Y por fin el ejército griego se enfrentó en campo abierto a los macedonios durante días, siendo el ímpetu grande pues grande era el premio.. En aquel campo se forjaron y sucumbieron grandes héroes y muchas fueron las historias dignas de ser contadas. Corrieron ríos de sangre y los cadáveres se amontonaron creando cordilleras y valles.
Allí se encontraban Stalicos, vástago de Traitus, azote de las bestias, y Vettias, hijo de Gelos, el honrado por Hermes, quienes habían labrado amistad en aquellos días a los pies de los despojos de sus enemigos. Y durante días repelieron una y otra vez los envites del invasor con la fuerza de sus espadas, rotos ya los escudos y las lanzas. Siendo su sola presencia suficiente para imbuir valor en los corazones de sus aliados, pues tanta era su fuerza homicida.
Sin embargo con la llegada del amanecer del sexto día, los griegos, viéndose superados en número, partieron en retirada, primero por decenas y después por centenares. Vettias, el del discurso divino, poco pudo hacer para devolver el valor al soldado que daba ya la espalda al macedonio. Y cuando iba a dar ya la batalla por perdida, vio, en la vanguardia del macedonio, a su rey, henchido de orgullo y gloria, quien se había adelantado para cobrar su victoria.
Hermano Stalicos. No todo está perdido. Demos muerte a su Rey o compartamos el vino de los dioses. Veo la furia y la venganza en tus ojos, seas tú pues el que derrame su sangre y se alce con la gloria, yo te asistiré contra su guardía.
Aceptando por buenas las palabras de Vettias, avanzaron los invictos dejando sólo muerte a su paso. Y tal fue la calamidad entre los hijos de Macedonia que aún las madres lloran cuando escuchan sus nombres. Llegáronse al rey recordado por siempre como el cobarde pues así se escondía detrás de un enjambre de guardias. Lucharon valientemente, unos en defensa otros apremiados por el tiempo que les quedaba. Por dos veces la espada de Stalicos estuvo cerca de la garganta del rey y por dos veces falló su golpe.
Perdido el empuje inicial y pérdida la esperanza, flagelaron las fuerzas de los dos hijos de Helios. Y así habló Stalicos viendo pronta su muerte.
Sólo nos queda ya el viaje de Caronte.
Pero Vettias no había escrito aún la última palabra. Saltando sorpresivo sobre la muralla de lanzas como el vuelo de Icarus, cayó a los pies del rey al que, después de rendir pleitesía, corto la cabeza. Ésta rodó atravesando el ejército macedonio produciendo gran confusión y temor, produciéndose la retirada del ejército macedonio, no sólo de aquellos campos rojos, sino también de las tierras de los griegos.
Sobreviviendo los héroes, se unieron sus manos y Vettias habló así.
Valientemente has luchado estos días, que serán recordados hasta el fin de los tiempos. Tu nombre ha sido grabado junto al mío a sangre y hierro, cambiando para siempre lo tejido por los dioses. Heme aquí, que te pido que recuerdes mi servicio, no hoy, sino en los tiempos difíciles que están por llegar, pues pesada es la carga que han puesto sobre mis hombros.