. Era como estar cerca de Fennekin, solo con su presencia todos se sentían más agusto y más calentitos.
La situación para Álex y Miguel se complicó mucho más de lo esperado. Álex logró liberar a Miguel de la telaraña que les había atrapado pero cuando la tocó, las vibraciones que emanaron de ella, provocaron que una muchedumbre de arañas como las que lo habían atacado al principio, aparecieran de entre los árboles.
Aquellos insectos les superaban en número, y empezaron a lanzarles grandes cantidades de tela. Por suerte lograron esquivarlos todos y así lograron huir.
El resto de sus compañeros, que ya estaban en el improvisado campamento parecían estar manteniendo una cómoda conversación mientras les esperaban. El manto de estrellas ya había cubierto la playa rosácea de aquel digimundo, y Miguel y Álex hicieron acto de presencia en él. Venían con un nuevo digimon, Treecko, pero venían con las manos vacías.
El objetivo de conseguir comida había sido fallido, y ya era demasiado tarde para que el resto se ocuparan de buscarla.
Era hora de descansar, montar guardias, organizar el campamento y pasar un poco de hambre hasta el día siguiente. Eso sí, nadie moriría por no comer nada en todo el día.
El cansancio, el sueño, y todas las vivencias ocurridas durante el día habían hecho mella en ella, y, aunque lo trataba de ocultar, bostezaba cada poco tiempo, y los ojos le pesaban cada vez más para tenerlos abiertos. Además, tener a Fennekin al lado, como si fuera su estufa particular, calentita, blandita y peluda, hacía que el sueño fuera ganando terreno, pese a que tenía muchísima hambre.
Abrazó al pequeño digimon zorro para darse calor, y así dejar al otro digimon cavar aquellos agujeros, y contempló a su alrededor, ensanchando la sonrisa cuando vio que los últimos integrantes del grupo llegaban.
Estaba tan cansada que se limitó a mover su mano a modo de saludo, y tras un nuevo bostezo, se tumbó sin miramientos en aquella playa, se abrazó a Fennekin, se tapó un poco mejor con la chaqueta de Klaus, y pronto, quedó dormida.
Móvil u.u
Flabébé miró a Elen con adoración, y bailó sobre su flor al escuchar sus dulces palabras.
-No tienes por qué hacerlo, Elen- dijo la digimon-. Estarás cansada, y a mí no me importa montar guardia para que vosotros podáis dormir.
Flabébé miró hacia la ya acuciante oscuridad, y su pequeña imaginación voló, divertida, salvando a Elen de un horrible peligro. Aunque, después de volverlo a pensar, deseó que fuera mejor que no hubiera problemas esa noche. Todos merecían un descanso.
Miró de nuevo a Elen, mientras Sylveon explicaba todo aquello de la digievolución. Flabébé no lo entendía del todo, y sólo sabía que debía de cuidar y proteger a Elen, por lo que comprendió un poco lo que había pasado cuando aquel horrible mono quiso hacerles daño tanto a Elen como a Iván.
Saludó con efusividad a loa nuevos que llegaban, y bebió, después un poco de agua de aquellas esferas que Magnemite mantenía en el aire.
Satisfecha, y suspirando, miró a todos, y dijo:
-Yo haré la primera guardia- indicó, sonriendo y asintiendo, moviéndose sobre su flor-. Perder cuidado, y no os preocupéis.
Móvil D:
El joven poseedor de unos de los dos portátiles, Klaus, escuchó sin llegar a comprender del todo las palabras del ser que se hacía llamar Sylveon. No es que fuesen complicadas, es que simplemente le costaba hacerse la idea general de todo, del motivo de su llegada, y la manera en como lo habían hecho. Sin embargo, el cuerpo y la mente del rubio estaban demasiado cansados como para protestar o pedir más explicaciones.
Su estómago protestó, reclamó atención, una atención que no llegaría, ya que los dos hombres que se marcharon a buscar alimentos junto a sus compañeros digimon regresaron muy a su pesar con las manos vacías. Ya le daba igual todo, solo quería evadirse, no pensar en nada, o dejar de hacerlo. - Gracias chicos. - Con voz baja felicitó al zorro rojo y al otro que no sabía qué forma tenía. Después su atención se fijó en el cansado Magnemite. - Descansa ya. Deja el agua. Mañana será otro día. - Un bostezo no pudo ser refrenado y escapó de la boca del rubio. - Buen trabajo Magnemite, has estado espléndido. - Por supuesto su compañero metálico no podía quedarse sin felicitación, se la había ganado y con creces.
También tenía palabras que hacían referencia a las de Sylveon. - Sigo sin comprender prácticamente nada, aunque supongo que es algo que no se puede entender sin más. Es algo que se irá viendo, o eso creo. - Se encogió de hombros dejando claro que ese asunto había descendido en prioridad. - Mañana habrá que buscar más suministros y otro refugio. No podemos quedarnos aquí eternamente más cuando se supone que hemos venido por alguna razón. Tenemos que hacer algo, ¿cierto? - Comenté lo que creí que fue obvio con un timbre de voz cada vez más apagado debido al agotamiento.
Además, me gustaría ver donde estamos exactamente, tengo curiosidad por conocer este mundo tan particular. - Y otro bostezo más, y esta vez sus ojos carecían de fuerza para mantenerse abiertos por más tiempo. Y Klaus, poniéndose lo más cómodo posible, tarea bastante ardua se tumbó en el molesto suelo a una distancia prudencial de la hoguera y no abrió los ojos. Estaba despierto pero ya no oponía resitencia al sueño.
El pequeño Sphemon muy cómodo en los cálidos brazos de su compañero de dos piernas, lo observó con sus ojos negros al chico. - Bran, yo no he hecho, nada, estoy descansado, ¿hacemos nosotros también la primera guardia? - Sugirió bastante convencido en su aguda voz. - Vamos Bran, quiero hacer algo, quiero ser útil. - Añadió insistiendo más. Había sido bastante pasivo pero sin el momento requería tener iniciativa.
Los demás habían traído agua, cavado un agujero, incluso pelearon para proteger. Él en cambio se limitó a esperar. ¿Esperando a qué? No estaba muy seguro.
Bran asintió ante las palabras de Sylveon y su mente volvió a preguntarse que era lo que estaba pasando.
Finalmente las palabras de Sphemon lo trajeron de vuelta:
Sí, claro que sí, chicos vosotros descansad, nosotros nos encargamos de vigilar, si vemos algo extraño os despertamos, además, yo ahora mismo no tengo sueño, digamos que tengo la mente inquieta.
Bueno Sphemon, tu eres el encargado de protegernos, así que espero formar una buena pareja, ¿De acuerdo? - le dice sonriendo a su compañero blanco.
Llegó al lugar cansado, fatigado y rabioso por el fracaso, una frustración que fue en aumento en cuanto se fijó en que los demás habían conseguido su objetivo. Pensó en dar una excusa. Pensó en contar los detalles. Pero no había nada que decir, el caso es que ambos habían fallado. No tardó más de diez segundos en ponerse firme.
Hemos fracasado, habían enemigos y no pudimos con ello.
Explicó, escuetamente, sobre la situación. Le rugió la tripa, iban a pasar más hambre de la que a él le hubiese gustado.
Magnemite al fin pudo dejar el agua y descansar.
Con un suave zumbido descendió hasta reposar en tierra tras dejar el agua en el agujero.
Bzzzz....
Cuando su compañera le secuestró para abrazarle y dormirse, no pudo evitar sentirse la criatura más afortunada del mundo, pese a sus sucias patas. Entornó la mirada y descansó junto a su compañera, ya que los demás estaban bien predispuestos a hacer guardias.