Partida Rol por web

Ya estaba la loca haciendo estupideces. ¡No era la primera vez que me tiraba los vasos al suelo!

-"Ten cuidado Hisabel, siempre haces lo mismo."

Comí un poco de fabes, no mucho que me sentaba fatal a la tripa; y más habiéndome metido casi el medio pollo. Cuando trajeron el gigantesco cachopo, que casi ocupaba toda la mesa, se me quitaron las ganas de comer del todo. Lo bueno de mi medicina es que te quitaba del todo el hambre y por eso tenía este cuerpazo de Pepito Piscinas. No en vano, tenía a la rubia poniéndome ojitos todo el rato.

-"A ese Xuan le voy a tener que presentar a Pili y a Mili." Dije, levantando los puños en alto.

Lo del anuncio no lo entendía muy bien, de eso se encargaba Anthony. Pero sí es verdad, que cuando Ana nos lo enseñó, aparecía también un anuncio de pollas y cosas de maricones. Supongo que el jefe lo había puesto ahí para ocultarlo de miradas indiscretas. Era un genio haciendo planes.

-"Por mi, veo bien el encargo. ¿Qué decís los demás?"

Al ver que Hisabel miraba al parking, giré la cabeza y eché una mirada hacia allí. Un autobús estaba aparcando.

Al acercarse a la ventana, Hisabel pudo ver a más de una docena de hombres curtidos bajando del autobús. Sus ropas eran austeras, de trabajo y desfasadas al menos 50 años, todos salvo uno de ellos que iba vestido de punta en blanco, con traje y corbata, a lo Vito Asturcone. Parecíase la selección española de ordeñar vaques o algo así, porque aquellos tipos parecía que era lo que hacían, y por lo visto darle a las vaques lo suyo debía poner a los hombres de aquí como burrus, porque esos tipos estaban fuertes de collones.

Las fabes estaban para morirse, tras unas cuantas cucharadas y unos culines de sidra hasta la vida parecía mejor. Fue todo un sorpresón que nuestro anuncio en el teletexto estaría junto al de unos maricones que anunciaban fiestas. Hisabel tenía razón teníamos que modernizarnos o estábamos bien jodidos.

Hay que joderse con el teletexto, menudo anuncio que nos han cascado justo al lado. Como comentaba Hisabel el otro día habrá que ir pensando en modernizarnos un poquito.

Luego la Obregón llego al asunto por que nos había llamado. Estaba claro que nadie te da 50000€ por nada, pero aquello tenía mala pinta. El tal Xuan era el puto cacique del pueblo, con un montón de matones a sueldo y el hijoputa tenía comprada hasta a la policía. 

Esta claro que tendremos que hablar con el tal Xuan, tal vez luego le cantemos alguna ranchera, pero creo que esto va a requerir de algo más que palabras. 

Ya estaba lleno con las fabes, cuando el camarero apareció con unos cachopos gigantescos, con patatas fritas y la de dios. Esto no era normal, un menú de 7 € no puede dar para tanto. Con disimulo busque alguna cámara oculta o algún otro indicio de que aquí estaba pasando o a punto de pasar algo raro. 

Camarero cuando pueda traiga un taper que estoy a punto de reventar, pero esto tiene muy buena pinta y no es cuestión de desperdiciarlo. 

El camarero no nos miraba nada bien, en especial a Poli, estaría tramando algo. En esos momentos llego un autobús que aparco en el parking. Ahora con la tripa llena, había que estar alerta por si el tal Xuan decidía presentarse a saludarnos. Estuve pendiente de quien se bajaba de aquel autobús, no fuese algún comité de bienvenida. 

Ay, este Polimorfo que no se daba cuenta de las cosas. En fin-Es que tengo un tic desde pequeñita.

Hisabel le dio un trago a la botella mientras observaba por la ventana -Jopelines. No es un autocar de los viejos viajeros. Parece una convención del hombre más fuerte del mundo.

Si no fuese por las ropas demodé de los tipos, a Hisabel le hubiese aleteado la entrepierna, pero no era el caso. Eran más tipo de la rubia. -¡Oye, Bonitín, no me seas nenaza! Que un macho ibérico se come eso y el doble. Que luego no rindes. 

No dejó de mirar a esos hércules. Arrugó la nariz y se mordió una uña, intrigada y malpensada.

Mientras charlamos, voy comiendo y bebiendo con menos frugalidad de la que me ha recomendado mi médico y para cuando se acercan los postres ya tengo más ganas de echarme una siesta en la Rosi que de cantar el "Asturias Patria Querida". Claro que entrar en la furgoneta los cuatro después de haber comido como jabalíes y habernos metido una fabada entre pecho y espalda... no sé yo...

Comprendo las quejas de mis compañeros respecto de nuestros anuncios de teletexto pero a mí la televisión a color ya me parece tecnología punta y no quiero ni pensar en qué clase de degenerados nos contactarán si nos metemos en el Internet ese. Me temo lo peor, igual nos contactan Miguel Bosé y Victoria Abril. Quita, quita, mejor lo malo conocido.

Estoy pensando en estas criaturas aterradoras cuando escucho a Hisabel advertirnos sobre el autobús que acaba de estacionar. No puedo evitar pensar en los hombres del coronel Arensivia y en que tendremos que salir de aquí corriendo con la tripa llena y volando la gasolinera tras nosotros.

—Guajín, el arroz con leche mejor para llevar —le digo al camarero, poniéndome de pie de un brinco y sentándome de nuevo de golpe al darme cuenta de que la sidra se me ha subido a la cabeza—. Señorita, puede tener la seguridad de que nosotros nos encargaremos de su problema. Solo necesitamos que nos dé su número de teléfono para contactarla cuando todo esté resuelto y un pequeño adelanto para gastos de equipo y esas cosas que usamos los profesionales, ya sabe. Cinco o seis mil eurillos de nada.

Y si las cosas no salen bien, pues menos da una piedra.

—Cuanto antes nos pongamos en marcha, antes podrá volver a pescar alegremente, así que nos perdonará si no nos quedamos a los chupitos.

Giré la cabeza rápidamente.

-"¿No nos vamos a tomar unos chupitos para hacer la digestión, Anthony?" Dije con el ceño fruncido y el tono serio.

¿Chupitos? ¿Alguien dijo chupitos? Murdock giró la cabeza igual que un resorte de muñeca diabólica. -Yo quiero un chupito. Poli quiere un chupito. Todos queremos chupito. Hasta la jefa, ¿verdad, Millonetis?

-Tres, quiero tres.

Quién sabe, tal vez fuese un autobús de jubilados de algún gimnasio que estaban de excursión.

Qué hay tiempo pa to, sería una pena mu grande no tomarnos unos chupitos y cantar unas rancheras.

—¡Está bien, está bien! Vengan para acá esos chupitos —accedo, sin dejar de lanzar inquietas miradas por la ventana. No tiene sentido ser tampoco tan estricto con mis amigos. Cuando tienen razón, tienen razón—. Pero rapidito, que tenemos una reputación de profesionales que mantener y un la furgoneta llena de sobaos pasiegos. Como sean un autobús del Imserso y hayan traído termos de café, podemos darnos por jodidos.

Ana se quedó mirando a Hisabel y después miró a Anthony, sonrió arrugando la nariz de forma graciosa como diciendo, joder como está el servicio y le dijo a la madrileña.

- Lo siento, no tengo nada de tu talla, no tengo tanto culo, no quiero ni pensar como estarás a mi edad, seguro que será más fácil saltarte que darte la vuelta, que manera de comer, es que no habéis comido nunca?

A decir verdad, después de dos días a sobaos, era difícil dejar escapar esa manduca. La fabada dejó espacio al cachopo. La ternera era sabrosa, y el queso estaba puesto con cariño, para que no faltara, dándole un extra de sabor, las patatas caseras y los pimientos asados a la lumbre. Aquello era el paraíso para la gente con la muela picada, y se entregaron a la comida y a la bebida con fruición. Cuando Bonitín dijo que se lo pusieran para tupper el camarero le miró y empezó a reírse mientras ponía de ejemplo a Hisabel.

- Pero que mi madre yestás diciendo guaje? Como que un tupper? En yeste chigre se llimpia el plato con la llingua, non ponemos tupper. De donde yes? La verdad es que tírame del pijo pero coméis como margaritos. Un tupper, cagonmimaquina, aprende de la mocina, oyisti? aquí en el norte no se pasa fame, y en yeste chigre menos....así que a comer, eso está muncho mellor, come, que ties que crecer.

El equipo tenía claro que igual que con esas cosas, igual no se podía ir como los boy scouts, y que a veces para hacer tortillas habían que cascar huevos.  La mujer simplemente les dijo

- Bueno, ustedes son los especialistas, pero no quiero nada ilegal, eh?. Si pueden hablar por las buenas, hacerse amigos, esas cosas, igual se enamorar de Pili y Mili de esas, que seguro que sus primas deben ser preciosas, o igual es amante de las rancheras, lo que sea, pero tengo que estar faenando hoy, tiene que ser rapidito que va a venir Jesús Calleja con el helicóptero y necesito el barco para que me haga la entrevista. Podrán hacerlo?

Pidieron el arroz con leche para llevar y el camarero empezó a maldecirles por no comer más, pero al menos el hecho de pedir chupitos le relajó un poco.

- Válgame mi madre, si el arroz con lleche está como para resucitar los muertos, cagonros... bueno, vengan unos chupitos, que no se diga....

Y allí les dejó una botella de orujo y otra de un color verduzco con hierbas dentro que presentó como hierbas mallorquinas, pero aquellas eran caseras, que había aprendido la receta echando la temporada en Magalluf y que con eso se cogía un pedal de puta madre. Brindaron todos por la resolución del problema de Ana, bueno, al menos por pillar pronto los 50 de los grandes cuando alguien entró en el restaurante dando una patada en la puerta, como si fuera uno de esos vaqueros en el oeste.

El camarero se acercó entre dientes y les dijo

- Es Xuan el Gochu y sus collaceos, non vos metáis con él que están todos como burrus, oyisti?. Meten mieo por la cabeza, de verdad, no le hagan cabrear que me quema el chigre por mi madre...

El tipo lucía tipín e iba bien vestido. Parecía un capo de la mafia asturiana, y se le notaba que debajo de la americana gris, anticuada, un bulto que no podía ser otra cosa que una pistola. No era la única arma, pues los hombres que le acompañaban iban adornados de kalashnikovs. El camarero intentó decir que por favor, que en su chigre no la liaran, que todavía estaba pagando las letras pero el gochu respondió dando una patada en la mesa y llevándose la mano a la cartera, sacando un fajo de billetes de quinientos.

- Joselín, cagonros, que te pasa collaceo? Non respetas al gallu o que? non te preocupes home, mira, toma aquí unos bin ladens pa arreglar el chigre, si será por perres.... - Tiró un par de billetes al suelo que fueron recogidos con celeridad mientras Joselín se metía detrás de la barra. El gochu se fue para Ana y le dijo - Dixote que te fueras d'aquí muller, yestamos fartucos de que nos vengan puxarres de gente aquí a Cuideru, te ofrecí comprarte el puto barco, y que faces faltosa? trayisteme al mio pueblu a xentes violentes? Non fia no, non vamos a entendernos asina. Y vosotros quienes sois castrones? un ataxo de margaritos?

Hay que joderse lo borde que es el puñetero camarero, al que apenas entiendo.

Con un poquito de educación esto sería el paraiso, sirves muy bien y tienes una comida excelente, pero vaya modales, y a ver si hablas claro que no entiendo nada de lo que dices.

Pero lo cierto es que una vez que comenzabas a comer, no era fácil parar. Comí como un retrasado, menuda sudada. Y luego llegaron los chupitos y hasta me entraron ganas de cantar.

No se preocupe Ana que estamos aquí para solucionar sus problemas con el Xuan, aunque no se si nos dará tiempo antes de que llegue el Calleja con su helicóptero.

Menudo buen rato que estábamos pasando en el local, ya estábamos con unos tragos de más y apunto de cantar. Cuando entró por la puerta a patadas el puñetero Clint Eastwood o alguien que se le parecía mucho con un puto ejercito. Al final venían a jodernos la sobremesa, el autobús no era de jubilados de algún gimnasio, era el maldito ejercito de Xuan. 

Vamos hombre, pero que forma de entrar al restaurante es esa. Que estamos recién comidos y se nos va a cortar la digestión. Que poca educación!

Que hijoputas nos habían pillado hartos de comer y beber, con más ganas de echar una buena siesta o seguir de borrachera, que de meternos al lio. Pero había que mirarlo por el lado bueno, no teníamos que ir a buscarlos, habían venido ellos solitos. Parte del trabajo ya estaba hecho, ahora venía la parte jodida, pero 50000€ eran un buen aliciente, sobre todo cuando no tienes donde caerte muerto.

Estaba dándole al orujo tan ricamente, pensando en ir al baño un momento para terminarme el medio pollo, cuando entraron Xuan y sus hombres. El tipo vino de gallito y de bocachancla, cosa que odiaba. Le tiró mil pavos al suelo al llorón del camarero y se acercó a amedrentarnos. ¡Como me jodía que un borracho o un pimpinela me cortaran el rollo! La vena del cuello se me empezó a hinchar cosa mala. ¡Estaba hasta los cojones de que me hablaran y no entendiera nada! Esta gente hablaba peor que los calorros de mi barrio, allá en Vallekas, cuna de la civilización. Lo último sí lo entendí, ya fuera porque se me había pegado el habla de esta gente o porque las neuronas se me habían enloquecido con la farlopa. El caso es que nos había llamado castrones y margaritos. Me puse en pie y me quité la chaqueta del chándal apolillado de yonqui.

-"¡Tú, pipilla! ¿Qué te pasa a ti? Tú no sabes quién soy yo, ¿verdad? ¿Eh?"

Mis compañeros ya sabían como me ponía al beber, no sé cómo me dejaban hacerlo. El caso es que estaba furioso, quería comerme a ese tipo, destrozarle y luego cagarle. Después seguiría con sus hombres, que se interponían entre el baño, mi chivato de farla y yo. Si no me paraba Anthony, que solía tener una voz tranquilizadora sobre mi, mucho me temo que Pili y Mili iban a conseguir muchos dientes para el Ratoncito Pérez. Tragué un grumo que me bajaba por la nariz y que me dejó ese sabor amargo en la boca. Los dientes los tenía ya adormecidos y mi mandíbula empezaba a danzar alocadamente.

Entre chupito y chupito, me voy mentalizando para adoptar mi mejor faceta de vendedor de coches usados para convencer a nuestra extravagante clienta de que tanto su dinero como sus asuntos están en las mejores manos con nosotros cuando la puerta del restaurante se abre para dejar entrar a los recién llegados.

Lo bueno es que no es Arendivia, lo malo es que tampoco son unos viejecitos del Imserso con ganas de comerse nuestros sobaos. Pero por lo menos no tendremos que ir muy lejos para hablar con el individuo que acosa a la rubia.

—Ay, fíu del alma, ¿cómo yes tan babayu? —le contesto sin levantarme de la silla, más por la borrachera que llevo que por la seguridad en mí mismo— ¿No ves que vinimos pa fartanos, ho? Comimos tantes fabes que si alguno tirámonos un peu, volamos toos, ¿oyisti? Asina que siéntate equí con nós Que falando entiéndese la xente.

Me giro hacia el asustado camarero y le hago señas para que me preste algo de atención.

—Joselín, tráite otra botellina de sidra, ho, que a Juanín y sus amigos invítoles yo. ¡Será por perres! Paezme que vos gusta tantu una espicha como a mi.

Esta es su última oportunidad de arreglar las cosas por las buenas, o van a estar cagando dientes tres días en cuanto Poli e Hisa se les echen encima. Pobrecillos. A estos dos no les paran ni los kaláshnikov, ni los nidos de ametralladoras de la playa de Normandía, si lo sabré yo...

Cuando Hisabel, preocupada por la magnitud de sus posaderas le preguntó al camarero por el tamaño simplemente le dijo.

- So es complicau de dicir, depende la perspectiva y de los cacharrines que lleves encima. Con 7 u 8 cacharrines podríes estar pa metete un picu, con menos, depende de la lluz, con poquina lluz l'home y el osu cuantu más feus más se joden, ya m'entiende.

El camerero miró de mal talante a Bonitín, que después de haberse puesto morado hablaba del mal servicio. Se fue balbuceando cosa de los castrones foriatones cuando todo se desencadenó.

La cantante, actriz, farandulera y mujer cañón entrecerró los ojos mientras miraba a Hisabel. Negó con la cabeza haciendo que su rubia melena se moviera de un lado a otro de una forma entre encantadora y sensual

- Yo? Coca? No, yo quiero dedicarme al Dicentatrux Labrax del cantábrico, pescar y alejarme de todo eso del sálvame deluxe, las series baratas de la 1 y las campanadas, odio las campanadas, y si os digo la verdad, al Ramonchu le canta el alerón por soleares. Y yo no creo que el Xuan se dedique a esas cosas, es casi imposible.... No sé. - Miró en dirección a Bonitín y le sonrió mientras le miraba arrobada - Estoy señor seguro que harán lo que puedan, un hombre fuerte, gallardo como usted, un cantador de rancheras puede arreglarlo todo rápido.

Entonces se presentaron los hombres del gochu.

Xuan el gochu miró a Anthony y se lo quedó mirando, con los brazos en jarra, mirándole con la duda de si le tenía que soltar una hostia o le tenía que soltar dos, porque Xuan no era muy bueno en matemáticas, y puestos a ir a las hostias lo mismo le daban 8 que 80. Y encima, el tipo aquel hablaba en asturianu, con acento de Oviedu, a él, que se había criado viendo los goles de Quini en la capital del principado, no en la capital capital, pero si en la capital del corazón de todos los buenos xixoneses. Se fue para él y le dijo

- Vinistes pa fartar-vos y vos vais a fartar ho, pero de hosties, cagonros. Yo non bebo con foriatones ni pixa piles, yo non bebo con viellos que venden seguros o son testigos de Jehova. Aquí os rendís o vais a llevar la de mi madre

Pero claro, Hisabel no era de las que se rendían, ni siquiera era de las que sabían lo que significaba las palabras diplomacia, cerrar la bocona, o no decir ni mú, ella falaba y los metía en problemas. En cuanto le llamó Juanín el corto y le dijo que le comiera el higo. Hizo un movimiento con el cuello bastante fácil de interpretar y sus hombres se dirigieron hacia ellos, 3 o 4 les apuntaban con las armas, pero parecía que el resto no iban a dispararles. El gochu escupió al suelo y dijo

- Vais llevar la del pulpo.

Joselín, se estaba quedando con ella. ¿No? Vale que tenía culo. Sí. Un poco de más, tal vez…Pero macizo y duro por el entrenamiento. Hisabel se quedó otros pocos segundos observando el techo girar, o eran sus ojos, o el licor y la sidra. -Perroflauta que  no se ha comido una puta rosca en su vida. -murmuró.

Blake fue conciliador, todo lo contrario de nuestro Potro. Y Benitín siguió con sus buenas maneras, quizá pensaba en ligarse al equipo de halterofilia enterito. Lo que fuese por los cincuenta.

Se miró a la rubia de arriba abajo. No se fiaba del rollo ese del dentritux.  Ya la recordaba -Ah, vale. Ya me acuerdo de ti. Oye, en serio que el italiano ese conde o duque, no se, monje seguro que no, la tenía como dicen. Curiosidad femenina, eh! Ya se te nota que andas raro.

Se puso a reír como la locaza que era. Casi que ni le hizo caso al indepe guaperas, al que se le hinchaban las venas del cuello -Si es que mientras no te quites  de la boca  los hierros no me entero. ¿Oyisti? -Pero bien que se dio cuenta cuando los lebreles creciditos arrancaron para ellos. Pues que mal carácter el de Juanico el Corto.

Sí que iban a recibir hosties, sí. Hisabel palideció cuando comprendió la que se les venía encima. A través de los vapores alcohólicos distinguió a los payasos, dos para cada uno, pero andaban perjudicados. Decidió actuar,  apoyó un pie en la silla, se subió en ella hasta alcanzar la mesa y allí de pie gritó, con el puño en alto:- ¡Estoy a favor de romper con la dictadura de las feministas radicales! -Que no venía a cuento pero le molaba soltarlo a la menor ocasión.

Y aprovechando que al parecer su trasero era como un pandero, se giró y les tiró una andanada de cuescos, tronazos que reverberaron en las cuatro paredes del antro, le rejaron por completo las bragas y hasta le agujerearon el pantalón. Se quedó en la gloria más fina que fina, desparrramando pesticida. Nadie dijo nunca que la guerra química no la pudiese usar el equipo Jarl.

Al ver que los acólitos del pollastre este se acercaban para darse de ostias, pensé en la estrategia a seguir. Si querían un buen combate, lo iban a tener. Empecé a moverme, como hacía cuando subía al ring, a un lado y a otro. Un buen juego de piernas era fundamental para este deporte y el mío no era malo. La mandíbula me bailaba como si estuviera en una discoteca, así que saqué del bolsillo del pantalón del chándal mi protector bucal y me lo puse.

-"Os vais a ir calentitos a casa chavales. Y a ti, viejales, te reservo para el último, por ignorarme, ovejo."

Levanté los brazos y me puse en posición de ataque, driblando de un lado a otro y avanzando paso a paso. Al no haber un réferi, nada me impedía destrozarles a puñetazos. Calculé los golpes que iba a dar para tumbarles: al primero con un jab lo alejaría, mientras que al de al lado le soltaría un croché y un derechazo demoledor. Volvería al primero para lanzarle un uppercut y dejarle noqueado, y así con cada uno de estos pimpinelas. El bar se había difuminado y solo me centraba en destruir, en matar, en desintegrar...