La niebla caia como un frio manto blanco, engullendo las siluetas de los edificios y desdibujando todo cuanto se encontrara a mas de cincuenta metros de la vista, en aquella fria noche de noviembre. Era dificil pensar, mirando la quietud reinante, que las ultimas noches en Detroit habian sido una autentica pesadilla, un cumulo de desastres, delitos y situaciones inesplicables en las que el sargento Adam Bleich se habia visto envuelto.
Oficialmente se habia dado carpetazo al asunto de forma completamente irregular. Solo quedaba un detenido en los calabozos al que Adam se negaba a soltar tan facilmente, pese a las presiones de sus superiores. Era un muchacho joven, rubio y con unas gruesas gafas que resaltaban el aspecto de empollon. A simple vista parecia inofensivo pero Adam tenia la corazonada de que ese muchacho era la clave de todo.
Adam era un sargento joven, lleno de energia, al que el peso del deber aun no habia aplastado o corrompido como a la mayoria de sus compañeros y al que aun le importaba descubrir la verdad, puede que demasiado y eso solia en meterlo en problemas constantemente. Habia prometido a su mujer dejarlo pasar, olvidar un caso que a efectos legales ya estaba cerrado y continuar con su vida pero esta promesa le ardia en el corazon. Ella habia sufrido mucho con todo aquello, puede que incluso mas que él y se lo debia pero sabia que tenia al alcance de los dedos descubrir la verdad tanto, como sabia que una situacion semejante no se le volveria a plantear en la vida.
Adam se paso las manos por el pelo mientras repasaba por enesima vez los informes sobre su mesa, los mismos documentos que tendria que entregar por la mañana y que sabia que terminarian en la trituradora del papel. Algo muy serio debia encontrarse oculto entre los parrafos de aquellos papeles, algo que debia salpicar muy arriba dado la forma con la que se habia tratado el caso.
Nada parecia tener sentido, un importante hombre de negocios, un joven mecanica, el dueño de un bar de mala muerte, un estudiante de arquiteztura, una enfermera, incendios probocados, asesinatos, altercados, persecuciones de coches, tiroteos...todo estaba relacionado, su instinto se lo decia mas no acertaba a descubrir como. El joven sargento miro los papeles esparcidos por su mesa como si fueran las piezas de un complicado puzzle imposible de resolver y supo que jamas podria olvidarlo si no archibaba tambien en su cabeza. El unico modo de hacer eso era terminando de verdad.
Tenia que hablar con el unico detenido, ironicamente, solo por conduccion temeraria. Por la mañana tendria que dajarlo libre pese a sus esfuerzos por conseguir que le permitieran interrogarlo o situarlo en las escenas de algunos de los otros delitos. Al parecer el muchacho contaba con el respaldo del bufete de abogados mas desalmado de la ciudad y el comisario jefe, demasiado cerca de jubilarse, no queria problemas.
Imaginaba que aquello podia destrozar su carrera aunque eso no le paro. Bajo a los calabozos y fue directo a la celda donde dormia el sospechoso, sigiloso como un raton.
Sus pasos resonaron por los silenciosos pasillos. Estaba siendo una noche tranquila, apenas tenian huespedes en comisaria, algun que otro borracho roncando, un par de profesionales de la calle descansando al fondo y él, su sospechoso, encerrado en una celda al fondo, apartado del resto igual que si fuera un politico o una personalidad destacable.
El padre del chico era un arquitezto de fama reconocida que habia enviado un ejercito de abogados en cuanto se entero de que su cachorro se encontraba alli, mas a simple vista, no parecia un niño rico. Su aspecto descuidado, su pelo revuelto y la ropa que vestia no le destacaban en absoluto del resto de las pobres almas que dormian en las otras celdas.
El muchacho, al sentirse observado, levanto los ojos del libro que esta leyendo dirigiendo su atencion al otro lado de los barrotes. Adam le miraba desde alli, observando como sostenia un best seller mundial, de tapa negra con una cruz de descolorido tono plateado en la portada, entre sus manos.
El sargento tenia peor aspecto que el, compartian las profundas ojeras, las magulladuras y la sensacion que despues de todo lo que habia pasado nada en sus vidas volveria a ser lo mismo de antes, solo que Adam aun no sabia hasta que punto.
- ¿Puedo irme ya, sargento?.- Pregunto el prisionero colocando un cordon rojo como marcapajinas, con un cuidado tal que bien pareciera que las hojas fueran de fino cristal. Cerro las sagradas escrituras en formato de bolsillo y las guardo en el interior de su raida chaqueta.
- Necesito hacerle algunas preguntas, señor Straus.- Afirmo Adam desde la puerta, con tono frio y directo. Aquel muchacho tenia un aspecto completamente inofensivo, no obstante estaba seguro de que su implicacion en hechos era mucho mas graves de lo que habia podido demostrar.
El prisionero se quedo clavado en el sitio, desconfiando de pronto del joven sargento.- ¿Y mi abogado?.- pregunto apretando sutilmente la biblia entre sus manos, en un gesto mezcla del nerviosismo y cierta creencia a que volumen pudiera protegerle de algun mal.
- Si quieres puedes joderle el sueño y llamarlo para que venga cabreado a ver como corrijo los datos que el negado del novato te tomo mal al hacer tu ficha.- Respondio el sargento haciendo gala de su inata capacidad para inventar mentiras y tretas sobre la marcha, haciendoles parecer tan ciertas como el sol brillando en plena mañana.
Daniel titubeo un segundo antes de caminar de nuevo, saliendo de su celda.- No, esta bien... si solo es eso...- susurro mostrando tanta conformidad como desconfianza, sobre todo al ver la intencion del sargento de esposarlo.
- Son las normas.- Espeto el sargento adelantandose a la protesta y el prisionero no replico, se dejo conducir como un corderito hasta la sala de interrogatorios.
Concretamente a una sala de interrogatorios en un subsotano, cerrada desde hacia años y que usaba como un almacen de material. Oscura y fria pero a la vez discreta, dado que nadie bajaba alli desde hacia años.
Daniel supo enseguida que algo no iba bien. Las cajas amontonadas al fondo de la sala, la bombilla pendiendo de un cable en el techo, las telas de araña en las esquinas...Hasta el espejo del fondo tenia dos dedos de polvo.
El joven se volvio para mirar al sargento, buscando una respuesta pero este no le permitio detenerse en el marco de la puerta, obligandole a entrar de un empujon y cerrando la puerta tras él.
- Sientese.- Ordeno el sargento señalando una silla pero Daniel se mantuvo de pie, mirandole con una mezcla de miedo y desconcierto, aferrandose aquel libro viejo y raido.- Sientese, por favor.- repitio el sargento endulzando un poco su tomo y esta vez Daniel sento.
El sargento se acomodo frente a el en una silla que crujio bajo su peso, la madera de la que estaba hecha se encontrabe medio corcomida. Hizo el gesto de poner los brazos sobre la mesa que los separaba pero la cantidad de polvo y suciedad le disuadieron de ello.- Solo quiero un par de respuestas.- Murmuro buscando la mirada de Daniel.
Daniel quedo en silencio, eludiendo la mirada del sargento.- ¿Respuestas sobre que?.-pregunto con apenas un hilo un voz.- Ya declare que no me di cuenta de que esa calle era direccion prohibida...
El puño de Adam golpeo la mesa haciendo saltar una pequeña nube de polvo y suciedad. No era un hombre violento pero se encontraba al borde de lo que sus nervios podian soportar.
El cuerpo delgado y desgarbado de Daniel se sobresalto en su silla, eludiendo el contacto visual. Era evidente que aquel estudiante de arquiteztura con apariencia de ser un colgado de los videojuegos en red ocultaba algo.
- Dejese de juegos, ya sabe a que me refiero.- Gruño el sargento usando toda la autoridad que era capaz de imponer a su voz pero se arrepintio de pronto de ello.
Aquel muchacho acobardado, encogido en una silla de un sotano frio y oscuro le hizo sentirse miserable. Se aparto de la mesa y dandose la vuelta se paso las manos por el pelo. Nunca habia pensado que se convertiria en ese tipo de policias que recurren al secuestro y la coaccion para arrancar informacion de un sospechoso, menos imaginaba que se veria forzado a usar tales tretas con un chiquillo que apenas habia pasado la pubertad.
Se hizo un incomodo silencio que Daniel rompio inesperadamente.- Si, lo se.
Apenas fue un susurro pero capto toda la atencion del sargento. El muchacho tomo aliento y trago saliba sin apartar los ojos de la mesa que se interponia entre ambos.
- Y... lo siento mucho pero no puedo darselas.- añadio incomodo.
- ¿Por que no?.-pregunto el sargento conteniendo las ganas de zarandear al muchacho para sacarle todo lo que sabia de una buena vez para poder irse a su casa y dormir al menos una noche.
- Yo solo conocco una parte pequeña y cuanto se es suficiente para temer por mi vida mientras dure, para no poder dormir tranquilo jamas.- Argumento Daniel pretando los dedos sobre las raidas tapas de la biblia.- No puedo contarle nada sin poner en peligro su vida.
El sargento escucho cada silaba con sublime atencion. La voz de Daniel era pausada y serena, pese a que se le notaba seriamente cohibido por la situacion.
- Bien...-murmuro Adam. Su experiencia le decia que pese al miedo el chico se moria de ganas por contar su secreto y habia dado el primer paso.- ¿De quien tienes miedo Daniel? Podemos protegerte, existe un programa de proteccion de textigos...
Una mueca se escapo de los labios de Daniel, algo similar a una sonrisa que el sargento ignoro deliberadamente.- ¿Quienes son Daniel? ¿La mafia rusa?¿Las triadas?¿Narcos?¿Una secta satanica?.- le interrogo buscando alguna otra reaccion pero el muchacho nego con la cabeza.
- Es algo mucho peor... por favor sargento. Si alguien le importa en su vida, olvidelo.