Una figura oscura emerge de las sombras del castillo Ravenloft. El resplandor de un rayo revela el burlón rostro del conde Strah von Zarovich. Sus ojos arden con un hambre eterna y con un absoluto desprecio a la vida. Desde un estrecho balcón, contempla la fina lluvia del anochecer y las pocas y mortecinas luces del pueblo que hay más abajo, mientras murmura un nombre:
"Irina..."