Caroline vio al ilusionista dirigirse a las habitaciones. Lo cierto es que poco podrían hacer allí para entretenerse, pero lo que menos necesitaba ahora, era empotrarse en una cama.
Paseó por el jardín mientras la niña correteaba y jugaba. Espero que le traigan un par de juguetes, por lo menos... Pensó, pues los niños necesitaban, a su entender, jugar y aprender. La pequeña estaba rodeada de adultos, sin nada más que una televisión, libros y un jardín para entretenerse. Caroline suspiró, resignada.
Cuando llegó la hora de la cena, Carol estaba viendo la televisión. Escuchó a Ricky y se levantó del sofáantes de ir al comedor.
-Mmm... comida- musitó, entonces vio a la niña que no quería comer. Frunció el ceño y dudó. No quería implicarse demasiado, pero, quizá por ser adulta, se sentía en parte responsable del bienestar de la pequeña Joy. Resopló y se acercó a la niña, acuclillándose junto a ella y esforzándose por esbozar una cálida sonrisa -. Oye, "peque". Tienes que comer- le dijo con ternura -. Estoy segura de que eres una mujercita muy fuerte, pero para seguir así, tienes que comer- tengo que decirle a la doctora que le consigan un peluche o una muñeca... sería mucho más sencillo y la niña no se sentiría tan sola -. ¿Quieres sentarte a mi lado?- le extendió la mano para que Joy la acompañara -Porque yo sí voy a comer para hacerme tan fuerte como tú.
Caroline curvó sus labios en una tierna sonrisa mientras fijaba sus ojos zafíreos en los de la pequeña.
Carlos salió poco después de escuchar a Richard, y se sentó frente a Joy y Caroline no sin antes dedicarles un saludo a cada una.
- Vaya, espinacas hervidas. Mi plato favorito - dijo con convicción. Luego levanto la vista hacia Joy, y bajando la voz hasta que se convirtió en un susurro le hizo una confesión - Son la fuente de mi poder, ¿sabes?. Así que si no te vas a comer las tuyas, deja que me las coma yo.
Sin esperar respuesta levanto el tenedor e hizo ademan de acercarlo al plato de Joy.
La pequeña frunce ligeramente los labios, lo estaba pasando muy bien allí y no le apetecía ir a comer. Sin embargo tomó la mano de Caroline para levantarse. Se sacudió la tierra del uniforme y asintió.
- Bueno, vale-accedió asintiendo-. Te acompañaré para que no estés solita-concedió la niña.
Se acercó la mesa y se sentó en la silla de un salto. Miró la bandeja con ojos curiosos para encontrarse con las espinacas hervidas... no pudo evitar un gesto de desagrado en su cara. Apartó la bandeja y se cruzó de brazos.
- No tengo nada, nada de hambre...-escuchó entonces el pequeño secreto de Richard y lo miró con curiosidad, apartando su bandeja un poco de él-. La fuente de tu poder... ¿Tienes superpoderes?-preguntó ligeramente escéptica. No le gustaban nada las espinacas hervidas, pero si le daban superpoderes, a lo mejor podría aguantar el trago...
Carlos abrió mucho los ojos. Se puso rápidamente un dedo sobre los labios en señal de silencio, y se volvió para mirar a su alrededor de manera exagerada.
- Soy mago, pero la magia necesita baterías. Como las linternas. - Hizo un gesto que trataba de ser muy elocuente, mientras señalaba el plato - Las espinacas, y las verduras en general tienen mucha energía mágica. Pero la mayoría de la gente no se las come, y por eso solo algunos sabemos hacer magia. Pero tienes que guardarme el secreto ¿eh?
Guiño un ojo a Joy y continuo comiendo con aparente avidez.
El tiempo que les quedaba por allí lo invirtió en andar de aquí para allá por el jardín y aquella sala. Sabía que pasaría horas y horas de los días y semanas... y meses que quizá estuvieran allí, dentro de aquella habitación y duda que fuera feliz y bien, por lo que exprime cada minuto de ese tiempo. También sabe que el mono acentuará luego, y aprovecha para estar por allí visible y "bien" ante los demás.
Se acercó a los libros y echó un vistazo, cogiendo algunos, leyendo las sinopsis, soltándolos, y así hasta que finalmente cogió uno que empezó a leer.
Cuando llegó la comida, fue hacia allí en silencio y se sentó frente a su plato, ladeando la cabeza al observar las sustancias que comerán "Lo que daría ahora por un mochi de fresa..." piensa mientras mira las espinacas, al menos era verde.
Escucha a Carol tratar de convencer a Joy, pero sin duda Carlos había ganado esa batalla. Los mira sonriendo comiendo las espinacas sin mucho ánimo, por un momento evadiendo sus pensamientos hacia su hogar. Siente un profundo sentimiento de nostalgia llevada por el mono del tabaco.