El origen de todo
Mathâir adquirió conciencia y de ella surgieron siete rayos de luz, al que les dio forma. En agradecimiento, los Primeros entregaron a Mathâir un universo creado en el espacio en el que flotaban.
Uriel creó la Tierra, el Dannan, y a su vez formó mundos parecidos al primero, los Siete Planetas que rodean al Dannan. A cada planeta le puso un nombre que estuviera relacionado con su color, el elemento que lo dominaba y la distancia que había respecto al Dannan. Cada planeta fue entregado como regalo a los Primeros.
Uriel habitó en Dannan para cuidar de él y se decidió que fuera la morada de los Hijos de los Primeros que habrían de llegar tras la creación. Formó planicies, montañas, cuevas, riscos e hizo crecer la flora y la vegetación.
Gabiriel, en agradecimiento por el planeta en el que podría vivir, entregó un don al Dannan de Uriel. Inundó los campos de agua y bañó la seca tierra para que las flores y las plantas pudiera estar siempre frescas. A las grandes extensiones de agua las llamó océanos, a las más pequeñas mares y las diminutas charcas las bautizó como lagunas. Las líneas de agua que bajaban de las montañans para llegar al mar las llamó ríos y a la caída de las aguas sobre las altas montañas les puso por nombre cascadas.
A ella se le concedió el planeta con el nombre de Muir, el más cercano al Dannan, que esta dominado solo por el agua, nubes y hielo.
Mikael iluminó las esferas ardientes que conocemos como Soles y creó el fuego para que el frío no pudiera matar la vida. Gracias al fuego de los Soles, la luz limpió de oscuridad el universo. Regaló al planeta de Uriel el fuego creado en el interior de sus montañas a las que bautizó como volcanes. Gracias al calor, el agua de Gabiriel podía secarse para converstirse en nubes y precipitar hacia la tierra de nuevo.
A él le fue concedido el planeta rojo Fierun, dominado por el fuego, la luz ardiente y la lava de los volcanes.
Rafael creó las brisas marinas y el viento para que las nubes pudiesen viajar por todo el Dannan; el viento que pudiese apagar el fuego de Mikael o lo avivase si era necesario; el viento para crear el hielo enfriando el agua en los bordes del planeta. Dio nombre a los distintos vientos y otorgó facultades curativas a las plantas.
A él pertenece el planeta Àirle, donde solo hay aire...
Sariel fue la encargada de poner orden en el Universo. Todo había sido creado ya, pero se encontraba esparcido sin un orden concreto. Situó las cosas arriba o abajo, a derecha o a izquierda, dentro y fuera. Creó las diferencias entre formas, las Lunas que venían tras los Soles, el Día y la Noche. Puso nombre a las distintas direcciones: Norte, cuando algo estaba arriba; Sur, cuando algo estaba abajo; Este, si algo se situaba a la derecha y Oeste, cuando algo estaba a la izquierda.
Para ella, el planeta Gléus, donde todo es órden y nada está fuera de su sitio.
Abdael creó la Rueda del Tiempo para que el orden se mantuviera estable. Dio paso al Tiempo para que todo pudiera estar presente y nada quedara en el Vacío. Creó también el principio y el fin de las cosas y con este fin, creó el Destino, "aquel que sucede" .
A Abdael le fue otorgado Beatha, donde todo vive eternamente.
El último en intervenir fue Luzbel. Tras la llegada de los Hijos de los Primeros, su misión fue la de concederles la vida. Gracias al viento de Rafael, el calor de Mikael, el agua de Gabiriel y la Tierra concedida por Uriel, los hijos nacieron y Luzbel les insufló vida. Sin embargo, los hijos vivirian eternamete, como los Primeros. Les concedió también vida a las demás cosas creadas, al agua, al aire, a la flores de Rafael y a los volcanes de Mikael. Con el tiempo y el Destino donados por Abdael y Sariel, dio vida y muerte. Como compensación por concederles el fin, les ofreció Conocimiento. El uso de razón para que pudieran entenderse unas con otras.
El decidió residir en el planeta más alejado de la Tierra, en Dearmad.
Siete fueron los planetas que los Siete habitaron. Pero nueve fueron los hogares que se crearon. Sobre Dannan se creó un hogar para Mathâir, el Neam, y desde allí se podía observar el paso del tiempo y la vida que los hijos llevarían.
Croistara
Croistara es el nombre con el que se conoce a la Guerra de los Primeros. Durante el nacimiento de Mathâir y sus hijos, los Primeros, sobrevino la aparición de los Dioses Menores, espíritus de otros universos cuyo único objetivo era el de conquistar aquello que había sido creado.
Cuando Dannan se convirtió en el hogar de los Hijos de los Primeros, nacieron las primeras razas. Pero la llegada de los extraños dioses, venidos de otro mundo más allá del Vacío que en un principio existía, puso fin al reinado de paz de Mathâir. Un dios menor conocido con el nombre de Athâir destronó a Mathâir. Los Primeros, por orden de su propia creadora, juraron lealtad a la nueva deidad para que nada fuera destruido. Athâir cambió el orden y el equilibrio creado para forjar su propio universo, uno que él gobernaría en solitario. Dividió a todos los seres en un orden diferente, creó rangos, distinciones, otorgó poderes a unos pocos y arrebató la nobleza a los demás. Su desmesurada ambición lo llevó a compararse con el poder de Mathâir al crear una raza diferente forjada a su semejanza: los humanos.
Permitió que sus hijos poblaran Dannan y que allí hiciesen su voluntad, en total libertad. Con un afán de conquista heredado de Athâir, arrebataron el hogar a las primeras razas, a los Hijos de los Primeros. La ira creció en el corazón de Neam, el hogar que Athâir tomó como suyo y en donde sus esclavos y los Primeros vivirían. Los siete planetas que antaño fueran su hogar quedaron lejos de su alcance y se convirtieron en lugares vacíos y solo Dannan continuó vivo.
Tras años de sufrir bajo el yugo de Athâir, el Primero Luzbel, el ángel de la Vida y el Conocimiento, contendió una y otra vez contra Athâir para demostrar a los demás Primeros y a las demás criaturas que este nuevo dios era un tirano. Así lo creían todos en verdad, pero ninguno se atrevía a decirlo tan abiertamente como lo exponía Luzbel. Por otro lado, pensaron, y Athâir los convenció de ello, que Luzbel solo deseaba el trono de Neam para él mismo y trataba de ponerlos en contra de su dios. Luzbel, sin embargo, aún fue capaz de defender su causa, argumentando que solo deseaban la libertad que antes poseían. La tensión creció cuando Gabiriel abrió por fin su corazón a Luzbel tras años de silencio, habiendo sido obligada a desposarse con Athâir. Luzbel consideró necesario terminar con el reinado de Athâir y decidió mover a todos los que apoyaban su causa a una Guerra donde liberaría de la opresión a sus hermanos y recuperaría a Gabiriel, a la que amaba profundamente. Pero ninguno de los Primeros apoyó su causa y Luzbel se quedó solo.
Su revolución acabó en fracaso. Abdael, por orden de Athâir, asesinó a Gabiriel, que antes de morir dio a luz al hijo de Luzbel. Los aliados de Luzbel fueron derrotados y él, condenado a la oscuridad eterna. Todos fueron desterrados del Neam y enviados a un mundo inferior, un mundo opuesto que por orden del Destino, aquel que ha de venir, creó como punto inverso: el Ifrinn. Aquel mundo caótico estaba sin dueño, nada tenía un orden. Luzbel, decidido a no perder la esperanza de recuperar lo que por derecho era suyo, conquistó el Ifrinn y se convirtió en Lucifer, el Señor del Infierno. Desde allí creó su reino para algún día, volver a luchar contra el Neam para recuperar el poder de Mathâir.
Aunque todos los Primeros estuvieron del lado de Athâir, éste no los recompensó por su lealtad y los desterró del Neam. Su obsesión por crear el mundo perfecto en el que nadie osara rebatir su mandato no tenía límites. Arrebató los poderes primigenios a los Primeros y considerándolos seres inferiores a él, los envió a custodiar a sus hijos, los humanos, en Dannan. Uriel, Rafael, Mikael y Abdael, pasaron a ser sirvientes divinos de los humanos para limpiar su nombre y ser merecedores algún día de vivir de nuevo en el Neam. Sariel conservó su lugar desposándose con Athâir.
Los Primeros
Abdael — Primer Ángel del Tiempo.
Tras la llegada de los dioses menores y el ascenso de Athâir, se le concedió el mando de los Tronos, los Espíritus de las Estrellas, uno de los rangos inferiores de los seres celestiales. Durante la Gran Guerra fue llamado el Ángel de la Justicia ya que su misión principal era la de ser el ejecutor de la palabra de Atháir. Bajo su espada cayó Gabiriel y por la lealtad mostrada, fue desterrado al Dannan como el resto de los Primeros. Se dice que busca redención entre los mortales.
Gabiriel — Primer Ángel del Agua.
Mensajera de los Primeros. Fue la madre de la raza de los grigores y se le atribuye el mando de los Querubines. Tras la llegada de los dioses menores, se convirtió en la esposa de Atháir, uno de los muchos motivos que impulsaron a Luzbel a la Guerra. No apoyó abiertamente a Luzbel, pero incapaz de soportar las injusticias de sus hijos, decidió apoyar su causa y fue ejecutada por Abdael. Antes de morir, dio a luz al hijo de Luzbel, el demonio Alastar.
Luzbel — Primer Ángel del Conocimiento.
Padre de la raza de los elfos. Tras la llegada de los dioses menores, se le concedió el mando de los Principados. Estaba enamorado de Gabiriel y odiaba a los humanos por el mal que causaban en Dannan, del mismo modo que odiaba a Athâir por el el confinamiento de Mathâir. Se enfrentó a los dioses, fue derrotado por Mikael y encerrado en el Ifrinn, lugar habitado por dragones.
Mikael — Primer Ángel del Fuego.
Se dice que él fue el padre de los poderosos dragones, desterrados al Ifrinn tras la llegada de los dioses menores. Fue el líder de los Serafines, criaturas celestiales con gran poder combativo. Fue el general de todos los ejércitos y el que dirigió las defensas cuando Luzbel atacó el reino de Athâir. Logró vencerlo y sin embargo, su victoria no tuvo la recompensa esperada. Fue desterrado a Dannan, donde se dice que vaga sin rumbo en busca de justicia.
Rafael — Primero Ángel del Viento.
El creador de los althemires. Tras la llegada de los dioses, se le concedió el mando de las Virtudes. No apoyó ningún bando hasta que Gabiriel, de quién estaba enamorado, fuera asesinada. Aún así, se puso de parte de Athâir y como los demás, fue desterrado a la Tierra donde se dice que ahora ha tomado la apariencia de un humano.
Uriel — Primer Ángel de la Tierra.
Encargado de la Guardia del Neam. Durante la Guerra estuvo del lado de los dioses menores, pero fue desterrado. Lo último que se sabe de él es que vaga por el Este en busca de aliados para la causa de Lucifer.
Sariel — Primer Ángel del Orden.
Se sabe poco de ella, tras llegada de los dioses fue relegada a un segundo plano. Tomó partido por Athâir del tal modo que tras el destierro de los Primeros, ella conservó el poder y ahora se sienta junto al nuevo dios como su segunda esposa.
Los dioses
Los Primeros fueron olvidados. Mathâir nunca existió. El Padre de Todo es Athâir, única deidad verdadera. Todo lo que hayáis escuchado sobre los Primeros no es más que un invento. De hecho, haríais bien en no mencionar siquiera su nombre.
—Inquisidor a su invitado.
Las deidades adoradas son diversas, como diversas son las razas y criaturas que pueblan Dannan. El culto a los Primeros dioses fue erradicado hace siglos y sus nombres no se veneran salvo por aquellos que los recuerdan. Algunos son los que conservan la fe en los Primeros, creyendo fervientemente que regresaran para destronar a Athâir y recuperar el trono para Mathâir. Por su parte, Mathâir es una deidad extinta, de la que nada se sabe tras la llegada de los dioses menores.
El único culto reconocido es la Triada o el culto a los dioses menores, los dioses que heredaron el trono de los Primeros. A todos los efectos, los Primeros nunca existieron y por tanto, los dioses menores son los únicos y verdaderos. Los Primeros son dioses que pertenecen a panteones de otras razas, a los que se sigue rindiendo culto en secreto. Algunos de los nombres de los Primeros han trascendido hasta nuestros días y son venerados en el Imperio, pervirtiendo su fe original.
Los dioses menores, la Triada del culto de Athâir
Athâir: padre de todos, dios de la creación, líder de la Triada.
Alexiel: ángel de Dannan, diosa de la protección y la humanidad.
Lucifer: dios del mal y de la muerte, soberano de Ifrinn
Culto de los Primeros. Deidades extintas y olvidadas. Solo unos pocos continúan venerando a estas deidades, poco o nada conocidas en los territorios del Imperio.
Abdael: era el ángel del tiempo, el custodio del principio y del fin. Se convirtió en el ángel de la Expiación, en arrepentimiento por el asesinato de Gabiriel tras la Guerra. Busca la redención en la misma Dannan impartiendo justicia, poniendo su espada al servicio de las buenas causas.
Alastar: es el dios del caos, la destrucción y la violencia. Nació durante el Croistara, durante la agonía de la diosa Gabiriel. Es el hijo que ella tuvo con Luzbel, cuando ella se unió a sus filas en contra de Athâir. Es un demonio lleno de odio y maldad y su culto es poco conocido, porque según afirman antiguos escritos, será el que traerá la destrucción de Dannan.
Gabiriel: ángel del agua y la vida. Diosa de la comunicación, la verdad y la paz. Diosa del amor justo y de los poetas.
Luzbel: dios del conocimiento, de la Justicia y de la Libertad. Padre de la raza de los elfos. Tras la llegada de Athâir se rebeló contra éste en favor de Mathâir, cuya luz se había extinguido, y llevó al resto de los Primeros a una guerra que acabó con la muerte de Gabiriel, su amada. Fue arrojado al Ifrinn.
Mikael: ángel del Fuego. Dios de la guerra, patrón de los guerreros. Es el padre de los dragones.
Mysriel: ángel sucesor de Luzbel. Ahora es la diosa que representa la Justicia y la Venganza, y el odio hacia los seres humanos. Se rebeló en contra de Athâir cuando descubrió la Verdad y asesinó a los sucesores de los Primeros. Provocó una segunda guerra, de la que poco se conoce, ya que fue derrotada. Su alma fue esparcida por el Vacío y su cuerpo reposa en Dannan.
Rafael: ángel del Viento. Es el dios de la Curación, y la deidad patrona de los Sanadores. Padre creador de la raza de los althemires.
Sariel: ángel del Tiempo. Diosa del Oportunismo y el pragmatismo.
Uriel: ángel de la Tierra. Dios de la justicia y de la Tierra. Deidad de los Enanos
Culto de los dragones. En Ifrinn, antes de la rebelión de Luzbel, los dragones habitaban estas peligrosas tierras del Vacío. Fueron desterrados a Dannan y los acontecimientos provocados por la segunda rebelión de Mysriel los condenaron a una maldición eterna.
Agatha: hija mayor del Dios dragón. Diosa de la seducción.
Dios dragón: padre de los dragones del Ifrinn. Tenía tres hijas, pero las tres fueron asesinadas cuando Luzbel tomó el Infierno.
Jade: hija mediana del Dios dragón. Diosa de las artes de curación.
Rubí: hija menor del Dios dragón. Diosa de la sabiduría y las premoniciones.
Ekonarion: nacido de la sangre de los demonios de Ifrinn, guerrero que se unió a Mysriel en la segunda guerra. Tras la derrota, todos los dragones perdieron su forma y fueron condenados a ser meros humanos.
Panteón de Ifrinn
Astaroth: antiguo general de Luzbel en el cielo. Siguió a su señor hasta el Ifrinn. Es el dios de las intrigas y la diplomacia. Ahora es amante de Belial.
Belial: antigua querubín, se enamoró de Luzbel y lo apoyó en su causa. Pero se dio cuenta de que esté solo la había seducido para obtener su alianza y que él estaba realmente enamorado de Gabiriel. Siguió a Luzbel al infierno y allí se independizó, convirtiéndose en un demonio que juega con los sentimientos y el amor falso. Es la diosa de la lujuria y el hedonismo, y del amor traicionero.
Belcebú: antiguo general de Luzbel, junto a Astaroth. Gobierna parte del Infierno y es el dios de las criaturas abominables.
La Triada
El centro de todo es A’Grian, la gran estrella que es el Sol, alrededor del cual orbitan los Siete, los planetas que fueron creados por los Primeros. Sobre A’Grian existe Neam, el Paraíso, lugar que habitan los dioses y seres celestiales, hogar de Mathâir. Bajo A’Grian se encuentra Ifrinn, el Averno, una región del Vacío que fue habitado por monstruos, demonios, convertido en lugar de sufrimiento eterno. Dannan es el mundo que conocemos, el hogar que Athâir concedió a sus hijos.
—Génesis, El origen del Imperio.
Tres son las regiones que componen pues el pequeño universo de Ydrargirium: Paraíso, Tierra y Averno. Neam, Dannan, Ifrinn. Cada región está gobernada por una deidad y juntos conforman la Triada, el culto principal del Imperio. De forma oficial:
Sobre Neam gobierna Athâir, el dios de la humanidad, el que les dio vida y les ofreció un hogar.
Sobre Dannan gobierna Alexiel, diosa de la vida protectora de la humanidad.
Sobre Ifrinn gobierna Lucifer, dios de la muerte y la destrucción.
Sociedad
Humanos
El Imperio es un gobierno principalmente dominado por la raza humana. Sólo ellos tienen derechos, libertad y están bajo la protección de las leyes del Imperio. Su dominio es amplio, está muy jerarquizado y el orgullo de su raza, sus orígenes y sus tradiciones hace casi obligatorio creer que son seres superiores al resto. Cualquier noble de una casa mínimamente influyente tiene ambición y una gran sed de conquista por los territorios todavía en manos de las razas inferiores, pero la mayoría de las gentes, personas, ciudadanos y gentes que viven día a día con sencillez, no poseen esta características. La nobleza y los derechos de los nobles de las Casas hacen que ellos sí vean el exterminio racial como una meta a la que aspirar, mientras que los más pobres o la gente de clase media ve esto como una pérdida de tiempo.
Cultos de la Triada
Es quizá el mayor problema del Imperio, un problema que se agrava con los años y que se ve capaz de corregir. Sus cultos son extremadante racistas y no tienen más visión que la de conseguir el mundo perfecto para la humanidad. La Iglesia está muy jerarquizada, los altos mandos suelen pelear entre ellos para obtener más poder y los pontífices están constantemente arengando a los reyes para que expulsen a los miembros de otras razas de sus territorios. Los sacerdotes de los puestos más bajos comparten visiones y objetivos diferentes y aunque siguen considerando a los humanos como los seres superiores que son, tienden a ser compasivos.
Las otras razas
Cualquier otra criatura con capacidad de raciocinio que no sea humana es considerada una criatura de raza inferior. Los elfos, enanos, althemires, grigores, dragones y demás seres no tienen rango de ciudadano, no son libres y no tiene protección legal. Existen, no obstante, miembros de estas razas que han conseguido privilegios por los servicios prestados al Imperio y el grado de aportación permite que tengan un documento que los acredita como ciudadanos con protección legal, aunque siguen sin ser libres y no tienen los mismos accesos que los demás. En los barrios ricos viven elfos, enanos y althemires que llegan a ser más racistas incluso que los propios humanos. En los barrios inferiores vive todo tipo de gente.
Mestizaje
Una de las leyes más problemáticas del Imperio fue la de la mezcla racial. Hasta hace bien poco, no más de cincuenta años, cualquier criatura que tuviese una parte humana y otra parte de otra raza, era sentenciada a muerte. Los cadalsos estaban llenos de semielfos, medio enanos, medio humanos y otros mestizos que eran practicamente sacrificados por el mero hecho de existir. Durante doscientos años esta ley se llevaba a cabo a rajatabla, una ley promovida por la Iglesia de la Triada que no hacía sino inflamar la ira de muchísimos ciudadanos imperiales, que eran encarcelados por haber mantenido relaciones con criaturas inferiores. Puesto que los castigos, encarcelamientos y ejecuciones masivas empezaban a adquirir el nivel de un genocidio, el emperador Gideon IV derogó esta ley en cuanto ascendió al trono, perdiendo automáticamente el apoyo de la Iglesia. Ser un semielfo ahora, al menos, no está penado con la muerte, pero sigue siendo un delito perseguido y castigado con penas de esclavitud y trabajos forzados.
La Magia
Igual que con el mestizaje, cualquier magia no regulada por el Imperio y por las Torres es un delito. En estos casos, amparados bajo la jurisdicción imperial, serán los magos los encargados de investigar y castigar su uso. Cualquier mago irregular es habitualmente capturado e interrogado por los magos de la Torre de Akraleuka y en la mayoría de los casos se le ofrece la oportunidad de aportar sus conocimientos a las Torres, siempre bajo la vigilancia de un hechicero que evaluará sus investigaciones. Los magos no se mezclan en los asuntos de la nobleza, la vida en los reinos y tampoco es común que participen en las conquistas. Para los magos, la política relacionada con la limpieza de sangre y la raza son contraproducentes para la evolución de la magia del mundo y no son en absoluto contrarios a dejar entrar en sus filas criaturas y seres afines a las diferentes energías. Solo si el mago se niega a formar parte de la élite de magos del Imperio, suele ser encerrado en Zho'aminth, lugar en el que se encierran a todos aquellos magos que han perdido el juicio.
Razas
Dragones
Poco se sabe sobre los dragones y casi todo lo que se conoce es erróneo o inexacto. Su origen se remonta al inicio de los tiempos, cuando los Hijos de los Primeros habitaban las fértiles y extensas tierras del Dannan, y se dice que su creador es Mikael, el dios del fuego y de la guerra, al que la mayoría de los dragones venera. En sus inicios eran criaturas mitológicas, enormes bestias aladas, con escamas, garras y dientes, que poblaban la tierra y protegían sus territorios. En algún punto de su historia, fueron encarcelados en el Ifrinn, donde fueron casi exterminados y cuando Lucifer tomó el control, los devolvió a Dannan. Para entonces, los dragones habían involucionado hasta ser poco más que humanos con retazos de su antigua estirpe. Ahora, los dragones son humanos en todos los aspectos de su fisonomía, salvo pequeñas particularidades que los alejan de ellos. Un dragon tiene una apariencia que puede confundirse con la humana, el color de su piel o su cabello son variados según las regiones, y son sus escamas lo que los delatan, que varían de color según la raza a la que pertenecen y el elemento que los domina.
No se conoce el número exacto de razas de dragon, pero las más comunes son la roja, azul, negra o plateada. El resto se cree que están extintas. Según su raza, sus cabellos poseen el reflejo del color al que pertenecen y sus escamas adquieren esa tonalidad. Un dragon rojo posee escamas de colores que van desde un rojo brillante al color vino y posee una afinidad sobrenatural con el fuego, mientras que un plateado tiene una amplia gama de brillantes grises y posee capacidades regenerativas. Sus escamas son en realidad una capa membranosa endurecida que se extiende por la dermis, volviendo la epidermis más dura que la piel humana. Los hombres y las mujeres de esta raza poseen diferentes extensiones de escamas, siendo la más caracteristica el recubrimiento en el pecho en los machos y el del vientre en las hembras. Los hombres poseen escamas en el rostro, mientras que las mujeres tienen recubierto el cuello y las clavículas. Ambos sexos poseen una hilera de dientes más afilados y las orejas puntiagudas y casi todos poseen unos ojos de colores amarillos y dorados. No tienen pupilas rasgadas, sino redondas, y tiene buena visión en la oscuridad.
Desterrados de todas las tierras que habitaron, sin una patria u hogar claros, los dragones son una raza maldita y desgraciada. Sus cultos a los Primeros son lamentos que nadie escucha, son expulsados de todas las tierras en las que viven y, con el paso de los años, sucumben a la locura de su sangre. Como seres ancestrales y bestias primigenias que una vez fueron, encapsulados en frágiles cuerpos humanos, la mente de un dragón colapsa al llegar a cierta edad. Es una enfermedad degenerativa que se encuentra en todos los dragones y hasta la fecha, nadie sabe por qué sucumben. Muchos mueren antes de perder la cordura, pero los que viven hasta el final acaban transformándose, inevitablemente, en una grotesca criatura a mitad de camino entre un ser humano y un reptil, perdiendo toda capacidad de raciocinio y actuando por puro instinto. Este cambio es tan doloroso que no se conoce a ningún dragón que haya sobrevivido.
Cuentan algunos escritos que existe un modo de detener esta maldición y se conocen historias de dragones que han logrado que sus mentes trasciendan para evolucionar de nuevo a su raza primgenia.
Althemir
Los althemir son una raza amable y pacífica que vive en las alturas en comunión con los vientos. Veneran al dios Rafael, deidad del viento y la naturaleza, y han sido durante años neutrales con respecto a las continuas guerras entre los humanos y las demás razas. De hecho, cuando los humanos trataban de conquistar sus tierras, los althemir nunca peleaban y migraban a otras zonas para evitar los ataques. Son una raza que ha sobrevivido mucho mejor que cualquier otra, sin embargo, son cada vez menos por culpa del aislamiento y poco a poco están desapareciendo.
Son criaturas humanoides que poseen unas alas plumíferas en su espalda y sus piernas son como las garras de las aves. Se conoce cuatro subtipos de althemir, que reciben sus nombres de los vientos y se diferencian por su carácter y el color de sus alas. A los hijos del viento del norte se les conoce como Etesios y sus alas varian entre gamas de negros y gris oscuro y garras de tonalidades anaranjadas. Son de complexion tosca, los más robustos de esta raza y son los únicos althemir con capacidades para la guerra. Son los más belicosos y suelen vivir en zonas montañosas, en escarpadas cúspides nevadas. A los althemir que dominan el viento del este se les conoce Euros y sus colores tienden al blanco; son los más solidarios y pacíficos, diplomáticos y tranquilos, poseen aptitudes artísticas. Son los más terrnales, los que están en constante comunión con la tierra y sus alas son más bien pequeñas en comparación con resto. Los althemir del viento sur son los Notos, sus cabellos son siempre rubios, sus alas las más grandes y fuertes y abarcan tonalidades claras de gris y blanco. Son la nobleza de la raza, sus gonernantes y reyes pertenecen a los Notos y viven en las costas, pues prefieren los vientos marinos y las tormentas. Los del viento del oeste son los Céfiros y sus colores son los más variados y pintorescos. Viven aún más aislados que el resto, en sus propias aldeas y prefieren las junglas y bosques. Sus plumajes son de colores vibrantes, rojos, verdes o azules y tienden a tatuarse la piel con motivos tribales.
Grigor
Estos seres son criaturas humanoides cuya altura nunca supera el metro. Son rechonchos, bajitos y parecen saludables niños pequeños. Se dice que son espíritus que nacen de la magia y algunos los veneran como seres celestiales. Consideran a Gabiriel, el ángel del agua, el ser más pacífico de todos los Primeros y su madre, a la que veneran con mucho amor. Los grigores poseen unas capacidades mágicas que ninguna criatura más posee, su afinidad para tejer los hilos de la magia, desentrañar los misterios y ver lo oculto es su aptitud más destacada, pero también la que más los perjudica. Muchos grigores han sido invitados a las Torres y en los inicios de la era Imperial, eran diseccionados por los magos que buscaban en sus entrañas fuentes de magia para facilitar las canalizaciones arcanas. A día de hoy nada se sabe de su afinidad sobrenatural y probablemente, jamás se descubra.
Apenas hay grigores en el Imperio y los pocos que quedan viven en las Torres, la mayoria como bibliotecarios o magos que facilitan el trabajo de otros magos. Hace año que dejaron de usarlos como cobayas en sus experimentos, ahora son estudiosos, les encanta los misterios, son pacíficos y bondadosos y tremendamente familiares. Gustan de la compañía de otros grigores, del festejo y de una buena conversación con una jarra de cerveza. También les gustan los libros, filosofar y trazar hipótesis sobre cualquier cosa que se les ocurra. No se conocen castas o etnias, todos los grigores son practicamente iguales salvo la diferencia entre sexos.