Partida Rol por web

Me giro al oir la voz de nuestro pequeño ratoncito asustado, Relidaf. Me levanto y me acerco a éste y al japonés maduro interesante.

-Konnichiwa!- saludo con un pequeño gesto de cabeza hacia Takeshi y luego sonrío a Relidaf -Como va nuestro problema mensual? La verdad es que me muero de hambre, el olor a salitre siempre me abre el apetito y en el aperitivo apenas pude comer nada...- que pena de olivitas, en serio, pero es que si me ponía a comer como una descosida se habrían creido que en vez de la regla estaba embarazada!

-Como van los negocios señores? Empezamos con un pequeño chupito digestivo antes de comer?- propongo.

 Sonreí desde mi posición tras comprobar como Angela derrochaba simpatía frente a los otros hombres, sería curioso saber que era lo que estaban pensando realmente aquellos japoneses ante tal desbordamiento de alegría.

- Ten cuidado, no los vayas a emborrachar y después no tengan apetito suficiente para degustar la comida de este "lujoso" hotel - comenté con algo de sarcasmo mientras me mantenía a una distancia prudencial, fijándome en cada reacción de mis compañeros y sobre todo de mis futuros rivales, los japoneses.

Bajo al bar, el único lugar donde se escucha ruido en todo el maldito hotel. Ahí, cómo no, están todos reunidos como ratas... Suspiro y me quedo mirando a Golta con el ceño fruncido. Sigo sin comprender... Y no, absolutamente no. Me niego a darle las gracias. Seguro que tienen mata-ratas o vete tú a saber. ¿De dónde coño la conseguiría tan rápido, si es que no las traía ya? ¿Eh? Quizá tiene él mi bote... Maldito viejales.

- Hola pazguatos -Murmuro, mientras me siento en una silla-. Un whisky doble, monada -Le digo a "Natie". Vuelvo a mirar a Golta. ¿Y por qué dármelos? A menos que simplemente quiera quitarme de en medio por algún motivo que no logro comprender...

Comienzo a hartarme de la situación. La delicadeza no es lo mío. Me levanto bruscamente, haciendo chirriar las patas de la silla con el suelo.

- Está bien, ya estoy harto. Tú, dime a que viene tanta muestra de "generosidad" al regalarme esa bolsa de maría -Le gruño a Golta, señalándole con el dedo-. ¿Cómo diablos la has conseguido? ¿Y tan rápido? ¿Por qué me las das? ¿Qué diablos quieres a cambio? Nadie da una bolsa de maría por un mísero "gracias".

 Con un sutil gesto le propongo a Santo que baje la voz, aunque siendo una persona tan escandalosa como es, no me extrañaría nada que siguiese dando la nota.

- Habla más bajo ¿quieres? esa bolsa no te la he dado yo, seguramente habrá sido algún chanchullo de nuestra querida Natalia. Pero aún así, sí, me debes un gracias, ya que me propusieron acabar contigo y decidí no hacerlo cuanto tuve oportunidad, eres una persona que tiene que vivir lo suficiente para ver las consecuencias de toda la porquería que te metes en el cuerpo. Así que anda, hazme el favor de seguir con tus asuntos, no te entrometas en los míos, solo con que hagas eso lo interpretaré como una muestra de gratitud por tu parte ¿estamos de acuerdo en eso, compañero? - Le dije a Santo mientras le daba un par de palmadas en el hombro.

Takeshi se acerca con paso seguro, rostro serio y mirada serena al pintoresco grupo con el que hablaba la dueña. Al llegar, se para sin brusquedad y responde cordialmente al saludo de Relidaf con un simple asentimiento de la cabeza, inclinándose y sonriendo ligeramente, sin mediar palabra. Hace inmediatamente lo mismo con la pelirroja y responde:

-Konichiwa señorita... -habla muy correctamente, con una voz grave pero sin rastro alguno de acento japonés- caballeros... -dice mirando de nuevo a Relidaf, y también a Golta-  ¿con quién tengo el gusto por mi parte...?

En seguida, ante la aparición de Santo, vuelve a adoptar un semblante serio. No era en absoluto un hombre de demasiada expresión, y ante la interrupción queda de nuevo por el momento callado, mirando al joven tranquilamente como un observador pasivo de la escena,  sin sentarse todavía.

Me quedo parado. Así que no ha sido él, ¿sino la putita? ¿Qué diab...? No me fío ni un pelo. Ni de mi puta propia sombra. Hay que joderse. ¿¡Por qué diablos querrán matarme a mí!? ¿¡Qué coño he hecho!? ¡Sólo soy un puto vendedor de discos que fuma porros para que la vida sea menos hija de puta!

- ¿Y por qué tendrías que matarme? ¿¡Qué coño he hecho!? -Gruño. ¿Matarme? ¿A mí? ¿Él? ¡Ja! Antes me lo cargo yo a puñetazos-. Estáis todos locos.

 - Tranquilo, comprendo perfectamente tu reacción ¿motivos para matarte? por mi parte ninguno, no sé si existe algún tipo de interés oculto por todo el asunto de la subasta o incluso de mi empresa, pero eso es algo que no me concierne, yo solo te estoy diciendo que no te quiero ni como enemigo ni como víctima, siempre y cuando no me estorbes, he venido aquí para ganar la subasta y eso haré - cogí aire e intenté relajar un poco mis músculos - y yo no sé si estará la gente loca, tu desde luego loco no estás, simplemente has elegido un mal hábito para pasar el tiempo y yo me considero un abogado en su sano juicio, de los demás prefiero no hablar...

- Esto es de locos... -Protesto. Ugh. Prefiero volver al bar y sentarme en una silla, a fumarme un cigarrillo. Aún no me fío de la hierba esa, como para probarla. Y menos ir fumado cuando alguien quiere rebanarme el pescuezo cual vulgar cerdo. No, mejor me quedo aquí fumando, bebiendo un whisky doble y maldiciendo en voz baja hasta a la madre de la tía abuela que parió al hijoputa que me quiere matar. ¿Por qué? ¿Por qué yo? ¿Por qué no a la putita feminista? ¡Es ella quien tiene pensamientos raros, no yo!

 Intento mirar a mis compañeros con cara de "ayudadme". Santo se había vuelto incontrolable e inestable.

- Por favor, ¿quieres calmarte? creo que aquí todos estamos intentando descansar para el día de mañana y no dejas de decir tonterías, vas a lograr que se asusten el resto de los inquilinos. Si necesitas ayuda pídela, pero no conviertas esto en un circo, por favor - dije intentando calmarme, pero mi ceño fruncido indicaba todo lo contrario.

Relidaf empieza a cansarse de la aptitud del joven, que parece querer llamar la atención en todo momento o llorar como una niña. Sin embargo, en vez de caer en sus provocaciones centra su aptitud en el oriental, que se presenta formalmente.

-Encantado- dijo tendiendo la mano- mi nombre es Relidaf Kolynski... he oído que usted también está interesado en la subasta. Mañana nos veremos allí y pujaremos, pero eso no impide que podamos ser amigos- hablaba acompañado de una sonrisa amistosa.- ¿Nos acompañará durante la cena, cierto?

Sonrío ante la llegada final de todos, se han hecho esperar y empiezo a tener mucha hambre. donde se habrá metido la dueña del hotel y el psicólogo? llevan un buen rato en la bodega... Estarán fol... o habrá pasado algo más?

-Soy Angela Mineski, Señor Takeshi- saludo al recién llegado japonés. Parece un tipo divertido. A Golta se le ve algo apurado con las reacciones extrañas de Santo. Se los ve a los dos agobiados, de hecho.

-No le haga caso, se irá solito a drogarse por ahí o a lo que sea que hagan los tipejos como él...- añado en tono sarcástico. Me levanto y bajo de mi taburete, poniendome en pie.

-Creo que voy a ver que hace la dueña, está tardando mucho, igual ha ido hasta el continente a buscarla jajajaja- me río mientras aliso mi ropa para luego dirigirme hacia la puerta por donde supuestamente se han ido los dos ausentes.

El nipón ladea un poco la cabeza, contemplando ahí parado entre extrañado y divertido la conversación de Santo y Golta. Luego de arquear las cejas ante el panorama vuelve a dirigir su atención a Relidaf, otra vez con media sonrisa.

-Digamos que sí que estoy algo interesado... -continúa asintiendo cordialmente a lo que le dice el empresario-  Si no tienen inconveniente, sí me gustaría acompañarlos a la cena... sea lo que sea que se cene aquí, claro -dice con resignación.

Vuelve a asentir de forma amable ante la presentación de la mujer, y la contempla con interés mientras se aleja en dirección a la bodega.

-Bonitas piernas... -comenta a Relidaf- supongo que ella también está interesada en la subasta. Y... ¿él? -pregunta señalando discretamente con un gesto de la barbilla a Santo.

Levanto las manos con las palmas hacia adelante, como hace un fugitivo delante de los mil subfusiles de la policía que le apuntan.

- Estoy calmado, ¿es que no lo ves? -Gruño, dándole una calada al cigarro. Maldito carcamal de los cojones... ¿Quién se cree que es para decirme que me tranquilice?

Ignoro a la pelirroja hasta que suelta que va a buscar a la dueña y al otro pringado. Suelto un "JA" y añado en murmuros, aunque entendibles si prestabas atención:

- Tú lo que vas es a aprovechar y, si están follando, unirte a la fiesta, ¿eh zorrilla? -Suelto una leve carcajada. Miro al japo: -Si abrieras los ojos, verías que estamos en una isla de mierda. ¿Qué coño crees que vas a comer aquí? ¿Canar a l'oranje?* Aquí como mucho sardinas y gracias.

Me llevé las manos a la cara para tapármela y así obtener unos segundos de desconexión ante tal bochornoso espectáculo. Esto recordaba a aquellos momentos en los que piensas que tienes un hijo pequeño, malcriado y que empieza a llamar la atención allá donde vaya.

- Da gracias de que no haya ningún menor por aquí, porque entonces iba a buscarte la ruina por escándalo público... - dije a mientras me masajeaba la sien.

Creo que nuestro amigo japonés está a tiempo de arrepentirse de quedarse a cenar con el resto, porque visto lo visto va a salir espantado ante tanta "educación".

La sonrisa desaparece de nuevo del rostro del nipón, y vuelve a girarse para mirar de frente a Santo, de arriba a abajo.

- Deberías cuidar tus palabras, muchacho, no sea que te cierre yo los ojos a ti -contesta con voz tranquila. - No creo que comamos "canar", pero lo que es seguro es que tú sí hablas como un pato.