Partida Rol por web

Dímosles cristiana sepultura, o tan cristiana como pudimos, aunque mucho temíame yo que en aquel bosque maldito ninguno encontraría la paz. Y así fue. Ni muertos ni vivos tuvimos descanso en la noche pues los muertos, llamándonos desde la niebla, lanzando advertencias que en la oscuridad sonaban muy reales. El miedo flotaba en el ambiente, tanto que el pobre merino, a pesar de sus heridas, salió por pies sin que el resto pudiéramos hacer algo por detenerle.

Mal asunto, pues un jinete sin cabeza, válgame el cielo lo que se veía en aquel lugar, apareciose ante nosotros con la cabeza del pobre hombre que habíanos contratado. Por mucho valor que yo tuviera, aquella imagen era para poner los pelos de punta.

—Descansar... —Farfullé poco convencido de que eso fuera a pasar—. Lo mejor será estar prevenidos por si ese jinete descabezado vuelve a aparecer.

No pude evitar mirar de reojo al caballero que nos acompañaba, pues el fantasma o lo que fuera que había aparecido de la nada, bien habíale señalado como el siguiente en una macabra lista. Aquello cada vez me gustaba menos.

Opino como Carlos, señores míos...: será mejor no descansar, y encontrar a ese crío y la suya madre, sean vivos o muertos... El merino ha tenido lo que merecía, aunque no quisiéralo yo. Ha sucumbido por tantas dudas como nos ha acometido, y por echarse atrás en la empresa que él mismo peticionó. Busquemos, busquemos cuanto tiempo podamos antes de que esa criatura, barón o demonio, vuelva a por nosotros -estaba herida, pero también algo más animada, pues al menos ya habíamos ubicado al enemigo a batir. Apoyé mi lanza como un bastón y respiré hondo-. ¿Continuamos?

Así sea, continuemos.

Los cadaveres seguían apilandose en aquel bosque. El merino tenía demasiados secretos. Intentó aparentar valor y tranquilidad, pero estaba asustado, mucho. El encuentro con los otros seres había dejado mella en él, tanto fisica como mentalmente.

Sin embargo, creo que nuestra necesidad ahora mismo es salir del bosque y esperar que diós nos ilumine con la luz del sol antes de buscar nada.

Retomásteis la marcha, camináteis hasta el atardecer sin un rumbo fijo. Sea como fuere llegásteis a un lugar donde la niebla desaparecía. Ante vosotros se erguía un enorme castillo sobre la cuenca del rio. Empezásteis a cruzar el puente, dejando la niebla atrás.

Y cuando ya pensábais que estábais a salvo la niebla que quedaba a vuestras espaldas se abrió y de ella salió el jinete sin cabeza lanza en ristre a caballo acompañado por dos de los bichejos del cementerio. Se queda parado, sin llegar a entrar en el puente, pero desde la lejanía os increpa.

¡Entregadme el cáliz!¡ Si no lo hacéis os mataré. Mataré a vuestras esposas, a vuestros maridos a vuestros hijos y después me los llevaré al infierno!- Esto decía desde el caballo mientras los bichejos lo vitoreaban, pero no daba ni un paso su caballo dentro del puente rumbo al castillo y por ende a vosotros.

Ebardo se encomienda al altísimo y va al encuentro del jinete sin cabeza, pues aunque se refugien en el castillo, alguna vez habrán de salir de él y volver a internarse en la niebla fruto de quién sabe qué brujería. Y parece que el jinete es la fuente de todo mal. Por eso Ebardo prefiere enfrentarlo ahora, cuando da la cara y se encuentran en el linde de la niebla.... aunque sea lo último que haga. Alguien que prenda antorchas pues el fuego todo lo purifica. Y tú, descabezao, ven aquí que te doy el cáliz. -Dijo Ebardo todo bravo, aunque realmente tenía tanto miedo que en cualquier momento mancharía los calzones.

Roldán avanzó con decisión y alzó la cruz que llevaba consigo, empezó a recitar varios textos en latín centrando toda su fe en el acto. Adjuctorium nostrum in nomine domini qui fecit caellum et terram, adorote devote latens deitas. Cave, cave, Deus videt! Nos Abrenuntio. Confrontatio!

Aquel caballero militar parecía querer enfrentar la fe a aquel terrible demonio... Quizá lo conseguiría, pues demoníaco era su aspecto y terrible tendría ser la más mínima oración formulada contra él ¡Acaso no le vieron vuestas mercedes! No supe durante un instante cómo reaccionar, y para más inri nos pedía aquel cáliz. Cáliz que tenía el caballero... ¿Porqué no venía directamente a por él? ¿Tal vez el agua le causara pavor? ¿O era aquel castillo?

¡Quizá dentro del castillo estemos seguros! ¡¡Roldán!! -intenté centrar su atención, pero ya estaba inmerso en una plegaria contra el jinete descabezado-.

Y allí nos encontrábamos ante el causante de todo aquel mal. Ante nuestros ojos, ya olvidados de la niebla y frente a un castillo que parecía haber salido de la nada, hallábase el jinete sin cabeza, arropado por aquellos seres del infierno que habían devorado al pobre moro.

Pero lo que más me exasperaba era la insensatez que mostraban los que me acompañaban. Heridos y todo iban de frente contra el demonio aquel que había decapitado sin problema al merino. Moví la cabeza de nuevo, igual que allá en el cementerio, cuando echaron a correr en pos de un moribundo al que apenas le quedaba un suspiro en esta tierra. Yo no es que fuera demasiado espabilado, pero ir así de frente, como iban aquellos dos, parecíame la estupidez más grande del mundo.

Suspiré resignado y prepareme a seguirlos, escudo y hacha en la mano, porque más pronto que tarde seguramente tendría que usarlos.

Ebardo en un acto de valentía se apartó de la luz que iluminaba el castillo y se dirigió a las tinieblas donde aguardaba el jinete sin cabeza y las dos criaturas. No tardó en seguirle Roldán, que entonó una oración para darse coraje así mismo y enfrentarse en estado de gracia a las criaturas. Inés, consciente de la precaria situación del equipo les pedía que fuesen al castillo, pero los demás hacían oidos sordos. Y por último Carlitos, el gigantón a regañadientes salió también del puente.

El jinete sin cabeza retrocedió unos pasos, en parte para dejar salir al grupo del puente. En parte para preparar la carga. Las criaturas le imitaron. Cuando salísteis del puente, el jinete se lanzó a la carga...

En vista de que el jinete se preparaba para cargar sobre ellos tan pronto como salieron del puente, Ebardo retrocedió y se quedó al lado de Inés y de su lanza.

-Roldán, Carlitos, retrocedamos y aguardemos la carga agrupados. Inés, socorrednos con vuestra lanza.

El caballero Roldán avanzó haciendo caso omiso de la sugerencia de Ebardo. No empuñaba la espada de la manera normal, si no a dos manos como si de una cruz se tratase. El jinete sin cabeza al verlo avanzar hacia él no se lo pensó dos veces y cargó contra él. Pero cuando estába a punto de realizar la carga, como si de un milagro se tratase detuvo su caballo en seco. Lo hizo ponerse sobre dos patas a la altura de Roldán que aguantó valientemente el envite del jinete y después el jinete sin más explicación retrocedió.-¡Volveremos a vernos!-y puso el caballo al galope de vuelta a la niebla. Los dos bichejos que lo acompañaban, viendo el percal se miraron el uno al otro y huyeron en pos del jinete.

No tenía intención de mantener otra lucha, dado lo que veíamos (el jinete y de nuevo aquellos demonios que devoraron a Basim), sino más bien retroceder hasta el castillo antes de que nos embistiera el descabezado; pero que Ebardo se preparó para aguantar y devolver el embiste (tal vez ilusamente). Una ya decidida a esconderse, que quedar allí a aquel cortesano inexperto en lides de guerra no sería sino un harto pecado a los ojos de Dios. Por lo que dispuse mi lanza pues, y sin ganas apenas, me junté con él hasta que algo me sorprendió: el jinete retrocedía, tal vez por las palabras santas de Roldán...

¡Huye! ¡Es otro demonio si huye antes las palabras cristianas! -añadí-. ¡Corramos! ¡Corramos hacia el castillo!

Una vez más nos veíamos envueltos en una nueva locura y, comprobando que con aquellos era imposible hacerles entrar en razón, apresteme con el escudo y el hacha dispuesto a detener el embate del jinete sin cabeza. No creía que tuviéramos demasiadas posibilidades de salir victoriosos, y escapar al castillo que había aparecido de forma tan misteriosa ante nosotros podría ser lo más sensato, pero que no dijeran que Carlitos huía ante los peligros dejando las luchas para otros.

Mas no pude evitar quedarme sorprendido al ver como el descabezado detenía su avance para dar media vuelta, no sin una amenaza por en medio, ante las palabras de nuestro caballero. Por todos los santos que nunca antes había visto tamaño milagro.

Pudiera ser que yo no fuera muy avispado para ciertos asuntos, pero bien había visto que aquel jinete muy terrenal, y menos celestial, pudiera ser. Así que escuchar las palabras de la joven Inés hizo que la mirara sorprendido... ¿Acaso un jinete sin cabeza que dedicábase a matar a todo aquel que encontrara sumido en la niebla pudiera ser otra cosa que un demonio? Bufé sonoramente antes de asentir a sus siguientes palabras.

Un poco de cordura por fin.

—No perdamos más el tiempo... En el castillo encontraremos mejor protección que aquí expuestos.

Dando media vuelta decidí seguir a la joven antes de que al maldito demonio y sus secuaces les diera por aparecer.

Un sudor frío recorría todo el cuerpo de Roldán. Ufff, Gracias cristo nuestro señor. Le flojeaban las piernas de nuevo, se forzó a girarse y seguir a los demás guerreros hacia el interior del castillo.

Y viendo que el jinete huía y con pocas ganas de adentraros en la niebla fuísteis hacia el castillo que parecía iluminado por la luz del sol. Y bien parecía un oásis en el desierto de terror que era ese bosque y la maldita niebla. Quizás dentro encontraríais respuestas, quién sabe. Lo cierto es que estábais cansado y el castillo se prometía un lugar más apacible que el bosque.