Partida Rol por web

Lugar: Chez Caowin.

Fecha: Dos semanas antes del comienzo del Capítulo Piloto. Por la mañana.

Narrador: Una quedada entre dos amigos en la cual el policía quiere enseñarle el mejor café de la ciudad a la universitaria. Y es que son estas pequeñas cosas las que poco a poco forjan el futuro y los lazos.

Un día lluvioso os hace maldecir el lugar en el que habéis quedado, sin embargo llegáis a un sitio de aspecto acogedor y excéntrico a partes iguales. Un sitio tranquilo pero con vida propia. Parece que no habéis sido los únicos a los que este chaparrón os ha pillado desprevenido, ya que al menos dos individuos más han entrado poco antes que vosotros.

Vuestras ropas están empapadas y el cuerpo os pide a gritos un café, es entonces cuando alguien se os acerca...

Como rodeado de un halo de misterio me acerco a los recién entrados, que parecen bastante calados en verdad. Nada más detenerme frente a ellos, la sensación de calidez aumenta.

Buenos días.

Digo, con mi más encantadora voz. Mis ojos van del uno a la otra y entonces una sutil sonrisa se dibuja en mis labios.

La verdad es que entre reservas y la lluvia y la barra, está todo bastante movido. Sin embargo tenemos una mesa al lado de un radiador que está libre -hablo, como suponiendo que vienen juntos, por fortuna que tal es el caso-. Así pues... ¿me acompañan?

Hay algo en mi voz que hace que no puedan negarse, de modo que ambos terminan sentados frente al otro en una mesa de madera con un radiador cerca.

¿Qué desean?

Mis ojos miran a cada uno de ellos, esperando una respuesta.

¿Cómo habéis terminado cerca de la autovía un día como hoy?

Lukas y yo eramos muy buenos amigos. Él... Era el hermano mayor que nunca tuve. Fue mi canguro cuando yo era una niña, y cuando crecí no pude dejar de verle como un protector, alguien de eterna confianza.

Debido a mis estudios y a su trabajo, hacía semanas que no encontrábamos un momento a solas para vernos y hablar de tonterías. Para explicarnos cosas sin importancia y disfrutar de la compañía del otro... Hoy era su día libre y yo... vale, sí, estaba procastinando, pero era por una buena causa. Los trabajos podían esperar.

Así que habíamos quedado para ir a tomar un café en el mejor sitio de toda la ciudad según el último compañero de patrulla de Lukas. Algo que no me esperaba al salir de mi apartamento aquella hermosa mañana, es que el día se tornara tan gris en apenas unas horas.

¿Qué os inspira el lugar? ¿Y el camarero?

Entramos con prisa en el lugar, tratando de refugiarnos de la inesperada lluvia.

El aroma del lugar es delicioso y reconfortante, y la decoración ligeramente curiosa.

Nada más entrar, un apuesto, pero serio y profesional camarero se acerca a nosotros para ofrecernos una mesa en un lugar cálido.

- ¡Sí por favor!

Dije casi con un respingo. Mis ojos se iluminaron al escuchar radiador. Estaba calada. Le seguimos hasta la mesa, donde sin dejar opción a mi compañero, me senté lo más pegada posible al radiador, poniendo mis manos sobre este para calentarlas un poco.

- A ver... Yo querré... ¡Un chocolate caliente! - respondí con una amplia sonrisa al camarero, para luego dirigirla a Lukas, esperánado que él pidiera.

Una mañana movida, cuanto menos. No olvidemos que había pasado una noche en la que trataba de explicar el mundo con la ayuda de mi amiga... aunque probablemente fuese culpa de esa última copa que jamás debí haberme tomado.

Lo que prometía ser un encuentro pacífico termina con ambos corriendo como un par de idiotas para terminar en una cafetería que todos mis compañeros me han recomendado.

La reacción de Mia ante el camarero me dibuja una sonrisa y miro de arriba a abajo a aquel tipo, evaluando si era digno de ella en un momento.

Sin embargo terminamos en la mesa y ella corre a sentarse, lo que me hace poner los ojos en blanco y negar a la vez.

No por mucho madrugar amanece más temprano.

Le regaño, mientras me siento frente a ella y al hacerlo mi nariz se mueve de un modo un tanto cómico... un tanto conejil.

Que sean dos. ¿Con malvaviscos?

Entonces la miro a ella, esperando su respuesta.

Mientras, acerco mis manos al radiador discretamente.

¿Qué peculiares y excéntricos adornos hay cerca de vuestra mesa?

- ¡NUBES, Siii!

Respondí a su sugerencia, ensanchando aún más la sonrisa, Me alegró que la idea de tomar chocolate le haya gustado.

Cuando el camarero hubo tomado nota, me paré a observar la ambientación del café. Era típico americano, ambientado en los 60, con suelo de azulejos en cuadrados blancos y rojos y sofás que casi parecían asientos de coche. De las paredes colgaban varios cuadros de eternas estrellas de cine y rock, y en una de ellas sobresalía la parte delantera de un Mustang rojo retro.

En la radio sonaban canciones típicas, rock'n roll y swing de la época.

¿Qué esperas que suceda hoy?

Tenía ganas de ponerme al día con Lukas, habían cosas que quería explicarle, como ese nuevo chico tan guapete que había llegado a la universidad y a quien me había tocado enseñar el campus... Pero tampoco me parecería mal acabar viviendo una loca aventura de las nuestras, como aquella vez en la que él trató de pararle los pies a un mafioso al que acabé pateando. Cualquier cosa podría pasar cuando nos juntábamos... Parece que al universo le gustaba ponernos a prueba, y por algún motivo, siempre acababa bien.

El camarero se marcha tras asentir, con una de esas sonrisas que atrapan a chicos y chicas por igual, aunque parece no ser consciente por eso, o si lo es, disimula muy bien el cabrón.

Es entonces cuando la magia del lugar parece comenzar a surtir efecto y, aunque hay gente... este momento parece reservado para vosotros dos, sin que nada pueda perturbarlo en este instante.

Entrelazo mis dedos con media sonrisa juguetona, no sin antes dedicarle una mirada al camarero mientras se marcha.

Y bien... ¿qué pasa por tu cabecita esta vez?

Le pregunto, bastante directo, antes de que el maldito universo le de por dar un aviso de bomba en el local o algo. No obstante, y aunque no digo nada, estoy contento de que la idea de los malvaviscos le haya gustado.

Es una chica bastante dulce, aunque eso no se lo diré. Nunca.

Le miré con una sonrisa pícara cuando me pregunta.

- ¿Tan evidente es? Tengo una nueva presa, mi querido lapin... han traído a un nuevo estudiante braseileño de intercambio y digamos que es... agradable a la vista. Por el momento le he invitado a acompañarme a un concierto con la excusa de enseñarle la ciudad. - proseguí, divertida.

- ¿Y qué hay de ti? ¿Cómo te tratan últimamente en el cuerpo de policía?

Cuando me habla de que tiene una nueva presa, río entre dientes.

Esperemos que esta vez le hinques el diente, Julieta... o será el quinto bombón que rechazas en lo que va de año. Eso me recuerda: ¿tienes foto?

Pregunto, echándome hacia delante, mostrando interés en la conversación.

Sobre el cuerpo... mejor después de ver las fotos. Las buenas noticias primero.

Me muerdo el labio inferior, mirándola. Realmente Mia es una buena chica... y no quiero que sufra. Además, si veo su rostro sabré si tengo que partirle la cara... o no.

Arrugué ligeramente la nariz cuando me llamó Julieta, pero acompañé el gesto con una pequeña sonrisa.

- Bueno, no es mi culpa si cuando abren la boca pierden todo el encanto... Como sea, sí. Mira. - Saqué mi móvil y en unos segundos ya tenía en pantalla una foto del chico en cuestión. Lo deslicé por la mesa hacia Lukas, permitiendo que lo viera. - Realmente a estas alturas sólo espero pasar un buen rato. No es mucho pedir, ¿No?

Miré a mi compañero a los ojos un momento.

- Y, saciada tu curiosidad... Dime, ¿qué ha pasado?

Entreabro la boca cuando veo la foto y sólo sale de un labios una especie de gruñido digno de un zombie, una especie de "aaaa...g...h....". Tuerzo un poco el gesto pero finalmente sacudo la cabeza para asentir.

Bueno, la verdad es que eres un poco exigente. ¿Crees que podrás besar esos labios recordando la cara de esta foto? -pregunto, con una leve risa- Espero que te dure más de dos citas. ¿Sería un récord?

Pregunto con curiosidad. Pero entonces el tema vuelve al trabajo y suspiro.

No es nada en verdad, es una compañera. No me gusta su mirada... pero quiere jugar conmigo. El último tipo al que interrogó pidió ser encarcelado. Me ha dicho de ir a un taiwanés esta noche, porque necesita mi opinión de modo extraoficial. No quiero ir, pero necesito saber qué hay detrás de esos ojos y esos interrogatorios. Sabes que no puedo quedarme con los brazos cruzados.

Una brisa cálida precede mi llegada, silenciosa y sutil, en la que me cuelo a un lado para dejar frente a ellos sendas tazas humeantes con los chocolates pedidos, dedicándoles de nuevo esa amable sonrisa.

Un chocolate con un aroma casi imperceptible a canela, dos sobres de leche condensada para echar al gusto y justo al lado un pequeño plato con un par de pequeños bizcochos de anís.

Un chocolate con un aroma casi imperceptible a naranja, tres malvaviscos de aspecto bastante casero  y justo al lado un pequeño plato con un baklava.

Sólo aguardo unos segundos por si quieren pedir algo más antes de desaparecer.

Me reí bastante ante el comentario de Lukas

- ¿Qué problema tienes? Es un bombón... - comenté a la vez que me mordía el labio - pero me he cansado de besar sapos. Ya veremos como va la noche y si no lo estropea a la segunda frase... - Estiré mis brazos. Mi cuerpo por fin empezaba a entrar en calor gracias a la proximidad con el radiador.

Cuando me explica su problema, no puedo ocultarle una amplia sonrisa.

- Te has convertido en su presa. Entiendo... Úsalo a tu favor. Con esa carita de no haber roto nunca un plato podrías conseguir muchas cosas... Pero necesitas más picardía. Como sea, puedo acompañarte. Quedarme cerca y si necesitas una excusa para huir o salir de esa situación... Puedo actuar a tu favor. - añadí mientras le sonreía sincera. Lukas y Mia contra el mundo.

El camarero por fin trajo nuestras bebidas. El aroma era delicioso. Empezaba a entender porqué ese lugar atraía tanto... Los olfatee ligeramente antes de decantarme por el que desprendía un toque de naranja. Me lo llevé a los labios y le di un largo sorbo, saboreando todos los matices.

- Delicioso... Os habéis ganado a una nueva clienta habitual - comenté a la vez que guiñaba el ojo al camarero.

¿Problema? ¡Ninguno! Seguro que te viene bien para colgar el bolso cuando no sepas dónde dejarlo.

Río, no quería desprestigiar a su elección, pero la verdad es que esa cara era como para salir corriendo y no volver nunca más.

La verdad es que la pobre había tenido muy mala pata con el tema de las parejas y una parte de mí desea rabiosamente que no se equivoque. Sonrío apacible y amable cuando me habla de que me falta picardía y entonces alzo una ceja, divertido por completo.

¿Eso es que estás dispuesta a enseñarme?

Mi tono delata claramente la broma, pero cuando se ofrece a darme cobertura niego despacio.

No te preocupes, bastante tienes con tu sapo. Pero si necesito alguna... salida, no te preocupes, que sé que puedo contar contigo.

Instante en el cual ponen los chocolates... y ella se decanta por el de naranja, dejándome a mí el de canela, llevándomelo para olerlo, cuando ella dice de convertirse en clienta habitual, le sonrío al camarero, pero le hablo a ella.

Te dije que este sitio era increíble... deberías hacerme caso más a menudo.

Cuando la chica dice que regresará, mi sonrisa es cortés y mi mirada profunda y gélida se clava en sus ojos, como la noche fría penetra en los más cálidos desiertos.

Estaremos encantados de que regrese. Soy Areitz, el camarero.

Y despacio, desaparezco a mis quehaceres.

El intercambio de palabras entre amigos compartiendo un café y su día a día, como pequeños vínculos que fortalecen una cadena más grande de lo que imaginan se perderán pronto en el recuerdo.

Al fin y al cabo, sólo se trataba de un café a destiempo ¿cierto? ¿o era sólo el preámbulo de mayores problemas a los que deberían de enfrentarse juntos?