Santiago entra en la cocina con Santino. Coloca su maletín en un lado de la mesa, toma asiento e indica con su mano la silla vecina para que sea ocupada por el joven.
¿Como está, Santino? ya estamos llegando al final. ¿Tiene el resultado de sus votaciones?
Entro en la cocina siguiendo al hombre y tomo asiento como me indica cruzando ambos brazos esperando a que hable. Una vez el anciano se a pronunciado decido hablar yo.
-Estoy bien, a sido usted muy generoso con nosotros, le estoy agradecido por ello, pero antes de pronunciar lo que desea oir me gustaría preguntarle una cosa. ¿Que es lo que nos inyectó en la oreja?- Digo decidiendo no andarme por las ramas.
Santiago se remieve un poco en su silla y sonríe a Santino.
Ya me han comentado sus dudas acerca de los micrófonos. ¿Cree usted que en mi propia casa necesito instalar un micrófono en su oreja para tener todo bajo control? No sería inteligente por mi parte, Santino.
Suspira.
Lamento mucho el nerviosismo que he causado con todo este revuelo, pero no nos queda mucho tiempo y me gustaría comenzar con el entrenamiento lo antes posible. No quiero que se asuste por una inspección rutinaria.
Me encojo de hombros.
-Tenia que preguntarlo. La curiosidad es parte de mi oficio.- Luego miro al hombre con seriedad.- Como no me puedo elegir a mi mismo para entrar en el bunker debo enumerar a 5 personas más. Nara Caravagio, es joven y es mi mujer de modo que era lo más obvio. Miles, al ser doctor considero que su presencia es necesaria. También contaría a Danae, pues sigue siendo joven para lo que la considero necesaria. Johana Paterson al ser profesora de ciencias la considero muy util en este aspecto. Por ultimo elegiria a James Fabri. Al ser un hombre joven puede ayudar tanto a la construcción como a la procreación.
Santiago saca su libreta forrada en cuero negro y apunta algo mientras asiente.
Muchas gracias por su votación, Santino. Podemos volver al vestíbulo.
Santiago entra en la cocina con Danae. Su maletín se encuentra entreabierto en un lado de la mesa, toma asiento e indica con su mano la silla vecina para que sea ocupada por la joven.
¿Como está, Danae? ya estamos llegando al final. ¿Tiene el resultado de sus votaciones? dice mientras saca de su bolsillo una pequeña libreta forrada en cuero negro.
Seguí a Santiago sin rechistar. Qué derecho tenía yo a criticar, contradecir o negarme a las peticiones de aquel hombre. Su mirada me resultaba fría, analítica y perforadora pero de alguna forma u otra, quizás mágica, era una persona que me transmitía calidez.
Podría decirse que era un anciano. Sus arrugas y su barba blanca reflejaban la experiencia de los años y la sensatez y el buen juicio de una vida bien vivida. Todo lo contrario de lo que es ser un niño. Los niños sueñan por encima de las posibilidades y de una realidad más que indiscutible, pero siguen soñando sin importarles el resultado. Al fin y al cabo qué era más importante, si la finalidad de un sueño o la valentía de soñar con imposibles.
Por un momento me acordé de mi infancia. Sin duda yo había sido una gran soñadora. Soñaba con planes de futuro, accesibles, sensatos... como un trabajo que me proporcionara dinero, lujos y que me permitiera conocer el mundo y a su gente. Pero también soñaba con imposibles como domesticar dragones, quemar granjas (incluyendo mi casa), ser invisible, tener otro padre...
Puede que Santiago fuera tal y como su mirada le describía, pero yo preferí recuperar mi habilidad de niña y creer en lo imposible. A pesar de que aquel hombre yo no no tuviéramos ningún vínculo familiar, lo cierto era es que me había ofrecido más de lo que mi padre jamás había llegado a darme.
Noté como mi garganta danzaba temiendo dejar salir a una voz entrecortada. El pistoletazo de salida ideal para un llanto dramático e innecesario. Cerré los ojos por un momento e inspiré con fuerza mientras recuperaba mi actitud de adulta. Con tono firme señalé a cinco personas.
- Sí. Mis votaciones incluyen a Johana Paterson, James Fabbri, la joven Melisse, Miles... - rectifiqué a tiempo - Lloyd, Miles Lloyd y el Padre Samuel. Esos son mis candidatos.
Gracias por todo. Intenté añadir pero las palabras nunca llegaron a ser pronunciadas, convirtiéndose en espinas clavadas de un corazón ya más que oxidado.
Gracias Danae, ya podemos volver al vestíbulo.