Amarhis podía oler el dulce a la par que amarillo olor dulzón del tabaco. Todo hacia delante, todo hacia delante...
De un ágil salto, olvidando las doloridas costillas y los riñones baldados, Perfecto saltó de la mesa en la que había aterrizado y se sumó al grupo que partía por las soñadas puertas.
¡Lo habían conseguido! ¡las estaban atravesando! Entre todos habían logrado lo que de uno en uno habría sido imposible: abrir una brecha en la compacta fuerza de sus Guardianes...
-¡SOMOS INCREIBLES! ¡PODEROSOS! ¡SOMOS PODEROSOS!
Con entusiasmo abrió las puertas que flanqueaban el pasillo exterior mientras sus compañeros cerraban de nuevo las puertas tras ellos con llave, para evitar que les siguieran. Buscaba algún mueble que colocar delante de las puertas para obstaculizar aún más que pudieran derribarlas por la fuerza bruta, como seguro que intentarían.
Y también, claro, ver hacia dónde debían seguir para poder alcanzar el premio...
-¡¡LA SALIDA!! digo, no... ¡¡EL TABAAAACOOOOO!!
Nico sonrió para sí. ¡El soborno había surtido efecto!....Bueno, en realidad Aitor había entrado en la enfermería cuando Sinme ya había salido de ella, pero el resultado era el mismo. El caso es que había conseguido lo que quería y no había tenido que soltar un euro. A eso se le llamaba un buen negocio.
Atravesó las puertas con paso vivo pero sin correr. ¿Alguien había visto correr alguna vez a Capone? Ni hablar. Y ese cantamañanas no era nadie comparado con el gran Nico.
Tampoco se molestó en ayudar a colocar obstáculos ante las puertas. Para eso estaban los subalternos. Nico ordenaba y el resto debía hacer lo que él decía, lo que en este caso no fue necesario, pues ya estaban en movimiento antes de que él pudiera abrir la boca.
Giró sobre sus pies, dejando la puerta a sus espaldas, y comenzó a recorrer el pasillo que les llevaría a la libertad.
-Vamos. Sé de un estanco donde tienen los mejores habanos que se pueden comprar. Y está tan solo a dos manzanas de aquí.
Juanma echa mano de una camilla, si es que tiene alguna a mano y la usa de ariete contra cualquiera que intente ponerse en su camino hacia la libertad.
El subidón había resultado ser considerable, y lo que era mejor, aún se mantenía. ¡Habían salido! ¡Se habían colado por las puertas prohibidas dejando atrás la anodina sala común!.
Sin embargo, a pesar de las buenas intenciones, sus intentos se vieron en un primer momento frustrados por un pasillo con malas ideas que se mostraba tan diáfano como la boca de Yosu Perman, es decir, que no había muebles con los que bloquear la puerta ni camillas que utilizar como arietes.
Habían cerrado con llave las dobles puertas blancas mas no parecía que aquel cerrojillo pudiese detener durante mucho tiempo a los grandes hombros de Aitor Tazos. El resto de internos, sin embargo, habían obviado aquel evidente problema y estaban alcanzando ya la salida del extremo opuesto del pasillo. A mitad del mismo, distribuidas por igual a ambos lados, una serie de puertas cerradas mostraban con pequeños cartelitos las maravillas ocultas en su interior: "Armario de Limpieza", "Sala de descanso enfermeros", "Sala de descanso enfermeras", "Archivador", "Almacén General", "Oficina de Personal".
-¡Ni un maldito armario que volcar! Bueno, no importa. ¡ADELANTE, ADELANTE...!
Perfecto azuza a sus compañeros para que vuelen hacia la salida.
-¡Por fuerza debe haber una puerta que de a la calle! Yo ya no me acuerdo de por donde entré, pero, salir, ¡SALDREMOS!
Mientras, va leyendo los cartelitos que informan acerca de lo que hay tras las puertas que van quedando atrás. Pero lo que busca, el cartel que busca, por ahora no está a la vista... Bien. La puerta del fondo le llama tentadora. ¿Qué habrá tras ella?
Felipe sonríe de satisfacción. - Esto es un pasillo como dios manda, perfectamente ordenado y sin nada por medio. - comentó mientras echaba a andar tranquilamente hacia el fondo.
-Si, la puerta del fondo. ¡Tiene que ser esa!. Vamos, seguidme.
Juanma corre, renqueando de una pierna mientras enarbola su bastón haciendo molinetes.
El bueno de Nico nunca había gustado del esfuerzo físico. No entendía cómo había gente que prefería hacer las cosas de forma difícil en vez de encontrarse lo más descansado posible consiguiendo, de igual forma, los objetivos.
¿Salir de allí? Era una buena idea si eso suponía que, por fin, podría fumarse un pitillo. Pero ¿para qué salir si podían conseguirlo allí mismo?
La enfermera Brown siempre disponía de un suministro ilimitado de tabaco, por lo que tenía que sacarlo de algún sitio. ¿Quizá de esa puerta que indicaba que era un almacén?
No se perdía nada por intentarlo, aunque tendrían que ser silenciosos para no llamar la atención de alguna banda rival que, seguramente, se escondía por las cercanías.
Estaba convencido de que habría gente encantada de poder ponerle las manos encima al cabecilla de los Litis.
Se colocó justo al lado de Felipe, colocando amigablemente un brazo por encima de sus hombros - Muchacho, ¿por qué no entras ahí - señaló la puerta del almacén - y compruebas si guardan tabaco o alguna otra cosa que pueda sernos de utilidad?
Se trataba de una pregunta cortés, pero con un ligero tono de amenaza escondida en ella.
La caprichosa fortuna que se había convertido en su aliada momentos antes decidió dar un coletazo y cambiar de bando. La suerte les abandonó y las malas noticias se sucedieron vertiginosamente en ambos extremos del pasillo.
Al fondo del mismo, el grupo de internos que había escapado del salón logró alcanzar la puerta de salida momentos antes que los miembros de la compañía del cigarro único y tras cruzarla la cerraron con un escandaloso golpazo. Mientras, a sus espaldas, un primer impacto resonó contra las dobles puertas blancas que acababan de cerrar y éstas se tambalearon y crujieron. Tras ellas se escuchaba el vozarrón irritado de Aitor Tazos y el grito chillón y estridente de Miss Brown incitándole a derribarlas.
-¡SEGUID VOSOTROS! - Yosu reaccionó de un salto, un brinquito más bien, y se apresuró a colocar sus espaldas (es muy generoso hablar en plural, pero en fin) contra las puertas que Aitor trataba de derribar -. ¡Yo lo retendré con mi superfuerza! ¡Nadie pasará por aquí!
Juanma mirana a su alrededor, intentando buscar una vía de escape mientras ayuda a Josu a contener a Aitor. No reconocía la habitación en la que estaban. Intentó orientarse. Tenían que escapar, no había otra opción, ni falta que hacía.
De repente en la cabeza de Amarhis todo está claro.
Si rompen un espejo tendrán siete años de mala suerte!
Se retrasa un poco con respecto a los demás y pone contra la puerta que están a punto de derribar su querida polvera, tanto tiempo junto a ella, le hará un último favor.