Partida Rol por web

Vamos Serena, vamos. - no pinta bien

Mientras Munio seguía intentando ayudar lo mejor que podía a Serena, de reojo observaba como Martín dudaba de su plan de acumular paja. 

Y si no hacemos eso....¿qué?... ¿entrar? - la sola idea de volver a enfrentarse en un recinto cerrado a semejante criatura le ponía la piel de gallina -  Pero.... ¿si no... qué?

¡Martín!, ¡Martín! - grita para que le preste atención en su ir y venir llevando fardos de paja - ¿Merecerá la pena?

Munio seguía intentando que no se le escapase la vida a Serena, y parecía que lo lograba. Mientras tanto Martín iba y venía cargando paja y amontonándola en la entrada

Munio miraba nervioso a la puerta del castillo. Serena, aunque parecía mejorar, no recuperaba la consciencia. El tiempo pasaba, ya hacía unos minutos que no sabía nada de Alonso ni del Xoto y empezaba a preocuparse. 

Maldito sea ese Ferrán.... - gruñía mientras vertía agua por la cara de Serena esperando una reacción. 

Una pequeña batalla tiene lugar, Erón lanza flecha tras flecha impactando una y otra vez a la criatura. Esta intenta contraatacar y varias veces está apunto de impactar al valiente arquero, pero su torpeza le impide cazarle( o la agilidad del arquero) Alonso por su parte intercambia golpes con la criatura, no haciéndole mucho daño y sufriendo un pequeño arañazo en la pierna pero se mantiene valiente hasta que por fín la última flecha de Erón hace que la criatura deje de moverse. Alonso se apresura a rematar al tal Ferrán Fáñez que nunca se sabe lo que puede ocurrir. Poco a poco la masa viscosas empieza a deshincharse y a disolverse. Dejando un rastro de babas asqueroso y un cuerpo deforme inerte. Por otro lado empieza a llegar humo al interior del castillo, es como si algo estuviese prendiendo. Salís corriendo de la estancia y véis a Martín alimentando el fuego para que prenda el castillo y a Munio intentando ayudar a Serena.

El castillo empieza a arder, de él salen dos figuras corriendo. El arquero y el caballero.

El castillo arde durante horas, pero ningún sonido se escucha dentro. Munio a logrado estabilizar a Serena y pronto la gente empieza a salir de sus casas rodeandoos. No gritan, no hablan. Solo intentan tocaros, como tener una parte de vosotros con ellos. Lo que ha ocurrido no se lo creerá nadie, tampoco lograréis recompensa alguna. Pero habéis logrado erradicar el mal de Trasmoz y liberar a sus gentes y logrado un futuro mejor para ellos. Sois unos héroes, al menos para ellos.

Erón no podía creer que al final saliera vivo de allí. De hecho, fue el ímpetu del momento lo que hizo que el cazador atacara continuamente a la criatura. Si se hubiese parado a pensar, seguramente habría huido sin dudarlo. Afortunadamente se quedó, y con él Alonso, pudiendo entre ambos dejar fuera de combate a Ferrán Fáñez, y que este acabara por consumirse con el fuego prendido por Martín. Para rematar, Serena seguía con vida, y los lugareños habían sido liberados de su infierno.

Erón estaba exultante. Seguramente unas horas más tarde se lamentaría al caer en la cuenta de que no había forma de cobrar la recompensa, pero ahora no existía ese pensamiento en su cabeza. Sólo pensaba en la gran aventura que acababa de vivir y que recordaría por siempre.

- ¿Qué.... qué ha pasado? - Munio estaba confundido - ¿Habéis acabado con él? - grita al ver salir sonriendo a Alonso y al Xoto. 

El grito parece que por fin despierta a Serena lo cual resulta una alegría incluso mayor para el trovador. 
- Serena, tranquila. Parece que todo ha salido bien - le dice sonriendo para rebajar el shock. 

- ¿Qué era ese ser? ¿Averiguasteis algo?

-Uffff-. Protestó el moro, las manos le ardían por el contacto con las sogas de esparto que sujetaban las grandes balas de paja.

-Cuatro... -Pensó mientras analizaba la obra que tenía delante de él. Su compañero se quedó fuera cuidando de la moza, ya lo dijo antes, moza valiente pero moza al final cabo.

-Espero que esto funcione-. Sentenció antes de tomar su bracamente y una piedra, entonces empezó a frotar ambos, uno con el otro. Las chispas saltaron más no era suficiente, siguió frotando una y otra vez hasta que un hilillo de humo delató que había funcionado. A continuación sopló con suavidad, otro poquito más.

-Esto es como una pequeña hoguera de campamento-. Juzgó mientras dedicaba una mirada al escenario. Una partición de madera y encima otro forjado de madera. -Esto arderá bien.

El hilillo de humo se convirtió en llamas y las llamas fueron creciendo a toda velocidad con ayuda de la paja, no era un incendio duradero pero la paja permitía llamas altas por un breve instante, entonces fue la techumbre lo que empezó a arder, luego el muro.

-¡Hay que salir de aquí, espero que funcione! Entonces empezó a correr hacia la salida, en el corredor principal se detuvo

-¡Salgamos, fuego!

Entonces salió al exterior donde la bocanada de aire fresco fue el contraste suficiente con la humareda que necesitaba. Apenas unos minutos salieron sus compañeros. Ese tiempo fue todo lo que necesitó para que aquel lugar se convirtiese en pasto de las llamas. 

-Vive dios que habéis sido bravos. Nosotros... -Intentó disculparse, desistió y juzgó que el incendio había sido compensación suficiente.

Pronto llegó el momento de partir. Entonces se despidió de sus compañeros.

-Ha llegado la hora de volver. Volveré por donde vinimos, no sé que camino seguiréis pero iré raudo. La muhé me matará por haber faltado tanto por cien maravedíes, aunque siempre es mejor que la guerra. -Sentenció con una sonrisa.

Ni rastro de la recompensa que nunca llegaría...

Había amenazado que iba a matar al tal Ferrán aunque tuviese que ir al mismísimo infierno con él. Y así había sido. Con la certera puntería de Eron y repartiendo mandobles con mi espada, dimos muerte a aquél espanto de ser.

Y vive Dios que lo hicimos con presteza y suerte, porque las llamas que había logrado encender el moro casi nos asan en el interior de aquella fortaleza. 

- En efecto que hay veces que es mayor recompensa el honor y el respeto que unos simples maravedíes. – Dije permitiendo que la plebe acariciase mi coraza con lógica admiración.

Y al ver a la pirata despertar de su inconsciencia, no pude reprimir una carcajada. – No parecéis manejaros tan bien fuera del agua, pececillo. - Le comenté  con una sonrisa.

Tras recuperar la conciencia, y conocer los detalles acerca de lo sucedido a través de mis compañeros de infortunios, doy las gracias al joven trovador por haberme ayudado y continúo mi camino en busca del hombre que facilitó la localización de "La Malèfica".

- Espero que volvamos a cruzar nuestros caminos - digo, mientras monto en mi caballo - Hasta entonces, que la suerte os sonría -

Esta pequeña aventura me había reportado pocos beneficios y sí muchas heridas, heridas que tardarían un tiempo en sanar, pero, por lo menos, estaba viva. Y esa era la mejor de las recompensas.

La pirata montó su caballo y marchó rumbo a la puesta de sol, estaba maltrecha, con cicatrices que le durarían toda la vida. Las que se veían y las que no, pues desde ese día todos tuvísteis pesadillas con la criatura, con el tal Ferrán Fáñez. Pero eso es otra historia. Hoy eráis ángeles vengadores que habíais librado a Trasmoz de una pesadilla, y aunque no hubo vítores ni celebraciones las caras de los habitantes parecía que por fín tenían algo, tenían esperanza. Marchásteis pues en pos de Serena y tomando cada uno su camino, muchas aventuras os quedaban por correr, pero esta llegaba a su...

                                                     FIN