- Algo de luz sale de todo ésto... además, queridos congéneres, si todo aquello que podamos encontrar a la izquierda de dicho túnel espinado le tiene el mismo pavor al cuervo y a sus graznidos tal vez tengamos una opción... - mirando a todos y después a la Calabaza sonriendo - ¿Ves como no ha sido tan complicado? Y sea lo que sea que habita en el túnel o pasadizo, ¿le tiene pánico al cuervo?
Si quedaba alguna duda, la respuesta de la calabaza y quizá también la convicción del cuervo decidieron en favor de regresar al camino cercado. No es que Bill fuera a cambiar de planes, de todas formas.
Danny alcanzó a su antiguo compañero bandido con unas cuantas zancadas largas. Hank tardó un poco más, cojeando un poco como siempre (aunque ciertamente la muerte había mejorado eso) y Boyle solo se entretuvo lo justo para recoger la calabaza.
Llegaron al extraño tunel hecho de cable metálico y echaron un vistazo a izquierda y derecha. Hacia la izquierda no había otra cosa que la cabaña, a apenas treinta yardas. Las resistentes paredes de madera eran visibles. Ciertamente esa era la mejor opción si no se sentían con suerte para atravesar un maizal maldito. En la derecha estaba la ruta más corta para cruzar ese campo en dirección noroeste.
Aunque algunos tenían ya muy claro hacia dónde iban, antes de que pudiera siquiera pensarse en ello se escuchó un ruido gutural desde la cabaña y ¡por la puerta salió otro espantapájaros! Su ropa había perdido hacía tiempo cualquier color que no fuera el de la tierra que la manchaba y estaba llena de jirones. En lugar de calabaza, la cabeza era un saco de tela con gruesas puntadas de cordel y algo que probablemente fueran botones haciendo de ojos. Desde esta distancia y a la luz de la luna parecía no tener brazos, o moverse con ellos muy pegados al cuerpo, pero claramente se dirigía al grupo a toda carrera.
— ¡Por los mil demonios! ¿Es que esto no se acaba nunca?— Hank automáticamente cogió su rifle, apresuró el paso y apuntó al nuevo espantapájaros, dispuesto a disparar en el mejor momento.
- ¡Maldita sea! - gritó el chino al ver a aquel horrible espantapájaros.
Alzó una de sus armas, apuntando a aquel fenómeno que se aproximaba, pensando para su capote:
"¡¿Y ahora qué?! ¡Lo que faltaba! ¿Es que acaso el mundo ha perdido toda normalidad?"
- ¡Fuego! ¡Fuego! ¿Dónde están aquellos que habitúan a tragar humo a partir de esos liados de hoja vegetal en estos momentos? ¡Cerillas! ¡Antorchas! ¡Whisky y yesquero! - A medio grito ante la presencia de aquello que debía confundirnos con cuervos en la tarea de desenterrar el grano de maíz mientras rebusco en mis bolsillos cerillas que, a ciencia cierta, llevaba encima, para disponerme a encender un par de ellas tras buscar algo en el suelo que pueda prender y mantener la llama de alguna manera (mazorcas de maíz secas y sin grano, hojarasca en ese mismo estado o incluso mi querido pañuelo de tela comprado en el mercadillo dominical de Manchester) y lanzárselo al espantapájaros
- Por todos los demonios Danny: eres un jodido zombie. ¿Y tú reclamas normalidad?
Siguiendo la indicación de la calabaza Bill torció hacia la derecha.
- ¡Espero que este vegetal no nos haya mentido!
Hank descargó todo el plomo de su rifle Springfield y un segundo después disparó Danny Chang. La ropa raída de la forma humanoide estalló en trizas e hizo algo que ningún espantapájaros debería hacer: sangrar. El maiz cercano fue salpicado de rojo y el suelo se humedeció. El encapuchado se desplomó, primero de rodillas y luego boca abajo, con movimientos preocupantemente humanos.
Las cerillas de Boyle estaban encendidas ya, pero amenazaban con quemar los dedos del británico, que miraba paralizado hacia la figura que había parecido un espantapájaros. Incluso Bill se dio la vuelta, pausando brevemente su fuga, cuando el cuervo graznó y voló hacia la forma que encharcaba la tierra de sangre, fertilizándola.
—Cada maizal tiene UN ESPANTAPÁJAROS. Solo UNO. Lo avisé, lo dije, lo conté.
La calabaza tuerta parece sonreir tanto como siempre.
- Apago la cerilla, y miro en lontanaza si se ven más de un campo de maíz, no vaya a ser que la sorpresa venga después...
-¿Todavía quieren dormir aquí?- Gritó Hank muy cabreado.
- Según nos ha relatado solo deberíamos cruzarnos en el camino de uno de estas cosas por maizal, así que sino nos ha mentido, tal vez este sea el mejor lugar... Pero ¿será bueno descansar o seguir adelante?
- Yo voy a salir de aquí cuanto antes. No me quedaré en este jodido maizal.
Dicho lo cual el vaquero continuó su marcha por el camino de la derecha.
- Estoy de acuerdo con este - dijo, señalando a Bill con el hombro. - Salgamos de aquí en cuanto antes.
Y dicho esto empezó a caminar.
En su pesado caminar Boyle siguió a ambos cuatreros, sin llamarles tal, desde luego, porque solo un cuerpo y dos cabezas, sin ser él mismo bicéfalo más allá de portar la parlanchina calabaza, no sería más que que otro saco de grano cerebral con los restos de la siega como miembros.... y eso no me permitiría seguir investigando! - Les sigo
¡Menos mal! Una jodida buena decisión. Aquí saldríamos mal parados... ¡Sigamos por ese camino que está por ahí! El cochero se aventuró a señalar por el camino que Bill ya estaba siguiendo. Esperemos que no aparezcan más sorpresas en el camino...
Todos emprendieron el camino de alambre de espino alejándose de la casa. Ya no quedaban dudas del camino tras lo que habían visto... y pronto vieron algo que convenció hasta al cuervo.
El espantapájaros comenzó a moverse. A levantarse. Estaba claro que crecía y cambiaba. El saco de su cabeza y los harapos con los que se cubría se destrozaron para dejar a la vista una masa blanca de pelaje, manos formadas casi exclusivamente por garras y un rostro dominado por afiladísimos dientes. Ni siquiera era un hombre lobo. Era algo totalmente distinto.
Maldiciendo a todos los habitantes del maiz y a sus antepasados, los tres muertos convirtieron su andar en una carrera. Sin embargo ni siquiera el cuervo volando parecía capaz de alcanzar al británico, cuyas piernas hacían maravillas cuando se trataba de poner distancia de por medio.
A la luz de la luna, un rugido terrible y hambriento resonó a la espalda de los viajeros que corrían para escapar. Definitivamente esta era una mala noche para estar vivo... o muerto.