Motivo: Tirada IRR
Tirada: 1d100
Dificultad: 25-
Resultado: 66 (Fracaso) [66]
Motivo: Irracionalidad
Tirada: 1d10
Resultado: 7 [7]
Se me queda entonces:
RAC: 68%
IRR: 32%
La euforia del combate se fue difuminando a medida que la bestia se desplomaba en el suelo después del tajo implacable que Sir Tomén le había propinado. Sir Guzmán sintió alivio al ver que su compañero seguía vivo y que el mismo también. Se tomó unos segundos para respirar y que sus emociones se estabilizaran, haciéndolo lo mejor que sabía, sin llegar a conseguirlo del todo.
Se acercó a Sir Tomén y con la ballesta aún apuntando al engendro. Cuando estuvo a su altura observó que este estaba charlando con el viajero al que la bestia estaba atacando. Sir Guzmán se centró entonces en el monstruo, lo recorrió con sus ojos meticulosamente, observando cada detalle de su anatomía, con miedo e incredulidad en su alma. Después de unos largos segundos avisó a Sir Tomén apresurádamente.
- ¡Sir Tomén! - En sus palabras se hicieron notables sus emociones. - ¡La bestia no ha perecido! - Sir Guzmán seguía pensando que era algún hombre maldito por magia oscura. - ¡¿Qué debemos hacer?! ¡Que el santo padre, misericordioso en su haber, nos ampare! - Nada más terminar dichas palabras descargó su ballesta contra el cráneo de la criatura, esperando que así dejase de respirar de una bendita vez.
Motivo: IRR
Tirada: 1d100
Dificultad: 25-
Resultado: 72 (Fracaso) [72]
Motivo: IRR
Tirada: 1d10
Resultado: 3 [3]
No se si he de realizar una tirada de ataque contra un objetivo que está inconsciente.
Y en lo referente a las tiradas de IRR, no se si he hecho bien las tiradas, la verdad. Pero según mis sutiles cálculos de persona que es un manta en las mates se me queda la Rac y la IRR así:
RAC 72%
IRR 28%
Si Guzmán, el cálculo es bueno, quedaría así. No hace falta tirar ya para atacar a alguien inconsciente, es automático. Mañana actualizaré el juego, queda poco ya.
N... n...no... -alcanzó a decir el tipo, una vez se hubo levantado. Entonces vio como Guzmán remataba al ser, y tragó saliva-. Soy Ju... Julián... esa bestia... esa ni... ni... -tartamudeaba, no podía hablar bien de la impresión que parecía haber vivido-. ¡Esa niña es el mal...! -señaló con el dedo a la bestia muerta, yaciente más allá-. ¡Ave María Purísima! -el tal Julián se santiguó al ver vuestras insignias religiosas en vuestras prendas, haciéndose ver algo ya más sosegado con vuestra presencia-.
—¿La niña?..— Tomén no comprendió muy bien en un primer momento lo que Julián le quería advertir, pero el hombre parecía aterrorizado. Después de unos segundos Tomén empezó a entender, gracias a los gestos que el hombre hacía, que lo que le indicaba era que la niña que nos habíamos encontrado al acercarnos a la charca, esa inocente niña que acusó de asesino al pastor, se había transformado en el engendro que se acababan de encontrar y a la que Guzmán está acabando de matar
—Pero.. ¿Qué estáis diciendo?..— le preguntó incrédulo —..explíquese..—
Una niña, señor..., con cabellera rubia y ojos claro... Andaba yo con mi yegua y carro por esta zona, hacia la villa de Cabeza -seguramente se refería al carro antes encontrado-, y apareció de la nada pidiendo ayuda. Hablaba de unos hombres ahogados en una fuente... y corrí hacia esa caída de agua que hay ahí abajo -se refería a la fuente del Blasco-. Al llegar ví los cuerpos de dos hombres caídos en desgracia, ahogados... pero cuando pestañeé un instante... ya no estaban... Y esa niña tampoco. Entonces apareció... -no acabó la frase, aterrorizado, mirando a un lado, justo hacia la criatura que Guzmán acababa de rematar con su saeta y ballesta...-. Tomén vio que el buhonero se había orinado en los pantalones.
Entonces apareció por allí el pastor que os había acompañado. Había rodeado la fuente y se había metido en los arbustos, como vosotros, hasta llegar a ese punto.
He oído ruidos, y el repicar de esa ballesta -le dijo a Guzmán-. Entonces vio a la criatura... Dios santo... -quedó asombrado, tanto como vosotros de ver aquella criatura irracional sangrando un líquido negruzco-. ¿Qu... qué es eso? -preguntó-.
Sir Guzmán levantó la cabeza cuando observó que la criatura había dejado de hacer sonidos vitales. Su sudoración era excesiva. Se arrodilló delante del monstruo solo para caer sentado unos instantes después, presa del cansancio. Las palabras de los hombres humildes le sonaban difusas, lejanas, y no conseguían sacarle de su sopor mental.
Le vinieron a la cabeza los delirios eufóricos de aquel al que denominaban "el loco del barro", un clérigo viejo que despotricaba por las noches en el monasterio en el que se crió. Los otros monjes decían que era un viejo demente, que estaba poseído o que dios le había abandonado, y que solo seguía vivo y viviendo ahí porque era de buena familia, y estos en su gran hacer le habían encomendado su cuidado de forma extremadamente sutil, o eso creían, a los servidores religiosos del monasterio.
Su padre no detestaba tanto a ese viejo. El creía que en toda locura había algo de verdad, acompañaba al viejo a sus aposentos y en ocasiones se tiraba largas tardes escuchando sus desvaríos y sus historias sobre muerte, destrucción y blasfemia. El pequeños Guzmán creció con esa duda en su cabeza, instruida por su padre, de que no todos locos decían solo locuras y que no todos los cuerdos usaban, como un arma contra el caos, la lógica divina.
Sir Guzmán se alejó de sus pensamientos, observó la escena a su alrededor y levantándose del suelo con restos de miedo en su rostro, dijo:
- Sir Tomén, será mejor que informemos de lo aquí acontecido en Almorchón.- Tragó saliva.- Debemos dar el aviso para poder prepararnos ante estos monstruos infernales.
—Pastor, le dije que no se moviera de allí— le dijo Tomén al verlo llegar. Le molestó que hubiese aparecido a husmear, pues creía que haabía cosas en este mundo que unas mentes tan débiles no serían capaces de soportar. —No se acerque a...eso,.. sea lo que Dios quiera que sea— le ordenó señalando el cuerpo inerte de la criatura con la espada.
A continuación miró a su compañero y le dijo —Sir Guzmán, estoy de acuerdo con vos, pero antes preferiría encontrar los cuerpos de las víctimas, quiero asegurarme de que son los miembros de la comitiva del Comendador Mayor. No me gustaría volver con Beltrán sin respuestas, o al menos con respuestas poco creíbles. Ayúdame a buscar los cadáveres,... o lo que quede de ellos— después buscó con la mirada al hombre que acababan de liberar de aquel monstruo.
—¡Julián!, dices que viste los cadáveres ahogados, ¿no? Señálame dónde— Tomén estaba dispuesto a registrar los alrededores de la charca.
--Todas la bestias que he conocido tienen una guarida, este criatura debe de tenerla-- pensó el caballero
El pastor se ruborizó un poco. La gente de la zona era algo tosca, y muy cabezota, y a pesar de que Tomén le dijo que no se acercara, así lo hizo, mas no dejó de mirar a aquel cadáver extraño.
Entonces el buhonero asintió y comenzó a andar hacia el pastor, rodeando a conciencia la criatura, y poco a poco descendió el montículo que habíais ascendido minutos antes, justo antes de la batalla. Todos bajásteis, y Julián se dirigió justo a la orilla, donde antes os parásteis.
Aquí... aquí estaban... y luego no -añadió-. Es algo que... que... no puedo explicar. ¡Mi señora yegua! -se acercó hacia la yegua que antes encontró el pastor, y comenzó a acariciarla, alegrándose-. Señores, les ruego me lleven a la villa de Cabeza, se lo ruego, esta fuente me da escalofríos, como suele decirse...
Bueno, no sé si queréis hacer algún tipo de averiguación más, buscar en los alrededores o tratar de encontrar a la comisión de caballeros del Comendador Mayor de la Orden, Frey Diego Martínez. Podéis si queréis hacer las tiradas que creáis oportunas para ello. De lo contrario, entiendo que volveríais al castillo de Almorchón a dar parte de lo sucedido al alcaide (la partida está prácticamente acabada, a falta del desenlace y explicación de sucesos). Contadme y vamos viendo.
—Aguarde un momento Julián, no se preocupe— le dijo Tomén al campesino.
A continuación el caballero empezó a buscar algún posible rastro o pista que llevase a los supuestos cadáveres, miró a la charca e inspeccionó la zona cercana entre los matorrales. Si no encontraban nada habría que volver al castillo sin respuestas sobre el retraso de la comitiva del Comendador Mayor, pero al menos habrían acabado con una bestia. Entonces se le ocurrió una locura.
—Sir Guzmán, quizás deberíamos llevar la cabeza de la bestia como prueba de nuestro trabajo. Si lo intentásemos explicar nos tomarían por locos ¿Qué opina?—
Motivo: Descubrir
Tirada: 1d100
Dificultad: 40-
Resultado: 31 (Exito) [31]
Anduvo Tomén un buen rato deambulando por la orilla de la charca. Miró aquí y allá, se acercó a la cáida del agua, a los matorrales por donde había aparecido aquella niña, y miró por los alrededores. Preguntó una y otra vez al tal Julián, pero éste siempre comentaba la misma versión (que era muy idéntica a la del pastor que iba con vosotros). ¿Acaso sería una especie de espejismo? Ni un mísero rastro de daños, heridas, sangre o pisadas... Nada. Anduvo incluso con un madero largo, más bien una rama, hundiéndola en el agua, por si palpaba algo que no fuera lecho de roca... pero nada. Allí no había cadáveres ninguno.
¿Y... y van ustedes a tocar a esa cosa? ¡Válgame Dios! -se volvió a santiguar, y luego acarició a la yegua-.
Sir Guzmán asintió levemente ante la propuesta de Sir Tomén. Estaba cansado, muy cansado, a todos los niveles humanos posibles. Lo único que quería era volver al castillo y pegarse un buen baño caliente, uno que le quitara el polvo del camino y le hiciese olvidar todo el sufrimiento soportado en las últimas horas.
Cogió su capa y cubrió la cabeza de la aberración. Luego al comprobar que su cuchillo no era lo suficientemente grande para poder decapitar al monstruo, le pidió educadamente, su espada a Sir Tomén. Necesitó varios tajos para desprender la cabeza del cuello, enrolló la misma en la capa y le devolvió el arma a su compañero.
- Esto marcará el precio de nuestro fracaso al no poder encontrar a esos nobles caballeros.- La voz de Guzmán sonaba tenue.- No hay tiempo que perder Sir Tomén, pongámonos en marcha hacia la fortaleza, han sido unos días duros, espero al menos que ahora se nos deje descansar bajo la gracia de Dios.- Dijo mirando de forma lúgubre al cadáver de la criatura.
—Al menos nos servirá como prueba de nuestra cordura en cuanto le contemos a Beltrán lo ocurrido— le dijo a su compañero Guzmán mientras recogía la espada que le había prestado, seguidamente Tomén preparó su caballo y se subió a él con la intención de tomar el camino de vuelta al Castillo de Almorchón.
—Julián, vamos, súbete a tu yegua que Cabeza de Buey nos pilla de camino— le dijo al buhonero como invitación a acompañarles.
EPÍLOGO.
Sobre el caballo, Guzmán notaba el peso de la cabeza enrollada en su capa. Aquella criatura no era un hombre ni un perro (tampoco un lobo), pero tampoco era el más extraño de los sucesos que ese día os habían sucedido. El evento con aquella muchacha, las apariciones de cadáveres sin rastro y la extrañeza del asunto (ni rastro de la comitiva) dejaría mucho que desear al alcaide a vuestra llegada (o tal vez no).
Julían recuperó su carro, lo ató a la yegua y dejó que en el carruaje montara el pastor, mientras él iba tirando de su animal. Vosotros dos, a cada lado, marchábais escoltando la pequeña comitiva hasta Cabeza de Buey. Tras un rato en el que tambíen os parásties a descansar, dar de beber a los caballos y reflexionar sobre los hechos, llegásteis a la villa de Cabeza del Buey. Julián se quedaría allí descansando al menos un día, y Julián se despidió de vosotros a las buenas, habiendo cumplido su cometido.
Finalmente subísteis el promontorio rocoso del castillo de Almorchón, y no tardásteis en comprobar cómo la puerta principal se hallaba abierta (cosa extraña) y que había muchas voces y chanzas que se escuchaban desde el interior del castillo, mientras subíais al castillo. Minutos después, siendo ya el mediodía, llegásteis arriba, y entrásteis a caballo en la fortaleza.
En aquel castillo había una serie de personalidades, en el patio de armas desperdigadas, que parecían haber llego antes que vosotros, un rato antes: diez caballeros militares de la misma orden que vosotros (representantes del Comendador Mayor de la Orden Frey Diego Martínez) habían acudido al castillo para tratar de dilucidar y sopesar lo que allí ocurría en cuanto a una serie de rumores acaecidos acerca de alguna posible rebelión contra el comendador Juan Díaz Páramo. Sus caballos estaban siendo cuidados y refrescados, mientras ellos estaban pasando al interior de la torre de homenaje para hace rendir cuentas, pleitos y comentarios al alcaide del castillo.
Para vuestra sorpresa, el hecho de encontrar allí a la comitiva había sido positivo, pues era señal que no les había pasado nada durante el trayecto, como tal vez el alcaide podía sospechar. Tras una horas de comparecencias, el alcaide Beltrán de Aguado pudo reunirse con vosotros, en un momento de receso.
¿Dónde estábais? La comitiva del Comendador Mayor... llegó antes que vosotros. Gimén fue colgado esta misma mañana, su cuerpo aún pende de la soga detrás del castillo. ¿Porqué habéis tardado tanto? -preguntó el alcaide-, ¿Y de qué personas eran esos cadáveres de los que hablaba ese tal pastor? -os preguntó, a sabiendas que podían ser de cualquier persona excepto de los nuevos allegados-.
Haced un último post de partida. Luego haré un post final explicativo.
Sir Guzmán bajó del caballo y con gesto cansado, arrodillándose con lentitud depositó la cabeza tapada en el suelo. A continuación, sin dejar de mirar al alcaide destapó la capa descubriendo el rostro del monstruo.
- Fuimos atacados por esta abominación.- Observó la cabeza cercenada un momento.- Gracias al santo padre no hemos sufrido daños, ni Sir Tomén, ni un servidor.- Se levantó con torpeza apoyándose aparatosamente en las rodillas.- Ha sido un camino arduo, pero me alegro que la orden del comendador haya llegado al castillo sin la desgracia sobre la que nos fue anunciada su desaparición.- Las palabras de Guzmán sonaban ásperas, secas, evocaban confusión y lasitud, pero ante toda esa miseria asomó una sonrisa, una sonrisa por haber conseguido superar las dificultades que Dios había puesto en su camino, sin haber tenido que lamentar a nadie en él.
Intentó explicar la situación de forma más clara, pero la fatiga le impedía pensar con claridad, buscó con los ojos al caballero que le había acompañado en la travesía, un hombre mucho más curtido y resistente que él, anhelando que el pudiese decir todo lo que él era incapaz de expresar.
Al fin y al cabo, y después de todo el castigo vivido, habían sobrevivido para servir al santo padre un día más.
Tomén descendió de su montura para dar explicaciones al Comendador. Se sintió aliviado al saber que la comitiva del Comendador Mayor no había sufrido ningún percance.
—Señor, cuando llegamos a la fuente de Blasco fuimos atacados por este engendro..— dijo señalando con la mirada la cabeza cortada que Guzmán había depositado en el suelo —..desconocemos quienes fueron las almas que fueron pasto del ataque salvaje de esta bestia, pues no encontramos ningún cadáver, gracias a Dios no era la comitiva del Comendador Mayor, y cómo usted ordenó, señor, pusimos fin a la amenaza. Lamentamos la tardanza.—
El caballero se quedó a la espera de nuevas órdenes.
Harto extraño se encontró el alcaide doblemente: por un lado por la execrable cabeza de aquella criatura (cuyo cuerpo ni tan siquiera podía imaginarse Beltrán de Aguado al no estar allí presente), y por otro lado de la desaparición de aquellos tales cadáveres. Esuchó pacientemente a Guzmán, cuyo resuello manifestaba entrega y una labor bien cumplida.
Bueno, Tomén, no pasa nada... -respondió, ante la disculpa por la tardanza-. He reunirme con estos caballeros de nuevo, ya sabéis que la situación es muy complicada en el castillo... Se cree que... hay alguien más tras el asesinato de Martín de Ojeda. Culpable o no, Gimén Santiñán ya no está con nosotros, y sólo toca dilucidar quien busca conspiración en este castillo. Luego hablaremos, guardad de inmediato esa... cabeza, en el mismo sitio que anoche retuvísteis a Gimén.
El alcaide se dio la vuelta y marchó a la torre de homenaje, donde parecían ya aguardarle.
Por vuestra parte, quedásteis allí, con los caballos, quienes fueron guarecidos en la cuadra y vosotros hubísteis de descansar (no sin grandes dudas) acerca de lo que habíais vivido. Ahora tocaba desentrañar quien era el responsable o responsables de las conspiraciones que se intuían en el castillo de Almorchón.
EPÍLOGO. LA AUTÉNTICA VERDAD
La fuente de la Velasca o de la Blasca, andábase ubicada en una cañada denominada del Moro, dado su pasado musulmán, en el término pacense de Cabeza del Buey (encomienda de la Orden de Alcántara). Dicha fuente descansaba junto a las aguas de un estrecho caudal. Aunque jamás nadie lo supo, muchos años atrás a los acontecimientos vividos por Guzmán y Tomén, un tipo de de nombre Silvio fue sorprendido por la noche en dicha fuente mientras volvía de la Villa de Trujillo, mucho más al norte.
Estando junto a la orilla de la misma, en un intento por refrescarse, una espesa bruma comenzó a surgir de sus profundidades, y entre ésta apareció la figura de una mujer árabe de ojos de azabache, recostada sobre la orilla de la fuente. La joven suplicó al pastor que se acercara, seduciéndolo con sus palabras y ofreciéndole riquezas. Silvio, por su parte, se arrojó a los brazos, atraídos por su fascinación hacia tal visión, sumergiéndose en el agua.
En lo que se refiere a aquel hombre, de él nada más se supo, pues sus gritos no fueron escuchados por nadie y la desesperante lucha por salir de la fuente fue lo último que hizo.
En cuanto a la joven del agua (la misma que los dos caballeros de Almorchón y el buhonero Julián se encontraron) se trataba de una doncella musulmana, que siglos atrás fue encerrada y encantada por su propio padre como castigo por tratar de huir con un caballero cristiano, al que logró darle muerte. Dicho encantamiento la transformó en una ondina, un ser que era capaz de atraer a los hombres y viajeros incautos al agua de la fuente (donde estaba anclada) a través de dulces cánticos.
Su rostro y cuerpo, además, era capaz de cambiar a voluntad, con la intención de atraer mejor a los diferentes desconocedores de su terrible y ocioso oficio. En cuanto al buhonero y al pastor, trató de poner en sus mentes unas funestas imágenes no reales (la visión de cadáveres en el agua), con la intención de atraerlos o hacer que atrajesen a otros (como a vosotros). Por ello, tales cuerpos jamás flotaron por allí.
En cuanto a vosotros, se os presentó como una joven niña de cabellos rubios y ojos claros, aunque luego tomó una terrible forma lupina, con la que amenazó al buhonero (tras haber jugado previamente con él), el cual, además se enfrentó a vosotros. La maldición terminó en el momento en que cortásteis su carne, clavásteis unas saetas en su cuerpo y le desprendísteis de su cabeza...
En cuanto a la desaparición de los caballeros de la comitiva del Comndador Mayor, supísteis después que se debió a una visita que realizaron a otro de los castillos de la encomienda antes de llegar a Almorchón.
FIN