Cuando activas el visor nocturno y apuntas, la mujer vuelve la vista hacia la derruida cabaña y sus ojos, de un azul intenso y húmedo, parecen brillar en la oscuridad. Su rostro pálido y enmarcado por una abundante cabellera rubia es de una perfección arrebatadora, angelical. Dirías que es joven, muy joven, pero algo en ella emana un aura indescifrable, como si el tiempo no pudiera tocarla. Como si estuviera más allá del tiempo. No es una elfa, de eso no tienes dudas, pero esa intangible pureza no parece humana. Te preguntas qué clase de criatura es y no encuentras la respuesta.
La bala impacta en la sien del hombre y este se tambalea ligeramente por el impacto. Luego tropieza hacia adelante llevándose una mano a la herida y contemplando su propia sangre con incredulidad, como si no le perteneciera. Increíblemente no está muerto, ni siquiera ha caído malherido. Desenvaina la espada y alza vista escrutando en derredor cada recoveco y espacio, pero es evidente que no te ve. Si no fuera imposible, dirías que tampoco ve la cabaña. Como si no estuviera allí, a unos diez metros frente a ti, sino en otro lado. Estás seguro de que ni siquiera percibió el disparo, como si atribuyera la herida a otra cosa. Su rostro se desencaja y puedes ver el odio en su rostro. Da unos torpes pasos hacia la muchacha que se encuentra casi a sus pies, arrastrándose lejos del sujeto, pero sin darle la espalda y echando rápidas miradas hacia donde te encuentras.
Entonces te das cuenta que no lleva ningún abrigo, que está descalza y que sus brazos están desnudos. Una ligera túnica blanca es lo único que cubre su cuerpo. Y, pese a la oscuridad que te envuelve, jurarías que te está mirando directamente a los ojos y que ese leve temblor de sus labios son palabras, palabras dirigidas a ti.
- ¡Perra! - escupe - ¿Eres acaso una bruja? ¿Un demonio? ¡MUERE!
La sangre empapa sus ropas, pero el sujeto se mueve con decisión. ¿Cómo es posible que esté en pie? Alza la espada con ambas manos dispuesto a acabar con la muchacha, mientras ella continúa arrastrándose y retrocediendo hacia donde te encuentras escondido. Ella sí puede verte, lo presientes.
Ahora escuchas el susurro de su voz, suave, cálido y trémulo. Un eco lejano, pero al mismo tiempo muy próximo. Como una letanía que repite la misma palabra, una y otra vez: "Sálvate". No comprendes a quién está dirigida ni su real significado, si es que tiene alguno y no es más que el balbuceo incoherente de una víctima desesperada. Pero...
"Sálvate."
Esa palabra resuena muy dentro tuyo. Muy profundo.
"Sálvate."
De pronto descubres que el aire se vuelve frío, terriblemente frío. Y sientes que tus dedos se entumecen rápidamente. Un frío extraño, casi sólido, maligno.
Las carcajadas del hombre retumban en tus oídos, pero también el susurro trémulo de aquella mujer.
"Sálvate."
Y la sensación de que algo más acecha allá afuera...
Voy transcribiendo párrafos sueltos para cuando llegue el momento. Según responda Sorek serán podados, eliminados, añadidos y/o modificados al posteo definitivo. No te preocupes si tengo que desechar la mitad de lo que escribo, estoy acostumbrada. Eso ocurre cuando posteas anticipadamente. =P
Cuando lo finiquite, podés editarlo a tu antojo para que parezca un posteo tuyo (porque sería un posteo de director). Estoy intentando escribir un poco a tu estilo, pero definitivamente no lo logro. xD
Hecho.
Editalo a tu gusto si lo crees necesario. Y, de paso, hacé falsas tiradas ocultas. Sirven para meter miedo y que se la crea. xD
Posteado con tirada falsa incluida jejeje...a ver que tenes para Sorek :D
Cuentas tus balas, notas que faltan dos.
Miras afuera, solo notas serenidad y más nieve cayendo.
El caballo se levanta ante tu inquietud, preparado para galopar de ser necesario, pero solo la calma reinaba en ese frio y desolado lugar.
Aunque de alguna manera, sientes que algo te asecha, como si alguien te observara entre los vetustos árboles que se levantaban perezosamente.
"Sálvate."
La palabra suena como si de un eco en tu memoria se tratara, pero más que un recuerdo, pareciera un susurro.
Ensillas el caballo y le ofreces un bocadillo en recompensa. El animal deja escapar un suave relincho de agradecimiento. Una vez afuera de la cabaña, observas detenidamente los alrededores. No percibes ningún movimiento en las inmediaciones, salvo por el suave agitarse de las copas de los árboles. Finalmente montas y te dispones a partir. En marcha, piensas, el viaje será largo y difícil. Pero estás acostumbrado a esas contingencias, siempre ha sido así. La vida nunca fue sencilla para ti. Entonces te descubres preguntándote hacia dónde. ¿Cuál es ese largo y difícil camino? Sorprendido sigues el hilo de estas cavilaciones cuando observas algo en lo más profundo del bosque. ¿Una luz? No. Tomas el rifle entre tus manos y apuntas el visor en aquella dirección.
De rodillas y completamente inmóvil, una silueta blanca con el torso inclinado hacia delante, en contrito acto de súplica o de profunda devoción. Desde esa distancia puedes ver los pies descalzos hundiéndose en la nieve y los delgados brazos desnudos cubriéndose lentamente de nieve, y no podrías afirmarlo, porque desde donde te encuentras no alcanzas a ver el rostro, pero jurarías que se trata de aquella mujer. Y estás seguro también de que, contra toda lógica, no es el cadáver congelado de una criatura que pasó helada noche de invierno bajo la intemperie, aunque… ¿La habría matado aquel sujeto de la espada? Ese mismo al que le habías disparado. Dos balas. Sueño, visión, hechizo, premonición o lo que fuera es muy real.
Escrutas nuevamente los alrededores.
Un bosque y una derruida cabaña
Copos de nieve y viento.
Tu caballo.
Y tú.
Podrías largarte de allí de cuanto antes.
Podrías adentrarte en el bosque.
Podrías…
Entonces vuelves a preguntarte cuál es ese largo y difícil camino que tienes por delante.
Y de pronto tienes la certeza de que esa respuesta te está aguardando.
Allí.
"El Señor es mi pastor..."
Posteo en construcción (y a la espera de novedades en la escena para modificarlo según corresponda).
Y mientras preparo el borrador, respecto a la pregunta que hizo portelilla en notas: Sorek cree ver una silueta blanca en el bosque, es la muchacha. Está arrodillada, como si estuviera orando. No hay rastros del hombre. Espero a ver qué hace para completar el borrador. =)
Esperaba que le respondas a Sorek, pero visto que no, añadí mi posteo al tuyo para que lo subas, si estás de acuerdo. =)
Dejas el caballo atado y este se pone a olisquear al pie del árbol en busca de algo para comer. Siempre atento, observas en derredor y no hallas otra cosa más que el susurro del viento, nieve y silenciosos árboles alzándose en torno tuyo como gigantes sin sombras. Llevas contigo el fusil y lo sujetas con firmeza, pero no lo alzas, sino que lo dejas caer contra uno de tus flancos. Lentamente te acercas a la mujer, tus pasos resuenan suaves haciendo crujir la nieve acumulada. Contemplas la larga cabellera de la mujer que se derrama sobre los hombros y a los costados impidiéndote ver su rostro. Contemplas también sus pies descalzos, sus brazos desnudos, y la ligera túnica blanca que lleva puesta. Por un momento sospechas que está muerta, tan quieta está. Como una escultura.
O como un símbolo.
Recién cuando estás a unos pocos pasos parece percibirte, se mueve ligeramente como si despertara de un sueño y alza los ojos hacia ti. En su mirada se mezclan tantos sentimientos como, descubres, matices en el color de sus ojos. Antes los habías visto azules, húmedos y brillantes y aún siguen siéndolo, pero a medida que te acercas percibes otros matices como si en su mirada se refugiaran otras miradas, cientos de miradas, miles… Sus ojos parecen dueños de todos los colores y de uno; de miles de miradas y de una. Algo similar te ocurre al observar con detalle su rostro. Es arrebatadoramente perfecto e imaginas que así deberían ser los ángeles si tomaran forma de mujer. Y como te había parecido antes, es muy joven sí. Su piel es tan fresca y sin mácula que podría ser la de un recién nacido, pero al mismo tiempo algo muy antiguo, tan antiguo como el mundo, se percibe en ella. Como si el tiempo no la rozara.
Sientes la profunda tristeza que emana de ella, una tristeza añeja, inmemorial. Esa tristeza parece adherirse a tu piel y calarte hasta los huesos removiendo recuerdos olvidados en tu memoria. Dulces como una fruta, pero tristes. Recuerdos de cuando eras niño y aún soñabas, de cuando el mundo era un pequeño y cálido refugio en torno al fuego del hogar. Casi escuchas el suave tarareo de una canción y la reposada calma de una familia reunida. Pero, al mismo tiempo, algo te hace sentir avergonzado. Y culpable. Ella solo te mira, con esa profunda tristeza encerrada en sus ojos y esa soledad y ese dolor que imaginas inmenso y terrible. Como si aquella mirada cargara con el peso de miles de otras miradas.
Te acercas otros pasos más y te inclinas a su lado. Y aunque no lo haces, sientes el imperioso deseo de abrazarla y de protegerla. De pedirle perdón. Extrañamente, sientes que algo en ella te pertenece. O te pertenecía. Algo que te era muy caro y que olvidaste en algún momento o en algún lugar.
De pronto, la muchacha se agita y sus ojos giran hacia los árboles.
Sobresaltado, sigues su mirada y descubres al mismo hombre de antes. ¿Cómo no lo escuchaste antes? Reconoces en sus ademanes y en sus facciones sus depravadas y libidinosas costumbres; reconoces también una sombra como una leve cicatriz en la frente y en la parte superior de uno de sus ojos. Pero no está solo, otras figuras asoman en el claro. Hacia tu izquierda ves el rostro amoratado y airado de otro sujeto; y hacia a tu derecha el soberbio porte de otro sujeto que se alza orgulloso sobre su caballo. Pero hay más. Aferras el fusil, te incorporas y percibes los siete jinetes que los rodean. Son hombres y mujeres que se aproximan sin apuro, seguros y confiados. Algunos comienzan a desmontar y se dirigen hacia la indefensa muchacha que los contempla en silencio y que, como en la noche anterior, encoge el cuerpo y retrocede a rastras pero esta vez sin dirección.
Sientes cómo tus dedos se crispan y otra vez aquel frío terrible, maligno y casi sólido que sentiste la noche anterior.
En un momento tu mirada y la de ella se cruzan.
“Salvate” parece susurrar el viento.
Vale. Un posteo más y se desata el nudo.
Obviamente Sorek comenzará a los tiros otra vez, con el mismo efecto que antes. Así que tiradas ocultas si es necesario... xD
Pobre criatura de Yahvé... =P
Bueno, ya me he liberado de mis lios (un poco). Mañana estaré atenta todo el día para apurar esto, que el jugador ya debe estar a las puteadas con mi lentitud para responder. >_<
- "Padre Nuestro que estás en los cielos..." - recitas con convicción y tu voz atruena en el claro, poderosa.
Y más que una plegaria, es la implacable furia de un huracán. Pero aun así, uno a uno, hombres y mujeres desmontan ajenos a tu orden, a tus preguntas y a tu bíblica invocación. Solo en uno de ellos, el de altivo porte, se insinúa un atisbo de reconocimiento al echar una brevísima y gélida mirada hacia tu persona. Lentamente avanzan estrechando el cerco sobre la muchacha. Y sobre ti, puesto que te interpones en el camino de los más adelantados, pero rápidamente comprendes que no podrás con todos cuando el cerco se cierre. Que aunque quieras no podrás multiplicarte como los panes y los peces en las manos del Hijo.
- "Venga a nosotros tu Reino..."
Sientes como se crispan tus ateridos dedos y tus nudillos blanquean sobre el arma. Unos pocos pasos te separan de los primeros, tres hombres y una mujer. A tu lado, la muchacha se incorpora, tropieza, luego avanza hacia un lado y se detiene como fulminada por la agria mirada de una mujer que avanza por tu derecha y que parece cocer en su interior un rancio rencor. De espaldas, la muchacha retrocede con trémulos pasos, vuelve la cabeza hacia atrás y tropieza otra vez, como golpeada por el violento ademán del hombre que se acerca con pasos firmes por tu izquierda, garrote en mano. Y así, avanza y retrocede, como un cervatillo acorralado por una manada de lobos, hasta caer de rodillas muy cerca tuyo echa un ovillo, con el rostro hundido entre las rodillas y envolviéndose en un abrazo huérfano, en un gesto que te recuerda al de una niña asustada.
- "Y no nos dejes caer en la tentación..."
Casi puedes sentir el aliento y los lúgubres murmullos que se alzan como depredadores al acecho. Y sientes la furia crecer en tu interior ante cada mirada y cada gesto que parecen herir a la muchacha como arteras estocadas. Casi maquinalmente, empuñas el rifle y apuntas con implacable determinación directamente a los ojos del único que mostró un atisbo de reconocimiento, como un terrible ángel exterminador. Sus ojos se clavan en ti con una mirada de hielo que te recuerda a la misma que te devuelve el reflejo del agua. Entonces apuntas, y es tal vez un inútil intento, piensas al recordar la noche pasada. Pero no la tocarán. No hollaran ni siquiera con su aliento a la muchacha. Harás caer una lluvia de balas sobre ellos, los rayos de una divina maldición, el trémolo terrible de un exorcismo y clavarás en sus ojos el crucifijo. Aún más: se abrirá la tierra a tus pies y arderán todos, ellos y tú en las mismas entrañas del infierno, pero no pasarán. Porque sientes que si eso ocurriera, algo sagrado (algo que alguna vez también fue tuyo) será mancillado. Y no, no lo permitirás. Jamás.
- "Más líbranos del mal" - pronuncias con un énfasis premonitorio.
Finalmente tus labios dictan la sentencia:
- “Amén.”
Y, como un dedo acusador, una bala sale disparada.
"Amén" susurra el viento.
Y entonces un susurro lejano y, al mismo tiempo, muy próximo, te responde.
- Así sea.
Y así es.
Una enceguecedora luz te envuelve y, aturdido, sacudes la cabeza y parpadeas, aún con el rifle apuntando… Al bosque.
Solo el viento, la nieve y los silenciosos árboles.
Ni los sietes acechadores.
Ni la muchacha.
Estás solo.
O quizá no.
- Acércate. Hace frío y tengo vino caliente, carne asada y pan. No es mucho, pero este viejo estará complacido de compartir su pan contigo – susurra una voz a tus espaldas, justo en la misma dirección donde dejaste atado a tu caballo. Y jurarías que es la misma voz del susurro que escuchaste un instante antes.
Te giras y ves a un anciano atizando el fuego. El rostro apergaminado como un mapa surcado de cicatrices y de arrugas, la mirada preñada de paz y unas manos sarmentosas (la diestra con tres dedos cercenados), pero firmes y decididas. El viejo te sonríe y deja entrever los escasos dientes que aún penden de sus encías. Una sonrisa amistosa. Y añade, al tiempo que te señala un tronco caído junto a la pequeña hoguera.
- Confiaba en que la reconocerías, pero veo que la has olvidado… como muchos en este mundo.
Último posteo como director, si te place. Los siguientes quizá sería mejor que los subas con un PNJ o con un PJ, si querés apurar el trámite. (Me ponés como jugadora y me retirás el VIP provisoriamente.) Como mejor te parezca. =)
- Ah, ah, ah...no, no, no, no mi Querido Yahvé, no te atrevas a meterte en los asuntos mortales, esto queda en un plano que solo podemos ver, según tu divino mandato y habíamos quedado en mantenernos a raya mi buen barbón, pero si quieres jugar sucio, recuerda que me creaste y que aprendí como jugar más que sucio…haz lo que quieras con el barco, no me interesa, pero un dragón es una criatura única, capaz de desatar una gran maldad, por lo que debo de protegerla…y curioso que solo castigues a los que te interesa penar, ahí afuera hay cientos de bandidos, putas, ladrones y violadores y tu solo haces justicia en pequeñas zonas…eres un poco incongruente…o para que ir demasiado lejos, el inquisidor trato de matar a una criatura que supuestamente fue creada por ti, pero sabemos bien que fueron ellos los que te crearon a ti…así que decídete viejo ¿Deseas iniciar también nuestra guerra…o respetaremos nuestro mandato? Que por mí no hay problemas - sonríe Lucifer, esperando desatar tu ira -
- Pero las intervenciones por más reglas que se rompan, van en contra de nuestro tratado mi querido Llavero, esta guerra de los dragones no es mi guerra, pero puede serla, puedo mandar a comandar demonios sobre estas criaturas por que tus hijos las dañan, no los invoque yo, los invoco el hijo de la dragona, y es él quien los comanda a nombre de Amúr, el orco que quiere ser consejero quien me ha prometido devoción...por lo que eliminar un dragón por tus hijos, es una falta grave hacia mí, ergo, puedo tomar cartas sobre el asunto -.
- Una intervención mas y lo considerare una falta al pacto, que las posesiones, los demonios y mi presencia se vean sobre Karjian...amen -.