Kyliana culminó el ritual para transformar aquel lugar, antaño dedicado a un dios muerto, en un templo consagrado al Señor de la Muerte, del asesinato y del retorno de los difuntos a la no-vida. Ciertamente la goblin concluyó agotado sus ritos y pelgarias, pero satisfecha por haber logrado la hazaña no tan solo de derrotar a los peligrosos guardianes de aquel lugar, sino también de propiciar el cambio del lugar en honor a Chemosh.
La sacerdotisa se quedó dormida tras el esfuerzo. Tuvo sueños muy vívidos durante el tiempo que permaneció en el mundo onírico. Sueños en los que su dios patrón le agradecía sus esfuerzos como nadie había hecho nunca antes. Sueños en los que Chemosh le hablaba con palabras cálidas como no recordaba. Algo que el dios Mudo no hubiera hecho nunca. Gilean no era un patrón agradecido y en cambio aquel al que otros llamaban malvado, era todo lo contrario.
Despertó con una sensación extraña. Lo primero que notó fue que a su alrededor todo parecía más pequeño de como lo recordaba. Era eso o que ella misma había cambiado de tamaño. Acto seguido, al apartarse un mechón del rostro, pudo comprobar que su pelo era mucho más suave y delicado. No era ese oscuro y áspero pelo de goblin con el que había tenido que lidiar los últimos años, sino un fino cabello dorado, del mismo tono que tuvo Kylian cuando aún era humano. Luego se percató de que sus manos no eran de ese morbido color verduzco amarillento, sino que eran manos humanas, como las que tuvo antes de que Klurunig le devolviera a la vida en forma de sabandija humanoide.
La ya no tan joven sacerdotisa se tocó el rostro. Sus facciones habían cambiado. Sin duda Chemosh había propiciado el cambio que tanto ansiaba en lo más profundo de su ser. Quería dejar de ser aquella criatura horrenda a la que todos detestaban, aunque habían alcanzado a soportar. Quería volver a ser aquel joven risueño que fuera antaño y quería volver a poder disfrutar de una vida normal entre los que siempre había considerado sus iguales. No era el Kylian Brickstone que fue, pues seguía siendo Kyliana de Mem, pero en otro cuerpo.
Kyliana se puso en pie acercándose hasta el altar del templo. Allí había un pila que contenía agua maldita. Lentamente y con algo de nerviosismo, la mujer se acercó a la pila con inteción de ver su imagen relejada en la misma. Primero confirmó que su cabello de nuevo era rubio, luego que su piel había dejado de tener un tono enfermizo, sus ojos volvían a ser de color avellana y sus labios eran de un negro intenso. Aquello no había sido nunca así, pero en contra de lo que puderia parecer, aquel detalle le gustó sobremanera. Su sexo no había variado en la transformación, pero su rostro era muy parecido al del Kylian original, aunque mantenía sus rasgos femeninos. Volvía a pertenecer a la raza humana y se sintió realmente emocionada y sobre todo, agradecida...
- ¡Gracias Chemosh! - Alzó los brazos hacia el techo de la capilla. Las lágrimas resbalaron por sus claras mejillas sonrojadas. - ¡Gracias de todo corazón! ¡Estoy en deuda contigo! - Le reconoció agradecida.
Tras su nueva mutación, Kyliana abandonó el Templo de Chemosh. La sacerdotisa caminó de forma decidida de regreso al reencuentro con sus compañeros de fatiga. La mayoría de ellos no podrían reconocerla en su nuevo cuerpo. Pero Enrille si lo haría. Su más antigua amiga sabía como era antes de morir y su rostro, pese a ser de mujer, era el rostro de Kylian Brickstone antes de convertirse en espectro vengativo y antes de regresar a caminar sobre Krynn en el cuerpo de una goblin.