Partida Rol por web

Ebardo ve unos ladrillos un poco sueltos por una de las salidas de las ratas. Ahora solo hay que aplicar la suficiente fuerza para romperlo.

El agua os llega por las rodillas, tenéis tiempo pero no demasiado. Ya solo queda alguna rata nadando en el agua.

Ebardo señala unos ladrillos que no están bien encajados y a los que les falta mortero que los una y dice:

Por aquí. Echensé a un lado vuestras mercedes.

Y de una única patada tira unos cuantos ladrillos revelando una vía de escape. Luego, se apresura a agrandar el hueco con las manos.

Abrió paso Ebardo a patadas y por ahí empezó a salir el agua y vosotros. Os internásteis por otro pasadizo, Inés con el libro en las manos. Llegásteis a una puerta y al abrirla encontrásteis una gran sala con un altar en el que estaba atada una bella joven musulmana desnuda que sonrió aliviada al veros entrar a vosotros. En una especie de pila yacía el niño llorando. El camino había sido peligroso pero habíais logrado vuestra misión...al menos Ebardo e Inés, porque Roldán había fracasado en llevar al merino de vuelta a casa sano y salvo. Pero sabíais que habíais librado a la comarca de un gran mal dando muerte al sacerdote y a su engendro del infierno. Eso ya era una recompensa por sí sola.

Parásteis unos días en el castillo a descansar y a recuperaros de las heridas. Dísteis cristiana sepultura a Carlitos y quemásteis los cuerpos del sacerdote y su criatura. La muchacha os dijo que quería volver a su pueblo, que nada se le había perdido en estas tierras, que si la ayudábais a llegar a su tierra. Pero esa es otra historia, y antes teníais muchas explicaciones que dar, un niño por devolver y un libro por descifrar.

El episodio en el bosque y el castillo marcaron profundamente a Ebardo. Los monstruos que poblaban los cuentos que le contaba su nodriza de niño y que tan graciosos y fantasiosos le parecían, habíanse revelado tan ciertos como que hay Dios. La experiencia cercana a la muerte le habían dejado una huella indeleble.

Unido eso a la impresión que le causó el caballero Roldán de Bilbilis avanzando sin miedo hacia el jinete diabólico junto al puente a la entrada del castillo e haciéndolo retroceder con la fuerza de su fé, convenció a Ebardo de ingresar en su misma orden para seguir sus mismos pasos, dedicando su vida a combatir el mal al servicio del altísimo.

Ver al cortesano vislumbrar una salida y además mancharse esas manos de noble no era sino un espectáculo. Claro que, aquesto no hacíalo por gusto, sino que les iba la vida en ello. A todos. Por fortuna, el valiente Ebardo nos sacó de este embrollo en su parte final y pudimos pasar al otro lado, donde estaba la muchacha y el bebé, aquel niño sin culpa que pudo haber muerto por la maldad de un ser vil y su bestia. Cuando nos pusimos a resguardo intenté cuidar de la madre esos días de descanso en el castillo hasta regresar al hogar para retornar al recién nacido. Por supuesto, antes de cualquier aventura más allá de mis heridas habría una de descansar, pues no las tenía ahora mismo todas conmigo. Recordé a los caídos un instante: el malogrado Basim y Carlitos, víctimas de todo este misterio resuelto. Jamás podría quitárseme de la cabeza todas las desventuras que esos días hube de vivir, y quedarían en mi recuerdo para evitar sorprenderme con ellos en un futuro, de volvérmelos a encontrar.

La experiencia había sido muy dolorosa para Roldán. Dolorosa e inspiradora a la vez. La muerte, la visión de las criaturas, el hechicero oscuro, el demonio sin cabeza. Por un tiempo dudó de su fe, pero el haber hecho recular al ser tan solo con la cruz de jesucristo consiguió que se recuperara y empezara a estudiar las escrituras con mucho más ahinco. Empezó a buscar rumores de hombres santos y sabios un poco locos. No le costó mucho encontrar sacerdotes mayores dispuestos a enseñarle como combatir a lo oculto y los demonios. El caliz y el libro fueron suficiente para que Roldán volviera con un nutrido grupo de guerreros religiosos para eliminar la mácula de aquella zona, tanto matando a las criaturas restantes como consagrando el lugar. Recibió muchos elogios por aquello.