Como colofón a las palabras de los aldeanos, afuera empezó a aullar el vendaval gélido de aquella zona sur de Galicia. Casi parece que, en efecto, sean los aullidos de un lobo.
Dios santisimo! Dijo Iñigo mientras se presignaba notablemente Nunca antes oi semejante suceso. No queda mas que rezar para que nos protejan todos los santos. Tened fe, amigos mios. Solo la fe nos podran salvar de la sinrazon y de estas bestias inmundas
Motivo: Leyendas
Tirada: 1d100
Dificultad: 20-
Resultado: 53 (Fracaso)
Suspirando, Teolfo:
- Compañeros, no se si es seguro proseguir el viaje, pero ese vendaval tampoco lo va a hacer más seguro. Creo que deberíamos hacer noche en este pueblo - Y ser de provecho esta tarde para la gente del pueblo en lo que necesiten. Quizá debíeramos dar nuestro pesar a la desdichada viuda.
A Teolfo le surgían mil preguntas con la leyenda que acababa de escuchar. Ahora no se tomaba a bromas estas historias. No cazaba acompañado de sabuesos, ni mucho menos había cazado nunca en domingo, pero la historia le producía escalofrios. Tenía mucha curiosidad por saber dónde había aparecido el útlimo cuerdo, pero por reservado no se atrevía a seguir preguntando.
Prudencio escucha con atención la historia de los campesinos. Sabía que las historias sobre maldiciones, castigos divinos y males de ojo eran frecuentes en aquellas tierras. Meras supersticiones que casi siempre pretendían dar una explicación a un suceso del cual no se conocían las causas. En el resto de los casos, eran simplemente, mentiras. Cuentos para sustar a los niños. Mas para ellos eran tan ciertas como que el sol sale todos los días por la mañana y se esconde por la noche.
-No sé si sería conveniente-dijo en voz baja para que no le oyese nadie más que sus compañeros-La gente de estas tierras es muy celosa de su intimidad y aunque no lo muestran abiertamente, guardan cierto recelo hacia los extraños. En caso de querer ayudar y ciertamente, estoy de acuerdo en ello, hablaría primero con el cura del pueblo quien además, podrá decirnos posiblemente si nuetra visita sería bien recibida.
Asi mismo opino yo, amigo Prudencio, que a buena fe que el nombre te viene muy a juego. Cuando acabemos con la comida podremos salir a estirar las piernas e ir a hablar con el parroco a ver que nos puede decir el de estas leyendas y si vería con buenos ojos que presentasemos nuestros respetos a la madre del pobre muchacho
En estando debatiendo el qué hacer (si hablar con la desconsolada viuda, con el párroco que tapó el cuerpo o en hacer noche y de paso ayudar a aquellos vecinos), que repentinamente la puerta de la taberna se abrió bruscamente. Un grupo de hombres irrumpió entonces en la sala. Eran siete, e iban vestidos con petos de cuero y pieles, y llevaban arcabuces y ballestas como los cazadores (de eso buena cuenta se dio Teolfo). Uno de ellos, con voz estridente, gritó.
¡Posadero! ¡Mueve el culo y tra vino caliente para tu señor! -dijo-. Se notaba que tal tipo se refería a "tu señor" como uno de los que habían entrado con él, y gozaba de buenas prendas, las mejores tal vez.
Aqueste tipo que mencionamos, que hacíase parecer el "jefe" de todos aquestos, se os quedó mirando entre curioso y divertido (una vez accedió más al interior). Los viejos que os habían contado todas aquellas historias guardaban la compostura y bebía un sorbo de vino entre carraspeos y disimulos.
Prudencia giró la cabeza para mirar a los recién llegados y se quedó mirándolos con curiosidad. Inclinose hacia uno de los campesinos que degustaban el vino de Iñigo.
-¿Y quién viene siendo este "señor"?-preguntó con discrección-.
- Efectivamente, es más "prudente" hablar con el cura del pueblo...- Teolfó se calló cuando el nuevo grupo entró para abarrotar la posada. Y empezó a estudiar a los recién llegados. ¿Serían soldados? Tenían armas que podían servir para cazar. Había oído hablar de los arcabuces antes, pero era la primera vez que veía tal arma.
No lo he dicho antes, pero creo que se da por entendido, Teolfo lleva el arco y flechas bien guardaditos en el saco, para evitar problemas.
Sorprendido como los demas ante la impetuosa entrada del grupo, Iñigo mira a los recien llegados de soslayo no queriendo llamar mucho la atencion. Se pregunta si este personaje de porte distinguido es algun noble importante de la comarca pero estando de paso como está no conoce a los señores de estas tierras. Quiza este sea buen momento para presentarse ante el........
Motivo: Corte
Tirada: 1d100
Dificultad: 20-
Resultado: 41 (Fracaso)
Íñigo. Si te presentas ante él, interprétalo.
Aun no me presento. Es solo un pensamiento que tiene Iñigo, una intencion, pero hasta no ver de que pie cojean estos no me levantare de la mesa. De momento solo les observo en la distancia y dependiendo de lo que pase ya vere lo que hago
Es... Mateo de Andrade, hijo del barón Leuter de Andrade. El barón vive normalmente en Santiago, pero tiene una villa fortificada en el valle... -et que no dijo más, no fueran a ver que farfullaba demasiado-.
El noble, el tal Mateo, se dio cuenta de que el tal Teolfo lo examinaba demasiado. Lejos de reprocharle nada (por eso de mirar directamente a un noble, "al" noble de aquellas tierras), hizo un gesto a Íñigo, al verle el alzacuellos, en señal amistosa. Acto seguido, vísteis cómo sus hombres despejaban una mesa en la que estaban sentados algunos aldeanos, al final de la posada, junto a la caliente lumbre. Allí se pusieron todos a beber vino caliente servido por el posadero. Tras un pequeño rato degustando la bebida, se levantó para marcharse, al igual que sus hombres tras de él como si de perros falderos se tratara.
Tras un pequeño rato más allí bebiendo orujo, os enterásteis que quien encontró el cuerpo del muchacho no fue sino un tal Xan, que le decían el leñador de Castrelo. Los campesino a los que invitásteis a vino lo señalaron con la cabeza: estaba allí también, charlando con otros hombres en el bar de la posada.
Poco a poco las gentes se fueron yendo. Vosotros aprovechásteis para pedir refugio allí, en la posada de Obaratzal. El tabernero os proporcionó una habitación con un camastro grande (pues tampoco había demasiado donde elegir), donde podríais pasar la noche al menos sin peligro de frío (ya que en el valle de Limia las noches "refrescaban" demasiado). Et que una vez hízose de noche, subísteis y descansásteis sin con la cierta consternación de lo de la muerte del muchacho, tan cruelmente.
Escena cerrada.