Partida Rol por web

Raffius ha permanecido en silencio* casi absoluto desde que abandonaron el templo y a aquel desagradable vejestorio maloliente. La pelea poco disimulada entre sus dos nuevos amigos ha afectado bastante a su ánimo jovial y, normalmente, risueño y ha intentado alejarse de ellos en las últimas horas hasta que resuelvan sus disputas o al menos los ánimos se enfríen.

Raffius es directo, sencillo y cristalino como el agua de los oasis que se aparecen en las turbadas mentes de aquellos que vagabundean por el desierto demasiado tiempo y no entiende la negociación como una espada de dos filos, las medias verdades, las actitudes fingidas ni el poder de la mentira intencionada. Todo ello le parecen actitudes de adultos, tan extravagantes a veces, que optan por complejos caminos que serpentean una y otra vez sobre sí mismos en vez de avanzar hacia un objetivo o una verdad por el camino más simple: el recto. En su opinión, o al menos en una versión no fantasiosa de su opinión, muchos males de este mundo podrían solucionarse si los orgullosos mandamases dejasen a un lado tan inútiles y entorpecedoras artimañas y dirigieran los designios de sus súbtidos con simple sencillez.

Por algún motivo que se le escapa, nadie parece estar de acuerdo.

Tras la salida del templo, su único compañero afectivo en esta árida tristeza ha sido el felino. Su porte, su elegancia, dignas de un rey, no dejan de sorprenderlo y se descubre repetidas veces verdaderamente admirado por los movimientos de este. Si los reyes, emperadores y héroes de las historias descienden de algo no humano, este antecesor ha de ser sin duda un gran felino. Probablemente un leodarpo.

Preocupado como está en quehaceres del todo inútiles para el desarrollo de su misión, el rapaz no interviene en la breve conversación con el emir. Ya ha salido escaldado al intentar tratar sinceramente con un huesudo y malhumorado sacerdote, nada que ver en carácter y trato con los que él conoce. Además, el dinero y los menesteres de palacio no son de su interés y menos aún de su gusto y es más, detesta con ansia la mirada de codicia con que suelen brillar los ojos de las personas cuando tratan asuntos de dinero. Es incomprensible. Parece una droga, una adicción, y por ese metal, tan poco atractivo en ocasiones, ha visto hacer locuras impensables y maldades inconfesables. Ni siquiera con el opio pasan tales cosas...

Sin mucho que decir, Raffius vaga en silencio en el medio de la comitiva sumido en comparaciones y pensamientos. No cree que pueda entender algunas cosas jamás. En ocasiones simplemente parece que él no pertenece a este mundo extraño, avaricioso y mentiroso...

De entre la muchedumbre que todas las mañanas se agolpa en las puertas, un guardia de la ciudad se acerca al grupo, tosiendo con fuerza para hacerse notar, el guardia no quiere interrumpir nada. Algunos de vosotros lo reconocéis como Clint ManoyMedia, bajo su brazo derecha lleva un paquete.

Con una sonrisa, tratando a duras penas esconder que la situación le avergüenza le da el paquete a Raffius.

- Creo que esto te ayudará - comenta - era de un lad... es igual, era de una persona que ya no lo necesita - dice en seco, queriendo evitar preguntas. - No es muy bonito, pero es de tres capas de piel fina y bastante larga. Deja que entre aire entre las capas, te ayudara en el desierto.

Cuando Ateela se aleja, Jaali se acerca al Mahir y le dice al oido:

Debeis entregar la daga al Templo de Nethys, al Sacerdote Faki. Es la unica forma de evitar que caiga en malas manos y de que se relacione con su casa, se lo aseguro. - dice de forma sincera

El viejo consejero asiente a las palabras de Jaali sin decir nada, poco convencido, no parece que se fie mucho del templo de Nethys.

Al ver que el Mahir no esta muy convencido, termina, tambien en un susurro:

Lo digo por el bien de la familia y la reputacion del Emir. A mi tampoco me parecen trigo limpio, pero han reclamado insistentemente la daga. Temo que, si no se les devuelve, podrian empezar a lanzar mentiras y calumnias contra vuestra casa... Una tactica sucia pero que no puede ser descartada por semejantes personas. El Templo se encargaria de hacerla desaparecer y quitaros el problema de encima. Al menos, considerelo. - Haciendo una reverencia, Jaali se aleja con el resto del grupo

Bethel se inclina respetuosamente ante el consejero del Emir Halcon y de paso refresca su memoria releyendo el nombre en élfico que anotó en su capa

- Es un placer servirle a vos Mahir Nashi y a través vuestro al bendito Emir. Sin embargo en el desierto hay quienes creen que no hay mas ley que la fuerza y podemos vernos en situación de necesidad. Aunque desgraciadamente los seguidores del Emir no son tan omnipresentes en las arenas como aquí en la ciudad, quizás un salvoconducto que indique que estamos trabajando a sus ordenes podría ser la diferencia que marque el éxito de esta misión.

Prosigue rápidamente tratando de disipar las dudas que se le puedan presentar antes de que exprese una negativa, pues por experiencia ya sabe que con alguien importante es más facil tener exito anticipandose que tratando de que se desdiga tras negarle la ayuda - Por supuesto los aquí presentes nos comprometemos a no abusar de la autoridad ni de los poderes que se nos concedan en el documento. Y dicho documento será devuelto al termino de la misión o destruido en caso de que nos sucediera lo peor.

Mahir sonríe.

- Ya tenéis una carta de presentación el emir incluida entre los suministros, con permiso ilimitado de acceso a su tierra y uso de sus propiedades - comenta el consejero - No creo que os sea de demasiada utilidad fuera de Ibeq, pero nunca se sabe.