El fin de la URSS.
Dos fenómenos caracterizaron la siguiente década: el desmoronamiento cada vez más evidente de las estructuras económicas y políticas de la Unión Soviética, y las tentativas de un conjunto fragmentario de reformas para invertir ese proceso. Después de la sucesión rápida de Yuri Andropov y Konstantin Chernenko, figuras de transición con raíces profundas en la tradición Brezhnevita, Mijaíl Gorbachov fue designado líder de la URSS. Gorbachov comenzó a aplicar cambios significativos en la economía (véanse Perestroika y Glasnost) y el liderazgo del partido. La política de Glasnost liberó el acceso público a la información después de décadas de pesada censura del gobierno, como también abogó por la transparencia en la gestión de los líderes soviéticos.
A finales de los años 80, las repúblicas que componían de la Unión Soviética comenzaron legalmente un movimiento hacia una declaración de soberanía sobre sus territorios, citando el Artículo 72 de la Constitución de la URSS, que indicaba que cualquier república componente era libre de separarse. El 7 de abril de 1990 fue aprobada una ley, por la cual una república podría separarse, si más de dos terceras partes de los residentes de la república votaban a favor de ello en un referéndum. Muchas liberalizaron primero las elecciones de la era soviética para sus propias legislaturas nacionales en 1990. Éstas avanzaron en una legislación que contradecía las leyes de la Unión en lo que fue conocida como "La Guerra de Leyes". En 1989, la RSFS de Rusia, que era entonces la república más grande (con cerca de la mitad de la población) convocó una nueva elección para un Congreso de Diputados del Pueblo. Boris Yeltsin fue elegido presidente del Congreso. El 12 de junio de 1990, el Congreso declaró la soberanía de Rusia sobre su territorio y se adelantó a hacer leyes que procuraban desbancar algunas de las normas de la URSS. El período de la incertidumbre legal continuó a través de 1991 cuando las repúblicas componentes llegaron a ser lentamente independientes en la práctica.
Un referéndum para la conservación de la URSS fue celebrado el 17 de marzo de 1991, con la mayoría de la población que votó por la conservación de la Unión en nueve de las quince repúblicas. El referéndum dio a Gorbachov un empujón secundario, y, en el verano de 1991, el Nuevo Tratado de la Unión fue diseñado y fue acordado para ocho repúblicas que se habrían inclinado a convertir la Unión Soviética en una federación mucho más floja. La firma del tratado, sin embargo, fue interrumpida por el golpe de estado de agosto dirigido contra Gorbachov por miembros marxistas extremistas del gobierno, que procuró invertir las reformas de Gorbachov y reafirmar el control central del gobierno sobre las repúblicas. Después de que el golpe fallara, Yeltsin salió como un héroe mientras el poder de Gorbachov disminuyó. El equilibrio político se inclinó apreciablemente hacia las repúblicas. En agosto de 1991, Letonia y Estonia declararon inmediatamente la restauración de la independencia plena (siguiendo el ejemplo de Lituania en 1990), mientras las otras 12 repúblicas continuaban discutiendo de nuevo los modelos de una Unión cada vez más débil.
El 8 de diciembre de 1991, los presidentes de Rusia, Ucrania y Bielorrusia firmaron el Tratado de Belovesh que declaró la Unión Soviética disuelta y se estableció la Comunidad de Estados Independientes (CEI), en su lugar. Como quedaban dudas sobre la autoridad del Tratado de Belovesh para disolver la Unión, el 21 de diciembre de 1991, los representantes de todas las repúblicas soviéticas excepto Georgia, inclusive las repúblicas que habían firmado el Tratado de Belovesh, firmaron el Protocolo de Alma-Ata, que confirmó el desmembramiento y la extinción consecuente de la URSS y volvió a plantear el establecimiento de la CEI. La cumbre de Alma-Ata convino también en varias otras medidas prácticas como consecuencia de la extinción de la Unión Soviética. El 25 de diciembre de 1991, Gorbachov se rindió a lo inevitable y renunció como presidente de la URSS, declarando a la URSS disuelta. Transfirió los poderes, que pasaron desde entonces a Boris Yeltsin, el presidente de Rusia. El día siguiente, el Soviet Supremo de la URSS, el cuerpo gubernamental más alto de la Unión Soviética, reconoció el desplome de la Unión Soviética y se disolvió. Esto es reconocido generalmente como la disolución final de la Unión Soviética como un estado. Muchas organizaciones como el Ejército Rojo y la policía continuaron quedándose en el lugar hasta principios del año 1992, pero fueron eliminadas progresivamente y/o retiradas o absorbidas por los estados nuevamente independientes.
El principio de la nueva Federación Rusa
A mediados de los años 90, Rusia era una democracia multipartidista, mas era difícil asegurar un gobierno representativo a causa de dos problemas estructurales: el enfrentamiento entre el presidente y el parlamento, y el anárquico sistema de partidos. Aunque Yeltsin ganó prestigio en el extranjero al mostrarse como un demócrata para debilitar a Gorvachov, su concepción de la presidencia era muy autocrática, actuando bien como su propio primer ministro (hasta junio de 1992) o bien nombrando para tal cargo a gente de su confianza, sin tener en cuenta al parlamento.
Mientras, la excesiva presencia de partidos minúsculos y su rechazo a formar alianzas coherentes dejaba la legislatura ingobernable. Durante 1993, el contencioso entre Yeltsin y el parlamento culminaría con la crisis constitucional de octubre. Ésta llegó a su punto crítico cuando, el 3 de octubre, Yeltsin mandó a los tanques a bombardear el parlamento ruso. Con este trascendente (e inconstitucional) paso de disolver a cañonazos el parlamento, Rusia no había estado tan cerca del enfrentamiento civil desde la revolución de 1917. A partir de entonces, Yeltsin dispuso de entera libertad para imponer una constitución con fuertes poderes presidenciales, que fue aprobada en referéndum en diciembre de 1993. Sin embargo, el voto de diciembre también supuso un avance importante de comunistas y nacionalistas, reflejo del creciente desencanto de la población con las reformas económicas neoliberales.
Pese a llegar al poder en un ambiente general de optimismo, Yeltsin nunca recuperaría su popularidad tras apoyar la "terapia de choque" económica de Yegor Gaidar: fin del control de precios de la era soviética, recortes drásticos en el gasto público y la apertura al comercio exterior en 1992. Las reformas devastaron inmediatamente la calidad de vida de la gran mayoría de la población, especialmente en aquellos sectores beneficiados por los salarios y precios controlados, los subsidios y el estado del bienestar de la época comunista. Rusia sufrió en la década de los noventa una recesión económica más grave que la Gran Depresión que azotó los Estados Unidos o Alemania a principios de los años 30.
Las reformas económicas consolidaron una oligarquía semicriminal enraizada en el viejo sistema soviético. Aconsejada por los gobiernos occidentales, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, Rusia se embarcaría en la más grande y más rápida privatización jamás llevada a cabo por un gobierno en toda la historia. A mediados de década, el comercio, los servicios y la pequeña industria ya estaban en manos privadas. Casi todas las grandes empresa fueron adquiridas por sus antiguos directores, engendrando una clase de nuevos ricos cercanos a diversas mafias o a inversores occidentales. En la base del sistema, a causa de la inflación o el desempleo, muchos obreros acabaron en la pobreza, la prostitución o la delincuencia.
A pesar de todo, un supuesto regreso a la economía dirigida parecía casi imposible, contando con el rechazo unánime de Occidente. La economía rusa encontró el fin del calvario con la recuperación a partir de 1999 en parte gracias al alza de los precios del crudo, su principal exportación aun quedando lejos los niveles de producción soviéticos.
Tras la crisis financiera de 1998 Yeltsin se encontraba en el ocaso de su trayectoria. Sólo unas horas antes del primer día de 2000, dimitió por sorpresa dejando el gobierno en manos de su primer ministro, Vladímir Putin, un antiguo funcionario del KGB y jefe de su agencia sucesora tras la caída del comunismo. En 2000, el nuevo presidente derrotó con facilidad a sus contrincantes en las elecciones presidenciales del 26 de marzo, ganando en primera vuelta. En 2004 fue reelegido con el 71% de los votos y sus aliados ganaron las legislativas, pese a las reticencias de observadores nacionales y extranjeros sobre la limpieza de los comicios. Se hizo aún más patente la preocupación internacional a finales de 2004 a causa los notables avances en el endurecimiento del control del presidente sobre el parlamento, la sociedad civil y los representantes regionales.
En las elecciones legislativas rusas de 2007 el partido Rusia Unida (conservador y centrista), que apoya incondicionalmente a Putin y el curso de desarrollo tomado desde su llegada al poder, consiguió el 64,30% de los votos, lo que se consideró como apoyo de los rusos al dicho curso político y económico.
En las elecciones presidenciales de Rusia de 2008, el candidato del partido Rusia Unida, Dmitri Medvédev, apoyado por el entonces presidente Vladímir Putin, ganó por amplio margen a sus opositores en las urnas. Medvédev asumió el cargo en mayo de 2008.
A partir del 2010.
La crisis económica mundial afectó menos a Rusia, ya sumergida en su propia crisis económica. No obstante, se dejó sentir. Tras los atentados de París, y la cadena de hechos que llevaron al fin de la ONU, y la tercera guerra mundial, Rusia empezó una campaña de aislacionismo. Poco a poco, fue perdiendo fuelle. La crisis económica, que todavía arrastraba el país, emergió de nuevo con mucha más fuerza. Muchas empresas privatizadas empezaron a mostrar serios problemas financieros. Por ende, las organizaciones criminales que controlaban realmente el sector iniciaron una "guerra de mafias". El gobierno, incapaz de frenar el baño de sangre, fue también arrastrado. Poco a poco, Rusia se hundía. Con sus fuerzas policiales y militares colapsadas, el país se hunde en el caos y la anarquía.
Rusia se ve obligada a retirarse de la tercera guerra, pues necesita a su ejército para contener sus propios problemas internos. Poco a poco, tras la tercera guerra, Rusia empieza a mitigar la ruina. La mafia rusa se establece como vencedora en su particular guerra, y básicamente, se convierte en el órgano dirigente del país, aunque en la sombra. Estableciendo una base en el comercio del crudo y los recursos del Cáucaso, poco a poco se recuperan. Sin embargo, en el 2076, Rusia vacía sus últimos depositos y reservas de crudo. En el 2080 Europa empieza a vender el suyo propio. Europa del este se convierte en la principal plataforma de impulso del crudo hacia Rusia, y todos los países de la Europa del este, antes casi rayando el tercer mundo, empiezan a conseguir beneficios de millones de euros. Bajo la atenta mirada de la UE, Europa del este se moderniza y alcanza el nivel de la Europa occidental.
Pero Rusia se ve obligada a pagar inmensas cantidades de dinero a cambio del necesario crudo. La economía rusa no puede sostenerlo, y cae en picado. La UE rechaza la propuesta de unión con Rusia, y eso es un grave error, que le cuesta la presidencia a Thomas Weldenbërg, presidente de la Unión. Se convocan nuevas elecciones para el parlamento Europeo, mientras los líderes de la UE se reúnen en Oslo para determinar que hacer para con Rusia.
La economía rusa, inestable, cae de nuevo, y de nuevo, se provoca el caos en las calles de la Federación Rusa. Es entonces cuando el General Makarov actúa. De familia con una larga tradición militar, es un comunista convencido, y cuanta con el apoyo incondicional de todos sus hombres. En el 2100, el 14 de Agosto, se convocan elecciones en Rusia, para intentar devolver al país a la normalidad. El ejercito ruso es desplegado para normalizar la situación, con orden de disparar a matar en casi de disturbios, usando toda la fuerza necesaria. Makarov es el encargado de desplegar a sus hombres en Moscú. El partido comunista obtiene un 43% de los votos. Es entonces cuando, aprovechando el despliegue militar ya realizado en las principales ciudades del país, el General Makarov realiza un golpe de estado. Toma la Duma, la plaza roja y el Kremlin sin resistencia. Muchos oficiales, desplegados en las principales ciudades, hombres y mujeres de confianza de Makarov le siguen. Makarov declara disuelta la Federación rusa y declara la fundación de la nueva Unión soviética. Sin embargo, algunos militares no están de acuerdo. La población civil no responde como debería, y algunas de las fuerzas policiales se declaran fieles al gobierno democrático de la federación. Oficiales del ejército siguen a la policía, y al poco, el país se ha divido en dos. Empieza la guerra civil rusa (2100-2102)
La guerra civil rusa (2100-2102)
Tras el golpe de estado comunista por parte del General Makarov, se crea un nuevo ejército rojo, cuya misión es aplastar a los enemigos del nuevo gobierno de Makarov. Por su parte, los políticos de la federación rusa se refugian en San Petersburgo, y desde allí organizan a sus propias fuerzas, que todavía le son leales, aunque ahora se encuentran aisladas. Makarov manda a su mejor oficial, Paul Romanov, para intentar acabar con lo que queda del gobierno y no prolongar la guerra. Pero en San Petersburgo resisten, y unidades leales al ejército en diferentes puntas del país empiezan a coordinarse para plantar cara a los comunistas. Consiguen llegar a San Petersburgo y salvar a la ciudad. A partir de entonces, la guerra civil rusa se traduce en una serie de ofensivas suicidas y disparatadas con pocas victorias reales y muchas derrotas para ambos bandos, que se prolonga casi por diez años. En Europa, los diferentes gobernantes reunidos en Oslo deciden adoptar una política de no-intervención.
Sin embargo, es entonces cuando las gentes de toda Europa, al ver que, de forma poco menos que la guerra en Rusia es culpa de las desastrosas medidas de política exterior de la UE han sido en gran parte responsables de la situación de miseria y guerra en Rusia, inician una protesta, que se generalizan y acaban por convertirse en todo un movimiento que barre todo el continente. Finalmente, casi obligado, el gobierno de Bruselas ha de convocar al Eurocuerpo y este a todos los gobiernos europeos para iniciar una acción bélica en favor del gobierno democrático ruso.
Se despliega a la RAF, a la fuera aérea polaca y a la Luftwaffe, en apoyo de una divsión de infantería española y dos italianas, dos divisiones blidada francesas y el apoyo total de todos los ejércitos de la Europa oriental. Esperando una guerra larga, los efectivos militares europeos atacan Rusia, apuntando a Moscú. A Makarov. Lo que debía de ser una guerra de meses, dura apenas tres semanas. Las divisiones rusas, ya cansadas y sin casi suministros, obsoletas y muy dañadas no son rival para el preparado y moderno ejército, al mando del eurocuerpo. En un mes, la guerra civil rusa ha terminado.
La Rusia de la post guerra
Tras la guerra civil, el país estaba destrozado. Aunque por supuesto era toda una tragedia, las ruinas de la antigua Federación rusa permitieron edificar una nueva, y mucho mejor de las cenizas. Como un fénix. Con una volcada ayuda de Europa, que ahora sus gentes demandaban, poco a poco el país se recompuso. Sus infraestructuras básicas, primero, y luego las más secundarias, fueron reconstruidas. Las tropas europeas colaboraron con las fuerzas policiales rusas para acabar de una maldita vez con las mafias rusas que gobernaban el sector privado ruso. Las empresas más importantes fueron del todo dinamitadas, y el gobierno ruso, tras unas elecciones, al fin, normales, en el 2108, donde salió elegido el partido de centro-derecha "Democracia y futuro", el gobierno centralizó las empresas más importantes, y creó inmensas compañías pseudo-privadas que englobaban el sector productivo más importante de Rusia. También se creó "Zhelka Military resources", empresa de armamento que sería puesta al cargo directo del ministro de defensa, y se encargaría del armamento, material y equipo del ejército.
En cuanto a Makarov, fue juzgado, acusado y ejecutado, pero no hubo represión ni venganza contra otros oficiales, a los que, simplemente, se graduó y se expulsó del ejército. Se dice que los comunistas más convencidos se auto-exiliaron a China.
Poco a poco, Rusia empezó a ganar poder dentro de la UE, de la que se convirtió miembro. Para el 2120, era la potencia industrial y militar más poderosa de largo de toda la UE. Con la amenaza del Imperio Socialista Chino en toda su frontera sur, su ejército tuvo que convertirse en el primero en interceptar a los chinos, en caso de ataque. Sus infraestructuras al fin se renovaron, y su ejército se modernizó.
Para el 2140, ya era casi tan rico como España, con una Industria superior a la alemana y un ejército mejor que el de toda la UE. Colaboró con el gobierno norte americano en diversas operaciones en el terreno para ayudar con disturbios y rebeldías. Pero ahora, en el 2156, el gobierno ruso se enfrenta a una crisis. Su ejército, uno de los tres pilares básicos de la federación rusa, empieza a quedarse sin personal. Los jóvenes no se alistan en número suficiente, y los viejos oficiales empiezan ya a retirarse.