Su hija. ¿En serio? Era posible.
-Ella no lo sabe. Los secretos, tarde o temprano, acaban saliendo a la luz. Como esa cueva y el árbol.
Silvan entendía perfectamente las suspicacias o temores de Nathan acerca de una posible fisura en el equipo de seguridad.
-Si le sucede algo a Miller, me encargo yo. Y viceversa. Si nos pasa a los dos, le toca a usted. Si el grupo expedicionario al completo acaba alucinando y montamos una comuna de monos en ese árbol, salga corriendo y no mire atrás.
Los civiles estarían encantados.
- Oh, sí que lo sabe... y me odia por ello. Así que mejor no se lo recordemos. - reí mientras negaba. - Nunca se me dio muy bien ejercer de padre. - hice una mueca totalmente trivial.
Me parecía correcto que Miller se ocupara de vigilarle, igual que él a ella, pero puse cara de sorpresa cuando dijo que si algo les nublaba a ellos me ocuparía yo. Solté una carcajada. - No se ofenda capitán Silvan, pero dudo mucho que un civil como yo tenga capacidad para encargarse de dos supersoldados como ustedes. - negué. Tras la comuna de los monos volví a reírme. Y luego decían que el capitán no tenía humor.
-Si le parece bien, en caso de ver algo extraño haré bomba de humo y pediré refuerzos. ¿Tengo su permiso, capitán? - pregunté, esperando su confirmación para poder terminar de preparar todo para la expedición.
El capitán cabeceó en señal de asentimiento.
-Pida refuerzos. Por supuesto. Pero haga lo que le he dicho, salga corriendo. Usted y todos.
Cruzaron miradas.
-Confío en que no sea necesario.
Asentí con una sonrisa jovial al capitán. - Me encargaré entonces. - le aseguró. - Yo también lo espero. Si me disculpa, tengo que ir a hacer un par de cosas antes de macharnos. Le veo en unos minutos, capitán. - Dije despidiéndome de él y machándome.
Finalizamos escena.