Mes de Kannazuki (1). Año 38 de la Dinastía Seishin. Hora del Perro (2)
Bosque de los Susurros, al Nordeste del feudo de Shikoku
Miru Hanako observa en silencio a los pequeños mushis con forma de gusano blancuzco con un punto rojo en su cabeza redondeada. Aunque muy parecidos a los mushis regeneradores que Hanako alberga en su cuerpo, estos mushis son mucho más poderosos... y también más peligrosos. Su poder es el de conceder la vida eterna a aquél que pueda sobrevivir a su veneno.
Su maestro, Reizei Kyuba, ha intentado implantárselos y lo están matando.
Hanako coge uno con exquisito cuidado, observando cómo se retuerce entre sus dedos. Los mushis de la joven se agitan con nerviosismo. Perciben el peligro a través de las emociones de Hanako, del ritmo acelerado de su corazón y su respiración jadeante. Un par de formas duras empiezan a asomar fuera de las mangas de su kimono hasta que ella los tranquiliza con un dulce arrullo al tiempo que exprime con suavidad la cabeza del mushi para hacer que su veneno caiga en el vial de cristal que sostiene en la otra mano. Sólo puede conseguir un par de gotas minúsculas sin matar al mushi, por lo que cuando termina lo deja en el suelo y repite el proceso con varios mushis hasta que consigue llenar un cuarto del vial, que tapona y guarda en su caja de medicinas.
La joven echa un vistazo a la tienda en la que descansa su maestro. No existe antídoto conocido para el veneno de los mushis de la inmortalidad, pero si consigue aliviar el sufrimiento de su maestro tal vez logre sobrevivir... (3)
Mes de Kannazuki (1). Año 38 de la Dinastía Seishin. Hora del Jabalí (2)
En algún rincón remoto al oeste del feudo de Shikoku
Asano Satsuki cruza el bosque que rodea la aldea. Aunque su paso es decidido la shinobi no puede evitar un ligero renqueo producido por el dolor que aún sufre todo su cuerpo. La operación de Gemas del alma, cuidadosamente molidas e implantadas en su cuerpo con ayuda de espíritus, se hizo a la antigua usanza: sin nada para aliviar el dolor. Satsuki sabe que existen procedimientos modernos para aliviar el dolor y mejorar la supervivencia, pero Murai prohibió explícitamente que se aplicasen en ella. Si es su destino convertirse en la maestra de la aldea - dijo - tendrá que sobrevivir a cosas mucho peores. Mientras ella se retorcía y gritaba sobre la mesa de operaciones a la que la habían atado, él la observaba con un brillo siniestro en la mirada, dispuesto a acabar con su vida si mostraba alguna debilidad. Cuando la cruenta operación terminó, él dejó junto a la cama una mochila repleta de herramientas ninja y se marchó para dejar que se recuperase.
Han pasado diez días desde entonces, repletos de cansancio y dolor. La consciencia de Satsuki ha ido y venido, captando ocasionalmente fogonazos de admiración o de miedo entre las personas que curaban sus heridas y la alimentaban con sopas y purés. No en vano ella ahora era es una auténtica shinobi: ni humana ni espíritu, sino algo a medio camino de ambos. Las Gemas del alma implantadas en su cuerpo le permitirán ejecutar sus Artes ninja con tan sólo una fracción del esfuerzo que tenía que hacer antes. Si demuestra su valía, una vez más, Murai le enseñará el Ninpou, el Arte ninja supremo de la escuela Oboro-Ryu, un misterioso poder del que Satsuki sólo conoce el nombre: Chisame, la Lluvia de sangre.
Tras cruzar un puente colgante sobre un caudaloso río, Satsuki llega por fin a la gran casa de Asano Murai, quien hace tiempo olvidó que es su padre y se convirtió en un maestro duro, cruel e implacable hasta el punto de expulsarla de la casa familiar para evitar cualquier rumor de favoritismo hacia ella. Como si él aún conservase parte de su humanidad.
Satsuki encuentra a Murai en el salón principal de la casa, rodeado por las cabezas disecadas de los Oni que hace años acabaron con la vida de su hijo mayor. Sólo queda un hueco en la pared, situado sobre el cojín en el que ahora se sienta Murai con las piernas cruzadas. Ese espacio está reservado para la cabeza de Din-Bakh, el único Oni de los que mataron a Yoshimatsu al que Murai aún no ha conseguido dar caza. Sólo mencionar su nombre despierta el instinto asesino de este peligroso maestro ninja. (3)
Entra, no te quedes en la puerta - Le espeta Murai apenas ella desliza la puerta corredera - Has tardado demasiado en recuperarte, pero ahora podrás demostrar que mereces todo el esfuerzo y el dinero que la aldea ha invertido en ti.
Murai lanza un pequeño objeto hacia Satsuki, apuntado hacia el centro de su frente (4)...
Mes de Kannazuki (1). Año 38 de la Dinastía Seishin
Quirófano del sótano del castillo Nishio. Feudo de Shikoku
Natsuki había oído historias de los quirófanos de cirugía karakuri. Casi siempre hablan de personas que morían chillando de dolor mientras intentaban arrancarse los deformados artilugios de metal que les habían cosido al cuerpo. Casi siempre estaban conscientes, aullando por el inhumano dolor que les infligían los onmyojis mientras los operaban.
Natsuki está consciente, sí, pero en vez de dolor siente un espeso embotamiento en todo el cuerpo. Saldrás adelante - le dijo el onmyoji de aspecto extraño justo antes de clavarle la aguja en el cuello. En poco tiempo el dolor que le impedía moverse se convirtió en un rumor sordo, pero no recuperó la movilidad.
¿Cómo está? - pregunta Hojo-gunso (2), el jefe del pelotón de ashigaru del que Natsuki formaba parte ¿Cómo es posible que sobreviviera a su propia estupidez cuando todo su pelotón no lo hizo? Natsuki querría poder fulminarlo por la mirada, pero su ojo izquierdo se empeña en permanecer cerrado y tampoco puede girar el cuello.
No he podido salvar sus brazos - le contesta Ito Kagemune, el onmyoji que lleva horas trabajando sobre el cuerpo mutilado de Natsuki - También tengo que sustituir su ojo izquierdo y ponerle una placa de metal en el cráneo.
¡Bah! Demasiado esfuerzo - Bufa Hojo-gunso - ¿Por qué no te limitas a convertirla en un maldito kongohki? Al menos así obedecería órdenes.
¿Como la de no retirarse aunque estuviera recibiendo el fuego pesado de una unidad de yoroi? Aunque Natsuki quisiera maldecirle, su lengua es un bloque pastoso e inamovible dentro de su boca.
El alma humana debe seguir su camino cuando el cuerpo muerte, no acabar atrapada en un espejo de almas - replica Kagemune con irritación - Aunque si sigues molestándome, insecto torpe y patán, puede que haga una excepción contigo.
De algún lugar llega un rugido sobrenatural. Hojo-gunso lanza un grito y sale corriendo del quirófano.
Idiota - dice Kagemune - Ni siquiera tú te mereces ese destino.
Kagemune se sitúa en el lado derecho de Natsuki, donde ella puede ver sus ropas de onmyoji empapadas de sangre. Su sangre. El pelo le sale desordenado del torcido tocado de onmyoji y está sudando por las largas horas de trabajo.
Bien, vuelvo contigo, Taisei-san. - su mano se dirige hacia el regulador del tuvo intravenoso que conecta la botella medicinal al cuello de Natsuki, que empieza a sentirse más despierta - Sí, ahora tienes apellido. Al convertirte en kijin al servicio de Aki Shikoku-no-kami-sama se te ha concedido uno. Considéralo una recompensa a tu lealtad. - Es la primera vez que Natsuki oye hablar de esa política, aunque durante el tiempo que estuvo en el ejército apenas sí tuvo oportunidades de hablar con los kijin, destinados a unidades altamente especializadas - Vamos a poner ese ojo nuevo en marcha.
Kagemune toca algo fuera del campo de visión de Natsuki. Se produce un chispazo de dolor en su sien izquierda que le hace dar un respingo involuntario y de repente su campo de visión se vuelve el doble de grande. Una serie de números y datos incomprensibles desfilan por el lado izquierdo de su vista.
Tranquila ahora - le recomienda Kagemune mientras Natsuki se incorpora y examina su cuerpo. Sus brazos, endurecidos por años de trabajo en el campo, han sido sustituidas por sendas prótesis metálicas. Natsuki no tarda en descubrir que puede hacer que las manos se abran y cierren como si fueran las suyas propias.
¿Y bien? - le pregunta Kagemune - ¿Cómo te encuentras? (3) y (4)...
Mes de Kannazuki (1). Año 38 de la Dinastía Seishin. Hora del Dragón (2)
Sala de audiencias del castillo Nishio. Feudo de Shikoku
Despunta el alba cuando Hashirama Hanzo, samurái del feudo de Shikoku, es convocado ante la presencia de Aki Shikoku-no-Kami Masamori, señor del feudo. En la lujosa antesala le espera Nieve Matutina, una belleza de cabellos plateados y ojos azules que le observa entrar con gesto sereno.
Bienvenido, Hashirama-sama - le saluda ella haciéndole una reverencia. Al contrario que la mayoría de personas, Nieve Matutina no parece sentirse impresionada por las Gemas del alma que refulgen en el rostro y cuello del samurái. Hanzo se recuerda a sí mismo que Nieve Matutina es una kugutsu, una muñeca a la que se ha dotado de vida y aspecto humano mediante la magia - Nuestro señor te aguarda.
A un gesto suyo un par de criados deslizan las puertas de papel de arroz, abriéndolas sin que emitan más que un quedo susurro. El tatami cruje suavemente bajo los tabi de Hanzo cuando éste se adentra en la sala de audiencias. En el centro, sentado sobre un fino cojín, se encuentra Aki Masamori, con su katana-gema descansando en el tatami muy cerca de su dueño.
Adelante, Hashirama-san - le saluda el señor. A pesar de su edad todavía conserva una impresionante musculatura y unos gestos ágiles y fluidos. Ante él hay una mesita con una taza de té y dos vasos. Sus ropas son elegantes pero muy funcionales, permitiendo libertad de movimientos. Observa a Hanzo acercarse mesándose la barba de color gris a juego con el resto de su salvaje cabello.
Nieve matutina se arrodilla junto a la mesita y, tras servir el té, prueba el vaso destinado a Masamori - Puedes beber sin miedo, Aki-sama - Se inclina hasta tocar el suelo con la frente y después se retira a un lado de la estancia.
Maldita sea, odio a los miserables cobardes que recurren a algo tan rastrero como el veneno - Gruñe Masamori - El que tenga algo que decirme que lo diga con la espada ¿Tú qué opinas, Hashirama-san?...