Partida Rol por web

Dónde germina el Caos

Epílogo

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31/01/2020, 22:35
Director

Contra todo pronóstico el viaje de vuelta a Arlankas fue tranquilo, cierto que ellos hicieron por evitar cualquier encuentro, temiendo que pudiera ser alguna nueva aberración. Pero no pareció que hubiera sido necesario. Incluso el pueblo de Mestor, que rodearon bajando la montaña por la cuerda de la sierra hasta la falda del pico situado más allá del pueblo parecía tranquilo, en la distancia, vacío.

Arlankas, por su parte, no parecía haber sufrido en lo más mínimo. Volver a un lugar dónde seguía la vida rutinaria después de la locura de aquellos días se sentía irreal, extraño. Resultaba difícil conciliar el hecho de que mientras ellos venían de un sinsentido de caos, la gente fuera había seguido con sus vidas normales, ajena a lo que había estado a punto de alcanzarles. La vida seguía igual para ellos, como si las muertes de Krendhulf y Van Tharkan, y todos los que les habían precedido en la expedición, Mestor y la mina, no fueran nada.

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03/02/2020, 10:00
Dorg

Dorg suspiró ante los rayos crepusculares del  sol mortecino tras las montañas. Costaba creer que fuera el mismo sol que vería en casa, la verdad. Para empezar, este moría tras esas escarpadas moles de roca en vez de apagarse en el mar, como en casa. Le sucitaba todo tipo de preguntas. ¿Qué había más allá?

Suspiró de nuevo. Todo había sido sencillo en casa. No fácil, pero si entendible. El sol era el fruto de la luz de la Dama que saludaba a las plantas y las alimentaba cada día, al anochecer se sumergía en el gran lago salado más allá del bosque y se apagaba hasta el día siguiente, cuando un nuevo fruto maduraba y recorría el cielo desde el desierto llameante hasta el lago de nuevo. Jamás se le ocurrió pensar que habría más mundo tras el mundo. Tierras extrañas, llenas de demonios sin moral, pero también con gente. No gente como él o los suyos, que ya se habían reunido con la Dama en el húmedo suelo para nutrir sus criaturas, sino gentes diferentes, pero personas. Dorg había aprendido que en el mundo no habitaban solo demonios dispuestos a comerse su corazón y afrentar contra la Dama, si no también otras personas que intentaban medrar en ese mundo extraño.

Se compadecía de ellos, que no conocían la piedad del bosque y sus bondades. Esas pobres almas tenían que vivir en aquel páramo desolado, en aquellos campos extraños o incluso sobre las aguas en casas de madera que flotaban. Él sólo estaba allí por un motivo, la venganza, y empezaba a dudar que fuera el motivo correcto. La Dama era compasiva, y aunque todo su clan había muerto y Aquel-que-recuerda pedía que se hiciera algo al respecto, Dorg cada vez era más consciente de la magnitud de su titánica empresa. Pero hizo un juramento.

Pensó en los que había conocido y que habían muerto. Su familia, el extraño sacerdote barbudo, el bárbaro que había luchado junto a él contra el extraño hombre-perro... todos muertos por esas extrañas piezas de metal que lo movían todo en este lado del mundo.

Aferrandose a su espada, una de las pocas cosas conocidas que le quedaban, y sintiendo el peso de las monedas en la bolsa que llevaba atada alrededor del cuello, Dorg intentó tocar una tonada por los muertos en la flauta de la abuela Waga. La anciana era capaz de arrancar de ese pedazo de maderas unidas los sonidos más extraordinarios que hacían que las plantas bailaran a su son, pero sus huesos reposaban ahora en el sustrato de la Dama, todo lo que quedaba de su gente era Dorg, que bufo torpemente sobre los orificios sin lograr más que los resoplidos patéticos de un conejo demasiado gordo para huir. Había una lección en aquello, pero Dorg no era lo suficientemente sagaz para extraerla, así que guardó la flauta, bajó la loma torciendo el gesto por las muchas magulladuras de su aventura, y se dispuso a seguir con su camino de venganza.

Un juramento era un juramento.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Fallando hasta el final

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04/02/2020, 19:05
Izurde el Rojo

Arlankas, pueblo comercial cerca de la frontera de Jharkor, en la ruta Aflitain y Thokora.

 

   El camino ha concluido y he aquí que estamos de vuelta, menos de los que partimos. Si ese sacerdote de Grome no hubiera flaqueado y desaparecido, quizás no se hubieran perdido vidas. Un jodido gnomo de Grome hubiera sido muy útil en esas minas, pero en su desidia estaba su castigo, pues nadie parecía haberle visto desde que vaciló en avanzar y se quedó atrás.

   Me dirijo directamente a la posada con Antem,  Dorg y Salamina. Una vez ahí, doy un par de grandes de bronce al primer zagal de esos que siempre rondan por posadas y similares, dispuestos a hacer de mensajeros y lazarillos por una o dos monedas.

   - Ve y da aviso al Lord Alcalde, o a sus guardias si no te permiten pasar. Y también da aviso a los sacerdotes y la gente de Straasha que vino de Aflitain. Diles que el Sumo Sacerdote de Straasha ha regresado triunfante de las minas de Arlankas y que debo hablar con ellos. -

   Cuando el chaval desapareción, pedí comida, bebida y una habitación privada. Mientras esperaba a que llegaran el Lord Alcalde y el Concilio, saldé cuentas.

   - Ocho grandes de oro les fueron prometidas por esta misión. Dos se les adelantarón al partir, otras tres les fueron dadas en el pueblo minero de Mestor en la posada . Les adeudo tres. - Luego sonrío y doy un puñetazo en la mesa. - Pero joder, creo que se han ganado algunas monedas más, esto ha sido jodidamente peligroso. -

   Saco una bolsa cuidadosamente atada por dentro de la armadura y la vacío, guardando un par para los gastos de la celebración, las grandes de oro brillan en la mesa cuando hago tres montones idénticos. Las cuento y entrego la soldada a Salamina y a Dorg con un extra.

   - Tengan, las tres grandes de oro que les adeudaba junto con otras cinco más por sus servicios. - Entrego 8 grandes de oro a cada uno y luego me vuelvo hacia Antem. - Sé que no era parte de mi escolta y no estaba en el trato, pero ha luchado bien y sea por interés o lealtad, ha rendido como los demás guardias. -

   Me acerco y le entrego a Antem 8 monedas grandes de oro.

   - Este era el pago acordado para mis guardias, aceptelo. -

   Luego espero al concilio.

 

En cuanto llego el concilio Iturde cuenta la misión, quizás exagere algo, pero sólo dira la verdad.

   - ... y así que tras batirnos con las monstruosidades del caos, abandonados por el Sacerdote de Grome que vaciló al entrar y se quedó atrás, que gracias y al fuerte acero y valor de los guardias, - en este punto señalo a Dorg, Salamina y Antem, - inspirados por mi liderazgo llegamos a esa puta y jodía mina. -

   Hago una pausa y continúo.

   - Los mineros cavaron un tunel y despertaron algo, hallamos un templo del Caos y a un Duque del Caos en persona que era la causa del Caos del Lugar. - Hago una pausa para que sean conscientes de las palabras "Duque del Caos". - Tomé la decisión de enterrar y destruir ese templo. Así que solicité a Strasha el todopoderoso que me concediera el favor de hundir el túnel y el templo. Y así fué, como el agua purificó el Caos de la cueva, deshizo como barro la roca del túnel y enterró el templo del caos bajo toneladas de roca, ahora el lugar está inundado, no las minas, sino el lugar donde escavaron. -

   Tomo aliento y sigo.

   - El Caos está disuelto, quiero que me escuchen bien, que el nombre de Van Tharkan quede grabado en la historia del templo como el guardia que dió su vida para contener a los horrores del caos en nombre de Strasha en la boca de ese túnel y estos, - señalo a Salamina, Dorg y Antem, - declaro que por su ayuda en esta peligrosa empresa siempre que pidan trabajo en nuestra iglesia les sea concedido, porqué son capaces y algo más, que sólo compete a Strasha. -

   En cuanto el Lord Alcalde y aquellos que no sean del concilio de Strasha salen, continuo.

  - Les ofrezco trabajar como Agentes de Strasha si pasan las pruebas de selección. -

   Pero eso, como se suele decir, es otra historia.

 

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06/02/2020, 13:51
Van Tharkan

Van trataba de respirar, hacía ya mucho que había dejado de moverse pero era consciente de que seguía vivo. El dolor y el esfuerzo de empujar el agua por sus pulmones le había hecho concentrarse solo en esa tarea y no malgastar fuerzas en cualquier otra labor.

De pronto una corriente lo elevó, haciendo que su cuerpo avanzase rápidamente entre cientos más de objetos que seguían una danza coordinada hacia un mismo destino. Algo le golpeó la pierna, pero el dolor quedaba mitigado por la sensación de pérdida de control. Siguió avanzando, cada vez a mayor velocidad, sorteando túneles y siendo aplastado contra las paredes hasta que se vio corriendo sobre un terreno abrupto, con sus botas golpeando sobre las rocas en una carrera imposible. El sol que tenía delante lo deslumbraba y antes de darse cuenta sus pies habían dejado de tocar el suelo y se encontraba sobre la grupa de su caballo, que trotaba casi al galope por la pradera.

Un niño se acercaba a él también sobre un gran pony desde la derecha. Reconoció su cara, Sherakam, no lo veía desde la infancia. Al acercarse, el jinete le hizo un gesto para que lo siguiera y ambos doblaron de nuevo hacia el lugar desde el que había venido. Al darle la espalda vio que la mitad de su cráneo estaba destrozado, ahí donde las mazas de los Shiau Xai se habían ensañado con él cuando atacaron su poblado... hacía ya casi 20 años.

Siguieron galopando, juntos, con el viento azotando su cara y el sudor corriendo entre bestia y hombre mientras ambos eran uno sobre la hierba. A lo lejos se veían ya las siluetas de los halcones, que en grupo volaban sobre sus señores antes de posarse sobre sus grandes guantes de cuero. Uno de ellos llevaría una presa en el pico, y sería recompensado con la mejor hembra para mantener su estirpe.

Más adelante estaban las tiendas. Habían elegido un buen lugar y sin duda preparaban el festín para esta noche. Todo hacía indicar que las ancianas bordaban la gran tela que coronaría al nuevo guerrero, pues el humo rojizo que salía de sus hogueras así lo indicaba.

De golpe imágenes pasaron por su cabeza, la extraña masa de ciudadanos en la gran plaza del pueblo, extrañas bestias, un dios oculto en la montaña, el sacerdote, los guerreros... todos le traían un aire familiar.

Ya pudiendo incluso escucharse las risas de los niños, pudo ver a lo lejos a uno de los ancianos que lo esperaba erguido junto a dos jóvenes fornidos. La fiesta era para él, sin duda lo que el hombre llevaba en las manos era la tareg que le harían llevar, coronando su cabeza en señal meritoria.

Sherakam se volvió y le hizo un guiño, antes de apretar el paso y adelantarse hacia el poblado.

Estaba en casa.

Notas de juego

No quería despedirme sin escribir algo.

Ojalá volvamos a coindicir, aunque con alguno si sigo compartiendo partidas. Un abrazo ;)