Partida Rol por web

If miró con mala cara al sirviente idiota de Godofredo cuando le empujó. De buena gana le hubiera dado un guantazo que hubiera hecho volar el mugriento gorro, pero al final quedó en un suspiro de hastío mientras se recolocaba las pieles No estaba bien pegar a los faltos, por muchas ganas que tuviera.

Siguieron avanzando. El calor de empujar el carromato se había esfumado tan pronto como su sonrisa de superioridad -atusándose la perilla-, mientras escuchaba a unos y otros hablar de gobiernos, tribus, impuestos y guerras se había esfumado. Hacía demasiado frío como para tratar convencer a esos bárbaros nórdicos retrógados que tenía alrededor de que la solución era instaurar un califato pacífico, acoger a los más sabios pensadores de todos los reinos y rezar a Dios. Al verdadero, claro.

Tan solo asintió un poco cuando la enana explicó a la cavernícola verde que hacía falta la ley. Por supuesto, así era como se fundamentaba la civilización y el progreso.

Miró con desprecio al siervo de Godofredo cuando habló de ir a la mal llamada torre. Además de molesto era insultantemente feo. Seguramente sus padres eran hermanos, o primos. Luego dedicó al Conde una sonrisa:

— Mi señor Godofredo, vuestro buen siervo tiene razón. Allí nos recibirán como se merece vuestra merced, y podréis hablar con ese abad sin más contratiempo.

Tenía tanto frío que mis pelotas se habían empequeñecido tanto que no sabía si seguían en su sitio o se me habían caído. Miré al sarraceno, asintiendo. Allí, debido a la alta posición de mi señor, seguro que le daban hospedaje y le agasajaban con ricas viandas. Restos que podría roer tranquilamente cuando terminara Godofredo y su anfitrión. Me relamí la boca pensando en un rico capón a la pimienta con espárragos. Volví al presente al darme un escalofrío que me recorrió todo el cuerpo y empecé a dar saltitos en el sitio para entrar en calor. Al quedarnos parados para pensar qué hacer, me estaba enfriando. Si al final optábamos por una posada, que se decidiera ya o me iba a poner de color azul. Para entrar algo en calor, subí la calefacción interior. Me acerqué a la enana, a la cual sabía que le gustaba degustar mis ventosidades, y me ahuequé disimuladamente.

-"Aaahhh." Dije complacido.

Notaba cómo el caliente gas subía por mi espalda y se expandía por los pantalones, para después salir al exterior. El tufo era muy desagradable, como a muerto, igual que un cadáver en descomposición, cosa que hizo que me apartara de Dwama para que se lo comiera tranquilamente y sin distracciones. Veía cómo el efluvio dejaba pequeñas volutas de humos en su expansión, debido al frío reinante.

- ¡Maldito cerdo! - Gritó Dwama cuando el aroma a interioridades de DelCojón inundó sus vías respiratorias.

Quiso la enana dar caza al bribón, mas le fue imposible. Primero porque sus cortas patas de nuevo, fueron un impedimento a la hora de agarrar a aquel desagradable tipejo, y segundo por las arcadas. Y es que la buena dama enana tuvo en esta ocasión que hacer un esfuerzo digno de titanes para no regurgitar lo que había ingerido al mediodía y durante la tarde.

- ¡Ya te cogeré ya! - Pudo lanzar una amenaza entre arcada y arcada.