Partida Rol por web

Los gritos de Sarah aumentaban mientras los tres supervivientes aprovechaban la situación para salir corriendo de allí. Ayudando a Dorian, Diana le ayudaba a caminar mientras este se llevaba la mano al abdomen donde había recibido el disparo. Asis abría la marcha apremiándoles a caminar. La momia emitió un sonoro grito mientras avanzaba hacia la profesora que se mantenía centrada en seguir recitando aquellos párrafos. Entonces se internaron en los pasillos y dejaron de verla, aunque aun se oía su voz.

Los tres aventureros caminaban todo lo rápido que podían intentando dejar atrás a la criatura y a la loca de Achenloft. Además de los cánticos, oyeron un disparo. Dos disparos, tres… un rugido, todo tembló, el grito desesperado de Sarah y finalmente silencio. De nuevo aquel terrible y sofocante silencio. Asis fue a tomar una curva que recordaba del mapa pero se encontró con una pared. Lo miró extrañado pues había memorizado el mapa y se suponía que aquel era el camino directo a la salida ¿Acaso se equivocaba? ¿O el templo seguía impidiendo su salida? Se aproximó más a la pared y vio que la pared no era un camino sin salida, sino que al otro lado, podía ver el pasillo y al fondo, una leve luz. La luz de la salida. Se giró para preguntar a sus compañeros pero la voz se le quebró. Justo detrás de ellos, se encontraba nuevamente la criatura. Los dos compañeros se giraron y contemplaron horrorizados como la tenían encima. El ser levantó la mano y señaló.

- Ladrón –

Su dedo acusador señalaba a Dorian. Diana estaba congelada sin saber que hacer cuando de pronto sintió que el brazo de su compañero la empujaba con fuerza contra la momia. Mientras su cuerpo se inclinaba hacia adelante y trastabillaba, entendió que Dorian la acaba de vender como había hecho la primera vez la profesora Achenloft. El americano comenzó a caminar rápido hacia Asis y la salida. El joven se fijo sorprendido como al acercarse Dorian, la pared se cerraba más, desapareciendo aquella abertura que le permitía ver la salida. El templo no les dejaría salir mientras Dorian siguiera con ellos.

Sin problema, puedes usar el bono de supervivencia en ambas

Se puede hacer lo que dices asi que adelante. Deseoso estoy de ver como queda todo

Dorian se quedó un momento paralizado mirando tras la espalda de Asis. Entonces alzó la mano y señaló a la espalda del muchacho. 

- ¡Cuidado Asis! - Le dijo a viva voz sin dejar de señalar hacia lo que tenía Asis justo detrás.

Dorian esperaba con esa acción teatral que el pobre egipcio picara y girara la cabeza hacia la pared, dándole la espalda por un momento a la verdadera amenaza, la momia. Ese impás sin duda iba a ser aprovechado por aquel ser de ultratumba para acabar con el porteador y ese momento sería aprovechado por los demás para sobrevivir, entendiendo demás como él y quizás y sólo quizás Diana, si es que lograba zafarse de la momia tras su empujón.

Dorian comenzó a correr todo lo rápido que sus piernas y su herida le permitían. No iba a quedarse a ver lo que allí abajo iba a tener lugar. Poco le importaba ya la cena que le había prometido a Diana y mucho menos le importaba la suerte que pudiera o no tener Asis. Casi prefería que la momia se los comiera a ambos, pues él, tras aquellas dos últimas jugadas sucias, sin duda sería el centro de la ira de ambos, una vez en el exterior de aquella tumba.

Diana volvió a ser traicionada. Otra vez. La verdad es que aquello ya no la pillaba por sorpresa. Había aprendido por la malas que no podía fiarse de nadie.

Ya con cierta práctica Diana volvió a esquivar el envite de la momia a la par que continuaba corriendo hacía la salida. Si se cerraba suponía que al morir Dorian se volvería abrir, sin embargo no podían arriesgarse.

Así pues le gritó a Asis, que parecía mucho más en forma que Diana que estaba al borde de la extenuación y el colapso mental. -Asis! Mientras Dorian continúe con nosotros la cueva no nos dejará salir!

Y así dejó en manos del joven porteador su futuro. Quizás la volverían a traicionar, pero hasta ahora había conseguido capear completamente el temporal. Además la visión de la salida empezaba a darle cierta luz a la situación.

Asis, haz una tirada de interacción para ver si cuela el engaño

Asis se sentía al borde del colapso, estaban tan, tan cerca de lograr salir de ahí... Su sentido de la orientación jamás le había fallado, hasta aquel momento, por lo que parecía. Un último muro infranqueable se interponía entre ellos y la salida, incluso se entreveía la luz al final, y si Asis no había perdido el juicio del todo, una fina corriente de aire. Casi parecía que la tumba en sí misma se estaba riendo de ellos.

Instintivamente, el joven se giró hacia donde Dorian le había señalado, sin saber muy bien qué más esperar. Era lógico que aquella criatura les iba a perseguir hasta el fin del mundo si hacía falta. Casi podía jurar que sentía su hedor y aquellos gruñidos guturales que la criatura emitía, acercándose  En su mente racional, era evidente que aquello era algun tipo de artimaña del americano, especialmente tras lo siguiente que escuchó, que fueron las palabras de advertencia de Diana. Y sin embargo, se giró, deteniéndose y quedándose algo rezagado, mientras el señor Applesmith seguía corriendo y la oportunidad de cobrarse venganza por su padre y por Samara se desvanecía.

A Diana le pilló de sorpresa el empujón, pero no era la primera traición que sufría desde que estaba aquí por lo que esta vez supo reaccionar a tiempo. Esta vez se dejó llevar por el impulso y aprovechó el movimiento para dar una voltereta justo para ver el brazo de la criatura intentando agarrarla. Esto la alejó de la salida, pero había salvado la vida.

Dorian echó a correr hacia la salida y gritó a Asis quien, sospechando de él, no le hizo mucho caso. El grito de Diana confirmó que no podía fiarse del americano, pero toda la situación le distrajo lo suficiente para que cuando Dorian pasó a su lado, no viera el brazalete dorado que llevaba en la mano. No le vio alzar el brazo con la joya bien agarrada y por ello sintió como aquel hombre le golpeaba en la cara con todas las fuerzas que le quedaban en la cara con aquella pieza de oro.

Todo se volvió borroso para el joven que sintió como se le rompía la nariz y perdía el equilibrio por el golpe, haciéndole caer contra la pared del pasillo y sintiendo un potente dolor en la cabeza al golpear con esta en el suelo. Al tocar la piedra, tal vez por sentir que era un inocente, se abrió, dejando el pasillo nuevamente abierto y al fondo, el brillo de la luz entrando por la salida.

Dorian ni siquiera miró al joven y con la mano apoyada aun en su estómago para no desangrase, empezó a correr torpemente hacia el pasillo que se había abierto. Diana intentaba esquivar al monstruo mientras miraba aterrada como aquel traidor dejaba a Asis en el suelo para salvar él la vida. Fue entonces cuando la momia miró hacia el americano y alzó los brazos, lo que hizo que la arena se alzara a su alrededor, como dos columnas de arena. Entonces movió los brazos hacia delante y la arena se lanzó rauda por el escapista.

Dorian corría viendo la arena que se abalanzaba hacia él, su corazón palpitaba con fuerza, podía sentir la sangre saliendo a borbotones de la herida, pero también empezó a sentir el calor del sol, el soplar del aire, la luz de la salida. Ya casi podía sentir la victoria, la salvación, pero la arena casi le cogía, iba a la altura de su cabeza, horizontal, como una cuchilla que buscaba su cuello.  La momia rugió y la arena aceleró y se lanzó con velocidad buscando decapitar a aquel ladrón. Pero Dorian no pensaba rendirse, se tiró al suelo, cayendo pesadamente contra la piedra, pero viendo como la arena se cerraba a la altura en la que hacia unos instantes había estado su cuello. La arena se cerró en un intento por decapitarle y entonces se deshizo.

Dorian no se creía su suerte y más cuando al mirar hacia delante, vio que todo el suelo de la entrada había sido sustituido por un enorme agujero que lo abarcaba entero. Solo tenía que ponerse de pie, tomar carrerilla y saldría de allí. Se empezó a incorporar cuando el suelo bajo él crujió, se resquebrajó y aunque intentó rodar, la piedra se deshizo ampliando aquel agujero.

El rostro de Dorian se tornó en terror al sentir como todo el suelo en el que se apoyaba se desvanecía y su cuerpo se precipitaba hacia aquella oscuridad, tragándolo irremediablemente. Mientras era devorado por aquel agujero una voz resonó en las paredes.

- LADRÓN –

El eco repitió aquella palabra mientras Dorian desaparecía en la oscuridad.

Diana se abalanzó hacia Asis mientras le instaba a ponerse en pie. El grito de Dorian había inundado el lugar cuando había caído al vacío. El joven se puso en pie a duraas penas, con la cabeza aun aturdida por los golpes, la joven tiró de él, señalando la salida y le gritaba que corrieran. Gritaba y gritaba y de pronto dejó de hacerlo. Asis abrió mucho los ojos viendo la extraña expresión de sorpresa que tenía la joven, temblorosos, ambos bajaron la vista y vieron como la arena compacta como una lanza, se agitaba arremolinada a través del cuerpo de Diana. La arena la había atravesado el abdomen desde la espalda.

Aterrada, la joven miró a Asis mientras le pedía ayuda con la mirada, no quería morir, no alli, no así. Se agarró con fuerza a las manos de Asís y este intentó sujetarla, pero entonces aquella arena se empezó a mover, se contrajo, arrastrando con fuerza el cuerpo de la chica que se movió como un muñeco de trapo. El joven intentó agarrarla, pero se le resbaló entre los dedos y vio como se la llevaba en volandas.

Diana gritó y gritó sin dejar de pedir ayuda con los brazos extendidos hasta que su cuerpo chocó con un muro de arena que ahora había tras la momia. Cuando su espalda tocó la arena, de su boca salió una luz blanca, un fuego fatuo como los que habían visto en aquella cueva y se desvaneció al instante tragada por la momia. Mientas, aquel muro se tragó su cuerpo y empezó a devorar su carne y a entrar en sus pulmones, no quería morir, pero tampoco sufrir. La criatura tuvo la deferencia de cumplir al menos uno de sus deseos. En paneas un instante, La vida de Diana se había apagado.

Solo quedaba Asis que aun temblaba ante lo que acababa de contemplar. La momia se relamía tras haber consumido aquel fuego fatuo y lentamente giró su cabeza hacia él. El miedo le tenía paralizado, tras de él estaba la salida, pero algo en su interior le decía que no podría salir de allí que aquel monstruo no le dejaría. La criatura abrió la boca.

- Tu alma es mía -

Y lloró. Lloró de rabia e impotencia al ver como había terminado todo. Sin fuerzas, derrotado, apretó los puños de rabia. Ya nada podía hacerse. La momia comenzó a caminar hacia él.

- Vamos, no te rindas. Tienes que vivir –

Aquella voz le hizo alzar la cabeza, no por extraña sino por familiar, la conocía muy bien.

- No te preocupes por nada. Solo corre. Ahora tu madre cuidará de mí. Y yo lo haré de ti -

A su lado, un fuego fatuo volaba a la altura de su cara. En el aire se materializó un rostro, el rostro de alguien a quien ya creyó que no volvería a ver. El rostro de su padre.

- Estoy orgulloso de ti hijo. –

Y la luz se abalanzó hacia la momia mientras una ultima frase inundó la sala.

- Te quiero -

Y el fuego fatuo chocó con la momia, cegándola momentáneamente haciendo que, al igual que antes, abriera su horrible boca para devorarla. Su padre estaba luchando por él y más importante aún, su padre quería que viviera. No pensaba decepcionarle.

Distraída la momia por el alma de Hamid, Asis echó a correr velozmente por el pasillo y hacia la salida. Llevaba medio pasillo recorrido cuando la criatura rugió y aquella columna se abalanzó de golpe como un tsunami de arena que cubría todo el pasillo. Los pulmones le ardían, los músculos le dolían pero no frenó, no miró atrás aunque podía oír aquel torrente de arena abalanzándose hacia él.

Ya casi había llegado, podía ver la entrada, pero entonces vió el agujero que había ahora en aquel lugar, recordando entonces todo lo que había vivido cuando todo se fue al infierno. Pero no se rindió, tenía que vivir. Podía sentir la arena a su espalda rozándole y quemándole al contacto pero eso solo le hizo correr más, era un hueco muy grande, era imposible saltarlo, apenas unos metros para llegar, la voz del monstruo volvió a sonar.

- ¡ERES MIOOOOOO! –

Y cuando se disponía a saltar, fue el templo el que reaccionó y sin entender por qué, el suelo se extendió desde la pared y hacia la entrada como una plataforma, deteniéndose a mitad de camino, cual puente inacabado. Pero aquello era todo lo que Asis necesitaba. Recorrió esos metros gaados y cuando llegó al final se impulsó para saltar lo que quedaba de agujero. La arena a su espalda tomó la forma de una mano, sus dedos empezaron a cerrarse a su alrededor, la arena empezó a entrar en sus pulmones. Y de pronto sintió un golpe de calor, la luz del sol le cegó y la mano estalló como si chocara con un muro. El cuerpo de Asis rodó por el suelo golpeando contra una de las columnas que había en la entrada de la tumba.

Su corazón latía desbocado, el aire le faltaba y comenzó a toser, echando arena con cada tosido. Entonces se fijó donde estaba, la arena que tenía bajo él, el cielo azul sobre su cabeza. Lsa lágrimas se agolparon en su rostro. Estaba fuera. Un fuerte sonido comenzó a retumbar y al girarse rápidamente, vio que la puerta de aquel lugar maldito se estaba cerrando. Entonces se sorprendió de ver una figura en la entrada, una persona ataviada con un traje ceremonial religioso. Tardo un poco en recordar donde le había visto pero lo recordó rápido. Era el sacerdote que se había sacrificado para atrapar a aquel espíritu en ese templo maldito. Aquella aparición tenía la mano alzada, como despidiéndose y su rostro mostraba agradecimiento. Sus labios se movieron formando una frase.

- Lo siento -

Y la puerta se cerró, encerrando todo el horror que contenía como había hecho en el pasado y como haría muchos años más. Tardó un tiempo en recomponerse y en entender lo que había pasado, pero finalmente empezó a moverse por el solitario campamento. Más de una veintena de personas habían ido a aquella expedición, ahora solo uno preparaba uno de los camellos, listo para volver a la civilización.

El animal se alejó velozmente de aquella estatua que, como una advertencia, permanecería entre las arenas avisando a cualquier incauto que se atreviera a intentar entrar en aquel lugar.

“Las arenas lo guardan… Los ladrones serían castigados”

EPILOGO

Dorian se apoyó en la pared de roca mientras se arrastraba en la oscuridad. No sabía cuanto había pasado desde que callera por el agujero y volviera a aquella red de cuevas que parecía extenderse bajo la tumba. Lo que si parecía cierto es que la criatura no podía llegar allí al ser una zona fuera de su prisión. Solo tenía que seguir buscando, era una cueva y seguro que tendría otra salida, solo tenía que encontrarla. Pero caminar a oscuras se lo estaba dificultando mucho.

El silencio le rodeaba desde hacia horas mientras caminaba lentamente por el lugar. La herida había dejado de sangrar. Hacía falta mucho más que una tumba maldita y una momia loca para acabar con él.

- Así que finalmente te has quedado aquí. Eso nos da una oportunidad -

Dorian se sobresaltó al oír aquella voz y cayó al suelo. Era la voz de Sarah Achenloft. Se intentó incorporar y al hacerlo tocó algo metálico. Al palparlo no se creyó su suerte. Era su mechero. Lo asió con fuerza y lo encendió y al hacerlo el rostro de aquella mujer apareció frente a él, solo que más traslúcido y fantasmal.

- Contigo aquí, es posible que consigamos salir. Solo tienes que dejarme entrar. –

Y los ojos de aquella aparición se hundieron mostrando negritud al tiempo que su boca se abría y se abalanzaba hacia él y se apagaba la llama.

Un grito inundó sala y después silencio.

...FIN?