Partida Rol por web

Sentada sobre el viejo columpio de madera que colgaba de un enorme y robusto manzano, notabas tu cuerpo balancearse con la suave brisa. En tus manos, un libro viejo al que no prestaste mucha atención, lleno de garabatos dorados. En tu pecho, una sensación de angustia que pasó a un segundo plano cuando notaste una presencia tras de ti.

Te giraste y sentiste paz al ver ante ti a una mujer de cabello corto, vestida con una túnica tan transparente que dejaba ver todo su cuerpo sin ningún tipo de problema. No te sentiste turbada ante su belleza, estabas cómoda, acostumbrada a ella.

- Ambas sabíamos que iba a pasar. - dijo la mujer acercándose y poniéndote la mano sobre el hombro. - Me han dicho que los han visto en el sector sur. - la mano de aquella mujer apretó suavemente tu hombro de un modo reconfortante. -Tu hijo no estaba preparado para ser el líder. Pero es tu hijo, capitana. Jamás se alzaría contra ti. Solo espero que ellas no empiecen una guerra que nos arrastre a la extinción.

La paz y serenidad que te transmitía esa mujer, rápidamente, se vio diluida por una imagen muchísimo más perturbadora. Una enorme serpiente roja te miraba de frente, el sueño, se había convertido en pesadilla.

"Y todos se rebelarán contra ti. Desafiarán tus leyes y te obligarán a desterrarlos. Deberás elegir entre expulsarlos o condenarlos a todos.".

- - -

El despertador comenzó a sonar, haciéndote despertar de golpe. No había sido agradable. La penetrante mirada de aquella serpiente seguía haciéndote sentir en peligro, pero fuera de tus sueños, ya no tenía ningún poder.

Sintiendo una enorme presión en el pecho, entraste en aquella habitación como un huracán, a punto de destruirlo todo. Te sentías enfadada, humillada y con tanto fuego dentro que cualquier persona que no hubiera sido él, habría acabado sin cabeza. Pero fue él quien entró. El hombre moreno del que estabas enamorada hasta lo más profundo de tu ser.

"Cálmate... no ha sido para tanto." Te dijo, claro que había sido para tanto. Aquella estúpida mujer de cabello rojo a la que odiabas con toda tu alma te había llamado traidora y convenida delante de toda la comunidad. ¿Qué sabría ella? Ella jamás le había amado como tú le amabas. Ella era la traidora. 

Él se acercó a ti y te tomó del mentón. Sabías que te amaba tanto como tú le amabas a él y ahora, por fin, podríais estar juntos.

"Empezaremos de 0. Tú, yo, nosotros." Su mano se posó en tu vientre y lo supiste, había un nosotros.

Toda aquella imagen se disolvió, él, vosotros... y en su lugar, una imagen perturbadora te atrapó. Una enorme serpiente rojiza que te miraba a los ojos fijamente.

"No habrá un vosotros mientras tu voz no sea la más importante. Ella era la favorita y no podrás estar en paz, hasta que juntos, lideréis a la humanidad"

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El despertador comenzó a sonar, haciéndote despertar de golpe. No había sido agradable. La penetrante mirada de aquella serpiente seguía haciéndote sentir en peligro, pero fuera de tus sueños, ya no tenía ningún poder.

La lluvia golpeaba contra la cubierta de cristal que había sobre tu cabeza, la vegetación amortiguaba la mayoría de las gotas, pero allí, tumbado sobre el cómodo sofá, podías pasarte horas viendo la lluvia tropical, hidratar algunas de las plantas que tú mismo habías plantado con tu madre. Aquel recuerdo te dolió, ya no teníais relación, ella había elegido y no te había elegido a ti. Te sentiste traicionado, abandonado, insuficiente.

En la habitación apareció la personificación del fuego. Ella, la mujer por la que serías capaz de matar. Sus ojos verdes estaban enrojecidos de llorar y lo supiste, por fin era libre. Por fin ella sabía la verdad, tu hermano la había traicionado y ahora era tu oportunidad para demostrarle que nunca debió ser suya.

Sus preciosos ojos verdes se evaporaron y en su lugar, una enorme serpiente roja te miró fijamente.

"La guerra ha comenzado"

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El despertador comenzó a sonar, haciéndote despertar de golpe. No había sido agradable. La penetrante mirada de aquella serpiente seguía haciéndote sentir en peligro, pero fuera de tus sueños, ya no tenía ningún poder.

Entraste tras ella en la habitación que tan bien conocías. Su ondulado y oscuro pelo cubría su cara, estaba enfadada, avergonzada y decidida a arrancarle la cabeza a alguien si era necesario. Tú la amabas, como no habías amado a otra mujer en tu vida y trataste de calmarla. Llevaste tu mano a su vientre y lo supisteis, no erais solo vosotros.

"Empezaremos de 0, los tres." Dijo ella, con la voz rota. "Nadie puede separarnos." Susurró antes de besarte.

Toda aquella imagen se disolvió, ella, vosotros... y en su lugar, una imagen perturbadora te atrapó. Una enorme serpiente rojiza que te miraba a los ojos fijamente.

"No habrá un vosotros mientras ella y vuestro fruto no sea venerado. Eres el líder, haz que la veneren"

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El despertador comenzó a sonar, haciéndote despertar de golpe. No había sido agradable. La penetrante mirada de aquella serpiente seguía haciéndote sentir en peligro, pero fuera de tus sueños, ya no tenía ningún poder.

No había sentido tanta rabia desde que había dejado la casa de sus padres. Incluso podría decir que la quemazón que aún tenía en las entrañas no la había tenido nunca. Ella no era psiquiatra ni conocía el significado de los sueños, pero aquel le pareció más intenso de lo normal, y encima había soñado con el mismo hombre, uno con el que no recordaba haberse cruzado en la vida ¿Podría ser que lo hubiese olvidado? ¿Que alguna de las veces que había tenido excesos como aquella vez en Nepal lo hubiera conocido y no se acordase? ¿O es que su mente dibujaba al hombre perfecto con partes de otros hombres? Sea como fuera aquello era muy raro y seguía pensando que tenían que haberla dado algo en la comida. Saldría de dudas con los análisis que el militar le había pedido.

Estaba sudando y con el corazón acelerado así que, después de rellenar la muestra de orina, se fue a la ducha directamente.

No podía quitarse de la cabeza la imagen de esa serpiente, aunque eso tenía más sentido. Hugh había mencionado el árbol del fruto prohibido, refiriéndose al supuesto manzano que Nathan decía haber encontrado. Manzano, Adán y Eva, la serpiente... Su mente habría podido hilar todo eso durante los sueños.

¿Entonces es que ella era Eva y aquel moreno Adán? Retorcido pero válido, aunque eso no explicaba esa visión que había tenido de lo mismo minutos antes de que Nathan dijera lo del manzano ¿Y la pelirroja con quien le habáin puesto los cuernos era...? Erin se rio. La ducha le estaba sentando bien y estaba recuperando el humor.

Cuando se estaba lavando se tocó el vientre, como lo había hecho el hombre en el sueño... Quedarse embarazada... Eso era algo que nunca se había planteado y que prefería no pensar, pues era demasiado complicado.

Terminó de ducharse, se vistió y fue directamente al laboratotio apra empezar con las muestras que sabía que le iban a traer. Tenía un ratito hasta las 7,30 cuando se tendría que con el resto, y quizás aprovechar a desayunar.

No necesitaba verla para saber que sufría. Cuando el pelo le cubría la cara y su espalda temblaba podía ser por rabia o tristeza, o una mezcla de ambas. No quería hacerle daño, jamás, era su bien más preciado, el epicentro de su felicidad y le partía en el alma verla así.

- Cariño, todo va a ir bien. Yo confío en nosotros, no tenemos otra alternativa.

Acarició su suave vientre y la abrazó por detrás, hundiendo su nariz en su cuello, intentando tallar en su subconsciente su aroma, tratando de aferrarse a cualquier recuerdo que pudiera para no perderla. Iban a ser uno más, y todo lo hacían por él, o ella, no sabían el sexo, no habían querido, a pesar de que había adelantos científicos como para saberlo con facilidad. Se separó de ella, se sentó junto a ella y le cogió de las manos con cariño.

- Nada nos separará. Aunque tenga que recorrer toda la galaxia te buscaré y te encontraré, os encontraré a los dos.

El beso le supo a despedida y tras él todo se disolvió, dejando una imagen que le asustó. No podía moverse, la serpiente le miraba a los ojos y él estaba atrapado. Su cerebro le mandaba órdenes a su cuerpo para que se apartara, pero no podía moverse. Su cuerpo no respondía y su mente parecía haberse roto, pues la serpiente le hablaba. Hablaba de ella, la mujer del pelo ondulado, y de su hijo, y que era el líder....

El despertador sonó y Michael saltó de la cama al suelo. Notar el frío en los pies le tranquilizó, pero entonces recordó que podía haber una serpiente en la habitación y saltó a la cama de nuevo. Miró a su alrededor, debajo de la cama, pero no había nada, ni nadie. Su cuerpo estaba empapado de sudor, la sensación de peligro todavía era patente y su corazón latía desbocado. Había tenido un sueño parecido al que había tenido con el vino, un sueño que no comprendía.

- Jóder, Michael, bebes como las niñas de 13 años. Media copa y ya tienes alucinaciones.

Tal vez debería dejarse examinar por la doctora, pero las agujas.... Lo sabía, montaría un numerito, así que se contentó con orinar dentro del bote dispuesto a tal efecto. Se fue a dar una ducha rápida, que puede ser la última vez que notara algo caliente durante un tiempo, y se vistió para el desayuno. Una sonrisa se le dibujó. ¿Tenía un hijo? Nunca lo había considerado, pero ahora, tal vez no fuera una idea tan descabellada. Tal vez la cátedra de la universidad no fuera una vida tan mala. Sentar al cabeza, encontrar a alguien.

La alarma del despertador rompió la pesadilla que se había ido entretejiendo en el delicado velo de los sueños. En cuanto el primer tono del timbre resonó, Carla abrió los ojos y alargó el brazo, deteniendo el sonido antes de que llegara a la segunda nota. Se irguió como si tuviera un resorte en la espalda y miró a uno y otro lado, mientras dejaba que la imagen de la serpiente se fuera diluyendo de sus recuerdos. Tan sólo había sido un sueño. Un puto sueño. ¿Por qué entonces tenía aquella extraña sensación?

— Ha sido tan real...

Se dijo y sacó los pies de debajo de la manta para apoyarlos en el frío suelo. Desde que era una niña siempre había tenido un sueño bastante ligero y la costumbre de levantarse con el primer timbrazo. Con doce años, un día se quedó dormida y faltó a la primera clase del colegio. Llamaron a su padre para dar parte de la falta y éste le pegó tal bronca, que desde entonces había cogido aquella costumbre y no permitía que se le "pegaran" las sábanas. 

Sacudió ligeramente la cabeza y miró sus pies descalzos, mientras movía los dedos hacia arriba y hacia abajo. La noche anterior había sido un tanto extraña y aquel día no pintaba que fuera a ser mucho mejor. Iban a ir a ver un árbol mágico, dentro de una cueva oculta bajo el suelo... 

Suspiró y la sombra de una sonrisa asomó a sus labios.

Se levantó y se dirigió hacia el baño para darse una ducha y prepararse para la marcha.

“¿Qué coño…?”

Hugh se quedó sentado sobre la cama, aturdido, con el sabor del sueño en su mente, los intensos ojos verdes de aquella hermosa mujer en sus retinas, y la roja mirada de la serpiente en su corazón. 

No era hombre de sueños, pesadillas ni remordimientos. No tenía idea a cuento de qué venía ese sueño, esas visiones. Pensó en que era mucha casualidad junto con el insólito trance de la cena.

“A ver los resultados del análisis de orina”. 

Desconocía quién o qué representaba esa mujer. Él no tenía hermanos, solo una hermana.

“Árbol, mujer, serpiente… ¿estará relacionado con el mito? Pero la visión de anoche no parece tener relación.”

Se puso en pie, apartó el sueño de su cabeza y revisó una vez más su equipo y armas. Realizó un poco de gimnasia, se duchó, vistió y repasó los informes.

Salió decidido de su habitación para preguntarle a Miller si había tenido alguna clase de sueño perturbador.

Erin analizó las muestras de orina, pues las de sangre, por logística, aún no había podido conseguirlas. Para su decepción, nada extraño en ninguna de ellas. Ningún nivel destacable, ningún embarazo sorpresa y sobre todo ningún rastro de droga.

Al terminar de revisar los resultados, se dio cuenta de que era casi la hora de ir a desayunar y reunirse con el resto, así que se preparó para ir antes de que tuvieran que venir a buscarla. El recuerdo de su sueño o pesadilla, le asaltaba cada poco, sintiendo que cada vez recordaba menos detalles lógicos, aunque las sensaciones seguían presentes en su cuerpo, como si hubiera sido más un recuerdo, que un sueño.

El sueño había sido demasiado real y a pesar de que, según pasaban los segundos, iba olvidando detalles, las sensaciones permanecían vivas en su cuerpo, como si fueran más un recuerdo que un sueño. La visita de la arqueóloga la noche anterior con aquella singular zapatilla debió de implantar en su subconsciente algo. Una semilla que brotaba, algo que su mente debió de interpretar como un bebé... sin embargo, esa sensación de amor era intensa. Michael jamás había amado de esa forma, al menos, que él recordara. ¿Quién era esa mujer morena? No, no era Andy, no eran sus ojos. Algo le decía que la arqueóloga no tenía nada que ver con la mujer de su sueño y menos, con la serpiente.

Dejó la muestra de orina en el laboratorio y volvió para ducharse rápidamente con la intención de ir a desayunar. La sensación de amor y la seguridad de sentirse "padre" era algo que golpeaba su mente cada ciertos segundos, por mucho que supiera que solo había sido un sueño.

El sueño había sido demasiado real y a pesar de que, según pasaban los segundos, iba olvidando detalles, las sensaciones permanecían vivas en su cuerpo, como si fueran más un recuerdo que un sueño. Tras la ducha, Carla se sintió preparada para afrontar lo que fuera que hicieran. Estar allí con Hugh cerca, le daba cierta seguridad. Lo bueno del ejército y de las jerarquías era la disciplina de no dejar que la mente se perdiera. Seguir órdenes era más sencillo que darlas y Hugh Silvan tenía la fama de ser un gran capitán, a pesar de ser agresivo o salvaje en algunas ocasiones.

¿Quién era la mujer del sueño de Carla? Tenía en el cuerpo esa sensación de tener la respuesta en la punta de la lengua, como si estuviera a punto de descubrirlo, pero constantemente su mente se olvidara de la respuesta.

Entre sensaciones y dudas, Carla se encaminó hacia el comedor, donde esperaba que estuvieran el resto para no tener que esperar demasiado.

El sueño había sido demasiado real y a pesar de que, según pasaban los segundos, iba olvidando detalles, las sensaciones permanecían vivas en su cuerpo, como si fueran más un recuerdo que un sueño. 

Tras ejercitarse, ducharse y repasar los informes, salió hacia el comedor. A lo lejos, casi a la altura del ascensor, reconoció la espalda de Miller, esperando al ascensor. Antes de poder alcanzarla o alzar la voz, la mujer se metió en el ascensor, con la mirada perdida. Sin duda debía ir al comedor, pero Hugh no pudo alcanzarla en solitario para preguntarle sobre el sueño, aunque quizás con suerte, podría hacerlo en el comedor.

No había nada extraño en las muestras de orina que le habían dado. Se lo diría a cada uno por separado y de forma confidencial cuando fueran entrando en el comedor, pero de momento parecía que ella era la primera.

Había madrugado más de la cuenta para ponerse con los análisis porque intuía que el capitán Silvan se los pediría antes de salir al exterior, también era lo lógico asegurarse que estaban todos bien antes de adentrarse en donde fuera que Nathan, Andrea y Markus creyeran haber estado. Aún pensaba que lo que habían visto era una alucinación y, como comentó Misha, apoyaría el uso de trajes aislantes por si hubiera algo en el ambiente que les hubiera inducido en ese estado.

Mientras esperaba al resto fue preparando el café para que estuviera listo y revisando los alimentos, dónde se guardaban y si tenían buen aspecto. No sabía si ella podía servirse así que se limitó a toquetear todo.

Dejó la muestra de orina en el laboratorio antes de que nadie lo hiciera, con la esperanza de que la muestra de sangre nadie la pidiera. Tras ello se iría a duchar. Sabía como iba aquello, sabía que esa sensación de calor le iba a ser extraña durante las siguientes horas, podía ser que días, así que, se iba a regalar una ducha a la máxima temperatura, como si estuviera en una sauna, haciendo que saliera de la misma rojo como si fuera una gamba.

Tenía una sensación de urgencia que no tenía razón de ser. Solo había sido un sueño, vívido, pero un sueño, y lo que le esperaba ese día era algo real. Su mente pensaba en lo que había visto la noche anterior, y, sin pretenderlo, comenzó a hablar solo mientras se vestía con la intención de ordenar sus ideas

- Si las plantas necesitan la fotosíntesis, y esta no puede hacerla, ¿De donde sale la energía? .... Podría ser una reacción química, o que las plantas generaran ATP de otra manera, o que la creación de energía sea totalmente distinta..... - Se sonrió - Solo con esa plantita tendría para estudiar un mes. Solo espero que no me valga un disparo, pero como decía mi abuelo, si te tiene que pasar algo malo, que te pase con un buen café en el estómago.

Con esa intención se dirigió al comedor donde se encontró con una madrugadora doctora. Se sonrió al verla, era increíble, las personas atractivas lucían siempre atractivas, no tenían cara de resaca, de sueño, ojeras, no era justo. Le dedicó una sonrisa y le dijo

- Buenos días Erin. ¿Preparando el café? Espero que no estuviera cargado - dijo remarcando la palabra - como el vino de anoche. ¿Necesitas una mano? Con el desayuno - se rio - No me gustaría que me rompieran el brazo, ni que mi posible suegro me acribillara con una ametralladora. ¿Qué? ¿Estamos embarazados todos? ¿Algo en la orina?

Estaba curioseando por uno de los armarios cuando entró el microbiólogo. - Buenos días Misha ¿Qué tal has dormido?

Pues sí que me vendría bien una mano porque aquí no encuentro nada y ya me está entrando el gusanillo. Mira a ver si das con algo que parezca un desayuno.

Ah, antes de que venga el resto, decirte que lo siento mucho, que tu analisis haya salido negativo y no estás embarazado. Más suerte la proxima vez- le sacó la lengua por un segundo.- Lo de los demás no te lo puedo decir, pero sí que te puedo informar que mi padre tiene muy mala puntería así que no te preocupes por él, aunque creo que es muy pronto para casarnos, primero deberías invitarme a una cena al menos ¿No crees?- la irlandesa le sonrió una vez más con calidez y siguió con la búsqueda.

-A propósito, no me creo eso del manzano ni las hormigas, pero sí que intuyo que hay algo que les puede estar afectando la mente. Eso de ir con trajes protectores, deberíamos insistir en ello, aunque sean solo máscaras. Puede que por esa grieta se filtre algún gas... Yo estoy notando también ciertos cambios que pueden deberse a eso ¿Se habrán traído algún resto en sus viajes y está contaminando la base?

En fin, si notas algo raro, no dudes en decirlo.-

Silvan bajó por las escaleras cargado con una mochila en un brazo y en la otra el abrigo. Llevaba al cinto una pistola, varios cargadores y un cuchillo.

El aroma a buen café fue lo primero que animó sus fosas nasales. Allí estaban Erin y Michael. Escuchó las últimas frases de este, supuestas bromas. El tipo era insufrible, ¿acaso a las mujeres les gustaba esa clase de humor? “Tiene que haber de todo.”

-Buenos días. Doctora, ¿algo de interés en los análisis?

Se sirvió una taza de café, solo, sin azúcar.

-¿Gas? Pensé en ello. Y en lo que dice, posible contaminación. Esperemos que no. -Aunque Hugh era más de hechos que de suposiciones.

Algo habían dicho de que nada podría vivir fuera de aquel ambiente. Pero, ¿acaso tenían idea de las características de su descubrimiento, considerando si era cierto lo de la herida de Andrea?

Bebió un sorbo del café - ¿Han dormido bien? -preguntó, con aire distraído, pero con intención.

Carla entró en el comedor segundos después de que lo hiciera Silvan. Se detuvo un instante en la puerta e hizo un breve recorrido con la mirada. Al entrar había escuchado la pregunta que acababa de hacer su superior, pero intuía que ella no estaba dentro de sus objetivos, así que pasó de responder, aunque esta vez sí que saludó a los presentes.

— Buenos días. — No era cuestión de que la odiaran desde el primer día, aunque en el fondo le importara una mierda.

Se acercó a la cafetera para llenarse una taza de café. Cogió cinco terrones de azúcar y se sentó a un lado de la mesa, colocando los terrones junto a la taza. 

Cogió uno de los terrones y lo mojó en el café, dejando que se oscureciera al impregnarse de la bebida amarga, tras eso se lo llevó a la boca y sorbió un poco, mojándolo nuevamente en la bebida y repitiendo la operación hasta que el terrón casi había desaparecido. 

- Como un bebé - dijo Michael con una sonrisa - Tal vez la próxima vez que toque dormir será con el culo pegado al hielo.

Inmediatamente se puso a ayudar a la doctora con la preparación del desayuno y suspiró aliviado al saber que no estaba embarazado. Rio ante el comentario de la mala puntería paterna y de los requisitos para pensar en matrimonio

- Eso está hecho, si salimos de esta conozco un sitio donde hacen el mejor Stroggonof del mundo. Igual no da para casarnos, pero sí para celebrar que no hemos salido tan mal de ésta.

Entonces le preguntó sobre su opinión del manzano. Se le escapó una sonrisa al recordar lo de la noche pasada y le dijo

- No deberíamos cerrar opciones. Las posibilidades de una alucinación conjunta que perdure tanto en el tiempo es improbable, tanto como que exista un manzano y hormigas tal y como lo han contado. - Sonrió - Sigamos el método científico, observar y no descartar nada. - Cuando dijo si había notado algo raro se lo pensó por un momento, pero finalmente le dijo

- Te voy a contar algo, pero si pretendes sacarme sangre la respuesta va a ser que no. - sonrió - Anoche, cuando bebí vino, tuve una alucinación muy real. No correspondía con la cantidad bebida, apena di un trago... Y esta mañana he vuelto a soñar con ello. Ten los oídos abiertos, por si alguien te cuenta algo parecido..... - Entonces se cayó al escuchar la entrada de Hugh. No necesitaba que el militar pensara que se le había ido la cabeza, porque ya tenía suficientes argumentos para tener su antipatía. Se sonrió cuando no le saludó, pero no dijo nada. Siguió cacharreando buscando para montar el desayuno. Se sonrió ante la hipótesis del gas, pero se mantuvo callado con intención de no provocarle y cuando preguntó en genérico por el sueño, no supo si habría oído sobre su sueño. Cerrar el pico era la mejor opción, ya había dejado claro que la conversación con la doctora era la única que necesitaba.

- Buenos días Miller - dijo con amabilidad mientras veía como se metía cinco terrones de azúcar. Alguien iba a tener una diabetes pronto, pero ya se lo diría la doctora. Se sirvió un café, sin azúcar y empezó a bebérselo

- Hoy va a ser un gran día para la ciencia. Solo espero que esas hormigas no coman carne, porque hay algunas especies africanas que son especialmente voraces.

Entré al comedor y me sorprendió ver ya a todos allí. - Sí que sois puntuales. - dije, comprobando en el reloj que apenas pasaba un minuto de las 7:30. La doctora y el cerebrito parecían estar preparando el desayuno mientras la soldadito volvía a estar callada y su jefe con la misma cara de pocos amigos de siempre. 

Al entrar, había escuchado el deseo de Misha sobre que las hormigas de la cueva no comieran carne. - En un viaje a Venezuela encontré unas hormigas llamadas... - entrecerré los ojos, tratando de hacer memoria. - Ecito... nae... ¿Ecitoninae? No lo recuerdo bien. El caso es que eran carnívoras. - Hice una mueca. - Cosa a favor, dudo que con este frío las encontremos. Punto negativo... en esa cueva hacía un calor de la hostia. Muy tropical. Humedad, unos 25-30 grados... y sobre nuestras cabezas, la maldita Antártida. Vais a flipar cuando estemos allí. - aseguré acercándome a la cafetera.

- Erin, allí. - dije señalando una puerta en la pared. Tras ella había una pequeña alacena con galletas y cosas varias. Intuí que andaban buscando cosas para desayunar. Me serví el café y me senté cerca de Miller. Si la muchacha pensaba que se iba a librar de mi simpatía, es que aún no me conocía lo suficiente.

- ¿Algo que tenga que saber de tu jefe para asegurarme de que no me meta un tiro por bocazas? - le pregunté en voz cómplice. Dado como se habían dividido los grupos, me tocaba ir con el capitán y no con ella. Miré al capitán con una sonrisa inocente, como si no estuviera preguntando como evitar que me matara si se le cruzaba un cable o yo mismo me lo ganara a pulso.

Hormigas carnívoras... Putas hormigas doradas y carnívoras. Sólo le faltaba eso, tener que lidiar con la locura generalizada. Carla estaba convencida de que lo del árbol había sido alguna especie de alucinación general. Ella no había estudiado ciencias, pero sabía que los árboles no crecían bajo tierra y  menos en un sitio como la Antártida. Era una puta locura pensar que en esa gruta hiciera calor y hubieran árboles mágicos y hormigas doradas. Seguro que habían sufrido algún tipo de intoxicación y los tres habían sufrido la misma alucinación, contagiada por la excitación que debían haber sentido. 

Se guardó su opinión y continuó sorbiendo el café de los terrones, uno por uno. El extra de azúcar la ayudaría a mantener la mente despejada y le daría energía para mantenerse activa durante el resto del día.

Estaba con el tercer terrón cuando Markus se sentó cerca de ella y le dirigió la palabra. Levantó la mirada, clavándola con frialdad en sus ojos. ¿Qué le pasaba a ese tío? ¿Se había comido algún payaso y se le había quedado atravesado? 

— Mantén la bocaza cerrada y no le darás motivos. — Le respondió con sequedad. No tenía ganas de seguirle la broma, ella no estaba allí para confraternizar ni mierdas de esas. Tras decir aquellas palabras cogió el cuarto terrón de azúcar y repitió la misma operación que había llevado a cabo con los anteriores, lo mojó en el café, dejando que se oscureciera y se lo llevó a la boca.