Partida Rol por web

''¿Será siempre así?'', se preguntó Carlos cuando cruzó, por primera vez, la puerta a otro tiempo.

Resultaba como mínimo extraño: de un lado del umbral, estaba comenzando el S. XXI; del otro lado, a punto de finalizar el S. XV. La España actual de Felipe VI* y la España de los Reyes Católicos, a caballo entre el Medioevo y la Modernidad. Observó a su compañeros y recordó el viejo dicho ''En Roma, haz como los romanos''. Se dispuso a seguirlos.

La casa del rabino aparecía cerrada, de manera que fueron al sitio donde se encontraba el cadáver del agente. Era la primera vez que el historiador veía un cadáver. Cierto que había estado en varios velatorios, pero era la primera ocasión que lo encontraba así, al natural, no dispuesto en un ataud por profesionales funerarios.

No había mucho mobiliario en la habitación: apenas una mesa, una armario viejo y una mesa. El agente tenía un enorme orificio en su cabeza.

- Perdón ... - le preguntó al resto de la patrulla - ¿Alguno sabe qué tipo de armas puede dejar ese agujero? No conozco las características de las armas de nuestro tiempo, menos las de éste.

Marcel decidió no entrar en el domicilio del agente. No porque no quisiera ver un cadáver. Estába más que acostumbrado al contacto con los finados. Lo que le preocupó fué dejar la casa del rabino sin protección. Se quedó en una posición desde la que podia controlar y asegurar ambas puertas. (la del Rabino y la del agente)

Oyó de lejos el comentario del nuevo agente sobre el tamaño del agujero en el craneo, pero su mente estaba concentrada en evitar ninguna sopresa externa antes que en apreciar el estado de un cuerpo inherte. 

Observó la calle y los alrededores con agudeza para detectar algun movimiento aunque se sentia un poco aturdido por el cruze de la puerta. Aunque a los otros agentes parecia no afectarles en lo más brebe, a él, cruzar las puertas, siempre le dejaba la boca seca y una extraña sensación en el cuerpo.

Una vez superada la nausea provocada por el viaje, Francisco se ubicó en el terreno. El cadaver del agente estaba en el interior de la vivienda, por lo que se temor de que hubiese sido pasto de las alimañas se disipó.

Elevó una pequeña oración entre dientes, pero no tocó el cuerpo.

Se encogió de hombros ante la pregunta de Carlos, ya que no tenía una respuesta que darle y dejó atrás la vivienda encarando de nuevo la casa del rabino. Tenían que asegurarse de que estaba a salvo.

-Marcel, informa si ves algo extraño- pidió a su compañero mas dado a los ambientes bélicos. -Voy a acercarme a la casa-.

Y sin mediar más palabra llegó ante la puerta y llamó con los nudillos. Imaginó que parte de su arranque de valentía se debía al hecho de contar con la espada de Fernando en el caso de que las cosas se torcieran.

La puerta de la casa del rabino fue abierta por un joven de unos 14 años de edad a vuestros ojos, cabello sucio oscuro, ojos marrones, nariz algo marcada en el arco y cuerpo más bien flaco...- Salud...¿puedo en algo ayudarles?... la casa por dentro no era gran cosa, una mesa, camas alargadas con paja al fondo y apenas un ventanuco en la parte alta para que al menso pudiesen respirar por las noches.

Al atravesar la puerta, todo lo que entró en mi ser era nostalgia de otros tiempos... de mis tiempos. Mi epoca. Sabía que el unirme a este lugar tendría como consecuencia la posibilidad de viajar hasta mi tiempo pero... era muy diferente. Las ganas de ver a mi madre de nuevo, o incluso enviar una correspondencia a mi mismo para saber que ocurriría... Pero todo eso eran fantasías que debía evitar. No debía alejarme de la misión y menos que mi mente lo hiciera.

Ante la pregunta del nuevo le palmeé la espalda y le dije - Tan solo esperemos que sea un arma de estos tiempos, esas sí las entiendo. - Habría que entrar de alguna manera y fue francisco el que dió el primer paso llamando a la puerta, cuando entonces una joven de un aspecto un tanto dejado, como era lo normal en la gente que no tenía dinero, salió a saludar. Aproveché un momento para ponerle la mano en el hombro de francisco. Quizás no era el más apto para sociabilizar, pues lo mio era la guerra, pero todos los factores de alrededor, me afectaban en parte.

-Salud, niña. ¿Está vuestro padre en casa? - Si realmente tendriamos que proteger al rabino, la mejor manera es ser directos y educados, o al menos así me educaron a mi - ¿Podriamos hablar con él?

El chico frunció el ceño extrañado y negó con la cabeza...- No él no está ahora aquí se ha marchado bien temprano... tras una mirada de nuevo hacia todos que dejaba a las claras que no les convencía mucho su presencia en el lugar ...debo marcharme... y comenzó a cerrar la puerta sin más explicación...

-¡Espera!- espetó Francisco mientras sujetaba la puerta, sin resultar agresivo pero con la suficiente firmeza para que el chico no pudiese cerrarla.

Se sorprendió de su reacción. No estaba en su carácter ese tipo de comportamientos, pero lo que estaba en juego era demasiado importante como para pararse a mirar como sucedían los acontecimientos.

-Tenemos que hablar con él. Es una cuestión de vida o muerte...- trató de no sonar alarmista, pero teniendo en cuenta que a pocos metros descansaba el cadáver del agente, no le resultó fácil.

-Dile que estamos aquí... por el libro. Él lo entenderá- añadió con voz más baja. No sabía si habría oídos inquietos cerca de allí.

Marcel se sorprendió de la reacción tan rápida del chaval al intentar cerrar la puerta y supo que allí estaba pasando algo. 

Cualquier buen guerrillero podia intuïr que la presencia del chico era una mera distracción mientras su padre escapaba por una puerta trasera asustado al detectar la presencia de unos estraños en las cercanias de su casa. 

Estudió la situación de las casas y calculó si habia alguna posible escapatoria para el rabino mientras se ponia en marcha a toda velocidad. 

Fernando y Francisco estaban pendientes de la reacción del chaval, así que miró a Carlos rapidamente y le hizo la señal de "voy por atrás" sin pensar si Carlos lo iba a entender. 

Carlos todavía estaba confuso por la situación. Francisco y Fernando se dirigieron a la casa del rabino y conversaron con un chaval que hizo las veces de portero.

Aunque el joven quiso cerrar la puerta, Francisco rápidamente se lo impidió, pidiéndole ver al señor de la casa. ''Muy habil ... la referencia al libro. Así, sabrá que sabemos quién es, o qué está haciendo'' Era un mundo completamente nuevo para el historiador, una manera de pensar práctica aplicada a situaciones impensables hasta hace unos días.

Marcel hizo un gesto y salió presto hacia las esquinas. Sus labios se movieron en un murmullo apenas audible y Carlos creyó captar un ''vamos atrás'', de manera que no dudó en seguirlo.

Información del escape: A menos que pueda atravesar la pared de madera y piedra, no hay lugar por donde salir más que la puerta. La estrcutura o está adosada a la siguiente o da a un sendajo bastante traicionero.

- [Hebreo] Déjales pasar... una voz sonó detrás del joven que se hizo a un lado...un lugar bastante oscuro se hizo ante ellos, una mesa comunal, un pollete de piedra en un lateral, y toda una colección de mantas y sábanas al fondo en el suelo que seguramente servía para dormir.

Destacable era un mueble de madera bastante singular que servía para sostener varios rollos de escritura...el rabino estaba sentado a la mesa con una ropa larga gris oscura y una capa anudada al cuello de tono negro...miró a sus invitados, pero no dijo nada.

Una voz desde el interior de la casa dijo algo que no logró entender al chico que les recibió, y éste les franqueó el paso.
No pensó que sería tan "fácil" acceder a la vivienda, pero supuso que la suerte estaba de su parte, ni más ni menos.
Francisco miró hacia sus compañeros y se encontró con que Marcel y Carlos se habían esfumado. Solamente Fernando se encontraba junto a él en el umbral de la puerta.

-Entremos- le dijo en voz baja para que su impaciencia no se confundiese con algún tipo de intento de ataque hacia el rabino, aunque no pudo evitar tantear su daga debajo de la ropa...

Marce y Carlos ven como Francisco y Fernando acceden a la casa del rabino por la puerta principal, no han oído la conversación ante ella.

Marcel se da cuenta que no hay posible aceso a la parte de atrás de la casa. Detiene su carrera al mismo tiempo que ve que Francisco y Fernando entran en casa del rabino. 

-Carlos, paremos la maquina. Creo que me he anticipado. Mejor una carrera a tiempo que un lamento tardío. 

Pero Marcel no se dirige a la casa del rabino. Vuelve sobre sus pasos y le dice a Carlos

-Mejor que entres. Yo me quedo aquí a vigilar por si veo algo extraño. 

- Han dicho ustedes... dijo el rabino mayor, colocándose en el taburete ...el asunto del "libro"...no es algo que deba saberse, no son de la inquisición, no actuarían de esta forma...tampoco parecen eruditos así que...¿qué les llevó hasta mi puerta?...

Llegados a ese punto Francisco decidió no andarse con paños calientes. Estaba claro que para cualquier otro interlocutor lo que iba a decir a continuación sería tachado de locura o peor aún, brujería. Pero estaba claro que ese hombre tenía unos conocimientos que le certificaban para comprender lo que estaba en juego.

-Mi nombre es Francisco Ruiz, nacido en Toledo... en mil quinientos sesenta y cuatro- guardó una pequeña pausa para que el rabino asimilara aquella información, pero continuó antes de dejarle hablar.

-Debe saber que su vida corre un grave peligro pues hay personas interesadas en que su libro no llegue a manos de la reina Isabel. Nosotros estamos aquí para garantizar que el curso de los acontecimientos no se vea alterado. Protegeremos su vida- explicó de manera somera, pero lo suficientemente alarmista como para que el judío se tomase en serio sus palabras y sobre todo la amenaza que se cernía sobre él.

Entre tras mi compañero, esperando que el lo comentara todo - Con su permiso - pedí mientras entraba.

Francisco lo explicó todo y al terminar el de hablar me adelanté yo - Un servidor también le protegerá. Mi nombre es Fernando Muñoz y, al igual que me compañero, nací en Cádiz en mil cuatrocientos noventa - Era irónico pues es una fecha cercana y yo era lejano. - No os preocupéis, estáis a salvo tras mi espada

Abraham Levy como muchos otros judíos que convivían con los cristianos en la Península Ibérica era un hombre inteligente y muy despierto...- Les creó...debo suponer que vuesas mercedes han pasado por una puerta o dos de mi libro, pero uno es cristiano y el otro musulmán...más dice tener nombre cristiano...y yo reconozco a su gente...¿cómo enlaça ambos dos en mi ayuda y la de mi libro?...

-Se avecinan tiempos aciagos para nuestros correligionarios- fue su respuesta, aunque su semblante se ensombreció notablemente, algo que no pasaría desapercibido ni para su interlocutor ni para su compañero.

Él había nacido varias décadas después de la promulgación de la pragmática de conversión forzosa que obligó a su abuelo Rasid a bautizarse o ser expulsado, en el mejor de los casos, de su hogar.

Aunque su padre, el bisabuelo de Francisco, tuvo el acierto de cambiar su nombre a huir de Granada no pudo escapar de su ascendencia y aspecto, lo que desembocó en el bautismo de su hijo.

Recordaba las historias, así como sus propias vivencias, abrazando una cultura, una religión y un lenguaje prohibido. Aprendiendo su historia clandestinamente en bodegas y cobertizos en medio de páramos donde sus rezos no llegasen a oídos inoportunos.

Rememoró como su abuelo se fue apagando, consumido por la tristeza...

Pero prefirió no angustiar al rabino con hechos que, por desgracia, viviría en sus propias carnes en muy poco tiempo.

-Formamos parte de una organización que no nos desdeña por nuestra cuna. Somos compañeros, así como los otros dos hombres que nos acompañan y que en estos momentos deben de encontrarse en alguna parte detrás de la casa- explicó.

-También el hombre que vivía al lado formaba parte de nuestra organización-.

- Sí, creo que tenés razón - dijo Carlos, mientras volvía a la puerta de entrada junto a Marcel. Pese a los años que llevaba en España, no había podido quitarse el acento y las formas del castellano rioplatense.

Al llegar, pudo entrar a la casa de Levy. Casi al momento de cruzar el umbral, recordó la antigua tradición judía y depositó, con sus dedos, un beso en el dintel de la puerta.

- Permiso ... - un hombre de pelo y barba canos lo miró, casi asintiendo.