Boston, 12 de noviembre de 1922.
Querido Charles, Te escribo desde Greenfield, donde he trasladado mi residencia habitual. Después de lo sucedido en Providence, he preferido alejarme de todo y como puedo dejar a cargo del rancho a Thomas Trast, mi hombre de confianza, no habrá problema alguno. Tengo una preciosa casita cercana a la costa y una magnifica habitación de invitados para ustedes dos. Pues supongo que seguirá con su compañera, ¿verdad? Por cierto, día 13 de noviembre celebro una cena con mis nuevos vecinos y me gustaría que asistieran. Un cálido abrazo, James Kirkwood. |
La piedra:
La carta:
Debo decírselo a alguien, Henry, y tú eres el único que puede entenderlo. Sólo tú puedes convencerme de que no me estoy volviendo loco, de lo que he vivido fue realidad y no fruto de una mente desequilibrada. Formaba parte del equipo de McMurdooc y O'Connors. Ya sabes como me interesan esos temas. No les escuchamos cuando nos avisaron. ¡Dios, estábamos locos! Salieron de la oscuridad y cayeron sobre nosotros, chillando y matando. No sé como conseguí salir. Te juro que no lo sé. No sé como sigo vivo. Quizás sea culpa mía, por coger la piedra. O quizás fue por la piedra por lo que sigo vivo. Lo más espantoso de todo es que no eran humanos, Henry. ¡No eran humanos! |