La Conquista de Terra:
Durante milenios, Terra fue pasto de una eterna guerra continua entre las diferentes culturas ya fuera por los recursos, influencia o, simplemente, poder. Llegado un momento de crisis en los que las tribus tecnobárbaras y otros países como el Imperio Panpacífico o los Cultos de Mérica estaban llevando el mundo en una dirección en la que no habría vuelta atrás, momento en el que apareció el Emperador.
Nadie sabe de donde surgió, quien es o cuanto tiempo llevaba ahí. Lo único que se sabe de él es que apareció junto a unos soldados genéticamente mejorados que se hacían llamar Guerreros de Trueno y que, con ellos, fue poco a poco conquistando todo el planeta. No dejaba nada a medias tintas, o te unías a su creciente Imperio o morías, ni más ni menos. El Emperador había visto que la humanidad tenía que estar unida bajo un mismo mandato para poder sobrevivir, el Emperador había percibido que una época de grandeza iba a empezar a ocurrir y entonces, solo entonces, fue cuando se vio que su ambición no solo se quedaría en ese planeta.
Como habían hecho otras muchas culturas, los Guerreros del Trueno quemaban y destruían todo lo que era religioso o cultos "mistéricos", dejando solo detrás de sí la Verdad Imperial, que promulgaba que todo tenía una explicación científica y que los monstruos míticos, creencias religiosas y demás eran el opio de la mente humana y tenían que desaparecer.
Algunos decían que solo un Dios podía decir que los actos divinos tenían una explicación; pero el Emperador nunca se proclamó a sí mismo como un dios, aunque tampoco lo desmintió en ningún momento.
Los Primeros pasos de la Gran Cruzada:
Cuando toda Terra estuvo bajo su control, el Emperador desapareció durante casi un siglo entero delegando el mando en el conocido como Sigilita. Este humano, un psíquico de poder excepcional, mantuvo el control de todo lo que sucedía con la misma eficacia que el Emperador aunque sin esa presencia casi divina.
Empezaron a reclutar gente de todo tipo para sus nuevos ejércitos, desde criminales a eruditos pasando por bárbaros y salvajes de las zonas más recónditas o soldados de los ejércitos imperiales. Estos reclutas fueron los primeros Adeptus Astartes de la historia, las legiones más potentes del Emperador. Cuando volvió a aparecer el líder de Terra, alzó su vista hacia las estrellas y se lanzó a la conquista de todo el Sistema Sol.
Lo primero que hizo fue tomar la luna como un puesto avanzado. En realidad creo una base desde la que poder detectar y defender amenazas a su planeta capital, a la vez que lo convertía en una especie de prisión para los criminales más peligrosos. Después fue a Marte y allí realizó un pacto con los Sacerdotes Marcianos, pues el Emperador necesitaba de su tecnología y los marcianos necesitaban de las tropas y recursos del Emperador para poder reclamar todas las colonias que una vez mandaron y con las que perdieron todo el contacto. Así pues el Emperador les permitía mantener sus cultos religiosos al Dios-Máquina y les cedería toda la tecnología que encontraran a cambio de que toda la producción fuera distribuida por el Señor de Terra.
Con el poder del Mechanicum bajo su mando, el Emperador no tardó mucho en conquistar los diferentes planetas que había en el Sistema Sol, las Nobles Casas de la Flota Saturnia, los astilleros de las lunas de Júpiter, los recursos de Mercurio y Venus, todo fue cayendo bajo su mando ya fuera por medio de la diplomacia o del fuego de bolter; pero no se detuvo ahí.
Durante ese tiempo, las tormentas de disformidad que bloquearon toda comunicación entre todas las colonias galácticas de humanos fueron disipándose y, como si hubiera podido predecir ese momento, en cuanto terminó la conquista del Sistema Sol y miró hacia el resto de la galaxia esas tormentas habían desaparecido y podía lanzarse a su conquista. Podía iniciar de verdad la Gran Cruzada.
También podría ir en busca de sus hijos desaparecidos.