Partida Rol por web

Hambre No Humana (Privada) [+18]

Capítulo II: Vida en la Muerte

Cargando editor
12/04/2016, 19:44

Oscuridad. Absoluta. Omnipresente. Inmaterial. Eterna.

La más absoluta nada invadía todo lo que podías percibir. Tinieblas burbujeantes, terribles, lo invadían todo. Tan intensa era aquella ausencia de todo, que pareció adquirir entidad propia, casi... conciencia. Como si de una terrible, astuta y cruel voluntad se tratase.

Como una pequeña luz trémula, titileante, empezaste a adquirir conciencia de ti misma en medio de aquel mar de negrura. La luz empezó a cobrar más y más fuerza, alimentada por su propia existencia, por tu misma curiosidad, por la chispa vital que te impulsaba a andar, correr, reír... vivir. Poco a poco aquella luz creció en tamaño e intensidad,  arrastrando lejos a las tinieblas que te acechaban, cambiando de forma para adquirir la de tu propio cuerpo. En un momento te viste a ti misma hecha de pura luz. Cálida. Blanca. Etérea. De un único y poderoso gesto, desterraste del todo aquella opresiva oscuridad, inundándolo todo con tu propia luz.

Poco a poco tu visión se iba acostumbrando y empezaste a ver y reconocer tu alrededor. O quizá era el nivel de luminosidad, que iba amortiguándose poco a poco. Volvías a ser tú misma. El sol rozaba con sus rayos, cálidos, etéreos, tu piel, enmarcado en un cielo azul, completamente despejado. Te sentiste... viva. Como nunca antes lo habías estado. Llena de energía, de aquella chispa vital que te hacía ser quien eras, tú misma. Reíste. Corriste. Saltaste. Aquella energía vital te recorría, desbordante, como un torrente incontrolado que pugnaba por salir. Las propias plantas parecían reverdecer y crecer a tu paso. Miraste a tu alrededor,dando vueltas, completamente feliz...

Y entonces paraste en seco. De repente, eras terriblemente consciente: aquéllo estaba mal. No podía ser real. Todo a tu alrededor pareció empezar a temblar y a resquebrajarse; el mismo aire que te rodeaba se deshacía en polvo. El propio sol se desmoronó en mil pedazos, afilados y puntiagudos, que cayeron sobre ti, amenazantes. Te cubriste con los brazos la cabeza y el rostro, temerosa, y entonces, la tierra se abrió bajo tus pies y... caíste.

Volviste a la misma oscuridad terrible, a la nada absoluta, a las tinieblas vivas que habías conseguido desterrar. Caíste durante mucho tiempo. No podías decir durante cuánto... hasta que, simplemente, dejaste de caer. Nada frenó tu caída: ni chocaste contra el suelo, ni te enganchaste a nada. Sólo notaste, fuiste terriblemente consciente, de que ya no caías.

Buscaste alrededor, desesperada, aquella luz que habías dejado atrás, aquella vida, aquella senda que habías perdido, quizá para siempre. O quizá cualquier otra cosa. Lo que encontraste en su lugar te aterró.

Un rostro sin rostro. Muy cerca de ti. Extendió sus manos, manchadas de sangre, hacia ti, buscándote. Intestaste huir. Te persiguió. Fue inútil. Te atrapó en un mar de sangre, roja, cálida, brillante. Acercó su terrible rostro al tuyo y abrió, amenazante, la boca, mostrando hileras de afilados colmillos...

 

[...]

[...]

[...]

 

Despertaste tan súbitamente como te habías dormido, y descubriste que todo estaba como lo habías dejado cuando caíste presa de aquel sopor extraño. Las persianas bajadas, las cortinas echadas, tus cosas, la habitación del hotel. Cualquiera en tu situación, después de haber experimentado aquel sueño... aquella pesadilla... aquello lo que fuera, hubiera tenido el corazón y las respiración acelerados. Pero tú no. No podías decir, de hecho, que los notases en absoluto.

Cargando editor
02/05/2016, 22:23
Theresa Harper

Se incorporó violentamente, sacudida por un brusco despertar. Se hallaba sentada en la cama, confusa y asustada, jadeando por aquella horrible e intensa pesadilla que había calado en lo más hondo de su ser. Instintivamente llevó su mano derecha sobre el pecho, intentando sosegar un corazón que palpitaba desmedido, o al menos tal era su percepción.

¿Qué había sido eso? ¡Tan intenso, tan horrible, tan real!... Tan sólo una pesadilla. ¿Qué si no? Un delirio tan profundo e intrínseco que había conseguido adherirse a sus huesos y cruzar salvajemente el umbral de los sueños para arraigarse a la realidad.

Todo está en orden -se repetía observando alrededor- sólo tengo que calmarme. Primero se tapó los ojos con las palmas de las manos, luego se apretó las sienes. Seguidamente se levantó y caminó descalza hasta el baño. Lavó su rostro con abundante agua fría y se miró en el espejo mientras las escurridizas gotas cristalinas resbalaban por su piel. Esperaba hallar respuestas, pero su reflejo solo le devolvía más preguntas por responder.

Se dio la vuelta, confusa, apoyándose en el lavamanos. Pensativa, con la mirada perdida, revivía las sensaciones del extraño sueño más como un recuerdo que como una ilusión. Por un segundo había volado, acariciado el cielo, besado la luz... Ella misma fue pura luz. Se había sentido inmensamente viva, plena, absolutamente feliz. Pero unos segundos después, la felicidad le había sido arrebatada con brusquedad, la perdió en una angustiosa caída sin fin, precipitándose en un mar de desolación, y cuando la gravedad dejó de arrastrarla encontró aquel ser oscuro y despiadado que parecía aguardar su llegada para atarla a un destino fatal.

Cerró un instante los ojos procurando desterrar las horribles imágenes que invadían su mente. Todavía arrastraba una fuerte impresión, y sin pensarlo, para controlar su respiración, se tomó el pulso. Extrañada al no hallarlo, volvió a intentarlo de nuevo, y entonces, su rostro palideció más aún, de ser eso posible. Quiso gritar, huir, pero tal como sucedió en la pesadilla, era inútil. El miedo la perseguía y no había nada a lo que pudiese aferrarse. El baño se hizo pequeño, las paredes comenzaron a estrecharse, acercándose a una velocidad asfixiante, oprimiéndole. Tuvo que salir corriendo y alcanzar la terraza, en busca de espacio y del oxígeno que en realidad no necesitaba. Se aferró con fuerza a la barandilla de cristal frenando en ella el vértigo que el terrible descubrimiento le producía. Parecía que se ahogaba, pero no era una asfixia física sino existencial la que golpeaba inexorable su alma.

Luces, movimiento, ruido. Contrariamente a ella, Denver latía, aunque a un ritmo delirante. Dejó caer la cabeza hacia atrás dejándose envolver por una tenue brisa. Tenía la sensación de ingravidez y descontrol que suele acompañar una noche de baile bañada en alcohol. Decenas de pensamientos azotaban su mente dominados por esa máscara inescrutable, un demonio de aterradores colmillos vestido de sangre.

Volvió la vista al frente, perfilando el horizonte. En cierto modo, la perspectiva de la ciudad le ayudaba a encontrar la suya propia y a tomar una determinación.

No. No seré yo quien huya, sino quien te encuentre.

Entró en la habitación en busca del móvil. Esperaba encontrar respuesta de Flash y tal vez, con un poco de suerte, Augus se habría puesto en contacto con ella.

Cargando editor
03/05/2016, 20:41

Efectivamente, pudiste comprobar que tu teléfono móvil había hervido de actividad durante el día. Más de una decena de mensajes y llamadas de Flash, y una infinidad de mensajes de whatsapp preguntando que dónde estabas, que qué te había pasado, que te estaba llamando y no le cogías el teléfono, etc...

Cargando editor
04/05/2016, 16:32
Theresa Harper

Sin perder un segundo, marcó el número de Flash. La llamada quedaría registrada, pero en esos momentos le daba igual. Necesitaba escuchar su voz, sentir el calor de un amigo, explicarle lo que había ocurrido, el terrible miedo que había pasado en aquel sótano, lo fría que procuró ser en los oscuros pasillos para no llamar la atención de los dos monstruosos asesinos, y... y cómo se había convertido en uno de ellos.

Cógelo cógelo cógelo cógelo cógelo cógelo cógelo cógelo por favor...

¿Qué haría a partir de ahora? Se pondría en contacto con Augus. Tenía la corazonada de que él, Mónica y Bryan estarían juntos. Quería averiguar cuanto ellos supiesen, saber qué les había ocurrido, si todos se hallaban en la misma situación y qué planes tenían. Sería más sencillo avanzar si lo hacían unidos, en la misma dirección.

Cargando editor
04/05/2016, 19:49
Arnold "Flash" Simpson

Unos cuantos tonos más tarde, se oyó el "click" de descuelgue del teléfono al otr lado de la línea.

- Por el amor de Dios, Terry, ¿Dónde estas? ¿Qué ha pasado? ¿En qué lío te has metido? ¿Por qué no contestabas?

Cargando editor
06/05/2016, 02:22
Theresa Harper

Abrió los ojos de par en par al escuchar que Flash descolgaba. Empezó a hacerle tantas preguntas que no sabía por dónde comenzar.

-Ahm... estoy... estoy en un hotel. Flash... ¡ha sido horrible! -hizo una breve pausa. Le encantaría quedar con él y hablar en persona, pero no podía. Tenía miedo de hacerle daño.- Me secuestraron, aquel tipo del Lincoln, y desperté junto a otras personas en un sótano, con un calor asfixiante -hablaba nerviosa recordando lo ocurrido- Dos tipos... uno estaba monstruosamente desfigurado, era, era como un demonio, Flash, tú le conoces, era Emerson, el banquero. Fue él quien mordió a la mujer, ¡le partió el cuello! Ahora no le reconocerías, créeme. Mataron a una mujer y a su hija. Se abalanzaron sobre ellas y... era tan solo una niña... -su voz transmitía claramente el dolor que todavía sentía por ello- no pudimos hacer nada por salvarlas.

Tuvo que parar antes de continuar. Estaba reviviendo la angustiosa huida y el trágico final de Suzy. Se mordió el labio inferior tratando de controlarse.

Cargando editor
11/05/2016, 10:22
Arnold "Flash" Simpson

Falsh parecía consternado con todo lo que oía, y no paraba de intercalar interjecciones y comentarios entre tus propias respuestas.

- Agh! [...] Oh! [...] ¿En serio? [...] ¡No puede ser! [...] Dios mío [...] Menuda locura...

Se quedó en silencio un momento antes de continuar hablando, cuando por fin terminaste de relatarle todo lo ocurrido.

- Terry... estás en un lío bien gordo. Hoy ha venido por aquí un inspector de policía, haciendo preguntas sobre ti. Parecía un tipo duro... Le hubiera pateado el trasero de todas formas por lo que estaba insinuando con sus preguntas... pero nena, ya sabes que tengo la rodilla destrozada.

Cargando editor
16/05/2016, 16:52
Theresa Harper

Hizo una mueca al escuchar que un inspector de policía había ido a visitar a Flash. Aquello no le gustaba un pelo. Sonrió con el comentario de su amigo sobre la rodilla destrozada.

-Sí, lo sé... no te preocupes. Flash, ese inspector, ¿qué te dijo exactamente? Es importante que lo recuerdes por favor.

Cargando editor
23/05/2016, 17:25
Arnold "Flash" Simpson

- Parece que ha hablado con alguien. Sabe que desapareciste. Me ha hecho un montón de preguntas sobre ti. Que si te conocía bien. Que si conocía tu rutina. Tu familia. Tus hobbys. Por un momento pensé que también me iba a preguntar la talla de tu sujetador... En fin, por supuesto, no le he dicho nada que no supiera ya, aunque parecía saber bastante. Al principio pensé que estaba aquí para investigar tu desaparición, pero... no sé. Creo que hay algo más. Me da mala espina, Terry.

El tono de voz normalmente despreocupado de Flash era ahora diferente. Más profundo. Más austero. Sin los altibajos propios de sus gracias y chistes. Por primera vez desde que lo conocías, parecía hablar realmente en serio.

Cargando editor
26/05/2016, 01:02
Theresa Harper

Primero le escuchó con atención. Luego más seria, cuando mencionó a su familia. Pero no pudo evitar soltar una risilla divertida con el comentario de Flash sobre la talla del sujetador. Era su amigo en estado puro. Y en realidad era algo que agradecía, su sentido del humor. En realidad se encontraba mejor, tan solo por poder escuchar al fin su voz.

-Mmm... supongo que quiere encontrarme por dos motivos. El primero es que soy testigo de un doble asesinato, y el segundo... bueno... -se rascó distraídamente la parte posterior de la cabeza, con la mano que tenía libre- ¿recuerdas que siempre me dices que tengo que ser más lanzada con los hombres? -hizo una breve pausa para aumentar la intriga, aunque le parecía particularmente gracioso, y ni ella sabía bien por qué, dada la gravedad del asunto- ¡Pues vaya si me lancé! Aunque fue sin pensarlo, por puro instinto.

Aguardó unos breves segundos. No sabía cómo se tomaría Flash lo que tenía que explicarle. “Flash, soy un vampiro”. Era... era tan absurdo como real. ¿Le creería o le tomaría por loca? En cualquier caso no podía culparle.

-Tengo que contarte algo tan difícil de contar como de creer, Flash -el tono de su voz adquirió un cariz más grave. Se aclaró la voz. ¿Por qué le costaba tanto decirlo? Deseaba hacerlo, pero debía encontrar las palabras adecuadas.

-Verás... algo pasó en esa casa, en ese sótano. Y no me refiero ahora a esas dos pobres... víctimas, sino a los demás. A algunos de nosotros, al menos. Emerson es ahora un monstruo horrible, desfigurado, deforme y tumoroso. Ni la película más terrorífica podría tan siquiera emular el rechazo que inspira este tipo. Pero más allá del cambio físico, creo que varios hemos podido experimentar otro cambio mucho más profundo. No despertamos en ese sótano siendo las mismas personas. Emerson y Aidan son unos verdaderos monstruos, y creo... estoy convencida... de que yo también lo soy.

De nuevo esperó unos segundos, no sólo para que su amigo fuese haciéndose a la idea, sino porque también ella los necesitaba. Comenzó a caminar lentamente, sin rumbo, mientras continuaba explicándole lo sucedido. Le habló de todo lo ocurrido: de la extraña sensación, como un reclamo, cuando percibió la sangre derramada en aquel zulo, de las lágrimas escarlata que resbalaron por su rostro mientras ascendía por la escalera, y de cómo en el exterior se había abalanzado sobre Vince, mordiéndole el cuello y bebiendo su sangre.

Esperó su reacción al escuchar su historia, aunque seguramente no se atreviese a decir nada todavía, era bastante insólito escuchar algo así de una amiga que además, creía en lo que contaba.

-No puedes hacerte a la idea de lo deliciosa que encontré su sangre... -confesó de un modo que evidenciaba que así había sido. Rápidamente frunció el ceño. ¿Estaba haciendo bien contándole ésto? Tal vez no fuese buena idea. Pero... no podía confiar en nadie más, y no quería engañarle. Sólo así él podría ayudarle y comprender por qué ella debía mantenerse lejos. Los ojos comenzaban a humedecerse. Temía su reacción. Se apresuró a continuar, a soltarlo todo, y luego sería su amigo quien tendría la libertad de creerla, de ayudarla, o de colgar.

-Tuve que hacer un esfuerzo tremendo para poder controlarme, para frenar aquella locura y apartarme de él. Hubiese podido morir, como murieron aquellas inocentes personas, y por un segundo incluso dejó de importarme. Y por eso huí. Necesito encontrar a quien nos hizo ésto, a quien me convirtió en lo que ahora soy.

Se sentó en una esquina de la cama, con una pierna recogida y la otra estirada, con el pie apoyado en el suelo, aguardando pacientemente la reacción de su querido amigo. 

Cargando editor
01/06/2016, 18:44
Arnold "Flash" Simpson

Hubo un prolongado silencio al otro lado de la línea cuando terminaste de hablar, que te hizo sentir primero expectante y, después, algo incómoda. Una sensación que nunca habías sentido en presencia de Flash. Tu fiel amigo rompió al fin el silencio con una respiración profunda; parecía que Arnold había estado aguantando la respiración durante casi tanto tiempo como tú habías estado hablando... o que estuviera pensando qué decir. Juzgaste ambas posibilidades como igualmente probables. Lo que acababas de decir no era fácil de digerir, ni siquiera para ti.

Finalmente habló. Aunque sus palabras eran propias de él, detectaste que su tono de voz no era el de siempre. Había cambiado, haciéndose más sobrio, más grave, más oscuro.

- Terry... no... yo no... - suspiró de nuevo - No sé qué te has metido en el cuerpo, pero... ¿estás oyendo lo que estás diciendo? ¿Sangre? ¿Bebiste sangre? Deberías ir al hospital, ahora mismo. ¿Dónde estás? Voy a buscarte ahora mismo.

Cargando editor
23/06/2016, 01:34
Theresa Harper

Flash se había quedado mudo y no era de extrañar. Creía que había hecho una locura como consecuencia de alguna droga muy potente. Era la explicación más lógica, la misma que había creído ella, pero igual que un desestabilizador en una fórmula, había un elemento que la desmoronaba:

El instinto.

Suspiró resignada. No podía pretender que él creyese en todo ésto, y menos así, de repente. ¡Qué demonios! Incluso ella se cuestionaba cada dos por tres.

Escuchó a su amigo preocupado, interesándose y brindándole su ayuda. Era tan tentador aceptarla... Tan sencillo decirle dónde estaba, esperar su llegada, dejarse consolar. Una lucha interna con un claro ganador.

-No sabes cuánto desearía que eso fuese posible. Ojalá pudiésemos encontrarnos -su tono de voz era apesadumbrado-. Pero no puedo arriesgarme. No contigo. No sé si volverá a pasarme de igual modo, no si seré capaz de controlarlo de nuevo. Soy un peligro, Flash, y no quiero hacerte daño.

Se sentía realmente triste.

-Te llamaré en otro momento. Dile a mi familia que estoy de viaje por motivos laborales y, por favor, trata bien a Jurgen. No puedo acercarme a vosotros pero si hay algún problema puedo tratarlo por teléfono o por mail.

Se despidió por el momento como si su vida continuase siendo normal. En realidad no quería colgar. No sabía qué hacer ni dónde ir. ¡Caray! En toda su vida no se había sentido tan sola y desamparada como en ese momento. Tragó saliva mientras intentaba controlar su voz, que amenazaba con quebrarse.

-Gracias por todo. Cuídate mucho. Te echo de menos. 

Cargando editor
04/08/2016, 08:51
Arnold "Flash" Simpson

Apenas dejaste de hablar cuando Flash te contestó, claramente alterado.

- ¡Terry, espera! ¡No cuelgues! Sea lo que sea lo que te esté pasando... ¡podemos solucionarlo! ¡Joder! ¿Soy o no soy el puto "Flash" Simpson? - hubo un breve silencio en el que oíste respirar entrecortadamente a Flash. Parecía... duditativo; era extraño en él. El simple sonido de su respiración, de su aliento, que te imaginabas cálido y embriagador, contra el auricular, te hacía sentir cómo ese "algo" de tu interior se removía; algo nuevo y extrañamente familiar al mismo tiempo. - Por favor... no cuelgues. Déjame ayudarte.

Cargando editor
06/08/2016, 15:25
Theresa Harper

Ya había alejado el teléfono de su oído cuando Flash respondió, pero a pesar de ello le escuchaba perfectamente. Lo sostenía con la mano, frente a ella, mirando la pantalla y el símbolo rojo, dudando qué hacer. Sabía que colgar no era lo más educado pero seguramente sí lo mejor para él. Sin embargo, no quería despedirse así, dejándole con esa inquietud. De nuevo apoyó el auricular en su oreja.

-No sé de qué modo podrías ayudarme... -comenzó a decir. Aunque sí lo sabía. Algo en su interior, esa llamada primitiva le brindaba la oportunidad de una víctima perfecta con la que experimentar. Apretó los ojos con fuerza y luego masajeó su sien izquierda- ya lo haces escuchándome -dijo con dulzura. No quería ponerle en un aprieto pidiéndole cosas que le pudieran comprometer. Bastante tenía el pobre con asimilar aquello, aunque sabía que no se conformaría con no hacer nada- Tengo que descubrir algunas cosas por mí misma -sonaba tan perdida como decidida- pero podrías enviarme un whatsapp con el número de Vince, apuesto a que te ha dado una tarjeta -sonrió levemente- y... tal vez puedas averiguar algo acerca de Jacob Prestor -si acaso ese era su nombre real.- Ahora tengo que colgar, Flash -dijo sabiendo que no le quedaba otro remedio. Probablemente, si lo deseaba, el policía localizaría la llamada a poco más que se extendiera.

Cargando editor
24/09/2016, 16:17
Arnold "Flash" Simpson

Por un momento se hizo el silencio al otro lado de la líinea.Conocías lo bastante a Flash como para saber que prácticamente no se callaba nunca. Ni cuando sería razonable que se callara, por el bien de todos. Dedujiste que estaba dudando sobre qué decir.

- No entiendo Terry... Yo no tengo el número de Vince, ¿por qué iba a tenerlo? Sólo tengo el de ese tipo, el inspector que vino a verme preguntando por ti... ¿cómo se llamaba...? - otro silencio. Por un momento te vino a la mente la imagen de Flash mirando hacia algún punto indefinido del cielo y rascándose la cabeza - Brandt. Inspector William Brandt. Como te he dicho, un tipo duro. ¿Quieres su teléfono? ¿Estás segura de que es buena idea hablar con él? Si es así, hazme caso: ahórrate la parte en la que vas por ahí mordiendo a la gente. No suelen mirarte con los mismos ojos después. Créeme, lo sé.

Cargando editor
25/09/2016, 10:54
Theresa Harper

La cara de Terry era un poema. ¡El inspector que había hablado con Flash no era Vince! ¿Por qué? ¿Quién demonios era ese William Brandt?

-Ah... pues... -respondió bastante descolocada- envíame una foto de su tarjeta con el teléfono. Y dime... descríbeme como es ese tipo, edad, físico... -estaba bastante desconfiada. Ni siquiera se creía sin más que ese tipo fuese un inspector. Bien, lo más lógico sería que lo fuera, pero ¿dónde había quedado la lógica desde que aquel tipo le persiguiese en su coche?- Flash, ¿podrías acercarte a comisaría y preguntar por ese William Brandt, pedir verle? Quiero saber si trabaja allí o no. En caso afirmativo puedes justificar la visita diciendo que vas para interesarte por mí, por si se sabe algo más de mi desaparición. Total... eso no es sospechoso. Cualquier persona querría encontrar a un amigo desaparecido. Desde luego no le digas que hemos hablado, y tranquilo, por el momento no pienso llamarle. ¡Que se desespere un poco más! -se escuchó una risilla traviesa.

Cargando editor
25/09/2016, 10:59
Arnold "Flash" Simpson

Flash respondió a tu risilla con una sonora carcajada antes de lanzarse de nuevo a hablar

- ¡Esa es mi Terry! Veamos, déjame buscar su tarjeta [...] aquí, aquí está. Inspector William Brandt, comisaría 11, 1331 Cherokee Street, Denver. [...] Sí, parece claro que trabaja allí, pero me pasaré de todas formas, si quieres. En cuanto al tipo... Afroamericano, alto y fornido. Tendrá pasados los cuarenta. Pelo muy corto y perilla... sí, me parece que no me dejo nada.

Cargando editor
01/10/2016, 00:41
Theresa Harper

-Gracias, también creo que trabajará allí, pero prefiero que lo compruebes. Por supuesto era posible que alguien se hiciese pasar por inspector de policía, pero ahora pensaba que también era factible manipular a uno que ya lo fuera. Chantaje, amenazas... Esta gente no tenía apuro alguno en hacer lo necesario para conseguir lo que querían. Se tocó la cabeza instintivamente, como si su subconsciente recordase el terrible golpe que recibió en su coche la noche del secuestro. Si Brandt trabaja allí, puedes poner en tu estado de whatsapp “necesito una cerveza” y si no es así, “demasiado curro” -dijo mientras sonreía. Su voz tenía un cariz travieso-. Es divertido, ¿no te parece? Además de rápido y cómodo... -desde luego no se lo decía por ninguna de esas tres razones. No quería que cogiesen su móvil y viesen que chateaba con ella y para más inri, investigando a la policía.

-En fin... te agradezco mucho el favor, Flash -comenzó a despedirse- y que estés a mi lado. No sé qué pasará pero lo resolveremos y entonces iremos a celebrarlo. A Las Vegas. O donde sea. ¿Y sabes qué? ¡Invitaré yo! -su risa alegre duró unos segundos antes de decrecer hasta el silencio- Te llamaré cuando pueda. Cuídate mucho.

Este derroche de buen humor había sido para animar a Flash, pero sin pretenderlo, hablar con él también le había animado a ella. El pobre debía estar pasándolo mal y encima Terry le pedía favores. Si el inspector Brandt fuese rubio, tuviese ojos azules y una buena delantera, Flash iría de buena gana. Sonrió. Se sentía bien, y esto le extrañaba, porque había mordido el cuello a una persona, saboreado su sangre y ahora estaba escondida en un hotel, eludiendo a la policía y buscando al capullo que le había hecho esto... ¿no debería hacer lo contrario?

Tenía otra llamada pendiente, una que le ponía nerviosa, pero antes tenía que averiguar algo. Ya la noche anterior había pensado en comer. Comida normal. Tenía apenas unas monedas y seguro que cualquier cosa que consumiese del minibar iba a costar más que simple calderilla. Tal vez una hamburguesa por la calle... Entonces dirigió su mirada a la mesita del salón, concretamente al cuenco de bombones. Perfectamente distribuidos, perfectamente envueltos en su papel brillante. Eran exquisitamente tentadores, o lo habrían sido, en otras circunstancias. Lo cierto es que el chocolate nunca había estado a salvo cerca de Terry.

Cogió un bombón y salió a la terraza. Lo desenvolvió y lo observó entretanto lo sujetaba haciéndolo girar lentamente. Se apoyó en la baranda, y mientras observaba la vibrante ciudad, lo degustó.

Cargando editor
17/10/2016, 19:05

El Denver nocturno podía ser todo un espectáculo, y más a un tiro de piedra del Down Town, como te hallabas tú en aquél momento, con unas vistas privilegiadas. Las siluetas de los rascacielos del centro financiero se recortaban, brillantes, contra el sombrío telón de fondo de las sempiternas Rocosas, perfiladas a su vez, apenas, por el tenue y moribundo resplandor del atardecer.

La brisa era fría, pero no te importó, y eso te sorprendió un poco. Normalmente hubieras sentido la necesidad de taparte con una chaqueta fina o una manta ligera expuesta a esa temperatura, pero ahora no la sentías... no sentías nada. Ni frío. Ni calor. Era una sensación extraña; aterradora, si además le añadías el hecho de que no tenías pulso ni respirabas.

El propio tacto con el envoltorio del bombón parecía insulso, distante, como si lo estuvieras sosteniendo con unos finos guantes invisibles: podías notar todos sus recovecos, todas las arrugas, pero no era lo mismo. Al igual que cuando lo abriste y lo observaste. No sentiste el apetito normal ante aquella visión, que solía ser apetitosa, golosa. No sentiste la tentación de darle un pequeño mordisco y volverlo a envolver, con cuidado, para que nadie notara el inocente delito. Te lo metiste en la boca, más por fuerza de voluntad que por verdadera apetencia, y lo masticaste con cuidado. Despacio al principio, algo más rápido después. El sabor era... apagado. Casi insulso. Algo que jamás te había pasado. Te costó acabar de masticarlo y tragarlo. A veces te sorprendiste a ti misma con el impulso de escupirlo al vacío, pero no lo hiciste. Pasó a tu estómago, no sin cierto esfuerzo.

No parecía que pasara nada. No podías decir que la experiencia hubiera sido agradable, ni mucho menos. El adjetivo más apropiado quizá hubiera sido "soportable". O al menos eso pensaste en un principio. Pronto empezaste a sentirte mal. Y después peor. Era un malestar difícil de describir, pero estaba claro que el causante era el bombón. Aquél condenado y asqueroso bombón. Te entraron fuertes arcadas y caíste de rodillas sobre el suelo enlosado del balcón. No tardaste en vomitar y escupir una pequeña masa grisácea, oscura, que bien parecía una mezcla de ceniza y sangre, por el horrible sabor que te dejó en la boca. 

Tan pronto como aquella cosa salió de tu cuerpo empezaste a sentirte mejor. Al menos, físicamente.

Cargando editor
23/10/2016, 20:41
Theresa Harper

El sol tan solo se adivinaba en la tenue luz de su ocaso, tras las Rocosas. De nuevo despierto para contemplar la oscuridad. Permaneció unos instantes pensativa, con la mirada perdida en las sorprendentes vistas que ofrecía la terraza de su habitación. La brisa comenzó a agitar su cabello, pero el frescor de la noche no impulsó a Terry hacia el interior. Sus brazos descubiertos no reaccionaban al frío, al igual que su corazón no reaccionaba a la vida. Lo único gélido en las alturas era su escalofriante realidad.

El chocolate se deshacía lentamente. Paseaba el bombón de un lado a otro de la boca sin el menor gusto, sin el menor interés. Insulso al principio, rancio después. ¿Llevarían demasiado tiempo sin abrir? No lo creía posible. Un hotel de esa categoría no arruinaría su imagen con unos bombones en mal estado. Entonces... ¿era por los nervios? ¿porque estaba concentrada en otras cosas? Tampoco esa justificación le satisfacía puesto que el gusto no era la única percepción sensorial distorsionada. El tacto tampoco había sido el mismo mientras lo sostuvo, había sentido como si un fino velo se interpusiera entre él y su piel, actuando como una barrera invisible.

Se aferró a la barandilla para asomarse y miró hacia abajo. Sintió el impulso de arrojar el maldito bombón. Desprenderse de él hubiese sido una liberación. ¿Cómo podía sentirse así? Estaba contrariada. De todos modos no quería tirarlo, lo debía tirarlo, se obligaría a tragarlo. Quería repuestas a pesar de que pudieran no gustarle. A desgana, abrió las manos y soltó la barandilla, caminó unos pasos hacia atrás alejándose del vacío y con esfuerzo se tragó el bombón que se había obligado a comer.

Tras el súbito malestar llegó el alivio. Se incorporó tras ver, con el ceño fruncido, esa especie de bola de sangre y ceniza. ¿Qué diantre era eso? ¿Qué criatura echaría algo así salvo un dragón de película de serie B? Ceniza... ¡Era repugnante!

Se apartó rápidamente de esa masa asquerosa y volvió a encaramarse a la barandilla, sujetándose con fuerza. Estaba respirando, o eso creía, de un modo precipitado, nervioso. Sintió un nuevo vértigo, como si en lugar de asir la baranda con las manos caminase sobre ella, sobre esa fina línea de metal que separaba el caos y la seguridad. Sabía que no era su cuerpo lo que peligraba, no pensaba subirse allí, pero sí se tambaleaba su ánimo, su fuerza, su integridad. Era su consciencia quien podía resbalar y precipitarse al vacío o bien regresar a la confortabilidad del hotel. Intentó reponerse. Si pensaba en ello se derrumbaría, y no lo quería permitir. Sabía que obviar lo que había pasado no era ninguna solución ni tampoco habría modo de eludirlo, tan sólo estaba posponiendo lo inevitable, dando la espalda a lo que acabaría por alcanzarla. Tenía que ponerse en marcha. No quería hundirse, porque si lo hacía, tal vez no tuviese fuerzas para continuar.

Miró hacia atrás por encima del hombro, y fue en busca de un papel para limpiar del suelo esa porquería carbonizada y tirarla en la papelera. Recogió sus cosas y se dispuso a salir del hotel. Se despediría del recepcionista y del caballo esquelético, que ahora veía más horrible si cabe, puesto que le recordaba a la ceniza que acababa de escupir.

Atravesó las puertas principales del hotel que de nuevo se abrieron a su paso, y cuando estuvo en la calle sacó el móvil, recolocó el bolso sobre su hombro y sujetó su bolsa con la mano libre. Marcó el número de Augus y echó a caminar con la esperanza de que su llamada fuese atendida.