Partida Rol por web

El descenso en Klimt no fue sencillo. La nave abrió un agujero entre la densa espesura, internándose en la vegetación salvaje del planeta. Cuando la cámara de presión se abrió, los visores de los cascos revelaron un muestrario de verdes en una heterogénea variedad de flora.

Los comlogs mostraban que la atmósfera era respirable, con una presión de 1030 pascales, sólo ligeramente superior a la de la Tierra.

La radio interrumpió la lectura de comlog del sargento. Era la dulce voz del teniente Martin:

-¡Panda de gandules! Si las señoritas ya se han instalado, necesitaremos un claro despejado para futuros aterrizajes. Corto.

El traqueteo de la nave pareció durar una eternidad antes del “aterrizaje”. Al abrirse las compuertas el cabo se apresuró en deshacerse de los anclajes de seguridad y salir al exterior, hizo una mueca de desagrado, no le gustaban los mundos selváticos y boscosos, el único consuelo que tenía es que la atmosfera era respirable y se ahorraría de la aparatosa mascara de oxígeno.

Al escuchar el mensaje del teniente Pató miro su arma, de saber que los iban a mandar a deforestar habría cogido un lanzallamas, el trabajo hubiese sido más rápido, al menos esperaba encontrase algo de resistencia de los nativos y derramar la primera sangre…

-¿Ordenes Sargento?-

El sargento Piñeiro salió de la cápsula dando eses tapándose la boca con la mano. Su tez tenía un color verdoso nada saludable. Las entradas atmosféricas combinaban fatal con toda su medicación.

Pasó corriendo delante del cabo y  se abalanzó sobre el árbol más cercano para vaciar el contenido de sus tripas de forma muy poco ceremoniosa.

Después de vomitar copiosamente, Piñeiro miró a su alrededor mientras se secaba el sudor frío con un pañuelo. Según sus últimas lecturas, aquel planeta (u otro parecido, el comlog seguía haciendo de las suyas) estaba habitado por una pacífica civilización alienígena. Como el Alto Mando solía señalar, el paso previo a una raza alienígena hostil era una raza alienígena no hostil así que siempre era mejor dar el primer golpe. 

En cualquier caso, había que hacer algo con tanta hierba:

-Cabo, distribuya el equipo defoliante de campaña-dijo señalando una caja-Hachas, hoces, granadas defoliantes, napalm... quiero un perímetro despejado de veinte metros a partir de la cápsula. Usted y yo haremos la primera guardia: es prerrogativa del mando realizar las tareas más duras...

-¡A sus ordenes mi sargento!- Pató corrió hacia la caja como un niño en busca de sus juguetes y es que le perdían las granadas, le encantaba tirar de la anilla y escuchar el sonido de las explosiones.

El napalm, esa era la clave, y el cabo Pató lo sabía, una buena cantidad de Napalm y aquello estaría despejado en cuestión de minutos, pero había que ser meticulosos con el fuego y las explosiones, había que hacerlo preciso y bonito...

El cabo sacó todas las granadas y pudo dejando para el sargento las herramientas de mano, y esparció el napalm en puntos estratégicos antes de prenderlo... cuando todo estuvo listo comenzó el espectáculo de fuego, el napalm prendió y comenzó a devorar toda la vegetación hasta que Pató decidió que era el momento y comenzó a lanzar las granadas defoliantes contra los arboles mas gruesos y en mitad del fuego de napalm para detenerlo y que aquello no se convirtiera en un horno para ellos, cuando todo acabó volvió corriendo para informar al sargento.

-¡Señor!- Dijo con una sonrisa de oreja a oreja y con los dedos de la mano llenos de anillas de granadas- ¡Misión cumplida! ¡Ya podemos reventarle las pelotas a esos alienígenas, señor!

El sargento tragó y se limpió el sudor de la frente manchada de hollín. Su mirada pasó alternativamente del claro desolado por las llamas al menudo cabo que le miraba entusiasta como un perrito moviendo el rabo.

-Bu... buen trabajo, cabo-acertó a balbucear-Mag... magnífico despliegue de medios.

A falta de información sobre el planeta, Piñeiro había repasado las fichas de los hombres bajo su mando. Aquel individuo, el cabo Pató, le había llamado la atención porque en su perfil psicológico estaba calificado como un gung-ho fuera lo que fuera aquello. En cualquier caso, en las notas añadidas por sus diversos superiores había escrito varias veces "Posición recomendada: primera línea".

En fin, siempre era mejor un soldado gung-ho que uno tímido pensó Piñeiro recuperando la compostura:

-Eeeh... muy bien. Ahora que tenemos solucionada la intendencia, montaremos el dispositivo de seguridad y nos iremos de patrulla. Quiero saber exactamente a qué nos enfrentamos.

Kira salió de la nave cuando se cercioró de que todo el trabajo sucio habia sido hecho. Ella no estaba hecha para trabajos físicos, ella estaba curtida para desmembrar y descuartizar aliens, además aunque pareciera una mujer fria y calculadora, en un lejano rincon de su corazon existia un profundo amor y adoración a la naturaleza que ahora lloraba por la masacre realizada. Lanzó una mirada asesina al sargento Piñeiro y al cabo Pató, reprimió las ansias de llenarles la tripa de plomo a ambos, y decidió dar una vuelta al perimetro para estudiar la flora y fauna local para intentar descubrir el estilo de vida de los alienigenas que habitaban ese lugar.

El soldado Quill vagabundeó, entre el escaqueo y el mareo producido por el trago a su petaca. Bonito planeta, pensó, justo antes de oír los extraños ruidos.

Las hojas del exterior del perímetro empiezan a moverse, parece que hay algo en la jungla que se acerca. La primera de las criaturas sale de entre las hojas, una especie de ser cuadrúpedo, muy similar a un perro terrícola, pero con grandes dientes y un caparazón puntiagudo.

-¡Dios mío, cuidad...!-empezó a gritar el sargento Piñeiro.

Pero ya era demasiado tarde.

Pató dejó caer la alambrada que estaba colocando cuando escuchó al sargento. Al ver a los bichos dejó caer el material que tenía entre sus manos y salió corriendo y gritando a pleno pulmón para tomar posición junto a su sargento.

-¡MUERTE AL BICHOOOOOO!-

Kira estaba demasiado ocupada con su analisis biologico de la flora y fauna local para darse cuenta del ser que emergio de los arbustos. No estaba preparada, todavia pensaba que la accion iba a tardar en llegar. Se levanto lo mas rapido que pudo y corrio hacia donde estaban los demas.

Los perros se abalanzaron sobre los sorprendidos soldados, y cuando quisieron reaccionar ya estaban encima de ellos, dentelleando y tirándolos al suelo.

Con garras y dientes intentaron despedazarlos.

Kira sorprendida y con el miedo en la sangre, coge su rifle de postas dispuesta a empezar la acción.