Partida Rol por web

Me acerqué a la puerta de la habitación de Carla Miller, soldado recién incorporado a nuestra expedición. Mi corazón latía con emoción mientras levantñe la mano para golpear suavemente la metálica puerta que separaba su estancia del pasillo principal de las habitaciones. Al abrirse la puerta, apareció el rostro de una mujer joven y bonita con cara de poder meterme un tiro si me pasaba de listo. 

—Carla Miller, supongo—, le sonreí amablemente. —Soy Nathan Grey, el jefe de esta expedición. Bienvenida a bordo.— Tendí la mano de forma amistosa a la joven soldado.

—Me gustaría invitarte a cenar esta noche en el comedor común. Será una oportunidad para que conozcas al resto del equipo. Creo que ya conoce a su superior, Hugh Silvan, pero si no me equivoco, le queda por conocer al resto del equipo.

Después del intercambio de palabras, me di la vuelta para volver por donde vine, consciente de que esta nueva incorporación prometía un futuro emocionante para nuestra expedición.

Me acerqué a la puerta de la habitación de Erin Callahan, médico recién incorporado a nuestra expedición. Mi corazón latía con emoción mientras levanté la mano para golpear suavemente la metálica puerta que separaba su estancia del pasillo principal de las habitaciones. Al abrirse la puerta, apareció el rostro de una mujer joven y bonita.

—Erin Callahan, supongo—, le sonreí amablemente. —Soy Nathan Grey, el jefe de esta expedición. Bienvenida a bordo.— Tendí la mano de forma amistosa a la preciosa doctora.

—Me gustaría invitarte a cenar esta noche en el comedor común. Será una oportunidad para que conozcas al resto del equipo. 

Me acerqué a la puerta de la habitación del teniente Hugh Silvan. Mi corazón latía con emoción mientras levanté la mano para golpear suavemente la metálica puerta que separaba su estancia del pasillo principal de las habitaciones. Al abrirse la puerta, apareció el rostro de un hombre con cara de poder meterme un tiro si me pasaba de listo. 

—Teniente Silvan, supongo—, le sonreí amablemente. —Soy Nathan Grey, el jefe de esta expedición. Bienvenido a bordo.— Tendí la mano de forma amistosa al soldado.

—Me gustaría invitarte a cenar esta noche en el comedor común. Será una oportunidad para que conozcas al resto del equipo. Creo que ya conoce a su la soldado Miller, pero si no me equivoco, le queda por conocer al resto del equipo.

Me acerqué a la puerta de la habitación del investigador Michael Bjernonsson. Mi corazón latía con emoción mientras levanté la mano para golpear suavemente la metálica puerta que separaba su estancia del pasillo principal de las habitaciones. Al abrirse la puerta, apareció el rostro de un hombre con gafas y mirada inteligente. 

—Dr. Bjernonsson, supongo—, le sonreí amablemente. —Soy Nathan Grey, el jefe de esta expedición. Bienvenido a bordo.— Tendí la mano de forma amistosa al científico.

—Me gustaría invitarte a cenar esta noche en el comedor común. Será una oportunidad para que conozcas al resto del equipo. Creo que le queda por conocer al resto del equipo.

-Capitán Silvan. -rectificó al “jefe” de la expedición. “Un inglés muy inglés como todos los capullos ingleses”.

Hugh aceptó y estrechó la mano. Con medida fuerza y seguridad.

-Entiendo que comprende que la seguridad está a mi cargo y mis órdenes no se discuten.

Silvan no despegó la mirada de los ojos de aquel tipo, calibrando su carácter. 

-Me parece bien. Se lo agradezco. Todo ha sido algo precipitado. ¿A qué hora? 

Los primeros días en un nuevo destino eran los mejores. Aquellos en los que todo eran sorpresas y espectativas, luego entrabas en la rutina, despertabas de sueño y todo se volvía monónoto y aburrido, por no hablar de las decepciones...

Pero aquello no podía empezar mejor. La habían tratado muy bien, el lugar estaba limpio y cómodo, y para colmo el jefe de la expedición era un autentico bombón. Claro que no se esperaba mucha "fiesta" en aquel trabajo, sabía que en climas extremos como ese había muy poco tiempo o ganas para ponerse a "festejar". Pero había otras cosas; la aventura, la exploración, el desafío. Todo ello podía ser igual o más excitante que una noche loca.

-Encantada Nathan- le tuteó mientras tomaba la mano que le ofrecía, sin perder detalle a la temperatura, textura y firmeza. La forma de entrechocar la mano decía mucho de una persona. - Perfecto, cuanto antes nos conozcamos todos mejor. He oído que saldremos pronto.Un momento que cojo la chaqueta...- La verdad es que no le habían dado mucho detalles sobre su misión y como parecía que pronto iba a reunirse con los demás quiso aprovechar esos minutos a solas con su nuevo jefe para ver si sacaba algo en claro.

- A propósito,¿hay algo que debería saber que no venga en los informes? Quizás sea mejor hablarlo ahora sin todos los demás delante...-
 

Llevaba tres expediciones en la Antártida sin encontrar lo que buscaba. Sabía que debía estar ahí, pero a pesar de haber buscado no lo encontraba. Su teoría era sencilla, aunque no era apoyada abiertamente por la comunidad científica, donde las envidias y los egos hacían que quien un día apoyaba a un santo al día siguiente apoyara al diablo. Simple, lógica, y, dentro de su fuero interno, sabía que era la verdad. Habitábamos un planeta que había sufrido 2 grandes glaciaciones. Si la vida había conseguido aguantar esos periodos solo había una posible explicación, la presencia de organismos capaces de sobrevivir en esas condiciones durante cientos o miles de años. Su sueño era encontrar esos organismos originales, secuenciar su ADN y estudiarlo para determinar como ralentizar el deterioro de las células derivado del envejecimiento, y, en sus sueños más audaces, inventar técnicas como la criogenización.

Aun no lo había conseguido, y por eso recorría los lugares más fríos del planeta intentando encontrarlo. Había probado en la Antártida, en el Himalaya, en el Kilimanjaro, pero no había conseguido nada, todos los microorganismos habían acabado muriendo en sus experimentos, nada había obtenido, y su dinero, con el que sufragaba gran parte de sus expediciones se había evaporado, una vez cortado el vínculo con su particular familia.

Así había salido aquella oportunidad. El ártico no le decía gran cosa, porque en el fondo solo era un trozo de hielo gigante, pero pagaban bien y quien sabía si en el lugar más insospechado encontraría las pistas que buscaba. Después de aquello podría pagarse dos o tres años de investigación, así que iba a tratar de que los patrones quedaran contentos.

Estaba leyendo en su habitación cuando la puerta metálica resonó con el repiqueteo de unos nudillos. Michael dio un salto de la cama, se alisó la camisa y puso su mejor sonrisa antes de abrir. Asintió con una sonrisa y cogió la mano del jefe de expedición con una apretón cálido pero masculino. Su madre se lo había dicho, había que ser firme, sin ser brusco, nada de dejar la mano blanda, eso daba idea de debilidad de carácter.

- Gracias por la bienvenida, señor Grey. Para mi sería un placer compartir la cena con el resto del equipo - sonrió divertido - Si nos vamos a congelar el trasero en un cubito gigante más nos vale conocernos un poco mejor. - Se ajustó las gafas con un gesto distraído antes de decirle - Me gustaría que comentáramos sobre la lista de equipo que les suministré. Sé que es caro, pero es muy necesario para estar preparados para las eventualidades que se puedan presentar en la expedición.

No preguntó más, ni por el motivo de la expedición ni que era lo que buscaban. Sabía que a nivel mundial estaba en el top 5 de microbiólogos, y que muchos de sus competidores eran octogenarios incapaces de aguantar un clima tan extremo. Así que la motivación era clara, querían un microbiólogo, lo mejor que pudieran encontrar, pero el motivo por el que lo necesitaban era un misterio que tendría que desentrañar.

Solía hacerme un lío espantoso con los cargos militares. Andy era la buena con las jerarquías, no yo. -Eso es, capitán, lo siento. - me disculpé con una sonrisa de esas que ponía cuando quería parecer no haber roto un plato en mi vida. El militar me dio la mano con firmeza, era un tipo que sabía lo que se hacía y eso esperaba, porque a pesar de que no tenía por qué pasar nada durante esa expedición, era mejor estar seguros de contar con un buen servicio de seguridad.

- No se discuten, señor. Si dice que corramos, corremos. - aseguré. Asentí cuando el capitán dijo que había sido todo precipitado. - Lo ha sido, pero no podemos perder esta oportunidad. Esta expedición puede cambiar el curso de la historia Capitán Silvan. - Miré mi elegante rolex.

- Solemos cenar a las 9, tiene 20 minutos si quiere relajarse un poco. - comenté apartando la mirada del reloj y volviendo a la del militar. - Un placer tenerle en el equipo, capitán. - volví a estrecharle la mano antes de marcharme.

Carla acababa de instalarse en la habitación. Había llegado aquella misma tarde y, después de presentarse ante el oficial de mayor rango, se había acuartelado en el dormitorio y se había estirado sobre la cama, sin quitarse siquiera las botas. El viaje había sido largo y tardaría en quitársele aquel maldito jet-lag. 

Había vuelto a fumar, ahora ya nada le importaba una mierda. Dejó el tabaco antes de graduarse, Cero la había convencido y había tomado aquella decisión sólo por él. Él ya no estaba... 

Se fumó un Marlboro y finalmente dejó que las pesadillas la alcanzaran y cayó en un sueño intranquilo.

En algún momento de aquella flemática tarde, unos golpes en la puerta de metal despertaron a Carla. Se incorporó, ligeramente aturdida, sin saber dónde estaba ni qué era lo que la había despertado. Unos nuevos golpes y entonces recordó que había llegado a la base y se había echado un poco. 

Se levantó de la cama y se dirigió hacia la puerta. Al abrirla vio a un hombre de sonrisa amable. No le gustaban los hombres que sin conocerte te sonreían con cara de bobos. Le miró fijamente, entrecerrando ligeramente la mirada y la dirigió hacia la mano que él le extendía. 

«Tienes que darle la mano, te la está ofreciendo...»

Se dijo y una pequeña mueca asomó a sus labios. Volvió a mirarle a los ojos y extendió la mano, cogiendo la del hombre con firmeza.

¿Conocer al resto del equipo? ¿Para qué iba a querer conocerles? Por experiencia sabía que cuanto menos contacto tuviera con los civiles, las cosas iban mucho mejor. 

— Allí estaré, señor. — 

En algún momento tendría que cenar. Haría acto de presencia, también le serviría para estudiar a los civiles y ver qué clase de problemas podrían causar a la misión. 

La bonita doctora me llamó directamente por mi nombre y eso no hizo más que hacerme sonreír. Era una mujer inteligente y cercana y trabajar con personas, así siempre era agradable. Tras estrechar la mano con Erin, esta se retiró al interior de la habitación para coger la chaqueta y volvió.

- ¿Crees que hay información oculta? - pregunté, con una sonrisa. - Este tipo de misiones siempre tienen información clasificada. Como doctora, tendrás acceso a los informes médicos del resto del equipo, pero el científico, por ejemplo, no. - sonreí. - No se preocupe por la información que no puede ver, la terminará viendo cuando sea el momento. - Hice un gesto con la mano para dejarla pasar primero al ascensor.

- Pero ahora que estamos a solas... ¿Hay algo que te preocupe especialmente? Estoy seguro de que eres una mujer directa y no dudarás en decírmelo si es así.

-Oh, por favor, llámame Nathan. - Sonreí al científico cuando me trató de manera tan respetuosa. - Dado lo que estamos a punto de vivir como equipo, creo que es mejor. Nunca me han gustado demasiado las formalidades. - expliqué, riéndome después por su comentario de congelarnos el culo en un cubito gigante.

- No te preocupes por el equipo Michael... ¿Puedo llamarte Michael? - pregunté, igual prefería un trato más formal. - Dada la envergadura del descubrimiento, su equipo está más que aceptado. - sonreí emocionado, deseando ver su cara al llegar a la cueva. - Vaya bajando al comedor, voy a buscar a la Dra. Callahan es la única que falta por ser invitada a la cena, enseguida les veo.

Acompañé al científico hasta el ascensor y una vez entró en el, fui a buscar a Erin.

Erin le repasó con la mirada de arriba a abajo de forma descarada con toda la intención de incomodarle y demostrar que era una mujer fuerte que no se dejaría avasallar por nada ni por nadie, ni por él ni por los supuestos secretos. Ya se enteraría. Era muy difícil ocultar información a un médico ya que cualquier cosa podía repercutir en la salud y los pacientes terminaban contándote su vida desde que la recordaban.

-Bien, como quieras. Si prefieres mantener el misterio hasta el último momento que así sea. Dudas tengo muchas, pero creo que en cuanto tengamos esa reunión y vea el informe del equipo se me despejarán en su mayoría. Aunque sí que hay una que quizás me puedas desvelar antes de que lleguemos... A parte de ser el mandamás ¿qué otras habilidades tienes?- subió una ceja para crear confusión. Por supuesto se refería a su profesión y el papel que iba a tener dentro de la expedición, pero ella dejó entreveer con ese gesto, que pudiera referirse también a otra cosa.

La expresión de Michael se relajó visiblemente y una sonrisa abierta y genuina se formó en su rostro. Parecía claramente complacido con la proximidad del jefe de expedición y por usar formas menos protocolarias en sus interacciones.

- Lo celebro, yo tampoco soy muy dado a las formalidades, de hecho, creo que las he gastado todas en mi frase anterior - Dijo divertido - Está bien. Nathan.

Lo que no pareció hacerle tanta gracia fue que no se preocupara por el equipo. Siempre que un jefe decía que no se preocupara por el equipo era porque, precisamente, había que preocuparse más del equipo. Aun así sonrió y dijo

- Claro, y Misha, mis amigos me llaman así. Si vamos a pasar tanto tiempo juntos más vale llevarse bien. - Se permitió sonreír cuando dijo que su equipo estaba más que aceptado, aunque siempre le quedaba una duda. No le habían dicho de que iba el descubrimiento, pero entendía que si era proporcional al sueldo debía ser algo importante. Sonrió y señaló en una dirección

- ¿Se va por ahí, verdad? - se sonrió - Tengo el sentido de orientación de un topo en la superficie.

Tras recibir confirmación se dirigió hacia el ascensor que le había indicado Nathan. La verdad es que tenía hambre, en esas expediciones la comida solía ser mala una vez abandonabas el campo base.

Relajarse...¿Qué quería decir ese inglés que usaba la lengua como mantequilla derretida para untar oídos ajenos? Relajarse fue ponerse las botas, releer la escueta nota con información y encaminarse hacia la sale del comedor. 

Silvan se detuvo solo unos instantes en la puerta de la entrada, el tiempo preciso para observar con detalle la estancia y a sus ocupantes. La mujer atrajo su primera mirada, una tía con cara de listilla con expresión marcando distancias. Otro con la sonrisa de un payaso, quizás el gracioso del grupo, y por último Nathan y su perenne sonrisa.

Hugh también entró con la sonrisa por delante, algo seria, de corte cínico y suficiencia. Vamos, demostrando quien llevaba los galones. 

-Señores...Señorita... o Señora...Mi nombre es Hugh Silvan, capitán Silvan. Me vale con Hugh. ¿Qué tenemos de cena?

No me pasó por alto que la doctora era una mujer, no solo con los pies en la tierra, sino con el carácter de un volcán en erupción. 

-No se trata de misterio, doctora. Se trata de información clasificada. Aquí cada uno tenemos una función, la tuya es mantenernos a todos sanos. -Sonreí. - En los informes tendrás toda la información que necesita. No obstante, si veo que hay algo que pueda decirle, lo haré.

Me reí cuando me llamó mandamás, llamé al ascensor y entramos al tiempo que preguntaba por mis otras habilidades. Su rostro era juguetón. Sin duda Erin iba a ser chispa de vida en ese grupo.

-Bueno, podría decirse que soy hábil negociador. Se me da bien conseguir todo lo que quiero. Sea para mí o para mí... equipo. - pulsé el botón de la planta donde estaba situado el comedor. -Esta expedición es algo que lleva años rondándome la cabeza y al conseguir indicios de que podía ser posible no he parado hasta conseguir todo lo que necesitaba y a todos los que necesitaba. - La miré fijamente a los ojos. - Soy un privilegiado porque vengo de familia adinerada, pero le aseguro que todo lo que mis manos tocan, es fruto de mi esfuerzo. - dije con una sonrisa juguetona.

La puerta del ascensor se abrió. - Iré a buscar al resto del equipo. Por favor. - le indicó a Erin para que se adelantara.

Poco a poco, el comedor de aquella lata, en mitad de la nada, se fue llenando de personas que habitualmente estaban trabajando en aquellas instalaciones y de los recién llegados a la expedición que Nathan Grey fue reclutando. Primero llegó Carla Miller, una de las soldados, seguida de Erin Callahan, la doctora, Michael Bjernonsson, el científico y por último Hugh Silvan, el capitán.

Nath había ido subiendo y bajando trayendo a los nuevos y al terminar, se sentó junto a Andy y a mí al tiempo que el capitán Silvan hacía que todos le escucháramos.

- Para nuestra desgracia, guiso duro de carne de foca y verduras rancias crecidas en tarros con lámparas. - bromeé contestando al capitán. La cena aún no estaba lista en realidad, pero no debía de faltarle mucho. - ¿Por qué no se sienta con nosotros, Capitán? - pregunté y me puse de pie buscando con la mirada al resto. - Doctora, cerebrito, vengan que en la mesa de los importantes hay sitio. - llamé a la rubia y al hombre de gafas. Busqué también a Carla y cuando la localicé le hice un gesto con la mano.

- Al jefe ya le conocen. Yo soy Markus, Markus Ledger. Soy explorador y en mi tiempo libre me dedico a dibujar mapas y hablar sobre monumentos a los turistas. Seré el encargado de guiaros por estas gélidas tierras y la impresionante cueva a la que vamos. - Sonreí amigablemente. - Esta es Andy, es un poco tímida y borde, no le deis la mano porque muerde. - me reí y esta me metió un codazo en la pierna, ya que al estar de pie, era donde le pilló el codo. - ¡Auch! Andy, casi me das en las pelotas. ¿Veis lo que os digo?

Como siempre, Markus tuvo que llamar la atención de todo el mundo. Era agotador compartir aire con él. Tras el codazo, miré a los presentes. - No muerdo. - recalqué con voz la voz tan firme como pude. - Un placer conocerles. Andrea Oakley. - no me presenté mucho más porque lo consideré innecesario, seguro que ya sabían quién era y si no lo sabían es que o no tenían los informes o no se los habían leído, en cuyo caso, no era mi problema.

Erin tenía más pinta de una turista que se había perdido que de una médico doctorada. Vestía ropa cómoda y práctica, el pelo lo llevaba recogido de forma casual con una pinza y lucía una sonrisa radiante que regalaba a cualquiera que cruzara la mirada con ella. Se diría que estaba en su salsa.

Había saludado cordialmente a todos y se había presentado diciendo su nombre, pero no comentó nada más que fuera relevante, queriendo esperar a que estuvieran todos presentes y quizás ahorarse el tener que repetirlo.

Se rio ante las bromas del guía que a ella sí que le parecían graciosas y observó que allí ya había algunos que se conocían por los gestos de confianza que veía entre ellos.

Se puso de pie cuando le pareció que había lleagdo el momento de formalizar las presentaciones: -Hola a todos- saludó con un corto movimiento de la mano. -Pues, como ya os he dicho me llamo Erin, doctora Callahan para los tios serios y estirados- torció el gesto de forma bromista.

- Seré vuestro médico de cabeceza y espero que nada más... Me refiero a que espero que me hagáis caso cuando os diga que os abrigueis bien y no os tenga que amputar algún miembro y a esas cosas. Pero vamos que también os puedo operar si es necesario, medicar o lo que haga falta.

Qué decir tiene que todo lo que me contéis será, por supuesto, secreto profesional, así que si alguno tiene algún problema que pueda afectar a la expedición a corto o largo plazo será mejor que me lo hagáis saber. Por desgracia aún no ha caido en mis manos vuestros informes así que solo sabré lo que me contéis. No dudéis en consultarme cualquier cosa que para eso estoy.- Se quedó un rato pensativa.

- Bueno, creo que eso es todo por el momento...- Se volvió a sentar y le dio un trago al café mientras esperaba a que se presentara el resto.

Tras seguir las indicaciones del jefe de expedición llegó al comedor. Según había leído en los perfiles de todos los miembros era una expedición bastante atípica para ser considerada científica. Primero dos militares, en el polo norte, ¿Qué problemas esperaban? ¿Qué les atacara un oso?, pero ahí estaban. También le extrañaba la presencia de una doctora, porque menos remedios para el resfriado, las pequeñas congelaciones y demás problemas derivados del frío no creía que fuera imprescindible. Por no hablar de una arqueóloga, cuyo campo de conocimiento estaba en las antípodas del suyo. No tenía sentido pero pagaban bien, no había mucho más que discutir.

El jefe de seguridad, si se le podía llamar así, les saludó con esa típica sonrisa de, no soy vuestra niñera, así que no me metáis en líos y haced lo que quiero que hagáis, pardillos. Michael sonrió, no era el primer jefe de seguridad encantado de haberse conocido y con ganas de demostrar que era quien meaba más lejos, bastaba con seguir las instrucciones y todo iría bien con él.

- Capitán - dijo con un gesto de reconocimiento. Ese tipo de hombres solían reaccionar a las graduaciones mejor que a los nombres. Miró en dirección de la mesa y arrugó la nariz en cuanto oyó hablar de foca. No le gustaba la foca, y en las expediciones por esas latitudes parecía ser que era lo único que sobraba. El guía les reclamó a la mesa, a él como cerebrito, pero no pareció molestarle y sonrió lamentándose

- Lástima que el trato de los VIPs no sea mejor, foca no es un plato como para empezar una expedición. Es algo de cuando llevas 2 meses y estás harto de raciones militares.... Pero habrá que conformarse.

Ocupó su sitio procurando sentarse lejos de los militares, que solían verse intimidados por su cerebro y tratando de sentarse cerca de la arqueóloga. Salvo la doctora, ella era lo más parecido a un científico en aquella sala, y seguro que hablaban algún tipo de idioma común. El guía era abierto y extrovertido, como le gustaban, y cuando la antropóloga reaccionó a su comentario no pudo menos que reír.

- Si te hubiera dado las habríamos tenido que ir a buscar en medio del hielo, y sin guía, no sé si la hubiéramos encontrado.

Miró sonriente en dirección a Andy y extendió la mano

- No le hagas caso, Andrea. Los académicos tenemos que aguantar el San Benito de ser tildados de raros, bordes o fríos. Ellos no tienen los problemas de tener una sola vida y tanto por estudiar. - Miró hacia su mano con seguridad, sin asomo de dudas de que no le mordería - Es un placer conocerte. Soy Michael y renunciaré a que pronunciéis mi apellido bien, así que, con Misha será más que suficiente.

La llegada de la doctora fue recibida con curiosidad. Las mujeres guapas no solían participar en una expedición, menos en cubitolandia, ni solían ir vestidas como si fueran de turismo. Se sonrió. No sabía que hacía allí pero esperaba que, ya que la tenían, supiera lo que hacía.

- Me quedo con Erin, siempre que no acerques el serrucho a ninguno de mis miembros. Por mi parte nada, a parte de alergia a las agujas y a que la sangre se salga de mi cuerpo no tengo nada. - Y aunque lo dijo con una sonrisa se podía ver que Michael era un poco aprensivo con los médicos.

Cuando Carla entró en el comedor, éste estaba vacío y a la comida parecía que todavía le quedaba un buen rato. Se planteó regresar a su dormitorio y echarse a dormir. Todavía estaba jodidamente cansada después de aquel largo viaje hasta el culo del mundo y lo último que deseaba era tener que socializar. Al día siguiente ya conocería a los civiles y le pediría los informes a Silva, pero... Joder, aquello no era un puto hotel y no podía pedir la comida cuando le diera la gana, si no iba a la hora de "cenar" tendría que aguantar hasta el día siguiente con el estómago vacío y estaba muerta de hambre. Así que desechó la idea de dar media vuelta y finalmente entró en el comedor.

Se sentó en la mesa más alejada que vio y sacó un libro de tapa blanda, que ya estaba bastante viejo y manoseado, de la bolsa de tela que había llevado al hombro. El libro, a pesar de que muchos dirían que era "de bolsillo", era condenadamente grueso como para llevarlo en un bolsillo.

Se sumergió en la lectura, mientras el resto del equipo iba llegando al comedor. Estaba sentada de lado, con medio cuerpo apoyado en la pared y una de las piernas doblada bajo su trasero.

Sólo apartó la mirada del libro cuando escuchó la voz de su superior y la dirigió hacia él. Cuando había llegado al complejo se había presentado ante su persona y le había entregado la carta donde se especificaba que había sido elegida para aquella expedición. Tras eso le había pedido permiso para retirarse y se había recluido en su dormitorio, hasta que aquel pelma había ido a molestarla. 

Se irguió ante su presencia y llevó su diestra a la sien, a modo de saludo. Volvió a sentarse y dirigió la mirada hacia el que se presentaba como el guía, cuando éste le hizo un gesto para que se acercara. Negó ligeramente con la cabeza y volvió a coger el libro, simulando enfrascarse nuevamente en la lectura, pero su atención estaba en los civiles y sus banales e hipócritas conversaciones. Aquello empezaba a parecerse a una guardería y, si se descuidaban, no tardaría en aparecer algún director bonachón para proponerles un juego en el que tuvieran que presentarse mientras cantaban una estúpida canción...