Partida Rol por web

Al percatarse de lo que ocurría Derek salió disparado tras Linselot, no había tiempo para explicaciones. Al ver como la joven se lanzó hacia las llamas que rugían sin descanso.- ¡Linselot espera!- Fue inútil pues la chica ya estaba dentro.- Piensa Derek piensa. Agua, no. Hay algo más útil. ¡Apartaos!- Intentó que todos los que estuvieran a su alrededor se moviesen para tener espacio suficiente y comenzó a recitar.- Tierra, envía a tu hijo para que me sirva una vez más. Necesito su fortaleza para una tarea que solo la tierra y roca pueden realizar. Una vida está en peligro y tenemos que salvarla.- El suelo tembló y pequeñas rocas comenzaron a amontonarse enfrente suya, primero despacio hasta que fueron ganando velocidad, se amontonaron entre sí y con un fuerte sonido explosivo tomó forma una criatura de roca que se elevaba sobre lo que parecían ser dos piernas.- Petro, ahí dentro está una mujer y su hija. Ve por ellas y rescátalas de las llamas.

No le pareció suficiente, por lo que buscó desesperadamente una fuente de agua, cogió uno de los cubos que traían los vecinos y repitió el proceso. Esta vez hundiendo las manos en el líquido transparente y fresco.- Ondina escúchame tu también, te ruego uses tu refrescante poder para socorrer a quién lo necesita. Que las aguas que dan la vida se alcen para salvar a otra.- Un remolino comenzó a formarse dentro del cubo, ganando altura hasta convertirse en un pequeño tifón con forma humanoide.- Apaga esas llamas y salva a quiénes están dentro. ¡Ondina te lo pido!

Cogió aire para recuperar el aliento durante unos segundos, tras ello comenzó a mover cubos de agua con el resto para apaciguar el fuego.

Derek tenía razón. A lo mejor no era buena idea que Tatyana estuviese allí intentando ayudar ya que era una de las responsables de las muertes. Miró los cuerpos una última vez antes emprender el camino a la salida.

Sí, Tat, entiendo que querías detener al panadero, pero... ¿podías apuntarle a la rodilla, no?

- Y lo hice... - dijo antes de dejar de mirar a los cuerpos. ¿O a lo mejor sí apunté a la cabeza? Se quedó un poco pensativa y empezó a girarse sobre sí misma para dirigirse a la salida ¿Será verdad lo que algunos dicen en el pueblo de que tengo la mente retorcida y perversa? No... yo no soy así... Sus pensamientos se vieron interrumpidos por las voces de los presentes alertando de olor a humo. Tatyana alzó un poco la cabeza y olfateó. De pronto, Liselot, su padre, Derek y los demás salieron corriendo y ella fue detrás de ellos. 

Cuando llegaron, se dio cuenta que era la casa de Liselot y vio que ella se dirigía hacia dentro de la casa como una bala. Tatyana iba a entrar también para intentar ayudarla pero vio que Derek se le adelantó con su magia. Parecía que lo tenía controlado por lo que decidió quedarse donde estaba observando por las ventanas de la casa si veía a Liselot, para estar pendiente cuando empezara a salir y ayudarla si lo necesitaba.

Hilda corrió todo lo que pudo al ver la columna de humo elevarse, era la casa de Liselot. ¿Cómo podían pasar estas desgracias empezando el día? Definitivamente esto no podía ser una casualidad.

-¡ARDILLA!- Gritó inconscientemente a Liselot cuando la vio meterse a la casa en llamas, las bocanadas de fuego se esforzaban por consumir todo a su paso. En un parpadeo el mazo estaba en su mano y la niña gigante se acercó a uno de las ventanas intentando ver a las mujeres atrapadas en aquel incendio.

Liselot, seguida por el lobo Tupac, sale disparada hacia su casa. Aparta a empujones a los vecinos que están mirando y da un salto a través de los restos de la puerta [1]. Inmediatamente la salida queda tapada por el fuego. La choza está al rojo vivo, hace un calor asfixiante, todo está iluminado de un intenso color rojo y las llamas cubren todas las paredes y ascienden hasta el techo. Prendas, muebles, adornos, utensillos; nada escapa al incendio. El humo hace toser a Liselot y el sudor le cae desde la frente hasta los ojos, empañándole un poco la vista.

Pero oye a su madre. Está gritando, pidiendo auxilio, atrapada entre las brasas. La exploradora maniobra hábilmente entre el fuego, saltando un obstáculo y esquivando un pedazo de techo que casi le cae encima. La casa no tardará en venirse abajo. Es cuestión de segundos. Hay que moverse rápido. Toma del brazo a la mujer. No está herida. La voz de su madre tiembla. Le ice algo que no escucha. Ahora tiene que salir de ahí. Se gira. La puerta de entrada está bloqueada. Se acerca a una ventana. El fuego la cubre. No puede salir por allí. Sus ojos van de aquí para allá. Busca un escape. No lo encuentra. El techo chilla. Una viga de madera en llamas rechina. Se desprende. Cae sobre Liselot, aplastándola, sepultándola y matándola al instante.

O, mejor dicho, eso es lo que hubiera pasado si la criatura que invocó Derek no hubiera estado ahí para evitarlo. El pequeño coloso de tierra irrumpe por la puerta, haciendo unos pequeños destrozos sobre la casa, y se ubica justo a tiempo entre Liselot y la viga de madera, cubriéndola y salvándola de la muerte. El petro apenas se ve afectado por una pequeña quemadura [2]. El elemental de agua que invocó Derek intenta contener el incendio con sus golpes de agua, pero no es suficiente. 

POM. POM. POM-CRACK-BRMMM. Los potentes mazazos de Hilda destrozan una de las paredes de la choza, creando un hueco justo al lado de la ventana. El elemental de tierra sale por ella con la madre de Liselot en brazos. La joven exploradora le sigue detrás. Tatyana alcanza a darle la mano y atraerla hacia fuera justo antes de que la construcción se derrumbe en un estruendo catastrófico.

Los vecinos de Wickland estaban hace una hora en la taberna, viendo el pandemónium que se había armado allí. Ahora están reunidos fuera de la casa de Liselot (en realidad, fuera de los restos de la casa de Liselot). El padre de Liselot está auxiliando a su esposa, que está viva, pero desconsolada. El fuego todavía está vivo, pero ahora está consumiendo escombros. Los aldeanos siguen haciendo un pasamanos para tirarle cubos de agua y que no se extienda a otras casas. Esto, más la acción de la ondina, parece garantizar que el incendio no se propagará. Incluso Rambert está entre los vecinos que están ayudando. Eso sí, ayuda de la manera que Rambert sabe ayudar. Es decir, sin perder oportunidad para sembrar cizaña.

—Yo os avisé, vecinos... hay que pagar el tributo. ¿No queríais pagar? Esta es la consecuencia. Una maldición divina.

De alguna manera en ese instante Liselot fue a ello, con su corazón en vilo y no le importaron las consecuencias porque quería salvar a su madre. Una vez se adentró, no fue para nada fácil y cuando al fin pudo cogerla de la mano, entre la tos y la visión borrosa por el humo, se sentía fatal porque no hallaba la salida. 

Ella no era muy creyente, simplemente le rendía culto a la naturaleza misma como todo explorador. Así que pidió perdón en su fuero interno por las ofensas causadas y cuando quiso dar un paso más, su destino estaba sellado. Pero Derek con su magia, Hilda con su fuerza y Tatyana con su presteza, la terminaron por ayudar. 

Y así fue como la pequeña ardilla salió de allí para abrazar a su amiga entre sollozos cuando su madre era atendida por el padre. No pudo hablar, simplemente temblaba como niña pequeña por la osadía y la cercanía posibilidad de haber muerto. Estaba asustada, como nunca antes. 

Y lo habían perdido todo, por su culpa. 

Dios, por los pelos... Sintió un gran alivio cuando Hilda rompió aquella pared y las vio. No dudó en alzar su mano para coger la de Liselot y ayudarlas a salir. Una vez estuvieron fuera, la casa terminó por derrumbarse. Los vecinos seguían trabajando para apagar el fuego y para que no se extendiera junto con la Ondina que Derek había invocado Al menos parece que ahora la aldea se une, eso puede ser una buena señal...

De pronto, sintió que Liselot la abrazaba entre sollozos. Aquello pilló totalmente desprevenida a Tatyana ¿Cuándo fue la última vez que abracé a alguien? Oh... Ya recuerdo... Mi abuelo. Hedy alguna vez la había abrazado, ya que era su mejor amiga, pero eran en casos excepcionales y que realmente hiciera mucha falta, ya que aunque no le incomodaba, se sentía un poco extraña. Lentamente, empezó a levantar sus brazos. El izquierdo lo colocó a la altura de la espalda, por la zona de las escápulas y el derecho, lo colocó encima de la cabeza de Liselot y hacía ligeros movimientos hacia abajo, acariciando su cabello para intentar tranquilizarla. No sabía qué decir en esos momentos para hacen sentir mejor a su amiga.

- T-tranquila... Estáis a salvo... - miró a Derek y a Hilda para que le echaran una mano para levantar los ánimos - Hum... p-puedo comentarle a mi madre que os quedéis una temporada en mi casa... Podríamos preparar la habitación del abuelo para vosotros... - le susurró a Liselot. 

Escuchó el comentario de Rambert y a modo de respuesta, puso los ojos en blanco y le dedicó una mala mirada.

Derek respiró aliviado cuando vio como salían de la casa en llamas ilesas, la estructura en ese momento no le importaba nada en absoluto. Ninguna posesión podría sustituir a una vida en cuestión de importancia y era algo que tenía muy claro. Se acercó a las dos para comprobar más de cerca su estado y asegurarse de que no necesitaban mayores cuidados.- ¿Estáis bien? ¿Podéis respirar bien? ¿Estáis heridas?- A medida que hacía las preguntas observaba sus cuerpos rápidamente para asegurarse. Primero fue hacia su madre y luego hacia Liselot.- Ya ha pasado todo Liselot, no tenemos que lamentar pérdida y como bien dice Tatyana contáis con nuestro apoyo. Os ayudaremos a superar este bache, mi casa y mis cuidados están a vuestra entera disposición.

Pero Derek había agotado su paciencia, o casi toda ella, si bien creía que era infinita no lo parecía en aquel momento. Dejó a sus dos amigas que se calmasen y pasó delante de Hilda a quien le agradeció toda la ayuda con un gesto de su cabeza, habría tiempo para hablar tranquilamente más adelante. Su mente estaba centrada solo en una persona, Rambert. No quería culparle, no quería ni pensar en la posibilidad de que aquella víbora pudiera haber tenido nada que ver con el incendio ni remotamente. Pero sus intentos de dividir al pueblo habían terminado por colapsarle.

Se acercó a el de manera firme.- Rambert, estoy agotado mentalmente de oírte. No se cuales son tus intenciones o mejor dicho, si que las se pero como a cada alma de este pueblo le doy una oportunidad, pero lo estás llevando demasiado lejos. Hemos perdido dos vidas hace unos minutos, sus cuerpos aún están calientes en mi mesa con las flechas en sus cuerpos. Casi perdemos otras dos vidas de una manera también horrible, con un incendio que "espero" haya sido mera casualidad o un accidente. Pero te aseguro que no voy a permitir que sigas sembrando la cizaña y el caos en un momento como este solo para quedar bien, míralos. Mírate. Ellos no tendrán tanto pero ¿Podrán tus sacos y fardos comprar su benevolencia cuando te haga falta? ¿Moverán sus dedos para socorrerte? ¿O serás recordado como el que solo buscaba su propio beneficio? Ahora estás ayudando y nadie te quitará eso, pero aún así no puedo evitar pensar si lo haces por verdadero interés por esta familia o solo porque te has visto obligado por la situación. La vida da muchas vueltas Rambert y aún más en los tiempos que corren. Solo quiero que recuerdes esto.

No esperó réplica y tras decir sus palabras se giró para continuar con el largo día que parecía que se avecinaba.

Hilda se secaba el sudor con una trapo sucio que guardaba en su mandil. Aquel calor era sofocante y dió unos pasos atrás mientras Liselot y su madre se recomponían.

-¿Cómo pasó esto?- Le preguntó a la mamá de Liselot una vez se había calmado, al menos un poco. Su mirada se desvió hacia Rambert al escuchar las sandeces que escupía. 

-¿Ahora los Dioses son los verdugos de la Vizcondesa para castigar a aquel que se niegue a pagar tributo? Cada vez te superas, Rambert- Lo dijo en un evidente tono irónico después del sermón del Matasanos de Derek, pocas veces le había escuchado hablar tanto. Se mantuvo firme junto a las mujeres que recién habían salvado de morir calcinadas.

Rambert escucha el sermón de Derek en silencio y con la cara de un bebé enojado.

—Condenado brujo, insinuando que yo tuve algo que ver con el fuego —masculla luego entre su gente—. Uno ya ni puede ayudar, vecinos, que ya le señalan con el dedo. ¿Veis lo que le hizo Kara al pueblo? Qué desgracia, cuánta agresión. Yo solo quiero ayudar, vecinos.

—Ya, Lis, ya pasó, calma, calma —dice Hedy, arrodillada junto a Tatyana y Liselot—. Claro, una temporada en la casa de Tat, luego podréis reconstruir vuestra casa. Ya habrá tiempos mejores, ¿eh? ¡Ánimo!

—Gracias, Derek, gracias, Tatyana, gracias, Hilda. No sé cómo paso esto —responde Kristin, la madre de Liselot, a Hilda—. Yo estaba aquí dentro. Me había despertado hace poco. Jan oyó que hubo problemas en la asamblea, así que fue a ver si Liselot estaba bien. Yo me quedé en casa, tejiendo, para controlar los nervios. Y de pronto huelo el humo... y luego el fuego. No sé. Fue muy repentino. ¿Habré dejado olvidada una vela o una lámpara la noche anterior? Creo que esto fue mi culpa —dice entre sollozos.

La madre de Tatyana, Mila, ya se ha acercado a ver lo que ocurrió. Abraza a su hija, preocupada, y también le da garantías a la familia Van Dijk de que su casa queda a disposición para pasar ahí una temporada hasta que reconstruyan la choza. Los vecinos siguen tirando agua al fuego. Algunos parecen un tanto inquietos por la presencia de la ondina y el petro, pero la mayoría ya está acostumbrada a las magias de Derek.

—Eh, ¿alguien ha visto a Kara? —pregunta alguien.

Aquello es curioso. De la guerrera no hay ni rastro. No apareció durante el incendio ni tampoco para apagarlo.

—Yo la acompañé a su casa —dice una mujer—. A ver qué hacer con lo del recaudador. La reunión fue... breve. Dijo que no le paguemos nada y que la esperemos aquí. Luego la vimos salir en dirección al pantano —la aldeana se encoge de hombros—. Ay, no sé. Creo que Kara está siendo muy drástica con todo esto...

Un niño se acerca corriendo hasta vosotros, con los brazos en alto, gritando a viva voz, dando la tan temida alerta:

—¡Ey ¡Eeeeey! ¡Ha llegado el recaudador!

Este día parece no tener fin.