El cazador se alegró al comprobar que Serena seguía con vida, pero todavía se alegró más cuando hallaron a uno de los asaltantes con vida. Quizás ahora podrían obtener algunas respuestas, y arrojar algo de luz sobre todas esas leyendas que circulaban por ahí.
Despierto, y, tras incorporarme, noto como la confusión se apodera de mí. Todo da vueltas a mi alrededor, y durante unos breves instantes temo volver a desmayarme. Por suerte, consigo seguir consciente.
Una vez me encuentro más espabilada, me doy cuenta de que la batalla ya ha terminado. Escucho como uno de los mercaderes habla de seguir adelante, y como mis compañeros amenazan a lo que parece ser uno de los asaltantes. Por suerte, los cuatro parecen estar bien.
- Encargaos vosotros de ese mal nacido - digo, con apenas un hilo de voz - Yo necesito descansar unos instantes - dicho esto, me siento en el suelo, y acaricio la mejilla en la que tengo la herida. Me iba a quedar una buena cicatriz, eso estaba claro.
El comerciante asintió a las palabras de Munio y marchó con el resto de comerciantes. Les esperaba una dura jornada, y sin mulas ni carros más. No solo eso, si no con el peso de haber perdido a muchos compañeros y tener que darles las malas nuevas a sus familias cuando llegasen.
El hombre al que Munio le pisaba los riñones y al que Martín amenazaba con rituales satánicos no iba a llegar muy lejos, tenía las tripas fueras y boqueaba pidiendo agua. Lo único que llegásteis a entender fué-¡Agua....Ferrán Fáñez.....Trasmoz! -y el tipo expiró su último aliento. Cuando oísteis hablar de Trasmoz se os erizó el pelo, pues sabíais que era un sitio maldito. Del tal Ferrán Fáñez no habíais oido hablar, pero podía tratarse de su lider, y recordásteis la recompensa que pesaba sobre la cabeza del jefe de los bandidos. Puede que aquí ya no tuviéseis mucho que hacer, pero todavía distaba de ser un viaje perdido. Teníais las monedas que os dieros...pedir el pago que faltaba no parecía ético, pero estábais en vuestro derecho y una pista de los ataques. ¿Que decidiríais?
Pues último post de escena y pasamos a la siguiente.
- ¿Ferrán Fáñez? - Munio intentó hacer memoria pero el nombre no le sonaba de nada. Lo que parecía obvio es que estaba relacionado con estos bandidos. Esos bandidos por cuyo jefe pagaban 2000 monedas.
- Aquel parroquiano mencionó Trasmoz como el único sitio que no atacaron los bandidos. Pero... ¿ a qué santo que sus últimas palabras sean para señalar su guarida? No tiene sentido.... - dijo dando una patada al cuerpo del bandido para que quedase bocabajo.
Así empiecen los buitres a comerte por el culo...
-¡Pardiez!, no hace falta perturbar a los muertos.- Respondió ante la patada. –Nos hemos quedado sin paga, al menos con el adelanto podemos ir marchando unos días… Hasta que haya que batirse el cobre.
- Aún no está muerto, esta enfriandose - contestó a Martín y después se dirigió a todo el grupo en general.
- No se vos, pero yo no me enrolé en esta peregrinación a Mallén por los 100 maravedíes ni por obtener historias que versificar. Hay una recompensa de 2000 maravedíes por entregar al jefe de estos fiyos de la pinga puta que casi nos descabellan a la señora. Y rastro de su jefe tenemos ho, si no intentamos será por cobardes.
-Voto a Dios que 2000 maravedíes son muchos maravedíes, aún repartidos… -Empezó entonces a hacer cuentas con los dedos, probando diferentes combinaciones.
-¡400 maravedíes! –Exclamó triunfante. -No es mala cosa esa la que decís, pero es una buena paga... –De repente advirtió algo que hizo que su semblante se tornase serio, el final de la frase resonaba en su cabeza y no sonaba nada bien-. Me apunto si vuesas mercedes me prometen una cosa. 2000 maravedíes entre cinco cabezas… Aunque vuelvan menos cabezas. Tengo una muhé, ya saben familia que espera… Bocas que comen. Si voy a que me maten me quedo con los 100 maravedíes. No quiero eso…
- ¡Nadie dira de Serena que no tuvo las agallas suficientes de enfrentarse a ese malnacido! - digo, poniéndome en pie, a pesar del dolor - ¡Si muero, que por lo menos se me recuerde como la pirata más temida, hermosa, y valiente, de esta tierra! Espero que vos contribuyáis a ello, buen Munio - finalizo la frase guiñándole el ojo al joven trovador. - Y por el dinero, no os preocupéis, Martín. Si fenezco, podéis quedaros con mi parte, que una, a pesar de ser una corsaria, también es justa, y vos habéis luchado a nuestro lado como el que más. Y si vos, por desgracia, no regresáis, os prometo que yo misma buscaré a vuestra esposa, y le entregaré vuestra parte -
-Por mi parte no dudéis que así se hará Martín. Bastante tiene tu mujer con tener un marido tan feo como para encima quedar viuda y sin sus dineros...
Munio rió mientras contestaba a Martín y se dirigía de nuevo a su caballo. Al ver que Pérez, su perro, estaba olisqueando el cadáver, le silbó para captar su atención.
- ¡Pérez! ¡Aquí! - gritó abriendo uno de los zurrones para sacar un pedazo de sebo seco.
La mención al pueblo de Trasmoz le hizo pensar en la reacción, mezcla de miedo y de precaución, con la que hablaban del pueblo aquel parroquiano y el tabernero en Taranzona.
Lanzó un pedazo de sebo al perro quien lo cogió de un salto y se puso a masticarlo tirado sobre las hierbas. Tras guardar de nuevo los restos de sebo, Munio desenfundó el laud de su funda de cierta tela oscura, se sentó junto al árbol y comenzó a tararear y ensayar unos versos.
Agua, Ferrán Fañez, Trasmoz,
las últimas palabras del bandido.
¿A una muerte nos ha dirigido,
ese último aliento hecho voz?
-No seré yo quien me oponga-dijo Erón-. Mejor si saco 400 que 100. Vayamos a Trasmoz.
-Maravilloso entonces. - Celebró el mozárabe el acuerdo alcanzado, aquella sí era una razón por la que jugarse la vida-. Vayamos a Trasmoz, ¡por el oro y por nosotros!