Partida Rol por web

No puedo hacer más, debo hacer algo, ¡o moriré!

Mi destino puede ser el mismo que el de Joe... no puedo creer que haya vuelto a ver a alguien ser asesinado de una forma tan despiadada. Ya tuve suficiente en la infancia, con mi hermana, cuando fue abandonada... joder... era alguien a quien quería y a Joe sólo le tenía un profundo asco y odio... pero nunca había visto actúar a un ser tan terrorífico, y peor, que fuese a por mi...

Me levanto entre suspiros, y me aparto, con la navaja en la mano por si tuviese que hacer algún patético intento de defensa. Miro rápido hacia la mesa del mostrador, por si hay algunas llaves. Podría intentar salir por la puerta del hostal, pero dado las horas del día, sería arriesgarse, porque teniendo en cuenta que esto más que un hotel, era prácticamente una casa, esto estaría completamente cerrado con llave para que nadie saliese del lugar. No gasto mucho tiempo en mirar, pero si las hubiese, intentaría correr violentamente hacia las llaves para cogerlas y poder salir aquí. Sino es así, intento aunque sea, con la tenue iluminación, buscar las puertas que llevan a la sala de estar, y posteriormente, al comedor, a ver si puedo dirigirme corriendo hacia allí. Debo buscar una forma de salir, una forma de defenderme, o joder, una forma de intentar no compartir la sala con semejante monstruo. Si consigo entrar en la sala, tantearía a los lados e la pared con rapidez para encender un interruptor y tener cierta iluminación para seguir corriendo sin estar a oscuras, ya que tendría altas probabilidades de tropezarme...

Steve sentía su propio corazón latir con fuerza. Aquellos ruidos ¿seria Aisha? ¿ o ella ya estaba a miles de kilómetros lejos de allí? tenía que averiguarlo. La madera del suelo resonaba con cada paso que daba con sus pies descalzos. Una luz tenue salía de aquella estancia. Luego oyó un grito: el grito de Aisha. Se acercó rápido y abrió la puerta, buscó desesperado a su esposa con la mirada.

-¡Aisha!

Buscas desesperadamente una salida, alguna puerta, algún lugar donde escapar de ese maldito sitio. Tienes a tu espalda las escaleras y enfrente tuya, la puerta que da a la salida. El maldito ser de negro sigue hablando, aunque lo escuchas en un segundo plano...¡¡tienes que salir de allí!! Pensando con urgencia, optas por la puerta más cercana: la que da a la Sala de Estar. Sí, de allí podías ir a la cocina donde cenastéis, o posiblemente buscar una ventana y saltar por ella. Era la única opción, y tenías que hacer algo. Coges carrerilla y comienzas a dar zancadas, medio gritando. Pasas cerca del individuo, que te mira durante un destello mínimo que puede ser una mentira creada por tu cerebro con sorpresa, pero luego parece divertirse. Enfocas la mirada en la puerta, desesperado y nada más estar cerca, con un grito, la abres concentrando toda tu energía en que esté abierta. Giras el pomo con desesperación...

...Y se gira. La puerta se abre. Entras a trompicones, como puedes, con el corazón a punto de estallar, las manos sudorosas.

...Y caes. Caes. Caes. Caes por un abismo de infinita negrura. Caes sin parar, a una velocidad pasmosa. Intentas gritar, pero no puedes. Intentas...hacer algo, pero no puedes. Solo caes. El final está cerca.

RASH!!

Te incorporas con un grito, un grito fuerte, un grito forzado, terrible. Comienzas a boquear con dificultad. Estás....estás en el suelo. Entre sábanas. La suave luz del sol te da en la espalda, por la ventana. Todo está en orden. Todo había sido un sueño. Todo...todo estaba bien. Estabas allí. Sudando. Pálido. Pero allí, en tu cama, en Golden Forest. 

Das un golpe en la puerta con determinación, llave en ar mano. La puerta se abre con violencia y aparece ante ti una escena dantesca que arranca un grito de tu garganta: es una habitación con las paredes negras completamente, sin ventanasy ahora mismo pisas gusanos, escolopendras, y demás invertebrados que pasean por toda la estancia, paredes incluidas. A la par, solo hay una cama que también se encuentra llena de todo tipo de bichos asquerosos. Encima de la misma, un individuo de negro completamente, que solo se distingue su figura por la pequeña luz que asoma encima de la cama en una lamparilla de aceite, de una altura de unos dos metros y embozado en una especie de túnica negra y un sombrero de ala ancha del mismo color, te mira con unos ojos divertidos, unos ojos que son rojos, que atraviesan tu alma y te paralizan durante unos intantes. Unos ojos que no son humanos.

Pero eso no es lo peor.

El individuo sostiene por el cuello una figura que reconoces al instante: es....¡¡es tu madre!! Tu madre, con un camisón blanco lleno de lo que parece ser sangre, se encuentra con la boca abierta, por la que no dejan de manar bichos de la mano del inviduo hacia la misma. La cantidad de bichos que está ingiriendo produce que la garganta se le hinche por momentos; aparte, sigue viva, pues sus ojos miran al cielo con una expresión de sufrimiento que se te queda grabada en la retina; su pelo cobrizo cae, sucio, y sus manos se aferran al extraño ropaje de ese ser. Así, mueve sus pies hacia atrás, golpeando así la pared con un rítmico golpeteo sordo.

El individuo habla. Le eztoy dando su medizina, niñata. Zé que le guztan los bichoz, me lo dijo. Me lo dijo. Deja de hablar durante un momento y fija su atención en tu madre.

Es....demasiado....no tienes palabras.

Desesperado, cruzas con rapidez la Sala de estar, la de las revistas y el televisor antiguo. Sigues con paso ligero hacia el comedor, donde cenastéis horas antes. Pasas con rapidez, mirando a todos lados. Un tenue fulgor asoma de la cocina, que tiene la puerta cerrada. De repente, un nuevo grito desgarrador, peor que el anterior, surge del interior de dicha estancia. Atraviesas en penumbra el comedor, chocando con algunas sillas que caen al suelo de forma estridente. Abres la puerta, gritando de nuevo el nombre de tu esposa. 

Observas la cocina.

Hay una mesa rectangular en el centro. A un lado, se encuentran los fogones y un pequeño horno de leña. En los fogones asoman grandes ollas de metal, listas para comidas destinadas a muchos comensales. Al otro lado, en la pared, cuelgan una larga hilera de cuchillos y herramientas de cocina, bastasnte lejos de tu alcance. Debajo asoman numerosos ingredientes colocados en tarros o pequeños cuencos metálicos, así como un frigorífico congelador bastante amplio, en este momento cerrado. Las paredes son de mármol blanco, a diferencia de las estancias restantes que has conocido. El olor que impregna la sala es...sí, es sangre. En la mesa rectangular está el por qué, y al fijarte, emites un grito.

Un individuo negro de dos metros se encuentra de pie al lado de la mesa. Va vestido con unos ropajes parecidos a una gabardina negra de cuero, muy grandes y amplios. Un sombrero negro de ala ancha y bombín alto de idéntico color asoma por su cabeza,  gracias a la propia penumbra que produce la única lamparilla del lugar, te impide verlo con claridad. Solo sus ojos rojos, como el fuego, ascuas ardientes, miran con regocijo lo que se encuentra haciendo. Son ojos de....no son ojos humanos. Su mano derecha sostiene a Aisha con la cara pegada a la mesa, mirando hacia ti. Tiene el camisón sucio, lleno de porquería. Su mirada es de un terror y agonía indescriptibles. Se encuentra de rodillas en el suelo. La mano izquierda de Aisha está atada a una pata de la mesa y encima de una tablilla de madera. Ves que sangra. El individuo alza el brazo izquierdo, donde asoma un potente cuchillo de carnicero algo oxidado, y lanza un golpe contra el antebrazo de Aisha, que salpica sangre y tendones y le produce un nuevo grito desgarrador. El brazo aun no se ha cortado del todo. La agonía es imposible de describir...

Eztoy preparando zopa de zorra. Zabía que querrías, azí que por ezo te invite. La voz suena fría como el hielo. Pero parece divertida.

Das un grito desgarrador, mientras te caes al suelo con los ojos desenfocados. La visión de pesadilla que tenías delante era demasiao horrorosa. Aplastas numerosos bichos cuando caes, apoyas tu mano, y algunos de ellos comienzan a escalar por el mismo. Era demasiado terrible. El individuo seguía a lo suyo, cantando alguna canción en una voz apenas audible. Tu madre sigue emitiendo gritos estentóreos...¿qué haces?

Al pasar y ver a ese hombre mutilando a su esposa, Steve se quedó paralizado, se llevó una mano a la boca, tembloroso, sus ojos se pusieron rojos y empezaron a soltar lágrimas. Quería moverse, ¡se juró que quería moverse! pero no pudo hacerlo, las piernas le temblaban. No podía proteger a su esposa. No podía proteger a su esposa, se repitió una y otra vez.

Comienzo a suspirar rápidamente, de forma acelerada, agarrando las sábanas con ambas manos, para, después de llevar largo rato para tranquilizarme, dar un último suspiro, largo y tendido, cerrando los ojos, y tratando de asimilar de que ya había vuelto al mundo real... observo la ventana, mientras noto como los rayos de luz inciden en mi rostro, propiciándome una agradable calidez.

No sé que decir, pero la verdad es que nunca he tenido un sueño tan real y terrible en toda mi vida. Desde luego, ahora que estoy despierto, no sabría diferenciar a partir de cuando había estado soñando. Esas visiones se encadenaron justo después de cenar, y posteriormente, me fuí a dormir y tuve esa brutal pesadilla en la que mis peores temores se vieron escenificados, intensificando un intenso horror en mi...

Tal vez tuve esas visiones por algún motivo, y ellas fueron la causa de que posteriormente, soñase con algo relacionado. Pero desde luego, si algo creo, es que tal vez me sienta culpable de haberme alejado de todo... mis dudas, mis recuerdos jodidos y dolorosos, todo eso me sigue atizando, por no hablar de la preocupación que siento por mi esposa...

Sí, si algo creo, es que todo esto ha tenido un significado, y debería pensar en analizarme profundamente. Llegar a mi alma y conocerla, algo que he intentado en muchas ocasiones con mis prácticas buditas.

Pero no es momento de seguir torturándome. Ahora debería alegrarme. Estoy en mi habitación, en calma, en un fuerte sosiego. Tras llevarme un rato tendido, sin importarme demasiado estar en el suelo, relajándome con la mente en blanco, y tratando de que mi ritmo cardíaco vuelva a su normalidad, me aparto las sábanas, levantándome y poniendolas encima de la cama. Observo la hora que es en mi móvil, abro la ventana y dejo que el aire fresco sople con calma en mi rostro.

Ahora, lo necesito más que nunca... incluso es más importante que el desayuno.

Un Laramie's.

El individuo te observa, ajeno a tu sufrimiento. Sus ojos juguetean con el cuchillo, que lo deja a la altura del brazo cuasimutilado de Aisha. Es horroroso ver la expresión de tu esposa: es horroroso el sufrimiento que plasman sus ojos.

¿Vaz a quedar ahi pazmado, aztor? Zé lo que quierez: quierez a tu ezpoza. !!Zálvala¡¡ Grita, mientras que te mira intensamente. No erez máz que un cobarde, necezitas carne. La carne te haze valiente. Termina de hablar y alza el cuchillo por encima de su cabeza. Ahí iba...

Me deslizo hacia un lado del pasillo, tratándo de escapar de auquel lugar, pero entonces, recuerdo a mi madre, su cara de sufrimiento... Eso me ralentiza. Me pongo a llorar y gritar, mientras aplasto bichos con las palmas de las manos, y me los sacudo de encima.

Gritas, mientras re resbalas por el pasillo hacia atrás, mientras tus manos intentan liberarse de la prisión de insectos que pululan a tu alrededor. Nadie parece hacerte caso, todo está en calma. El individuo gira la cabeza hacia ti. Sus ojos indican que está molesto. Se retuercen, como una llama, en una cuenca que no existe. Son escalofríantes. Tira el cuerpo de tu madre, que cae inerte aplastando muchos bichos y haciendo un ruido espeluznante.

Maldita niñata. Cállate. Tuz gritoz me ponen nerviozo.

Se gira y baja de la cama, raudo como el viento. Intentas moverte, pero resbalas entre tanto cádaver de insecto aplastado. Te reuniraz con tu madre, zorra. No zerá ahora, pero te dejaré un regalito. Sus ojos brillan con una extenuante maldad, mientras camina hacia ti.

Gritas y gritas, cerrando los ojos. Todo era demasiado irreal, terrible, para ser cierto. Solo podías gritar, indefensa. Solo podías...

Te despiertas con un grito que no llega a brotar de tu garganta. Delante tuya, las paredes resplandecen a la luz de una excelente mañana. Los rayos de sol entraban por el haz de la cortina, dando una iluminación que incluso producía un encanto a la propia habitación. Todo había sido un sueño. Un jodido sueño. Sudabas, pero nada más. Aunque los bichos...esos bichos poblaban tu mente de recuerdos. Reprimes un escalofrío. Era hora de desayunar, y ciertamente, tenías hambre.

Pero cambió. ¡No podía dejar tirada a su esposa por su propio miedo! Si había un momento, una situación en la cual podría hacer olvidar a todos y a si mismo los errores del pasado ¡era ese!

El actor apretó los puños. La muerte: una posibilidad, aun así le daba igual. Steve se acercó al negro y cargó contra él, tratando de placarlo, usando su relativo poder físico para llevárselo por delante, ¡no iba a tocar a su esposa! no de nuevo.

Desesperado, cargas contra el individuo que tienes frente a ti. Tu mirada, atemorizada, solo se aferra a la firme determinación de salvar a Aisha. Tus pasos resuenan en la sala con rapidez. Y sin embargo, al esperar un golpe seco, tu cuerpo atraviesa al ser de ojos rojos como si fuese polvo, aire, insustancial. Escuchas un grito de...¿rabia?¿dolor? No sabrías adivinar que pero...

..Inmediatamente te alzas en la cama gritando y haciendo un gesto con las manos. Es de día. La luz del sol entra por la ventana, produciendo reflejos dorados sobre la pared de enfrente. Tu esposa Aisha parece estar vistiéndose, y te mira sorprendido. No sientes nada. Sus manos, su suave piel blanca...todo está en orden. Todo perfecto. Las maletas en su sitio. El armario cerrado, la puerta cerrada.

Todo pareció haber sido un sueño. Pero antes que nada, tu barriga protestó. Tenías hambre. Y era hora de desayunar. Ya habría tiempo de preguntarse por esa pesadilla, a seguras cuentas producto de la cena de Garrow. En todo caso...sí, lo mejor era olvidarse de ello por ahora.

Respiraba con fuerza, su pecho se movía sin parar y su corazón tronaba con fuerza. Ladeó la cara para mirar a Aisha, estaba allí normal, no le pasaba nada, estaba segura. Ladeó nuevamente la cara y se fijó en que todo estaba perfecto, la puerta, el armario, las maletas. Había sido un mal sueño, el peor sueño de su vida. Quiso sonreir de alivio, pero no lo hizo, porque también una sensación de no sentirse capaz de nada taladraba su conciencia, aunque no su estómago, ahora que se daba cuenta, tenía hambre. Empezaba un nuevo día.