En su litera la mano de Irisa golpeaba rítmicamente la pared junto a ella. Estaba acostumbrada a ese sonido, el mismo que le había acompañado desde el orfanato. Mientras se concentrara en él poco importaba si el lugar era incómodo, el olor a tabaco o los ruidos corporales. Se dormiría en unos minutos.
Mientras en el interior del tren se hacía el silencio más absoluto, la tormenta azotaba con fuerza y el pequeño grupo iba aproximándose cada vez más a su destino.
Marte era un planeta conocido por luchar cada día contra la habitabilidad. Las tormentas de polvo, la escasa atmósfera y la poca gravedad lograda gracias a la terraformación, no eran suficientes para mantener al ser humano alejado de su superficie. Pero dentro de poco, algo lo haría o al menos, lo intentaría.