¡Don Íñigo! -excalmó, estando aún en el bosque-. Y entonces todas esas personas se congregó en multitud cuando Xan acudió a vosotros. Eran las gentes de Castrelo. ¿Dónde ha estado vos? -le dijo al clérigo-. Me arrepentí de haberle dejado don Íñigo, en mitad del bosque et andando vos solo. Asi que decidí congregar a las gentes para buscarlo, no fuera a ser que los lob... Y... y... -mirando al peregrino malherido-, ¿quién diablos os ha hecho eso? ¿Más lobos? -et que la gente de la aldea esperaba una respuesta, estando asombrada y asustada-.
Haced todos un último post de partida.
El camino se le hizo insufrible a Prudencio. Se echaba una mano al costado, allí donde le dolía. Parecía que al comprimir la herida le dolía menos. Pronto su mano estuvo húmeda y se la miró con horror. Las heridas sangraban de nuevo. Estaba perdido. No pudo hacer otra cosa que rezar, más para que el señor lo acogiese en su seno que porque pensase que le quedaba algo que hacer en este mundo.
Por fin dieron con los hombres del pueblo quienes los recibieron con preocupación y se interesaron por su estado.
-Nada de lobos. Perros...y bien amaestrados. Los soltaron para que fueran a por nosotros y dejáronme maltrecho. Necesito atenciones, si no de un médico, de un cura al menos.
-Perros amaestrados, como ha dicho mi maltrecho amigo Prudencio. En el castillo de Don Leuter le encontramos en el umbral de la muerte y de alli le sacamos como pudimos gracias a que alli no quedaba nadie. Contad, amigos, bien lo que os paso, Prudencio, Teolfo, que con tanta prisa salimos que no pudimos aclarar este entuerto. Que si mi olfato no me falla mucho me temo que estos perros que atacaron a Prudencio no es la primera vez que prueban carne de hombre
Teolfo se percató entonces de que no era prudente andar maldiciendo del hijo del señor de este pueblo, y se acercó al leñador, para hablarle sin que los demás le pudieran oir.
- Xan, ¿verdad?- Pausa. -Cuídensende quien azuzó a los sabuesos contra nosotros, y que disfrutaba dándonos caza, como si fuéramos liebres. Creo que vos sabéis quien es aquel del que hablo. Hay una maldición en este bosque, más es de descendencia noble. Enciérrense en sus casas cuando vean ropajes caros, luces en el castillo o se oigan ladridos de perro entre los árboles.- Suspiró y prosiguió - Debemos buscar un hospicio ahora pronto donde nuestro amigo repose. Por favor, no miren que camino tomamos.
¿Decís que la Xauría está emparentada con los nobles de Andrade? ¡Habráse visto! -exclamó Xan el leñador-. Bueno, en siendo como sea, que será mejor que aqueste hombre descanse bien. Vayamos todos al pueblo. Entonces Xan profirió un silbido para decir a todos que os íbais. Finalmente volvísteis a Castrelo.
Escena cerrada. En breves epílogo explicativo.