No pudo por más que lo intentó, dejar escapar una lágrima de indignación.
Era ella. Con aquel hijo antes repudiado. ¿Qué había cambiado? ¿Sería verdad lo que oyera días antes?
Cuando la comentaron unos entusiastas reporteros del diario local, que la Srta. Hamilton había sido pedida en matrimonio por Lord Edward, incluso teniendo un niño ilegítimo.
La alta sociedad de aquel momento hablaría de este suceso durante años.
No podía permitir que el nombre de su familia resonase, por doquier, en la farandulearía de alta alcurnia. Era hora de hacer algo.
No se lo pensó más. Llamó a su cochero y en menos de quince minutos estaban en casa de la señorita Hamilton. Ella no le esperaba.
"Será mejor así" Pensó mientras llamaba a la campana de la puerta.
A los pocos instantes pudo oír unos pasos cansinos que se acercaban a la puerta, pasos que se detuvieron justo antes que la puerta se abriese. Un adusto mayordomo muy elegante le miró de arriba a abajo antes de hablar.
- Buenas tardes. ¿Desea algo?
El anciano miro sobre el hombro del mayordomo para ver un señorial recibidor decorado a la antigua con una gran alfombra. Un ligero carraspeo del mayordomo le hizo volver.
- Si, perdone. Busco a la srta Hamilton. ¿Podría atenderme? Me corre un poco de prisa.
El mayordomo se quedó unos segundos callado como evaluando la respuesta.
- Me temo que no podrá ser.- dijo
- Es una pena. ¿Quizá mas tarde?.- pregunto el anciano.
- Siento decirle que la srta Hamilton falleció ayer.